Elisa y Marcela
Sinopsis de la película
En 1885, Elisa y Marcela se conocen en la escuela donde trabajan. Lo que comienza como una gran amistad termina en una relación amorosa que tienen que vivir a escondidas. Los padres de Marcela sospechan de esta relación y la enviarán al extranjero unos años. A su vuelta, el reencuentro con Elisa es mágico y deciden tener una vida en común. Ante la presión social y las habladurías, ambas deciden trazar un plan: Elisa abandonará un tiempo el pueblo para volver convertida en Mario y poder casarse con Marcela, pero no todo será tan fácil para este amor no reconocido.
Detalles de la película
- Titulo Original: Elisa y Marcela
- Año: 2019
- Duración: 129
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Opinión de la crítica
5.8
53 valoraciones en total
La historia de estas dos mujeres, tan viral en los últimos años, era un caramelo para cualquier director, y más para una Coixet que supuestamente es maestra en retratar emociones y conflictos.
Elisa y Marcela empieza bien, correcta, pero a medida que avanza se va desinflando.
Los personajes protagonistas transmiten muy poco. Marcela es la que lleva el peso y la actriz realiza un trabajo correcto, pero olvidable. Elisa es una seta.
La fotografía y el blanco y negro no aportan nada interesante, y el hecho de haber rodado en Galicia es totalmente anecdótico porque ni se ven apenas exteriores, ni la mayoría de actores son gallegos o fingen serlo, sino que hablan como castellanos de la Meseta.
Hay un par de momentos intensitos en plan cine de autor que parecen pegotes en una cinta tan poco creativa.
Al rural gallego se lo presenta como bárbaro y bruto, sin atisbo de luz en ninguno de los personajes secundarios y sin análisis de la situación.
La historia avanza por una relación que se desarrolla con la naturalidad del pensamiento de 2019, los personajes no se plantean nada, no manifiestan ningún tipo de inseguridad al tocarse por primera vez, no se enfrentan a ninguna duda personal. Al mismo tiempo, no hay consecuencias ni se le da peso alguno a lo que la sociedad piensa de ellas, al maltrato que se les da por ser pareja. Se pone un plano de pedradas y ya se olvida por completo.
Los personajes secundarios son una masa informe que sólo está ahí para sustentar un panfleto pobre, pero es llamativo que sean todos tan planos. Ejemplo: la familia de Marcela, compuesta por el típico patriarca autoritario que tiene sometida a su esposa, y dicha esposa, que se comporta como una ovejita pero resulta que a escondidas lee a Emilia Pardo Bazán. ¿Quién dijo cringe?
Mención aparte merece el retrato de Portugal. Porque, si bien Galicia tenía poco de Galicia y los actores hablaban como salmantinos, al menos no eran gente tan famosa como Lluís Homar inventándose el idioma portugués (en VOSE) mientras cuenta chistes de españoles. Oporto aparece a través de imágenes de archivo y personajes claramente no portugueses que ni siquiera han tomado una clase o recibido el guión en portugués.
Y ahí aparece un contraste curioso: portugueses buenos y modernos, gallegos de aldea y españoles brutos y bárbaros. Ok, Isabel.
El final es otro gran cringe, pero ya se acumulan demasiados.
En fin, un despropósito. Cero profundidad, escenas de sexo de todo menos emocionantes, localizaciones que no imprimen su identidad en la narración, secundarios planos y protagonistas casi igual de planas.
Elisa y Marcela merecían un poco de respeto por su historia.
El error es básico y demoledor. La narración carece de credibilidad ya que el espectador ve una historia de hace más de cien años con actitudes demasiado modernas. Confunde términos directamente relacionados con la realidad de la época y juzgando con premisas acaba en la orilla desbordada. Una historia de amor entre dos mujeres en una religiosa y rural Galicia no puede conllevar un lenguaje y una desenvoltura de los personajes propios de unas libres y liberadas mujeres de la actualidad. No podemos creernos que algo tan simple como el lenguaje sea tan distorsionado para la directora y que reste argumentos al espectador. El toque humorístico y enxebre de la fotografía y el atrezzo roza por momentos lo impúdico para un gallego. La falta de pudor de sus personajes y su comodidad con su sexualidad es más propio de unas jóvenes veinteañeras del sigo XXI que de dos aldeanas rodeadas de monjas y sin estudios de una aldea de Dumbría. A estas alturas se le presupone a ciertos directores ansias suficientes como para saber mezclar lo cinematográfico con lo real, de darle vida en la pantalla con sus licencias a historias desgranadas por los pocos datos existentes, pero siempre con una calidad y un trabajo detrás. Aquí han perdido el alma. Han hecho que la pureza de una historia reveladora y de sentimientos castos y puros se vuelva en algo kitsch y extrañamente sexual. Ha logrado que se prostituya el alma de la historia, vendiéndola a los arcaicos movimientos del impacto y del sensacionalismo visual. No. Los prejuicios y estereotipos no deben pasar por la pantalla al espectador.
Resulta encomiable el esfuerzo por recuperar un hecho singular acaecido hace más de 100 años (finales del siglo XIX, principios del XX). Y, además, es fundamental que se hagan este tipo de películas con esta mirada para poder empatizar y normalizar. Sobre todo porque aún queda mucho que progresar.
Sin embargo, Coixet naufraga, al intentar trasladar la relación entre dos mujeres desde la perspectiva del presente, en lugar de intentar entender los entresijos de aquel tiempo. La película resulta poco veraz e incongruente, por tanto.
Las protagonistas parecen tener una mentalidad propia de nuestros días. Falta esa auto-represión inicial que sí tuvieron las protagonistas, por ejemplo, de Carmen y Lola (ganadora de dos Goya hace unos meses), que trataba sobre el romance de dos mujeres gitanas.
Los errores de guión se hacen también extensibles al retrato caricaturesco de la mayoría de personajes (despojados de toda humanidad), que choca con el esbozo descontextualizado de las dos jóvenes.
Es, además, previsible que las excepciones del comportamiento de otros personajes resulten todo lo contrario: completamente humanas (en el buen sentido del término).
El filme funciona mejor cuando impera el silencio y se deja hablar a la imagen, cuyo trato es bueno (lo mejor de la película), al igual que la fotografía y la elección del blanco y el negro.
La interpretación de las protagonistas no emociona, no tiene chispa, no engatusa como en otras películas recientes del mismo tipo (Carol, Disobedience).
Quizá sea por la dificultad que entraña tener que interpretar a dos lesbianas en un tiempo muy distinto al nuestro. Dos mujeres que, de manera impensable, consiguieron casarse en una época muy diferente. Aun así, bonito intento.
Al tratarse historia basada en hechos reales esta película me atraía mucho, también sus protagonistas y directora. La puesta en imagen es bonita, pero ya desde el principio empieza a aburrir, demasiados pocos diálogos. Y eso que a mí me gustan las películas lentas, pero esta ya se sobrepasa. Le sobra metraje, qué pena porque son buenas actrices y el hecho que cuenta es digno de un buen guión… si la vas a ver tómate un café antes si no dormirás. Gracias por leerme.
Al hablar de una película como Elisa y Marcela, hay que distinguir entre la historia que cuenta y la película en sí.
La historia es preciosa, única, un testimonio inigualable del primer matrimonio homosexual del que se tiene constancia en España, 104 años antes de que fuera legal. Es una historia cuya vigencia e importancia están fuera de toda duda.
La película, en lo puramente cinematográfico, ya es otro cantar.
Elisa y Marcela representa, un poco como Cosas que nunca te dije, lo mejor y lo peor del estilo de Isabel Coixet. La descripción del romance entre las dos protagonistas (una historia, repetimos, preciosa) está llena de una sensibilidad y un gusto exquisitos, como demuestra el ejemplar tratamiento de las escenas de sexo, especialmente la primera. Además, narra bien todas las etapas de la historia (ver el episodio en Portugal) y consigue despertar interés en el espectador.
Sin embargo, el ritmo es demasiado cansino en algunos momentos, y la típica preciosidad de la autora catalana termina por aparecer en ciertos momentos y aspectos, como el uso y abuso de los silencios y las miradas sin contenido (especialmente en el primer tercio), agravada si cabe por un metraje a todas luces extendido.
Por suerte, ahí están Manolo Solo (flaco favor le hace su excelente imitación del habla portuguesa a Lluis Homar, que habla portugués pero con su acento de toda la vida) y sobre todo Natalia de Molina y Greta Fernández para llevar sobre sus hombros el peso de la cinta. Las dos actrices están especialmente memorables, en dos interpretaciones soberbias a las que se han lanzado sin red, totalmente entregadas en cuerpo y alma a ser Elisa y Marcela, más que interpretarlas, a vivirlas, a sentirlas, a recordarlas. En una palabra, extraordinarias.
En definitiva, una película correcta, pero tampoco excelente, aunque sí suficientemente interesante e importante como para recomendarla.