El seductor
Sinopsis de la película
Guerra Civil norteamericana (1861-1865) John Mc Burney (Clint Eastwood), un soldado yanki malherido es rescatado por una jovencita de una escuela de señoritas del Sur. Se las arregla para llevarle a la escuela, aunque al principio todas las mujeres están aterrorizadas. Cuando empieza a recuperarse, una a una las irá conquistando a todas, y así el ambiente se irá enrareciendo a causa de los celos.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Beguiled
- Año: 1971
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
Película
7.2
50 valoraciones en total
Si hay en toda la filmografía de Siegel un trabajo verdaderamente curioso, extraño, osado y personal ése es -sin lugar a dudas- El seductor. Una peli que poco tiene que ver con el contexto histórico en el que se desarrolla (la guerra de secesión norteamericana) y sí mucho, muchísimo, con un claustrofóbico e inquietante microcosmos de pasiones reprimidas en el que el sexo -obviamente- ejerce como detonante de una serie de acontecimientos en los que nuestro querido y malherido Casanova se lleva, como no, la peor parte.
Más que en su espeluznante desenlace, sin embargo, me gustaría centrarme en la perversa e insana atmósfera que destila esta peli en todo su metraje. Una enfermiza atmósfera construida a base de flash-backs, secuencias oníricas, símbolos y música que te atrapa desde un buen principio (el beso de Clint a la niña es toda una declaración de intenciones) y que, junto a las tremendas dotes seductoras de nuestro tullido galán, resulta lo bastante sugestiva y convincente como para que todo espectador crea a pies juntillas que el Cabo Casanova es bien capaz de engatusar a todo un colegio de jóvenes señoritas sureñas y más. Empezando por la cándida niña de la tortuguita y acabando por esa diabólica reencarnación de Frau Rottenmeyer que tan magistralmente interpreta Geraldine Page.
Ocho meritorias estrellitas, pues, para una cautivadora peli que exuda morbo y erotismo a tutiplén y que, pese a su moralizante epílogo, constata que no hay peligro mayor en el juego de la seducción o amor galante que las maquiavélicas represalias de un nido de víboras -aparentemente puritanas- ávidas de sexo, drogas y rocanrol.
Hay tantos tópicos en torno al tabú menstrual que se sigue diciendo que las mujeres necesitamos chocolate, compresas voladoras (que le incorporen el helicóptero de paso, te jode…), mimos, mamitis o incluso, que NO nos podemos duchar cuando estamos de regla… ¿se creerán que somos Gremlims?…
En otra ocasión me vendría al pelo exclamar: ¡bendita ignorancia! (por eso de escaquearse del curro, cosa que no se da… ojalá), pero después de ver a Siegel & Estwood montando de las suyas en El Seductor, y sobre todo, después de leer críticas tan poco acertadas como las de no diré quién, sólo me queda aclarar una cosa: señores, no confundamos próstatas con isobaras.
¡Lo que se atreve la gente a decir con esto del ciclo ovárico…! En cambio, una de esas leyendas que habrá certificado alguna ciencia, sí asegura y así es, que las mujeres, en cuanto conviven, menstrúan juntas. El caso es que Clint cae en, como desafortunadamente comenta un usuario nido de palomitas del sur.
Perdona bonito…
En el momento en el que llega Clint a la residencia de señoritas… su vida corre más peligro que el de un pingüino en el Kilimajaro, pero resulta que ¡¡¡ohhhh! ovulan todas juntas en el orfanato al que va a caer el macho cabrío. Pobre desgraciado…
A eso de salvarle el pellejo, entre todas ellas (profesoras y alumnas), se le llama sororidad, (es decir, fraternidad, si los rancios académicos, admitiesen genéricos femeninos: Fraternidad = Sororidad). En fin, que este asunto lexicológico no es el que condiciona el brete en el que se mete Clint… Se mete porque donde manda picha no manda marinero… y en plena guerra de secesión… buff!
Pooooobre víctima… ¿de qué?, (su papel más vil y rastrero, por cierto). ¿Que se lo devoran las mujeres? ¡Jur, jur!
Un sueño erótico de casi cualquier varón de inclinación heterosexual, se convierte en una pesadilla porque la niña es una arpía, la adolescente una hormona con patas, la mujer está poseída por su tic-tac reproductivo y la anciana (que no tiene más de 40 años) es una mujer despechada.
Don Siegel y Clint Eastwood, quisieron dar tanto de sí mismos, que se pusieron a tiro, par de piezas…
Y tal y como está el Clint de buenorro, año 71, tirándose el tiempo de alcoba en alcoba, amosss, cómo para no provocar la del Rosario…
¿Qué esperaba si no se da a respetar el señorito?
Al margen de todo lo dicho u opinado, la peli es buena, muy buena. Combina thriller con costumbrismo sureño, americano y por algo será… me recuerda a la grandísima Picnic en Hanging Rock. Otra desaparecida misteriosamente.
Extraña película, rara avis, que no es un western, pese a serlo, ni tan siquiera una película sobre la Guerra de Secesión, pese a estar ambientada en esas fechas. Es una cinta enfermiza, casi de terror psicológico, que se desarrolla en un escenario no muy habitual para este tipo de temas y argumentos. Eastwood y la Guerra Civil americana no parecen encajar demasiado con un colegio de señoritas sureñas, la represión sexual, la religión y la disciplina inflexible. Allí llega Clint, acaba pasando lo que imagináis y los deseos contenidos se desbocan a la misma velocidad que los celos.
La realización de Don Siegel refuerza ese tono de suspense, crispación y sexualidad contenida y malsana. Una realización muy de los setenta, con algunos puntos en común (estéticos) con la, precisamente, primera obra dirigida por Eastwood (Play misty for me), pero que acaba por entorpecer un poco el resultado final por una cierta sobrestilización que juega mucho con la penumbra, los planos cortos y un montaje abrupto para cargar las tintas del tono de claustrofobia psicológica y encerrada. Hay una cierta gratuidad y obviedad, y los simbolismos redundantes acaban por lastrar la más que conocida habilidad del director, quizás en esta ocasión demasiado obsesionado con hacer su gran película. Por ahí, quizás Fuga de Alcatraz sea más redonda, precisamente por ser menos ambiciosa y más enfocada a lo que este realizador sabía realmente hacer.
Siempre se ha dicho que Siegel fue uno de los más destacados y paradigmáticos artesanos (no autor) de la extensa historia del cine. Quizás debido a que empleaba perfectamente los recursos técnicos de los que disponía, pero sin abordar proyectos auténticamente personales que le permitieran dejar su impronta como creador y desarrollar un mundo de intenciones creativas propias. Esta película es distinta, en ella trató de ir más allá, consiguiendo una auténtica rareza, menor pero interesante. Un film que te devuelve la confianza en encontrar, de vez en cuando, películas singulares, con defectos pero tan seductoras como el soldado herido de esta cinta.
Más que un western, un drama carcelario en el que el prisionero yanqui utilizará su atractivo para seducir a las mujeres que lo retienen. ¿Por qué iba un hombre querer escapar de esa sensual cárcel? Solamente habría un motivo: que su vida corriera peligro debido a los celos entre ellas.
Una película de actores, donde cada papel parece pensado exclusivamente para su intérprete.
Siegel logra un perverso ambiente de pesadilla economizando y alternando el uso de planos aberrantes, de tramos oníricos y de pensamientos interiores de las mujeres.
El guión es sólido y ágil, pese transcurrir toda la historia en el mismo escenario.
Parece que hemos perdido el verdadero sentido de lo erótico. Observemos a Clint Eastwood. Sólo Eastwood tumbado en una cama irradia más magnetismo que cualquier escena de desnudos o sexo explícito. Clint Eastwood medio chamuscado, o con barba de varios días, o con un camisón horrible, con muletas, despeinado, casi muerto, de cualquier forma, desde el primer minuto, Clint Eastwood es el seductor, el conquistador consumado, amante experto por intuición del espectador.
Ello se debe en parte a la magnífica escena del beso al principio de la película, de una carga erótica demasiado fuerte para los días que corren, peliaguda hasta el extremo, rozando la pederastia, chocante, inesperada. Luego viene la música, inocentemente perturbadora, y más tarde la ambientación aislada y el grupo femenino que se nos va mostrando con absoluta cadencia. Podría haber sido mucho más, desde luego, pero quedándose donde se queda, consigue la seducción y, por supuesto, la intriga.
«El seductor» sería impensable hoy en día entre otras cosas por el retrato que se hace de la mujer. Fogosa y reprimida a un tiempo, excitada, excitable y excitante, envidiosa, celosa y cruel, amable, angelical, tímida por momentos, pero totalmente sexuada, lasciva, perversa en el más amplio sentido de la palabra. Monumental el trío a cargo de una Geraldine Page que se sale de la pantalla.
Original y morboso planteamiento para un thriller que yo calificaría de auténtico terror, de verdad que hay secuencias que ponen los pelos de punta, en especial en la recta final, con un desenlace que te deja sin palabras.