El viento se levanta
Sinopsis de la película
Jiro Horikoshi, que sueña con volar y diseñar hermosos aviones, se inspira en el famoso diseñador aeronáutico italiano Caproni. Corto de vista desde niño y por ello incapaz de volar, se une a la división aeronáutica de una compañía de ingeniería en 1927. Su genio pronto es reconocido y se convierte en uno de los más prestigiosos diseñadores aeronáuticos. Film biográfico que recrea hechos históricos que marcaron su vida, como el terremoto de Kanto de 1923, la Gran Depresión, la epidemia de tuberculosis y la entrada de Japón en la Segunda Guerra Mundial.
Detalles de la película
- Titulo Original: Kaze tachinu aka
- Año: 2013
- Duración: 125
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Opinión de la crítica
7.2
84 valoraciones en total
Seguramente no sea yo la persona más indicada para hablar del cine de Hayao Miyazaki. Solo he visto sus películas más conocidas internacionalmente, y las he disfrutado, pero siempre con matices que me impedían ser un incondicional. Es por eso que no me considero parte de ese enorme grupo de fans que Miyazaki tiene a lo largo y ancho del mundo, por más que espere cada nueva película suya como si lo fuera. Aun así la ilusión con la que me senté el otro día ante la pantalla del teatro Victoria Eugenia de San Sebastian en el pase oficial de película, era más que importante. Además era la primera y, desgraciadamente, última vez que iba a ver una película suya en pantalla grande. Si la emoción cuando, al principio, aparecio el logotipo de los estudios Ghibli ya era grande, al final, cuando se encendieron las luces de la sala, la gratitud hacia Miyazaki era casi infinita. Hacía tiempo que no disfrutaba de una película tan bonita, utilizando este despreciado adjetivo (al menos en lo cinematográfico) con las connotaciones más positivas que se puedan imaginar. Y es que, esta vez sí, Miyazaki había llegado a cautivarme con The wind rises como no lo había hecho hasta entonces. Motivo este más que suficiente para ponerme a descubrir o a redescubrir todas y cada una de sus películas.
La historia de The wind rises no tiene fantasía, aunque sí mucha imaginación, y se trata de un biopic clásico y tradicional. El del hombre que diseñó los aviones japoneses con los que Japón atacó la base norteamericana de Pearl Harbor entrando así a tomar parte de la II Guerra Mundial. La acción arranca con Jiro, el protagonista, de niño, un niño cuyos sueños siempre giran alrededor de la posibilidad de poder pilotar un avión. Y aunque esto resulte imposible dada su miopía, Jiro estudiará ingeniería y se dedicará al diseño de esos aparatos entorno a los cuales girará su vida, sus sueños y sus mayores ilusiones. Y aunque nada de esto cambia, la vida de Jiro adquirirá un nuevo rumbo cuando se enamore de una preciosa joven a la que conoció de niña. A partir de ese momento ya nada será igual en su vida.
Con una premisa argumental tan sencilla, Hayao Miyazaki nos ofrece una de las películas románticas más emocionantes que se han visto en mucho tiempo, además de una historia con formato, casi, de cine de aventuras, donde las ensoñaciones de Jiro llenan de magia la pantalla.
El guion, de una sencillez desarmante y despojado de complejos, salpica el desarrollo lineal de la historia con magistrales secuencias que reflejan los sueños del protagonista y que nos trasladan a un mundo mágico dentro de una realidad que, practicamente, desde el principio golpea con dureza nuestras retinas.
Hayao Miyazaki demuestra en esta ocasión, con mayor fuerza que nunca, que la animación tradicional permite alcanzar cotas de belleza que el más sofisticado de los programas informáticos nunca podrá reproducir, y es que en The wind rises hay planos que justifican la película entera, y secuencias, como la del terremoto de Kanto, que te dejan pegado a la butaca. En este punto cabe destacar también el trabajo deslumbrante del compositor Joe Hisaishi que compone un prodigio musical que eleva las imágenes de la película muy por encima de su propio vuelo, si eso es posible.
Llegados al final de la proyección uno solo puede agradecer, con lágrimas en los ojos, haber podido disfrutar de tanta delicadeza, de tanta elegancia, de tanta sensibilidad y de tanta emoción. Tiene la suerte Miyazaki de retirarse a descansar habiendo ofrecido la que probablemente sea su mejor obra.
Que me aspen, pero si este es el final de la carrera de Sensei Miyazaki, me voy a quedar tan decepcionado como ocurrió con el cierre de la carrera del también maestro Stanley Kubrick.
Porque… sí: está mucho de lo que hace inolvidable el cine de este señor: hálito poético, amor a las aeronaves, detallista animación, logrado ojo para fijarse en la belleza minimalista de las cosas. Un trasfondo humanista.
Pero… ay: atado por la realidad -salvo en el caso de ciertas fugas narrativas oníricas que aparecen en momentos concretos de la trama-, el interés del film se reduce.
Está claro que se hace entender algo tan complejo como es algo como transmitir el interés por la ingeniería (imagino que si esta película la ve un ingeniero aeronáutico se la llenarán los ojos de lágrimas), pero, de algún modo, no termina uno de quedar enganchado.
La notable imaginación de Miyazaki está atrapada por los márgenes de este biopic. Y lo siento, pero he de decir que la vida del diseñador del Zero no es lo bastante estimulante como para llenar más de dos horas de metraje. Sobre todo, porque le creación de este mítico vehículo es casi situada cual nota a pie de página.
Así que al final resulta una suerte de melodrama de escasa intensidad dirigido por un maestro de la animación que no tiene un interés excesivo.
Para el aquí firmante, una pena.
Debería empezar a canonizarse que el cine japonés no tiene tres, si no cuatro grandes maestros. Ozu, Mizoguchi y Kurosawa deberían estar listos para recibir en el podio a Hayao Miyazaki, no sólo el mejor animador de la historia del cine (junto a él, Chuck Jones) sino también uno de los artistas más dotados de este joven arte que es el cine. Tras diez películas, de las cuales no menos de la mitad son Obras Maestras o se quedaron cerca de serlo, llega el que será, tristemente, su último largometraje. Decisión comprensible por su parte (si se atienden a las razones oficiales) pero por otra, pensando de forma egoísta, casi injusta. Que el mundo pierda a un talento de este calibre es una tragedia, aunque por lo menos ha tenido la oportunidad de retirarse y no ha sufrido la misma (mala) suerte que su compatriota Satoshi Kon.
The Wind Rises (Kaze Tachinu, 2013) es no obstante una despedida maravillosa, una carta de amor, apasionada, hacia sus obsesiones de toda la vida. Podemos vislumbrar aquí gran parte de su obra, temáticamente, pero también a un nivel puramente sensorial. Un testamento perfecto que también tiene la particularidad de que, sin alejarse de sus obsesiones, propone unos códigos nuevos. Es una película 100% Miyazaki pero al mismo tiempo diferente a todo lo que ha hecho, algo que puede sonar contradictorio pero que aquí sirve como anclaje para sacar a relucir todas las ideas que se quieren desarrollar. La historia sigue a Jiro Horikoshi, diseñador de aviones que fue clave a la hora de crear las flotas japonesas que se utilizarían en los años 40. Entremezclando sus momentos biográficos y sazonándolos con bellísimas secuencias oníricas en las que Miyazaki se descubre -una vez más- como un genio a la hora de integrar la fantasía bajo una textura realista-, son no obstante los momentos íntimos donde la película alza el vuelo, tan alto como puede, desaparecido entre las nubes para quedarse anclado en el firmamento.
Miyazaki siempre ha sido un humanista, y aquí pese a abordar un tema más escabroso que antaño (al ceñirse a cierto periodo histórico no le es posible evadirse de cuestiones concretas) consigue plantear preguntas sin dar respuesta. No hay un posicionamiento a nivel ideológico, lo cual no puede ser tachado de cobarde sino de valiente: deja, como habitualmente en su cine, que sea el espectador el que rellene los huecos. Todo esto se eleva aún más cuando se introducen los momentos íntimos. Ashitaka atravesando un claro (La Princesa Mononoke), Pazu y Sheeta compartiendo un trozo de pan en compañía del fuego de una hoguera (El castillo en el cielo), Nausicaä adentrándose en el bosque contaminado (Nausicaä de Valle del Viento)… aquí, tenemos un beso casi inocente en lo alto de una montaña, cuando el viento apremia. La partitura de Joe Hisaishi sirve a Miyazaki para desarrollar un melodrama sentido y efectivo, logrando un equilibrio que puede recordar sin problema a los logros mayores de Douglas Sirk. La música, con un leit motiv muy concreto, empapa la imagen y la traspasa para colarse en los ojos del espectador.
No es The Wind Rises una película perfecta y no supone el mayor logro de Hayao Miyazaki hasta la fecha. Pero nunca se le han pedido a John Ford que todas sus películas sean The Man Who Shot Liberty Valance , ni a Billy Wilder u Orson Welles que repitieran una y otra ves Sunset Blvd. o Citizen Kane . Queda pues como una magnífica carta de despedida, emocionante, sentida, una continuación temática a Porco Rosso que prescinde en parte de su aliento fordiano para abrazar el de un melodrama de época. La princesa Mononoke y El viaje de Chihiro siguen resultando inalcanzables pero quién sabe, con el tiempo -el mejor juez que existe- lo alto que puede alzarse este diseño de Jiro (alter ego del propio Miyazaki) hacia el cielo. En resumen: si no es una Obra Maestra, es porque pocas películas lo son. Se limita a ser excelente, que no es poco. O en una sola palabra: maravillosa.
(…)
Pero Miyazaki pasa de puntillas por las cuestiones políticas y bélicas que se ocultan en el trasfondo de su relato y decide concentrarse en la historia individual de Jiro: sus fracasos y éxitos laborales, su determinación, sus anhelos, y su amor por Nahoko. De esta forma, la melancolía va creciendo en la película, mientras el espectador deja de soñar y se da de bruces con uno de los sucesos más dramáticos de la historia de la humanidad, que los japoneses vivieron muy de cerca… Demasiado cerca.
Miyazakai no justifica la actuación de su país en los años previos al estallido de la guerra… Pero tampoco hay una condena directa. Jiro y otros personajes de la cinta son conscientes de que su país se dirige al abismo, pero siguen viviendo… Y trabajando. Trabajando en aviones de guerra que tendrán una importancia capital en el desarrollo de la guerra.
Al no tomar partido y centrarse en la historia personal de su protagonista, la película acusa una cierta falta de profundidad que perjudica el resultado final. Es cierto que estamos ante la trama más compleja, tal vez más clásica, desde el punto de vista narrativo, en una película de Miyazaki. Pero creemos que El viento se levanta podría haber sido un poco más ambiciosa. Pero ¿quiénes somos nosotros para decirle a Miyazaki como debe plantear sus historias?
Tal vez sea la propia tristeza de despedirse de un genio como él la que nos lleva a buscar defectos donde tal vez no los haya. Un genio que ha creado un universo estético y narrativo único. Mi vecino Totoro, Porco Rosso, La Princesa Mononoke, El Viaje de Chihiro… Es difícil encontrar películas en las que un espectador se sienta tan a gusto. Siendo niños vivimos experiencias inolvidables acompañando a sus personajes. Cuando volvimos a ellos, años más tarde, la emoción seguía ahí. No es nostalgia, es cine con mayúsculas.
A nivel estético, El viento se levanta es una obra majestuosa, en la línea de sus mejores proyectos. Seguimos vibrando como el primer día, surcando los cielos, soñando sus sueños, creyendo que un día, al fin, la vida será como una película de Miyazaki. Pero El viento se levanta, presenta la otra cara de la moneda. La otra realidad, la dramática, la trágica y la violenta. Y debemos despertar del sueño. Miyazaki se va, como el viento. Pero hay que intentar vivir…
Lo Mejor: Estéticamente maravillosa, como siempre.
Lo Peor: El guión no vuela tan alto como nos gustaría.
[crítica publicada en alucine.es]
El respetado director de animación ya en sus longevos 72 años dirige con mano maestra otra irrepetible obra que embauca al espectador en un universo nunca antes habitado y posiblemente soñado.
Su ultima obra estrenada en el país del sol naciente el mes de julio recibió éxito de taquilla, critica ( la mas vista del año en japón) y nominaciones muy importantes como VENECIA y los próximos OSCAR que sin duda ganara en la categoría a mejor película de animación.
A lo largo de su estreno han surgido comentarios no tan favorables referidos principalmente a la mentalidad de MIYAZAKI no a la calidad de su obra, antibélica señalan algunas personas extranjeras y antipatriota otros japoneses, realmente no son comentarios para alarmar ya que KAZE TACHINU o bien WIND RISES tiene todo para enamorar.
La película aborda la biografía ficticia de JIRO HORIKOSHI, diseñador de aviones militares durante la II Guerra Mundial.Su intención en este caso era hacer una cinta más adulta, por lo que no se guardó detalles sobre las atrocidades que implica la guerra, así como los abusos cometidos por sus compatriotas, ésto como un esfuerzo de dar algo diferente y variar en su estilo, ya que los grandes directores tienen el poder de dirigir lo que se les ocurra sin dejar de lado la taquilla y lograr el perfecto equilibrio entre ellas.
Un mundo de magia encontraran pero mas enriquecedor en el área cotidiana ya que el encanto desprendido viene siendo la magnifica caracterización de sus personajes, desde la hermosa y tierna SATORNI NAOKO hasta el intrépido señor CAPRONI.
En la etapa musical de nuevo esta a cargo el maestro JOE HISAISCHI que nos enamoro con sus melodías estremecedoras en las pasadas del estudio, el tema principal esta interpretado por la carismática YUMI ARAI titulada HIKOUKIGUMO (VAPOR TRAIL) que por primera ves un vídeo clip trata del mismísimo GIBLI, cabe destacar que la suma de todos los algoritmos ya sea música, historia y animación, dan un resultado muy positivo y es difícil encontrar un pizca de error, solo se puede reprochar su excesiva duración y alguna escenas que están fuera de contexto.
La profunda reflexión del director y grandeza a dado pie para que los medios del mundo se inclinen hacia el y a su ultimo trabajo dedicado principalmente a una población consciente del dolor que significo la guerra, el tiempo nos señalara si realmente es su retirada definitiva y el destino decidirá si estaremos mas que satisfechos con su partida.