El último rey de Escocia
Sinopsis de la película
En el año 1970, por caprichos del destino, el joven médico escocés Dr. Nicholas Garrigan (James McAvoy) acaba ejerciendo su profesión en Uganda, un país del que no sabía nada, y allí se ve irreversiblemente unido a un temible personaje: Idi Amin (Forest Whitaker), el reciente nombrado presidente del país africano que comienza a gobernar de forma cruel y sanguinaria. Garrigan comienza a ser el médico personal de un dictador del que se dijo que llegó a practicar el canibalismo.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Last King of Scotland
- Año: 2006
- Duración: 123
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Opinión de la crítica
Película
7.1
21 valoraciones en total
Parece que Hollywood mira cada vez más a ese continente que tanto tiempo ha quedado sumergido en el más absoluto desprecio y olvido. Hotel Rwanda, El jardinero fiel o Diamante de sangre son algunas muestras de esta tendencia, en la que la película del habitual documentalista, Kevin McDonald, mantiene un nivel más que aceptable.
El retrato del dictador que encarna de forma brutal el magnífico Whitaker le da una dimensión humana descomunal. La de un enorme niño que juega a ser dictador. La de un sádico dictador que juega a ser niño. Desequilibrado, grotesco, tierno, divertido, despiadado…. Las múltiples dimensiones con la que está creado el personaje dota a la película de una tremenda fuerza, arrolladora.
Como contrapunto, el joven occidental, que está en África por algún endeble ideal de ayuda a los pobres africanos, pero que se deja arrastrar por la portentosa figura paternal del sanguinario tirano. Si Whitaker hace un trabajo descomunal, McAvoy es capaz de llevar el peso de la película y aguantar en todo momento el tipo ante el ganador del Oscar.
La película es vibrante ,y quizás la deriva hacia el thriller sea demasiado evidente en su parte final. Eso sí, trepidante y emocionante. Pero con menos fuerza dramática. Eso sí, un producto más que solvente
El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente , dijo alguien. La corrupción moral, polìtica y social que representan la tiranía y la autocracia ha servido para producir magníficas novelas, obras de teatro y ,por supuesto, tambièn grandes películas.
En sus primeros veinte o treinta minutos El último rey de Escocia parece que puede convertirse en una interesante película acerca de la figura del sangriento dictador Idi Amín Dadá, quien gobernó Uganda con mano de hierro durante los años 70. Amín fue llevado al poder por el imperailismo británico para mejor controlar el país, acabar con el desprestigiado gobierno del dictador anterior -Obote- y evitar la amenaza de una insurrección liderada por los comunistas.
La primera parte de la película se mueve en terrenos muy sugerentes y parece apuntar alto: se muestran sin subrayar todos esos elementos: la demagogia populista de Amín, su utilización por los británicos y al mismo tiempo el primer esbozo de sus contradicciones con ellos, al mismo tiempo las contradicciones de su torturada psicología y su extraña relación con el Dr. Carrigan, joven médico escocés a través de cuyos ojos alucinados seguimos la historia.
Sin embargo, en mi opinión la película acaba resultando fallida por dos lados diferentes. El primero es que renuncia a entrar con la profundida, complejidad y riesgo que exigiría el tema en las contradicciones de Amín, su personalidad, orígenes sociales, etc. Todo esto está simplemente esbozado y ni siquiera la excepcional interpretación de Forrest Whitaker evita que pasemos de ver a un personaje patético, inquietante, que salta de una especie de exuberancia e inocencia infantil a los crímenes más horrendos y la tiranía más sobrecogedora. Pero la película abandona la lucha por entrar en el alma de ese personaje y opta por la solución , en mi opinión más fácil (y menos atractiva artísticamente) que es hablarnos de cómo el joven y supuestamente inenuo doctor escocés va descubriendo el rostro de la barbarie bajo la exuberancia tanto de África como del Presidente Amín.
Este es el segundo aspecto en que para mi falla la película. Simplemente no me creo ese pasar de puntillas del Dr. Carrigan por el horror de una de las dictaduras más brutales de la época. Tampoco me creo demasiado todos esos hilos sentimentales sin atar que va dejando la película entorno a ese doctor.
Lastrada por estos dos fallos graves la película va perdiendo alcance dramático y profundidad y lo único que la mantiene a flote en su recta final es el thriller que encierra dentro, la intriga de qué pasará, y la extraordinaria interpretación de Whitaker que se echa la película al hombro cada vez que sale en pantalla y se encarga de intentar concentrar en su rostro y sus gestos toda esa barbarie y contradicciones que la historia nos dice que hay en su personaje pero ni el guión ni la dirección consiguen extraer.
El film retrata uno de los períodos más oscuros de la historia de Uganda: la dictadura de Idi Amín, quien gobernó entre 1971 y 1979, año en que fue derrocado.
Cuando llegó al poder -mediante un golpe de Estado contra el corrupto régimen de Milton Obote- el dictador encontró el apoyo generalizado de todo el mundo y muy particularmente del Ministerio de Asuntos Exteriores Británico, hasta que adoptó un nacionalismo extremista, creando las condiciones que condujeron a la muerte y desaparición de cientos de miles de ugandeses.
El título de la película El último rey de Escocia , es uno de los extravagantes apelativos que el dictador se autoadjudicaba, mezclando humor y megalomanía (también se hacía llamar Conquistador del Imperio Británico y Señor de todas las Bestias de la Tierra y de los Peces del Océano).
Para entrar en el círculo interno del mundo del dictador, el argumento crea el personaje de Nicholas Garrigan, un joven médico de origen escocés, que viaja al África, impulsado por ideales solidarios y aventureros. Destacado en una misión médica en Uganda, conoce por azar al flamante presidente Amín, quien acaba de tomar el gobierno y cuenta con la simpatía popular.
La experiencia como afamado documentalista del realizador Kevin Macdonald se nota en la agilidad de algunos planos memorables, como el discurso inicial ante las masas, tomado en primer plano, detrás de la nuca del orador. La estética, el montaje y la fotografía del film son relevantes.
Desde las luminosas escenas iniciales, con cantos tradicionales ugandeses de fiesta y colores vivos, existe un marcado oscurecimiento en correspondencia con el desvanecimiento de la imagen positiva del dictador.
El film elude la caricatura fácil y muestra las múltiples caras del déspota. Forest Whitaker realiza una interpretación magistral, construyendo un personaje entre bufonesco y shakesperiano, que en sus explosiones devastadoras no reconoce ni a sus propios familiares.
El último rey de Escocia es una película cruda y descarnada, sin embargo no excluye la belleza y calidez del país africano, dando cuenta de su colosal paisaje y arquitectura modernista que conviven con una cultura ancestral.
Aunque no busca ser una lección de historia sobre el genocidio en Uganda, es un interesante thriller con una veta de realidad, que descansa fundamentalmente en las excelentes actuaciones y la solidez narrativa con que está realizado.
Brutal película. Forest Whitaker enorme, impecable, este hombre es un monstruo de la interpretación, un actor muy pasional que sabe trasmitir como nadie la personalidad de los personajes que interpreta. Descenso a los infiernos de lo que al principio parecía el salvador de Uganda, degenerando según pasa la película en un inestable y loco dictador brutal. Lo único que desluce la película es James McAvoy, que se pasa media película con el único gesto de la sonrisa y la otra no acaba de hacerse creíble, actor de baja alcurnia. Describe muy bien la brutalidad y sinrazón de los regimenes dictatoriales Africanos, y la ambigüedad a la hora de presentarse al mundo y a sus seguidores. Sobra quizá alguna que otra vivencia del doctor, por lo demás me parece perfecta, absorbente de principio a fin, sobrecogedora, con algunas escenas muy fuertes no aptas para todos los estómagos. Te deja mal cuerpo, te sientes horrorizado por lo cuenta la película, y a la vez se te queda grabado el mensaje de la estupidez del ser humano al crear odio hacia sus semejantes por razones estúpidas, a enfrentarnos los unos con los otros por pensar diferente, a la necesidad de violencia, de brutalidad y de conflicto del ser humano, a la sinrazón de todo esto y al infierno que una sola persona degenerada y con la mente totalmente enferma puede crear en un país junto con sus seguidores. Totalmente recomendable, necesaria e imprescindible, aunque solo sea por ver al grandísimo Forest, nunca un oscar había sido tan merecido.
Dice el refrán que los árboles, a veces, no nos dejan ver el bosque, y esto es precisamente lo que ocurre con El último rey de Escocia .
Tampoco se trata de una mala película, está rodada con seriedad, y consigue mantener el interés en todo momento. El problema es el siguiente: no tiene estilo alguno, o mejor dicho tiene un estilo totalmente impersonal. La película es totalmente intercambiable por Ray , o En la cuerda floja o cualquier biópic, tan de moda últimamente.
Se narra, como en todas, siguiendo la misma estructura: ingenuidad inicial, auge, crisis, caida y redención. En el caso que nos ocupa se trata de mostrar la irressitible atracción que un joven ingenuo e idealista siente por la poderosa figura de Idi Amin. Lastima que la historia nos la sepamos de memoria y que no se profundice más en los aspectos más brutales de la dictadura. Esto produce un efecto contradictorio a la intención inicial del film. Así, Idi, aparece cómo un hombre brutal, de acuerdo, pero también parece a veces hasta demasiado simpático, demasiado entrañable.
Capítulo aparte merece la actuación del gran Forest Whitaker. Lo que más rabia da, es que parece que muchos lo hayan descubierto ahora. Cuando este señor llevaba ya unas cuantas actuaciones dignas de reverencia (Bird, Ghost Dog, Juego de lágrimas). En este caso da una lección de sutileza, de como con un simple gesto puede transmutar la personalidad del personaje, sin necesidad de histrionismos baratos y facilones. Solo por su actuación vale la pena ver la película. Lástima que sea precisamente, esta gran actuación, el árbol que tapa un mediocre bosque detrás.
Lo mejor: Forest Whitaker
Lo peor: Que tiene un esquema mil veces visto