Ellos no olvidarán
Sinopsis de la película
En 1915, una muchacha llamada Mary Clay fue encontrada muerta en una población sureña. La policía detuvo como presunto autor del asesinato a un conserje negro, pero un periódico local comenzó una campaña acusando del homicidio a un hombre blanco de Nueva York llamado Robert Hale, profesor del instituto donde estudiaba Mary.
Detalles de la película
- Titulo Original: They Wont Forget
- Año: 1937
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
7.4
56 valoraciones en total
Notable perdigonazo judicial de Mervin LeRoy, un tipo que taché recientemente de mi lista negra al asistir, erecto, a las desventuras de Fernando Hierro en Soy Un Calderón. Y LeRoy dio con sus huesos ahí por que tuve la desgracia de encadenar en un corto período de tiempo la olvidable El Diablo A Las Cuatro y la absolutamente infame FBI Contra El Imperio Del Crimen, una de las vomitonas propagandísticas más deleznables que he contemplado jamás. Pero lo de Hierro fue muy grande y Le Roy volvió a tener su oportunidad. Primero con la espléndida Senda Prohibida, la mejor película que le he visto tras las desventuras de Hierro, un notabilísimo noir con un Robert Taylor deslumbrante secundado por un Van Heflin espléndido, ejecutando largo tras largo en una piscina de whisky, y un halo romántico embelesador. Una película memorable, muy recomendable. Y ayer, como no, volvió a tener su oportunidad con esta Ellos No Olvidarán, otra película más que notable donde LeRoy, quién lo diría tras verle poner la mano, tomar el dinero y correr a ritmo de Walk Like And Egyptian en FBI, vuelve a cargar contra el sistema, rebosante de idealismo, y reparte mandobles y asesta codazos contra poderes fácticos como prensa, sistema judicial, arribismos políticos, opinión pública y otros deportes de fondo con bastante tino aunque no tanta garra y cocaína en sus fosas nasales como en las mencionadas. Pero hay que admitirle a LeRoy los arrestos en una época donde la mayor parte de este tipo de percales solían ser mucho más acomodaticios. Desde luego, aunque no retuvo, LeRoy lo tuvo, no hay duda. Un Claudio Lluvias desbigotado brilla especialmente entre sus compañeros de reparto, que no son nada del otro jueves, y la película, como thriller judicial, acarrea la pesada carga de la sobresaturación que ha sufrido el género, y las retinas del cinéfilo voraz, en los úLtimos 70 años. Entendámonos, Testigo De Cargo o Matar A Un Ruiseñor la dejan en paños menores sin compasión, pero LeRoy fue el primero en poner sus pelotas encima del estrado, y es justo reconocérselo, a pesar de los pesares.
¿Cómo es posible que casi 80 años después estemos exactamente en la mismas tesituras de que trata la película?
Realista, centrada y certera, nos muestra las claves del comportamiento humano, sus móviles. Las ansias de poder concierte a los estamentos legales y a la prensa en elementos tan peligrosos, manipuladores, sensacionalistas e injustos, que son capaces de mentir y manipular a los ciudadanos, hasta el punto de culpar y después matar a un inocente.
Tampoco el pueblo se libra de la crítica demoledora de LeRoy. De hecho, se le presenta como veleidoso, arbitrario, cruel y lleno de prejuicios (el Norte contra el Sur, por ejemplo)
Verdaderamente, parece una película totalmente actual que nos invita a reflexionar sobre la degeneración en occidente.
Mézclese con inteligencia Fury de Fritz Lang , Intruder in the dust de Clarence Brown, To Kill a Mockingbird de Robert Mulligan y Ace in the Hole de Billy Wilder y tendrán esta extraordinaria película de ¡1937! dirigida por un Mervin Leroy pletórico, puro acero, pero de bayoneta, para clavársela en la cara al desprevenido espectador. Nadie se salva en esta ácida visión de la condición humana: la política vampírica, el periodismo buitre, la masa siempre fascista. Prejuicios, intereses egoístas, linchamiento: la turba matarife. Pareja exacta y perfecta junto a Soy un fugitivo cinco años anterior. Cine sin esperanza, atroz, precursor, maestro y tan actual que asusta.
Si Melvyn Leroy creó escuela con la brillantísima Soy un fugitivo de las películas carcelarias, con Ellos no olvidarán hizo lo mismo con el género judicial, no menos brillante que la anterior.
Lo que en principio puede parecer un simple filme de asesinato y juicio, se convierte en un circo en el que todo el mundo sale retratado: la prensa, la opinión pública, los prejuicios raciales, los prejuicios Norte – Sur, las ambiciones políticas, las ansias de venganza y la cobardía. Vamos, que se hace un retrato del sistema judicial estadounidense que no deja títere con cabeza. Lo que te preguntas al principio, ¿quién diablos mató a Mary Clay?, lo olvidas a medida que avanza la cinta.
Es tan buena que paso de contar nada más. Si la ven, no la olvidarán.
Leo Max Frank, quien había nacido en el norte de los EEUU y era judío, trabajaba como superintendente en la compañía National Pencil, de Atlanta, Giorgia, empresa en la que también laboraba Mary Anne Phagan, una jovencita de 13 años bastante atractiva. El Día de la Memoria (Memorial Day) por los confederados muertos durante La Guerra Civil (26 de abril de 1913), Mary entró en la oficina de su jefe Frank, esperando recibir el pago por su labor durante la semana. Atraído por la belleza de la chica, a la que llevó a hacer un recorrido por la sala de metales, Frank – quien ya estaba casado-, trató de aprovecharse de su cargo para sobrepasarse con ella, pero la empleada lo rechazó rotundamente mientras trataba de huir y él, entonces, se atrevió a golpearla en el ojo derecho con el puño en el que portaba el anillo de boda. Tras sucesivos golpes, Frank tomó el cuerpo ensangrentado de la muchacha y lo llevó hasta el cuarto de baño donde le subió el vestido y la tomó contra su voluntad. Temiendo, de seguro, muy duras consecuencias si Mary confesaba, Leo Frank tomó una cuerda y la ahorcó con ella. En la madrugada del domingo, el robusto guardia negro, Newt Lee, descubrió el cuerpo de la joven víctima, y de inmediato llamó a la policía, y también a su jefe, pero de éste no obtuvo respuesta alguna. (1)
Esta, de manera muy suscinta, es la principal versión del hecho que cobró la vida de Mary Phagan, aunque, la comunidad judía, aún hoy, sigue alegando que, la acusación contra Leo Frank, fue otro caso de antisemitismo estadounidense, y en su versión, fue el guarda el verdadero asesino de la joven víctima.
Por razones de este tipo, la versión cinematográfica, y muy libre, de este sonado caso -con los posteriores incidentes del hecho-, asume una posición imparcial, dejando en el espectador la decisión final, pero poniendo muy en claro su firme oposición contra los atroces casos de linchamiento que solían darse en las comunidades del sur, donde los prejuicios (contra los yanquis, los judíos, los negros…) no se habían superado en absoluto, no obstante su merecida derrota durante la Guerra Civil.
Una de las personas que asistió al juicio contra Leo Frank, fue el entonces periodista del Diario de Atlanta, Ward Greene (1892-1969), y de esta experiencia surgió el libro, Death in the Deep South (1936), siendo, Robert Rossen y Aben Kandel, los encargados de convertirlo a guion para la versión cinematográfica que, con gran pulso, dirigiera Mervyn LeRoy.
La historia comienza de manera mordaz, mostrando a los escasos excombatientes sureños durante la guerra, que, en condiciones bastante seniles y sintiendo ya pasos de animal grande, se aprestan a participar del que, probablemente, sea su último desfile por la memoria de los confederados. Trasladada la historia a un colegio, conoceremos, entonces, al profesor Robert Hale y a su preciosa alumna, Mary Clay (memorable debut en la actuación de Lana Turner)… y lo que se aviene, es una confrontación social donde primarán los intereses individualistas, sobre los de las víctimas y aún sobre los de la colectividad. La clase política, puesta en activo, lucen como lobos al acecho… y la sociedad entera, quizás sea la que pierda con la suerte de decisiones que algunos pretenden tomar.
Claude Rains, tiene sobre sus hombros al fiscal del distrito, Andrew J. Griffin, el hombre que espera lucirse condenando a la pena de muerte a un norteño. Edward Norris, es Robert Hale, el profesor que carga con la grave acusación de violación y asesinato de una preciada niña, y entre otros, Gloria Dickson (guapa actriz que falleciera a los 28 años, asfixiada en el baño tras incendiarse su casa), es Sybil, la esposa que conserva firmemente la esperanza de que su esposo sea inocente.
El filme logra una muy buena recreación de época, LeRoy se luce con algunas composiciones muy significativas, como el plano de Hale ante el espejo asociado al cartel donde se espera que vaya su foto. O ese plano fugaz del cuerpo arrancado de la horca (hecho real) para distanciar el asesinato… También los diálogos de Rossen lucen muy atinados y convincentes, y la historia se desenvuelve con mucha soltura, permitiéndonos participar del resultado de la historia. Esto, quizás, deje inconformes a algunos, pero, es muy del caso, dados los antagonismos que se derivaron, pero, si sabe verse, hay elementos que permiten llegar a atinadas conclusiones.
(1) Bob Frapples. https://www.stormfront.org/forum/t990415/