El sargento negro
Sinopsis de la película
En Arizona, en el Fuerte Linton, se celebra un consejo de guerra para juzgar a un sargento negro acusado de la violación y el asesinato de una joven blanca. El sargento Rutledge, ha sido siempre un militar valiente y ejemplar, un modelo para todos sus soldados, pero ahora el ejército le cree culpable.
Detalles de la película
- Titulo Original: John Fords Sergeant Rutledge
- Año: 1960
- Duración: 118
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Opinión de la crítica
Película
7.5
70 valoraciones en total
Cuando un cineasta atesora en su haber obras maestras por doquier resulta absolutamente lógico y normal que también cuente con alguna que otra peli que no esté a esa misma altura e incluso -por qué no decirlo- con algún que otro pufo.
A John Ford, sin embargo, no le conozco ningún pufo. Todo lo más, pelis que no alcanzan ese grado de perfección y de trascendencia que sí poseen Las uvas de la ira, El hombre tranquilo o El hombre que mató a Liberty Valance -por citar sólo tres- y que suelen catalogarse como ‘menores’. Pelis como, por ejemplo, El sargento negro. Un correctísimo western cuyo único estigma estriba en haber nacido en el sino de una familia numerosa. La de Ford y su prolífica estirpe de obras maestras.
Por lo demás, El sargento negro es -como decía anteriormente- un western muy digno. Un western narrado a base de flashbacks que -bajo el pretexto de un consejo de guerra en el que se juzga a un modélico soldado acusado de violación y asesinato- despliega un duro alegato contra los archiconocidos prejuicios raciales de los colonos yankees hacia la población afroamericana. Todo ello aderezado, obviamente, con dos componentes fordianos omnipresentes e imprescindibles en gran parte de su filmografía: los impresionantes escenarios naturales de Monument Valley y el humor. Un humor administrado con gran eficacia que no solo atenúa el tono dramático o épico de la peli, sino que contribuye -además- a constatar el enorme apego y complicidad que Ford siempre mantuvo con los secundarios que solían explotar ese recurso en la mayoría de sus pelis.
Pero más allá de todo eso, lo que más me ha llamado la atención en El sargento negro es la mitificación de la que es objeto el sargento Rutledge por parte de sus compañeros. Una mitificación que Ford escenifica con la apolínea silueta de Rutledge recortándose en el crepuscular horizonte de Monument Valley mientras su tropa le canta aquello de Buffalo soldiers. Una de las imágenes más icónicas, sin lugar a dudas, de toda su filmografía. Impresionante.
Hubo un tiempo en el que las grandes películas se hacían porque un director cogía por los cuernos un proyecto y lo llevaba adelante. Y las productoras, que les tenían en nómina, arropaban su proyecto (claro, no a cualquier precio) pero los directores eran los grandes nombres de la industria. Así, John Ford es un ejemplo de lo que quiero decir. Y si bien en la actualidad hay contadas excepciones donde eso pasa en mayor o menor medida, lo más importante es que eso ya no es ni la norma ni afecta a las grandes películas del año.
John Ford hace una película absolutamente magistral pero cuando empiezas a escarbar un poco lees que casi todo el mundo coincide que es una película menor dentro de su filmografía. ¿En serio? No conozco muchas más películas de Ford (poco a poco). Pero puede decir que La diligencia, Las uvas de la ira o Centauros del desierto son auténticas joyas irrepetibles. Y si bien no digo que esté a la altura de las cintas anteriores, quiero decir que John Ford pertenece a otro planeta. Las cintas mencionadas son más que clásicos y más que joyas. Y si bien acepto que El sargento negro no es tan buena como las películas mencionadas, no renuncio a considerarla una auténtica joya. Más pequeña, con menos recursos o con menores intenciones, pero sigue siendo una película MAGISTRAL.
Todo en la película funciona más que bien. Todo tiene un perfecto equilibrio y todo encaja perfectamente creando una historia a base de flashbacks y con un final muy correcto y siendo una de las mejores películas sobre juicios que he conocido y que seguramente vaya a conocer.
Por cierto, un placer ver a Dabra sin ser ya esclavo. Y no, Hunter, quien luego protagonizaría Rey de Reyes de Nicholas no me emociona en su papel (lo que no significa que no lo haga correctamente). Puede que un actor de mayor personalidad hubiera dado más impronta a la película (y no lo digo por Strode) y así El sargento negro ganaría puntos en la extensa y brillante filmografía de Ford.
Rodada a continuación de Misión de audaces, Ford hace una nueva incursión en el tema de la caballería. Parece, después de ver el film, como si hubiera querido dar una nueva, última y definitiva vuelta de tuerca en su discurso desmitificador de creencias firmemente arraigadas en la crítica y el público respecto de sus posturas personales.
Si en la soberbia Mision de audaces caía con estrépito el mito del Ford militarista, en El sargento negro, aún sin ser uno de sus mejores films es, sin embargo, un film considerable que deja sin argumentos a todos aquellos miopes que siempre etiquetaron al maestro, antes de militarista y ahora de reaccionario racista, con un discurso diáfano y contundente contra el racismo más abyecto presente en la hipócrita sociedad americana.
El consejo de guerra al que se enfrenta el sargento de color Rutledge (Woody Strode), de intachable y brillante hoja de servicios, acusado de la violación y asesinato de una joven blanca y de su padre, el comandante del regimiento, y la defensa que de el hará el teniente Cantrell (Jeffrey Hunter), basándose en el testimonio decisivo de Mary Beecher (Constance Towers), son el sustrato argumental de este notable film de Ford.
Mezclando con habilidad el western con el film sobre juicios. Partiendo de un guión con elementos de thriller, no por efectista menos efectivo, Ford plantea el film como un puzzle de vigorosas imágenes. Con una estructura narrativa sustentada en brillantes flash-backs que hacen avanzar la acción, Ford va reconstruyendo, de forma maliciosamente alambicada, a través de las declaraciones de los distintos personajes implicados, los sucesos tal como estos supuestamente sucedieron, fotograma a fotograma, plano a plano, secuencia a secuencia, hasta llegar a esa impactante y sorpresiva resolución final, que consigue sorprender al espectador.
Con un tempo de implacable progresión dramática y un ritmo que no decae en ningún momento, El sargento negro mantiene vivo el interés del espectador a lo largo de todo el metraje. Ford alterna las secuencias que se desarrollan en el interior de la sala donde se celebra el consejo de guerra, -con una fotografía que enfatiza, sobre todo, las declaraciones de Mary Beecher, iluminándola al tiempo que oscurece la sala-, con logradas secuencias en exteriores, tanto diurnas como nocturnas, en las que visualizamos los acontecimientos que nos van contando cada uno de los protagonistas.
Rodado en un periodo de plena madurez creativa de su autor, la magnifica dirección de Ford, la elaborada y por momentos artificiosa puesta en escena, y su brillante trabajo de dirección de actores, al frente de un reparto sin grandes estrellas que, sin embargo, cumple con creces, aderezado todo ello con esos toques de humor tan fordianos, hacen de El sargento negro un film muy interesante, de visionado altamente recomendable.
Francesc Chico Jaimejuan
Barcelona, 5 de junio de 2008
Singular western de John Ford. Escrito por Willis Goldbeck ( El hombre que mató a Liberty Valance ) y James Warner Bellah, se basa en un relato de este último, publicado (1958-59) en el Saturday Evening Post . Se rueda en exteriores de Utah (Monument Valley y Mexican Hat) y en los platós de Warner Studios, con un presupuesto modesto. Producido por Willis Goldbeck y Patricia Ford, se estrena el 18-V-1960 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en Arizona en 1881, a lo largo de unos pocos días. El sargento primero de Caballería Braxton Rutledge (Strode), sospechoso del asesinato de su superior, el mayor Dabney, y de la violación y asesinato de su hija Lucy, es sometido a Consejo de Guerra. Intervienen en él como defensor el teniente Cantrell (Hunter), como testigo principal Mary Beecher (Towers) y como presidente del Tribunal el coronel Otis Fosgate (Bouchey). El sargento Rutledge lleva 7 años de empleo, con una brillante hoja de servicios. El teniente es idealista, impetuoso y perspicaz. El coronel es recto, justo e irónico. La testigo Mary, inteligente y fuerte, es el contrapunto de la superficialidad y bobería de las esposas de los oficiales.
El film es un western con elementos de cine policiaco y de película de juicios. Retoma un proyecto trabajado por André de Toth para la Warner, enmarcado en un tiempo contemporáneo, que se había abandonado en 1957. Ford dota a la obra de una vigorosa fuerza narrativa, que asienta sobre una estructura básica de flashbacks. Consigue captar el interés del público y retener su atención. La intriga sobre la identidad del asesino alimenta la tensión, que se ve potenciada con subrayados sobre la honorabilidad del sargento. Desarrolla la historia con elipsis puestas al servicio de una admirable economía de medios y un ritmo ágil y sostenido. Los roces entre el abogado defensor y el fiscal y las intervenciones del presidente del tribunal aportan brillantez, emoción y humor. En sus manos, un relato sencillo y breve consigue un alto nivel de tensión dramática y, a la vez, de satisfacción del público. Se apoya en una visualidad magnífica, una música grata y eficaz de acompañamiento y una bonita canción de encargo, Buffalo Soldiers , creada por Mark David y Jeremy Livingstone.
Ford, en ocasiones acusado por la crítica de racismo, realiza en esta ocasión una obra enfocada claramente a combatirlo. Para ello no recurre a un aburrido discurso de confrontación. Se sirve de los recursos del cine para explicar la falsedad de los prejuicios racistas y rebatirlos. No hay ni etnias superiores, ni etnias inferiores, dice. La inteligencia, valentía, honorabilidad, dotes de mando, constancia y eficacia en la lucha del sargento Rutledge así lo explican y justifican. Por ellas ha merecido los ascensos que en 7 años le han llevado a ostentar la graduación máxima permitida entonces a un militar de color.
Nueva vuelta de tuerca de Ford a su género más visitado, el western, en un trabajo sin duda atípico. No es un film perfecto, en especial por un guión que alterna personajes más simples como el del abogado de la acusación, con otros más interesantes como el abogado defensor, el sargento Rutledge o el carismático juez del consejo de guerra, y por una mas que discutible opción de utilizar el flashback como elemento narrativo, que en mi opinión resulta fallido aunque encomiable por el riesgo. Aun así el resultado es uno de los más sinceros alegatos contra la intolerancia y el prejuicio que nos ha dado el cine de Ford. Ya llevaba tiempo intentando llevar a la pantalla al 9º de Caballería, la primera unidad del ejercito integrada por negros exclusivamente, lo que no era extraño en Ford pues desde sus inicios el tema de la integración racial fue un tema recurrente en varias de sus películas. A pesar de que la estructura dividida en flashbacks debilita una narración magistral (en particular en la descripción de los hechos), sigue siendo la parte más endeble la parte del juicio. Todo el relato de lo ocurrido a través de los distintos testigos alcanza una notable fuerza dramática, de una poderosa fisicidad y plagada de sutilezas y genio tras la cámara, en la que los actores alcanzan sus mejores interpretaciones. Resulta interesante que es un film esencialmente de interiores, incluso en la narración de los flashback, lo que era inusual en el caso de los westerns de Ford. Pero logra sacar a estos un rendimiento mas que considerable, en los que destaca por ejemplo la utilización de la luz que precede los primeros testimonios, la esplendida escena en la que parte el tren de la estación y el vapor rodeando a la joven que se queda sola o el momento en el que los soldados del regimiento le cantan Sergeant Buffalo a Rutledge. Visualmente vuelve a destacar por hallazgos repartidos a lo largo del metraje como los citados juegos de luces en el juicio, casi todas las escenas de exteriores en las que se percibe el talento paisajístico de Ford, la primera aparición de Rutledge en la estación de tren… y así podríamos seguir porque es algo habitual en el film. Destacar el trabajo de fotografía de Bert Glennon, que utiliza con excelente criterio la luz y el color. Resulta sumamente satisfactorio ver un film que sin conseguir alcanzar todos sus objetivos, tiene virtudes sobradas para que espectador atento no pierda el interés e incluso llegue a percibir momentos de una brillantez absoluta. Pero es que Ford era muy grande.