El signo de la cruz
Sinopsis de la película
Imperio Romano, siglo I d. C. Después del gran incendio de Roma, el emperador Nerón, decide culpar a los cristianos y publica un edicto por el cual todos ellos deberán ser arrestados y enviados a la arena del circo. Entre los detenidos se encuentran dos viejos cristianos y la hermosa hija de uno de ellos, de la que se enamora Marcus: el más alto funcionario de Roma.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Sign of the Cross
- Año: 1932
- Duración: 124
Opciones de descarga disponibles
Si lo deseas puedes obtener una copia de esta película en formato HD y 4K. Seguidamente te citamos un listado de fuentes de descarga directa activas:
Opinión de la crítica
Película
6.8
21 valoraciones en total
Acabo de ver la versión restaurada y sin cesura de la película de Cecil B. DeMille El signo de la cruz, de la que siempre se había dicho que como se hizo antes de que entrara en vigor la ley de censura que impuso el senador del Partido Republicano William H. Hays, conocida como el código Hays, Cecil B.DeMille realizó una película cargada de erotismo y de violencia con orgías y toda una serie de atractivos sensuales, que en realidad no es para tanto ni mucho menos.
Todo reside en la pericia de Cecil B. De Mille para insinuar y poner en pantalla el estímulo que hará que el espectador imagine y vea en su mente lo que no se ve en la pantalla. Unicamente, como siempre, hay más permisividad en el uso de la violencia y en los minutos finales en el circo romano, muy bien hecho por cierto.
Para mi gusto, lo mejor de la película es la fotografía sobre todo de los excelentes trajes de los romanos con armadura y la secuencia final en la que triunfa el amor sobre la muerte. Muy bien elegido el actor que hizo de Nerón, Charles Laughton, aunque prefiero el de Qwo Vadis, de Mervin Leroy con Peter Ustinov.
DeMille era un director tan enérgico (o incluso más) que Ford, e infundía en sus rodajes una tensión que trascendía e impulsaba la acción con un ritmo vibrante que jamás desfallecía. Un buen ejemplo de esto es El signo de la cruz, rompedora en más de un sentido (casi gore), con el ínclito Fredric March (menudo carrerón) ejerciendo de macho alfa dominante. La película en sí retrata a la perfección los pormenores de la época, la visión de los cristianos como secta proscrita, y lo hace desde la dureza de lo que conllevaba (sin escatimar un ápice de violencia). Luego vendría LeRoy y nos ofrecería una versión más edulcorada y familiar. A la postre la moraleja es la misma, la fe inquebrantable más allá del dolor y el sufrimiento consigue la conversión del más incrédulo y escéptico (¿o tal vez fue el triunfo del amor sobre lo humano y lo terreno?). Con todo, altamente recomendable, para apreciar como se merece a un gran director. Excelente fotografía (gloriosas armaduras brillando al sol).
Una de las más brillantes y polémicas películas históricas del épico Cecil B. DeMille, que ya en el cine mudo había dado muestras de su magna visión cinematográfica con títulos como Los diez mandamientos (1923) y Rey de reyes (1927). En esta ocasión, y sobre el texto de una obra de Wilson Barrett, nos cuenta la historia de cómo Nerón incendió Roma culpando de ello a los cristianos para justificar su persecución de cara al pueblo. Aunque lo más destacado de la función acabó siendo el latente erotismo mostrado por Claudette Colbert (como la malvada emperatriz Poppea), bañándose en leche de cabra ante la atenta y lasciva mirada de Nerón (un superlativo Charles Laughton).
Además, la película estaba repleta de orgías, sadismo y otras actividades sexuales, estrenándose íntegra ya que todavía no estaba instaurado el código censor. DeMille ya había dirigido una primera versión sobre el tema en 1914. Para este remake gastó 650.000 dólares, rodándola en tan solo ocho semanas. Constituyó un enorme éxito de taquilla y obtuvo una nominación al Oscar a la mejor fotografía (Karl Struss).
La película recrea la vida bajo el Principado de Nerón. En ese trance, el Prefecto de Roma se enamora de Marcia, una joven cristiana. Pero, a su vez, en uno de los favoritos de Popea, la consorte del Emperador (Charles Laughton). Entretanto, se ve la predicación de Tito, discipulo de Pablo y la progresiva difusión del cristianismo, con sus seguidores reunidos en cónclaves secretos. También las salvajes costumbres circenses de Roma, luchas de gladiadores, mujeres contra enanos, y el lanzamiento de fieras sobre las personas, por ejemplo prisioneros cristianos. La película tiene buena indumentaria -no me convenció en cambio tanto la recreación del protagonista con aspecto del Dante, con una especie de capucha y laureles-. El ritmo es aceptable, pero tiene algunos altibajos, no logra ser tan atrayente como en otras películas del género. Por lo demás, escenas de elevado sadismo, como la de elefantes pisoteando personas, filmados con gran realismo, o una mujer sobre la que se lanza una manada de cocodrilos. En cojunto, se puede ver con algún interés.
Uno de los más característicos espectáculos de recreación de los fastos y atrocidades de las épocas antiguas que encantaban a Cecil B. De Mille. La historia es muy cercana a la de Quo Vadis. Tras el incendio de Roma, Nerón (interpretado por un casi irreconocible Charles Laughton) lanza una ofensiva contra los cristianos. El prefecto interpretado por Fredric March trata de proteger a Elissa Landi, la joven y bella cristiana de la que se ha enamorado, pero ello despierta las iras de Popea, la depravada esposa del emperador (interpretada por Claudette Colbert) que siempre ha querido liarse con él y se ha visto rechazada y que, naturalmente, va a ser un enemigo muy feroz. Destacan los toques morbo eróticos de hipócrita puritano con que De Mille ilustra la depravación pagana que la moral cristiana trata de combatir: el baño en leche de Colbert, la canción de gestos lésbicos de la cortesana que intenta en vano corromper a la angelical Landi y, especialmente, la larga y detallada sesión circense que De Mille combina con jugosos planos del público groseramente entusiasmado: chicas echadas desnudas a los cocodrilos y los gorilas (con sólo una cuerda en forma de enredadera de flores que las cubre ligeramente pechos y partes bajas), o el jugoso combate de amazonas bárbaras contra pigmeos.