El último lobo
Sinopsis de la película
En 1967, a Chen Zhen, un estudiante de Pekín, lo envían a vivir con una tribu de pastores nómadas de Mongolia Interior. En esa tierra ilimitada y hostil aprenderá mucho sobre el modo de vida de sus gentes: la noción de comunidad, de libertad y de responsabilidad. Acaba comprendiendo también por qué el lobo es la criatura más temida y venerada de las estepas. Le resulta tan apasionante la compleja y casi mística relación entre esos animales sagrados y los pastores que captura una cría de lobo para domesticarla. Pero ese modo de vida tradicional e incluso el futuro de la Tierra se verán amenazados cuando un oficial del gobierno central decide eliminar a los lobos de la región.
Detalles de la película
- Titulo Original: Wolf Totemaka
- Año: 2015
- Duración: 121
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Opinión de la crítica
6.1
29 valoraciones en total
El francés Jean-Jacques Annaud es uno de los grandes veteranos del cine europeo, con una carrera que abarca cuatro décadas tras su debut a mediados de los 70 con ‘La victoria en Chantant’. Annaud es uno de esos directores que ha hecho un poco de todo y que están a medio camino entre el artesano y el autor. No podemos decir que sus películas sean obras difíciles, más bien al contrario, son filmes al alcance de la amplia mayoría, rodados con solvencia y sentido del espectáculo. No llega a las coordenadas hollywoodienses de su compatriota Luc Besson, pero tampoco a las de autores más minoritarios del cine galo. Sin embargo, ello no le ha impedido dotar a buena parte de su filmografía de un estilo propio que bebe de los antiguos artesanos del Séptimo Arte, capaces de facturar obras de gran interés sin olvidarse de que van dirigidas al gran público. Así, Annaud ha realizado cintas como ‘En busca del fuego’, ‘El nombre de la rosa’, ‘El amante’, ‘Siete años en el Tíbet’, ‘Enemigo a las puertas’ u ‘Oro negro’. Uno de los aspectos en los que parece haberse especializado es en el protagonismo de los animales en algunas de sus tramas, caso de ‘El oso’, ‘Dos hermanos’ (con la presencia estelar de una pareja de tigres) y su último proyecto hasta la fecha, que llega ahora a nuestras pantallas, ‘El último lobo’.
Más allá de sus orígenes, Jean-Jacques Annaud es un director que ha rodado la mayor parte de su filmografía fuera de Francia y en otros idiomas, algo que vuelve a hacer con ‘El último lobo’, realizada en localizaciones de China y Mongolia con actores locales y hablada en mongol y chino mandarín. Todo ello para contar una historia que pone énfasis en la relación del hombre con la naturaleza, una relación siempre en la cuerda floja por las ansias expansionistas del ser humano y la amenaza que supone para otras especies, en este caso lobos. Chen Zhen es un joven chino educado en los nuevos valores de la sociedad que llega a un poblado de Mongolia en el que el tiempo parece haberse detenido. Un lugar en el que sus habitantes recurren al nomadismo para soportar el paso de las estaciones y donde los cadáveres se entierran allá donde caen, porque es así como lo quiere su divinidad. Un lugar en el que los hombres y los lobos se tratan como iguales y mantienen una suerte de pacto silencioso para no perjudicarse mutuamente. Los hombres les dejan parte de la caza y los lobos no atacan a sus rebaños.
Como no podía ser de otro modo, este equilibrio se verá amenazado con la llegada de la sociedad industrializada, que busca llevarse todos los recursos a su alcance y también mermar la presencia de lobos en la zona, algo que no gustará a los cánidos, que se tomarán la justicia por su mano. A pesar de que hombres y lobos no pueden ni deben relacionarse, el joven chino acabará apiadándose de las matanzas de lobeznos y se quedará con uno de ellos al que criará como su mascota, a escondidas del resto de pobladores, sin saber que la raza acaba pesando (como diría el refrán, la cabra tira al monte) y ese lobo criado en cautividad será objeto de disputas entre los dos bandos.
Habrá a quien le pueda dar pereza una historia ambientada en las praderas de Mongolia sin actores conocidos, pero Annaud es viejo zorro y sabe construir una historia en la que usa ese entorno natural para dar un mayor poderío visual (no en vano la película se estrena también en formato 3D) en una trama que recuerda al western tradicional, en la que los indios son los lobos, que acechan en silencio desde las alturas la actuación de sus rivales y los humanos son los vaqueros, víctimas o verdugos según la ocasión. Todo ello pespunteado con la música de tono épico compuesta por James Horner (‘Titanic’), en la que el autor vuelve a repetir esa nota musical de trompeta que ha dejado caer en otras de sus bandas sonoras, en una especie de firma sonora.
Fue Hitchcock el que dijo que era mejor no trabajar ni con niños, ni con animales ni con Charles Laughton y el hecho de usar animales ha creado no pocas dificultades en el rodaje de varias producciones. Sin embargo, eso no parece ser un problema para Jean-Jacques Annaud, que tras vérselas con osos y tigres, también sale airoso de hacerlo con los lobos, criados para su participación en el filme. Los cánidos de ‘El último lobo’ dan la talla como antagonistas de los hombres en un canto al amor por la naturaleza, la necesidad de respetarla y protegerla para nuestra propia supervivencia. A este mensaje el director francés le añade su habitual toque lúdico, ayudado por el guión de John Collee (‘Master and Commander’) y Alain Godard, colaborador habitual del director, que adaptan la novela autobiográfica de Jian Rong. El resultado final es una película muy entretenida y visualmente excelente, muestra de ese cine hecho a la vieja usanza, del que merece verse y disfrutarse en pantalla grande.
Hay algo especial en las películas que, desde una perspectiva seria, tratan el comportamiento de los animales en un estado salvaje. El último lobo coincide con esta consideración puesto que, desde una perspectiva histórica, nos narra un bello relato sobre la relación entre seres humanos y lobos. En concreto, es el realizador francés Jean-Jacques Annaud quien está detrás de las cámaras, un tipo al que le conocemos por obras como Enemigo a las puertas o la adaptación cinematográfica de El nombre de la rosa, pero que también ha trabajado mucho todo este tema de la naturaleza y la fauna en otras películas, especialmente la bien valorada El oso. Aquí intenta trasladar a la pantalla la conocida novela Wolf Totem, escrita con algunos tintes autobiográficos por el chino Lü Jiamin bajo el seudónimo de Jiang Rong.
Argumentalmente es muy básica: en la China de los 60, el estudiante Chen Zhen es enviado a la Mongolia profunda para, según el agente del gobierno, enseñar a leer y escribir a la gente de la zona. Pero pronto el joven queda cautivado por el comportamiento tan noble como férreo de los nativos y, especialmente, por la relación que mantienen respecto a los lobos. Generalmente, temen a esta especie, puesto que existe el riesgo serio de que pueda atacar a su ganado, una de las principales fuentes de ingresos que tienen. Sin embargo, con la ayuda de los más veteranos, saben cómo usar el instinto depredador de los lobos para beneficio propio. Zhen descubrirá, empero, que no todo es de color rosa: cuando una loba tiene lobeznos, es necesario sacrificarles (de una manera bastante cruel, todo sea dicho) para que así no aumente la manada. Algo que impacta a cualquier persona que desconozca tal cuestión y, dada la emotividad con la que está narrada esta escena, seguro que también al espectador. El propio Zhen se queda bastante tocado, por lo que decide que tiene que hacer algo para intentar cambiar el curso de los acontecimientos.
Conviene no contar nada más de la trama aunque, como decimos, la fuerza de El último lobo no se encuentra en su guión. Esta opinión hay que circunscribirla únicamente al desarrollo de la trama en sí misma, que por momentos resulta quizá algo previsible, pero no al mensaje que intenta transmitir, a todas luces honesto, necesario y en consonancia con la ambientación en la que nos sumerge. Annaud dota a su obra de una poderosa fuerza visual, merced no sólo a la hermosa fotografía conseguida por Jean-Marie Dreujou, sino también a su habilidad para saber captar el momento justo de la naturaleza en que las imágenes poseen más fuerza. No tan impactante es el efecto 3D del filme que, si bien no estorba (cosa que ya sufrimos varias veces en la fiebre estereoscópica post-Avatar), al final uno tiene la sensación de que, sin su presencia, la película conseguiría llegar al espectador de manera prácticamente idéntica.
Consideraciones técnicas a un lado, el cineasta francés sabe tejer un relato que no deje agujeros por el camino, siendo particularmente reconfortante que evite sumergirse en historias de amor o amistad demasiado profundas y pastelosas, sendero al que por momentos parecía que se podía encaminar la película. También es cierto que, al tomar como referencia una obra basada en hechos reales, Annaud no podía desencaminarse en exceso de la senda marcada por el texto originario, pero en cualquier caso hay que agradecer que haya optado por un desarrollo de los acontecimientos efectivo por mucho que pueda pecar de intrascendente para un espectador más exigente. Y es que, aunque sea caer en la evidencia, la realidad indica que los protagonistas de la película son los lobos y no las personas, cosa que se va haciendo más palpable conforme avanzan los minutos.
El último lobo reúne en su realización varios aspectos interesantes y otros que generan algunas dudas, pero en su conjunto termina por alzarse como una película muy recomendable para todo aquel que guste disfrutar del cine ambientado lejos del mundanal ruido. Aquí, Annaud logra lo más importante: hacernos partícipes de ese entorno natural, gracias no sólo al fuerte matrimonio que mantiene con la parte técnica sino, principalmente, al respeto con el que se dirige a los nativos del lugar y a la figura del lobo. El resultado final arroja una película muy en consonancia con el resto de su filmografía, fácil de disfrutar por todo el mundo y que arroja diversas consideraciones sobre las que uno, a poco que le haya seducido lo que ha visto, sin duda reflexionará una vez lleguen los créditos finales.
Álvaro Casanova – @Alvcasanova
Crítica para http://www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Annaud vuelve a trabajar con animales (tras El oso y Dos hermanos), una tarea que debe ser extraordinariamente difícil pero que a él siempre le ha salido bien.
El galo nos trae un nuevo relato de aventuras en tierras exóticas, en este caso en Mongolia, donde un grupo de nómadas esteparios se enfrenta a una manada de lobos que ataca a su ganado. El protagonista, además, se queda con un lobezno muy tierno al que intenta domesticar.
Este punto de partida tan bonito y llamativo, no da tan buenos resultados como podría.
La película está marcada por su irregularidad. A veces es entretenida y a veces muy aburrida. Tiene escenas llamativas y otras de relleno. No mantiene el nivel, sino que continuamente va mostrando altibajos de calidad.
Quizás la culpa no sea de Annaud, sino del argumento. La fotografía es excelente, la banda sonora del malogrado Horner tampoco está mal. Por el contrario, los actores no son nada del otro mundo. No tienen tampoco claro si quieren dar protagonismo a los lobos, de manera que los humanos solo están ahí de adorno y para que no quede como una película muda. La prueba está en que algunos diálogos son bastante tontos.
En el lado bueno, que las escenas con los lobos están muy bien hechas y si hay truco no se nota. Estos lobos actúan muy bien, aunque alguno haga cosas que parecen demasiado inteligentes para ellos. También funciona muy bien como documental, pues nos muestra las costumbres de los pastores mongoles, un entorno muy poco conocido.
Me ha llamado mucho la atención que la película sea china, teniendo a Annaud al mando. Pero este prestigioso director suele hacer estas excentricidades, de rodar con quien haga falta por todo el mundo, haciendo buenas historias para tratar de no repetirse.
Desgraciadamente, el conjunto final queda un poquito flojo, y desde luego a años luz por debajo de otros títulos de este cineasta.
Procedente del cine publicitario, Jean-Jaques Annaud es un cineasta irregular con una carrera de luces y sombras en cuanto a su filmografía. Aunque muy singular por la forma antropológica con que suele filmar algunas de sus películas, sobre todo las más exitosas que están en la mente de todos los aficionados. Con En busca del fuego, Annaud nos mostraba el comportamiento de los hombres en la edad de piedra. En El oso, el protagonista era un osezno huérfano, aquí va más allá del estudio de los comportamientos de los hombres y de los animales, o dicho de otra manera, trata de explicitar lo que hay de comportamiento animal en el hombre, y lo que existe de comportamiento humano en los animales, en esta ocasión es un lobezno y su relación afectiva con el protagonista.
Depredador por antonomasia, el lobo es un carnívoro matador de fino olfato, pues el viento es su aliado, que acecha pausadamente a su presa en su afán de supervivencia, pero cuando el hambre aprieta tiene que abandonar las cumbres para acercarse peligrosamente al territorio habitado. Por eso su tragedia es el hombre, que siempre le ha perseguido sin descanso. Annaud vuelve a narrarnos una historia emotiva, en esta simpática película sobre la importancia de respetar todo lo que vive, o sea no violar el ecosistema, sea por mandato político o por intereses bastardos. Y lo hace adaptando la novela del chino Lü Jiamin bajo el seudónimo de Jiang Rong.
Sirviéndose de unos parajes donde la naturaleza se expresa en toda su dimensión, las estepas de Mongolia, dando un especial énfasis entre la relación hombre y medio natural, el cineasta nos narra las experiencias y aprendizaje de un inexperto Chen Zhen, un joven estudiante de Pekín, en la China comunista de 1967, que es enviado a vivir entre los pastores nómadas de la Mongolia Interior. Annaud relega a un segundo plano el tema político y burocrático centrándose más en la naturaleza que tiene sus propias leyes, que no se deben violar y los animales con sus instintos genéticos que el hombre no puede domesticar. Espectacular fotografía de gran belleza plástica y grandiosa banda sonora servida por James Titanic Horner.
Leyendo muchas de las críticas que se han escrito por aquí da la impresión de que mucha gente va al cine cargada con un saco de prejuicios al hombro con la esperanza de encontrar algo muy concreto y, si no es así, pues me enfado y no respiro. En fin, la película no es tal vez una obra maestra, pero tiene las suficientes virtudes como para hacerla recomendable. Es cierto que, por momentos, el mensaje se vuelve un poco simplista, que Annaud reduce la realidad a estructuras demasiado sencillas y que tal vez a esta película le sobran algunas escenas un tanto repetitivas o que otras, como la de la farmacia y la penicilina, no encajan en el conjunto, pero una vez que retiramos toda esa paja todavía nos queda un buen montón de grano, la fotografía es excelente, algunas escenas, como las del lago, la estampida o la mayoría en las que aparece la manada de lobos son intensas y emotivas y, aunque la historia lo propicie, nunca cae en sensiblerías baratas (que podría haberlo hecho por ejemplo con la relación entre el protagonista y su lobo adoptado). Me sobran algunas escenas un tanto redundantes y algunos diálogos trillados, pero sustancialmente la película emociona por momentos y resulta interesante. Eso sí, es una pena que Annaud no termine de pulir sus obras, porque son ciertamente audaces e interesantes, pero siempre da la impresión de mantenernos en un perpetuo coitus interruptus , nos acerca al cielo y…algo falla. Con todo y, por muchos peros que la pongamos, me parece que lo positivo supera con creces a lo negativo y pienso que es una cinta notable.