El silencio antes de Bach
Sinopsis de la película
Johann Sebastian Bach (1685-1750), el gran músico del barroco alemán, se traslada a Leipzig con su familia para desempeñar la función de Cantor en la Escuela de Santo Tomás. Bach, un ferviente devoto y un incansable trabajador, es además modesto y su posición social dista mucho de ser privilegiada. El reconocimiento a su música aún no se ha producido, el talento que imprimirá a sus composiciones irá creciendo con el paso de los años. La grandeza se la otorgarán definitivamente los siglos venideros. Alrededor de este argumento, casi anecdótico, la historia se abre hacia un profundo entramado donde están presentes el arte, la historia y, sobre todo, el trabajo y disciplina que supone la creación musical así como los oficios y pequeñas labores que la rodean.
Detalles de la película
- Titulo Original: El silencio antes de Bach (Die Stille vor Bach)
- Año: 2007
- Duración: 102
Opciones de descarga disponibles
Si deseas puedes descargarte una copia de esta película en formato 4K y HD. Seguidamente te mostramos un listado de fuentes de descarga directa activas:
Opinión de la crítica
6.1
74 valoraciones en total
Siento no compartir la mayoría de las críticas aquí expuestas. Vi el silencio antes de Bach justamente ayer por la tarde, y lo primero que quiero hacer es intentar rebatir alguna de las afirmaciones, o si quieren, dar mi versión acerca de algunos de los aspectos criticables de la película. Por ejemplo: la suite para chelo en el vagón de metro, si bien fue compuesta para uno sólo de estos instrumentos, no podemos negar que el efecto visual que produce la cámara, es si más no, impactante. Asímismo, la inclusión, molesta, de los ruidos del vagón en marcha, con un ritmo distinto al de la pieza instrumental, produce un desasosiego creo que muy elaborado. También es cierto que Bach compuso sus variaciones para clave y sin embargo muchas de las críticas valoran como la mejor interpretación la de Glen Gould. A mi me emociona ésta, pero también me fascina la de Gustav Leonhard. A mi entender, lo que pretende Portabella es hacer que la música se vea. De la misma manera que en EL Perfume se sugieren los olores y en Ratatouille casi degustamos los platos, en el silencio antes de Bach vemos la música. La vemos con el coro de Santo Tomás de Leipzig cantando el motete Jesus meine freude , la vemos con la escena de los tubos del órgano, con los pies tocando los pedales del órgano, con la partitura del Magnificat avanzando ante nuestros ojos hasta que llega el silencio, con el rollo de la pianola, o la pianola misma del inicio deambulando por la fundación Miró (música expuesta y en movimiento). También la vemos en su ausencia con el piano cayendo el mar (la impactante imagen de la película El Piano de Jane Campion a la que Portabella rinde homenaje), y ya no digamos con el copista dibujando pentagramas para colocar música, el ciego afinador, etc etc. En fin, para mí se trata de una película sublime (el cine no és unicamente contar historias) que además, ha sido adquirida por el MOMA conjuntamente con otra de sus películas anteriores (vampir-cuadeduc), museo que le ha dedicado una retrospectiva, como también lo ha hecho el George Pompidour.
1) Portabella divaga a placer sobre Bach, la música en general, mundo paralelo con capital en Leipzig, en cuya capilla de Sto. Tomás el compositor fue ‘kantor’ durante décadas fecundas, mundo en el que, disueltas las fronteras temporales, Bach sigue proporcionando al clavecinista Goldberg juegos musicales con que atemperar el insomnio del conde Keyserling.
La divagación melómana discurre sin formato junto a esas 30 Variaciones Goldberg, ajena al cliché narrativo (etiquetado por el director como novela del XIX), documental o biográfico. Prescinde sin más de los géneros.
2) Las variaciones de Portabella, hilvanadas por las piezas que se ejecutan (casi todas grabadas en directo), se aproximan a distintos lados del fenómeno musical: la afinación de instrumentos, su fabricación, venta y transporte, la vida diaria del músico profesional, la transmisión del oficio, la publicación de partituras, la tertulia en librerías…
Aunque desiguales, entre la colección de apuntes, miniaturas y especulaciones las hay memorables:
-En la cabina de un TIR camino de Alemania, el copiloto toca perfectamente a la armónica una de las variaciones G.
-Bach pedalea como un atleta en el monumental órgano de la capilla.
-En el desayuno enseña a uno de sus hijos cómo ejecutar uno de los preludios del Clave Bien Temperado.
-Un grupo de estudiantes toca impresionante al unísono la Suite nº 1 para violonchelo en un vagón de metro que avanza ruidosamente por el túnel. Sonido directo y alarde técnico de la steadycam.
-Al entregar una partitura a un cliente, Bach hace una demostración, tomada por cámara cenital, del método italiano de manos cruzadas, en un clavicordio de teclado negro.
-Primorosa reconstrucción de un mercado para relatar el descubrimiento por parte de Mendelssohn de un Bach entonces olvidado: su criado compra sesos de ternera y se los lleva envueltos en unas viejas partituras: la Pasión según San Mateo.
-Una coral de voces blancas canta un número de esa Pasión. La música se ve en los rostros según avanza la polifonía.
-Una violonchelista de cuerpo helénico se ducha en un piso barcelonés antes de viajar a Leipzig, a un concierto. El hombre de quien se despide tiene una tienda de pianos. El camionero los lleva a su destino.
-Un caballo de doma danza al son de una de las variaciones, en un prodigio de sincronización del material grabado por tres cámaras. Sublime belleza.
-La partitura del Magnificat pasa de izquierda a derecha sobre luminoso fondo blanco mientras suena el coro final.
3) En el Festival de Venecia, donde la obra fue bien acogida, Portabella proclamó su apuesta por las sendas al margen de la industria: los nuevos medios técnicos (en especial digitales) devuelven a la producción una fuerza creadora que se había mecanizado, como en una cadena de montaje, y liberan posibilidades de invención y experimentación artísticas, simbolizadas aquí por la fuente perenne de la música, Johann Sebastian Bach (1685- ).
Yo, como todo buen gafapasta, tengo mi versión favorita de las Variaciones Goldberg : la de María Yudina. La escucho a menudo. Ninguna interpretación me gusta más (ni siquiera las de Gould, muy bien consideradas en el ambiente gafapastoso en el que me desenvuelvo).
Las Variaciones Goldberg fueron compuestas por Bach en 1741 para adormilar al insomne conde Hermann Carl von Kayserlingk, pero uno puede escucharlas despierto. En 2007 Portabella, fascinado por la música de Bach, ha rodado esta película para convocar el sueño de Macarrones. Acierto pleno: lo ha conseguido. Es una de las películas más sosas y falsas que he visto en las últimas décadas. A diferencia de la obra de Bach, esta película es insoportable durante la vigilia: uno ha de instalarse en el sopor para que sea digerible. Y ni con esas.
El silencio antes de Bach quiere ser modernita (es un poco el equivalente de la Nocilla literaria llevada al cine): relato fragmentado, microhistorietas unidas por el hilván bachiano, ruptura de la narratividad tradicional, episodios más o menos originales (pianolas andarinas, un vagón de metro lleno de violonchelistas interpretando el preludio de la Suite nº 1, camioneros que tocan la armónica o el fagot: la historia de los camioneros prometía, pero a los guionistas no se les ocurre nada y al final queda ahogada en el magma inane del conjunto), conversaciones pedantuelas entre los personajes -Bach con su hijo, el librero, el calvo con la violonchelista maciza-). Para mí es un ejemplo perfecto de película carente de ideas, pedante (tipo sobrio, soporto peor al pedante desmelenado) y sin garra. Tiene ese tono falso de las películas de Ventura Pons -otro que construye por acumulación de historietas- con un sorprendente añadido de Vicente Aranda en la escena de la ducha, más un toque cutre de ambientación histórica a lo Curro Jiménez (pero en Leipzig, con pelucones y con mucha guardarropía de Cornejo).
Lo mejor: la compañía de Servadac y Hermione Granger y la noción de centraditas que tiene la taquillera de los Cines Verdi, que si se descuida nos da unas butacas fuera de la sala.
Preparativos:
La música llena el vacío, completa los espacios, se mueve, no hay trampa ni cartón. La música es y está en movimiento. El piano debe ser afinado y es un ciego quien lo afina.
Camioneros de mente fuerte. La música de cámara como dispersión e inmersión mental. «Hay mucha gente que mezcla la superstición con todo lo demás, con los valores. Y sabes lo que te digo, creo que no están tan lejanos».
===
La tumba, el monumento, la música. La bella imagen de las líneas que se crean en una página en blanco.
El viaje, la preparación como engranaje y presentación del discurso… Pero antes, un chocolate caliente. La historia como descripción, la historia como legado a un futuro en movimiento. La música, recordemos, está y es movimiento y todo cobra de nuevo sentido en esa memorable secuencia en el metro.
La historia desde el principio o desde la anécdota / leyenda.
«Sin Bach Dios quedaría disminuido».
===
La música hace daño…. Un piano cae al mar. Mutismo y precisión.
Juego, metáfora, cine. Simplemente cine antes de Bach.
===
El silencio antes de Bach no es un mutis cinematográfico de un francontirador
de normas fílmicas llamado Pete Portabella. Parece retomar Puente de Varsovia diecisiete años después con esa estructura no-lineal y amalgama de secuencias y personajes que mira de reojo a la ficción y al documental, a la recreación y lo real. Una paradoja cinematográfica con precedentes e introspectiva variable hacia la genialidad. ¿No son acaso los filmes de Portabella y Haynes (Im Not There) los más bellos, escapistas, abstractos y abruptos cantos contemporáneos al biopic musical?
===
Porque todas esas tramas y secuencias funciona como un pentagrama con sus líneas paralelas y equidistantes y notas que acaban uniéndolas.
El silencio antes de Bach es un experimento.
No es cine, pues no cuenta ninguna historia. No pasa nada durante los 102 minutos que dura.
No es un documental, porque no enseña en profundidad la vida del compositor.
Y no es un concierto de Bach.
Cuando ayer, 25 de diciembre, me acerqué al cine (y cuando digo acercar me refiero a un viaje en metro de casi 50 minutos) sabía que iba a ver una película experimental, pero pensé que iba a ser infinitamente más interesante.
Está a medio camino de todo. Ni entretiene, ni informa. Ni emociona.
Música de Bach, y le pones imágenes.
¿Es necesario este tipo de cine? Creo que sí.
¿Es necesario estrenar este tipo de películas? Posiblemente no.
¿Van a volver mis cuatro amigos (a quienes convencí para que me acompañaran) conmigo al cine? No, durante una temporada.