El velo pintado
Sinopsis de la película
Katrin es una atractiva mujer que realiza un viaje por China mientras atraviesa una etapa de soledad. Decide casarse con el doctor Walter Fane, pero éste, debido a su profesión, no puede dedicarle mucho tiempo a su esposa, y ella comienza un romance secreto con un amante.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Painted Veil
- Año: 1934
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
Película
6.6
59 valoraciones en total
Greta Garbo era por entonces la gran estrella de la Metro Goldwyn Mayer y las películas que ella protagonizaba, generalmente con argumentos de origen literario, estaban por supuesto al servicio de la diva, edulcorado, cuando no modificado para el lucimiento de sus dotes artísticas – que no niego que los tuviera –, buscando siempre primeros planos glamurosos donde la estrella pudiera lucir su belleza y sus lágrimas, así como su singular vestuario. Quiero decir con esta introducción que no puedo aceptar que un argumento puede estar modelado al servicio de la estrella, pues debe ser en mi opinión, todo lo contrario, la objetividad de la narración debe prevalecer por encima de todo.
Así, El velo pintado de Boleslaski, un director discreto y servicial, es un film acartonado, excesivamente teatral y académico, basado muy vagamente en la novela homónima de William Somerset Maugham, a la que hacen un flaco favor. Recreando en estudio una China tópica y poco creíble de principios del siglo XX, sin exteriores, sin aventura, poco realista y nada convincente. La Garbo encarna a una esposa feliz y despistada que siguiendo al médico altruista que es su marido (Herbert Marshall), se trasladan a una China convulsa para ayudar sanitariamente al pueblo. Está tan atareado que no le dedica a su esposa el tiempo que ella merece, al tiempo que aparece un tercero en discordia, un agregado a la Embajada, que tiene el tiempo necesario para conquistar a la desconsolada Garbo explicándole la idiosincrasia del país.
Qué le vamos a hacer…, la película no me atrapó ni logré empatizar con los protagonistas, en mi opinión, muy relamidos y fuera de lugar. Afortunadamente existe una versión de esta excelente novela, infinitamente superior a esta película. Producida por el actor Edward Norton, que la protagoniza junto a Naomí Watts y fue dirigida en 2006 por John Curran. Una estupenda adaptación en la que el relato fluye armoniosamente y se deja ver con agrado, estupenda fotografía, esplendidos paisajes, maravillosa música, una versión mucho más acertada y convincente. Y es que el tiempo es un juez inmisericorde que deja a cada obra en su lugar.
Más que interesante film del que, recientemente, John Curran ha realizado una versión con el mismo título en el año 2.006. Me parece mucho más entera la original, empezando porque Boleslawski es mejor que Curran y Greta Garbo no es comparable a la buena actriz Naomi Watts.
La película descansa sobre la actuación de Greta Garbo porque se trata de su crecimiento interior. El paso de una niña mimada y consentida a una mujer que madura a base de lecciones de la propia vida.
El guión sorprende por la modernidad de su apuesta cuando todavía corría el año 1.934. Si es verdad que existe una defensa de la tradicionalidad de la familia, es también cierto que las acciones del personaje de Greta Garbo son arriesgadas para la época, más si pensamos en la reacción última de su marido, un fantástico Herbert Marshall.
El centro de la trama coincide con la explosión de Garbo en ese papel, es en las escenas de Hong Kong y, de forma especial, en las de la China interior cuando nos ofrece los registros por los que ha llegado a ser lo que es.
El guión de este drama pasa de un inicio irregular a asentarse con aplomo y equilibrio en el cuerpo central. El triángulo que se establece entre los tres actores principales sostiene un tenso relato que, además, cuenta con el interés de ir jugando con el tiempo y el espacio para mostrar los cambios psicológicos de los personajes sin necesidad de aumentar escenas al metraje.
Para la época sería terriblemente costoso el enseñarnos la China de la época, algo que juega, sin embargo, en la versión del 2.006 cuya fotografía es de lo mejor de la película.
Un pero importante que tiene el guión es la resolución de los conflictos, demasiado apresurada y sopresiva, sobre todo teniendo en cuenta que los ochenta y cuatro minutos anteriores dan vueltas sobre el mismo tema. Se echa en falta un tanto más de reflexión para ese final.
En todo caso, no estropea, ni de lejos, el mayor atractivo de esta cinta, Greta Garbo.
Me sorprende la escasez de referencias a la versión del mismo título en blanco y negro interpretada, entre otros, por Greta Garbo en 1934. Para mi ésta, la antigua, es infinitamente superior a la nueva. Creo que la nueva en cuanto a interpretación y técnica tiene un encanto y una suavidad de los que tal vez careczca la otra. Pero la vieja es una bellísima fábula que nada más empezar arrastra y engancha al espectador. Quiero volver a verla. No estaría de más que la programaran en la digital. De nada.
El tiempo actual difiere mucho de aquel en que la Garbo estrenaba sus películas, pero lo que no ha cambiado es ese halo de misterio que la acompañaba. En El velo pintado encontramos también a la Garbo misteriosa pero al propio tiempo parece desvelarnos su lado humano y, a diferencia de otros trabajos suyos, nos encontramos de frente más con la mujer que con la diosa. En Grand Hotel era la divina. También en Ninotchka. En cambio en El velo pintado, del mismo modo que nos sucede en La reina Cristina, vemos a la mujer, la que siente, la que necesita sentirse amada, a la sueca en busca del fuego vital e imprescindible.
Y eso que la cosa empieza un tanto ñoña, con un cierto olor a Mujercitas, bodas, familia, padres despistados, madres a la antigua y sobre todo sueños de juventud, muchos sueños. Sueños de libertad, de lugares exóticos y de amores tan intensos como los de la clásica Verona. Pero pronto descubrimos que la película no va a desfilar por estos derroteros, sino que el inicio no es más que un punto de referencia con el que contrastar la realidad. El marido demasiado ocupado, la mujer demasiado sola, el diablo que sopla, las brasas que arden… Ya saben. La vida misma.
Y como fondo de pantalla la China milenaria, la del embrujo, la de los dragones, la de los bazares donde enamorarse. La China donde vivir un cuento de hadas que, como todos los cuentos de hadas se deshace al acabar la noche. Y el día vuelve a imponer sus corduras, sus reglas de juego, sus convencionalismos, sus qué dirán. ¿Y el amor? ¿Y las promesas? Se quedaron en el bulevar de los sueños rotos.
Es entonces cuando surge la Garbo, la verdadera Garbo, la que me parece una de las grandes artistas de todos los tiempos dando la justa y verdadera dimensión humana a su personaje. La obra base de Somerset Maugham ayuda y mucho. Pero Greta se nos hace divina por la humanidad que le infunde al personaje. A su lado, la interpretación de Herbert Marshall siendo magnífica queda minimizada. A esto se le llama, la fuerza de la diva.
Luego vendrán remakes, o si lo prefieren, otras versiones de la misma obra literaria que estarán muy bien. Pero esta versión es imprescindible.
La mayoría de los seres humanos vivimos con un grado, mayor o menor, de obnubilación. Es como si tuviéramos un velo delante de nuestros ojos que nos impide ver las cosas como realmente son. Percibimos, pero no vemos objetivamente, presentimos, sin lograr concretar lo que trasciende los sentidos, miramos, pero sólo podemos atrapar fragmentos de lo que está frente a nosotros. Condiciones como estas son las que confirman que, lo que tenemos a nuestro alcance, son simples ilusiones y no, en absoluto, la realidad.
Katrin, la bella protagonista de esta película -basada en la notable novela de W. Somerset Maugham-, se ha casado por asegurar su futuro, y no por complacer a su corazón, con el comprometido médico Walter Fane, un hombre humanitario con un espíritu de servicio que sobrepasa el límite de sus necesidades y deberes personales. Cuando juntos viajan a China en otra de las misiones filantrópicas del galeno, la vida en Hong Kong es para Katrin un ambiente de soledad… hasta que, en su camino, se cruza Jack Towsend, un hombre apuesto, amigo de su marido, y dispuesto a concederle el placer turístico que ella tanto anhela.
Es entonces, cuando un velo pintado, como aquellos que abundan en las viviendas chinas, envuelve los sentimientos de la egocéntrica Katrin y la hace sentirse atraída por aquel galán que la induce a seguir creyendo que ella es lo único que importa.
Hay aquí un hombre que siente amor por toda la humanidad y lleva muy hondo su espíritu de servicio, y hay otro hombre que, en un estado de incalculable crisis social, galantea y adula, y se afana por conquistar con su atractivo a la mujer del amigo.
La soledad es a veces una buena aliada, y el sopesar comportamientos puede llevar a la ocasión impostergable de descorrer el velo. ¿Lo hará Katrin?
Creo que, EL VELO PINTADO, es un filme más íntimo de lo que pudiera parecernos. Lo esencial en ésta, como en casi todas las obras de ese gran autor que fuera W. S. Maugham, es lo que subyace en el fondo, es esa fuerza espiritual que trasciende lo convencional y abre paso a un sentir y un entender que, sin remisión alguna, expande el camino hacia la Unicidad.
Maugham veía un poco más allá, pues había afrontado con entereza el sufrimiento, con afán de desentrañarlo, había recorrido el mundo de occidente a oriente y viceversa, había pisado el estiércol que te pone al nivel del más común de los humanos, y, sobre todo, había presentido que, lo que vemos y oímos, está constreñido por un velo pintado que, hasta no descorrerlo, se torna imposible aproximarse a la Realidad.
Notables actuaciones y una dirección muy acertada del polaco Richard Boleslawski, consolidan un filme que, algún día, tendrás que ver.