Elefante blanco
Sinopsis de la película
Narra la historia de amistad de dos curas, Julián y Nicolás, que tras sobrevivir a un intento de asesinato por parte del ejército durante su trabajo en Centroamérica, se asientan en una barriada de Buenos Aires para desarrollar su apostolado y labor social. Allí conocen a Luciana, con quien lucharán codo con codo contra la corrupción, un mal endémico de la zona. Su trabajo los enfrentará con la jerarquía eclesiástica y con el poder gubernamental y policial. A pesar de todo, seguirán arriesgando sus vidas para mantener su compromiso y su lealtad con los vecinos del barrio.
Detalles de la película
- Titulo Original: Elefante blanco
- Año: 2012
- Duración: 106
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Opinión de la crítica
6.2
23 valoraciones en total
Tal vez sea una de las obras más viscerales del realizador argentino Pablo Trapero. Con un notable despliegue técnico y de producción, está película se mete en el corazón de una de las villas miserias más grande de Buenos Aires, para relatar el trabajo digno y a pulmón que hacen los curas tercermundistas, un pequeño sector del catoliscismo, casi invisible, que hay que rescatar ante tanto desprestigio de la institución.
La gran puesta en escena cuenta con una amplia ductilidad de los planos, magistrales travellings y sobretodo con actuaciones no profesionales de algunos vecinos que le ofrecen a la obra esa cuota de realismo estremecedor.
El problema radica en el guión, por momentos abre el abanico a tantas historias y situaciones que quiere contar, que el conflicto central queda desdibujado y uno no sabe de qué va realmente la trama.
De todos modos, estamos ante un filme crudo, movilizante e impactante que saca a la luz el interior de la ciudad oculta que tantos se ocupan por esconder debajo de la alfombra.
Como si de un regreso al de Apocalypse Now (1979) se tratara, Pablo Trapero evoca la obra de Coppola en el prólogo, emprendiendo un viaje a la selva del amazonas en el que, sin diálogos, presenta el encuentro de sus dos protagonistas, Ricardo Darín y Jérémie Renier (habitual en el cine de los hermanos Dardenne), ambos sacerdotes en sacrificio espiritual frente a la barbarie. La banda sonora de Michael Nyman (El Piano) realza la enormidad de este viaje, una épica que crece en su vuelta a casa. La lucha contra el sufrimiento cotidiano se presenta todavía más dura y heroica que el mayor de los horrores. Razón no parece faltar tras asistir a esta epopeya diaria que refleja con crudeza las desigualdades sociales en un poblado marginal por la falta de apoyo del gobierno y las altas esferas eclesiásticas a los que más lo necesitan.
Elefante blanco es el simbólico nombre de un hospital jamás terminado junto al que se expande una de las villas más peligrosas y necesitadas de Buenos Aires. Trapero dibuja este paisaje por medio de un largo y dialogado plano secuencia que recorre el espacio fílmico a transitar durante la película. Caminando desde el hospital en ruinas hasta la pequeña Iglesia, elabora una presentación con la que no solo nos integra dentro de la villa, un barrio chabolista marcado por la pobreza y la delincuencia en el que se va a desarrollar la acción, sino que da forma y razón de ser al estilo visual de la película. Alejándose del impacto visual de Ciudad de Dios (2002) o Tropa de Élite (2007), el director de Leonera imprime un tono más naturalista a ciertas secuencias que en aquellas películas habrían tenido connotaciones más espectaculares y efectistas, como en la que el cura Nicolás se adentra en la zona de los narcotraficantes o en los distintos ataques de la policía en la villa, sin buscar el morbo gratuito, con respeto, rechazo e incluso con cierto miedo a la violencia y sus consecuencias.
Si Carancho (2010) era un noir hiperrealista, su última película es un drama social con un similar trazo de hiperrealidad que en el fondo contrasta con el calado de las historias personales que entrelaza (demasiadas) y con la carga dramática que ejerce tanto en la banda sonora o en la dirección, en ocasiones demasiado cercana a la épica en busca de la emoción, algo difícil de encajar en un relato pretendidamente realista (véase el retiro espiritual en el epílogo).
(Continúa en spoiler )
Realmente me decepcionó, con un argumento muy pobre, parece que la película solo intenta retratar lo que ya todos sabemos que sucede en las villas. Imágenes reiterativas, casi exageradas, sobre las condiciones inhumanas en las que vive mucha gente en nuestro país, convierten la película en un documental de lujo. Si, es impeccable la filmación, excelente fotografía, ambientación y una manera de filmar que convierten al espectador en otro habitante de ese lugar. No así la música que creo que es otro punto débil ya que, más allá del tema de Pity Álvarez con el que abre y cierra la película, lo que se escucha de música es realmente malo. Pero la película falla, ya que no logra atrapar con un guión sólido ni con personajes a los que uno les crea de tal manera de ponerse en su piel. Darín siempre correcto aunque por debajo de otros papeles, si sobresale Renier con autoridad sobre su personaje pero el protagonista más importante del film parece ser la lluvia, constante, insoportable, señalada como otro de los tantos calvarios que debe sufrir esa gente, hace pensar casi como que Dios se olvidó de esa parte del mundo. En definitiva, una película para no perderse, pero está lejos de quedar entre las mejores de Trapero, de Darín, del año, de nuestro cine.
El último film de Pablo Trapero es una conmocionante pintura social construida con los mejores recursos cinematográficos que se apoyan en la solidez de la imagen como punto de partida.
Elefante Blanco aborda con calidad y sobre todo sin manipulaciones, la más salvaje de nuestras realidades sociales pero entendiendo al cine como espectáculo atrapante y movilizador.
La película toma su nombre del edificio a medio construir, símbolo viviente de las idas y vueltas de la historia argentina, proyectado en 1937 por el diputado socialista Alfredo Palacios, ideado para ser el hospital más grande de América latina. La obra -ubicada en el límite de Ciudad Oculta- nunca llegó a terminarse y actualmente persiste como un esqueleto emblemático de un oscilante compromiso de los distintos gobiernos hacia los más desposeídos. En esa locación, adaptada por la producción, transcurren partes fundamentales de la película.
El guion aborda la compleja realidad de las villas (hace una condensación de todas ellas) y se acerca desde la mirada de quienes se integran a esa realidad para mejorarla, como el caso de los llamados curas villeros que trabajan y misionan con sus habitantes, tratando de mantenerse independientes de los devenires políticos. En este sentido, aun siendo ficción, la película pretende dialogar con la realidad, haciendo referencia a la figura del padre Mugica y al edificio inconcluso mencionado, que son íconos reales, históricos. Aunque también se impone la actualización del actual contexto posglobalización, envilecido y mucho más violento que el que conoció Mugica.
Tanto los protagonistas principales como los secundarios, conjugan profesionalismo y espontaneidad, aportando expresividad y lenguaje acorde, imprescindibles para construir realismo verosímil y crear un clima de naturalidad.
La película se inclina por un relato más bien clásico, alejado de estéticas videocliperas, en el que se destaca el aprovechamiento de las locaciones mediante un virtuoso trabajo de cámara y fotografía que busca planos largos sin cortes, iluminados de distinta forma (hay varios memorables).
Elefante Blanco empieza y termina de la misma manera: sin diálogos, cediendo el protagonismo a la imagen y la música, hay gemidos, rezos o llantos en vez de palabras. La mirada visceral es lo fundamental. La soberbia puesta en escena permite que el espectador sea un testigo, un habitante más de ese espacio. Trapero apela a la fuerza de las imágenes. Y, en ese sentido, cada uno de sus planos tiene una potencia, una convicción y una carga emotiva que arrasan con cualquier suma de palabras.
La palabra que la define es chasco .
Tras una excelente idea, tras una propuesta convincente, e incluso tras una primera media hora de notable alto, la película se viene abajo, cae en todos los tópicos más típicos y ramplones que quepa imaginar y, al fin, se desangra en el absurdo. Tanto es así que ni el siempre fenomenal Ricardo Darín la salva porque su interpretación, contenida y ajustada a lo que demanda el personaje, se pierde en mitad del marasmo de un guión que, por querer abarcarlo todo, termina no apretando absolutamente nada.
Consecuencia: pese a estar, en general, bien acabada en el plano técnico, termina por ser un batiburrillo indeciso que no funciona como película de crítica social, ni como análisis serio de las actitudes de la curia eclesiástica, ni como relato sociopolítico, ni como drama humano, ni se tiene como biopic de curas idealistas. Por ello, ni emociona, ni indigna, ni convence, e incluso llega a resultar algo lenta por culpa de su desconexión progresiva con el espectador. No suspende en casi nada de lo que ofrece, pero fracasa en casi todo lo que propone.
Una oportunidad perdida pues, de haberse decantado sus creadores por alguna de las muchas opciones que plantean, en lugar de perderse en la vorágine de los argumentos cruzados, podría haber sido una película realmente grande.