El rey Lear
Sinopsis de la película
El anciano Rey Lear decide repartir su reino entre sus hijas. Confundido por la falsa adulación de las dos mayores, Goneril y Regan, a pesar del auténtico amor filial y la sinceridad de la más joven Cordelia, con deslealtad, deshereda a ésta y reparte sus tierras entre aquellas. Cordelia parte para casarse con el Rey de Francia. Mientras tanto el Conde de Kent, que ha intentado hacer entrar en razón al Rey, es desterrado. Al poco tiempo Lear comprende que sus hijas sólo ambicionaban su reino y se ve abandonado por ambas.
Detalles de la película
- Titulo Original: King Lear
- Año: 1970
- Duración: 137
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Opinión de la crítica
Película
7
81 valoraciones en total
El gran director teatral Peter Brook ya había dirigido el montaje de El rey Lear en 1962, con la Royal Shakespeare Company y Paul Scofield en el papel protagonista. Nueve años después, dentro de su escueta carrera cinematográfica, aborda la versión cinematográfica con el mismo actor, rodada en blanco y negro y fiel reflejo de la peculiar dramaturgia de Brook.
No es una adaptación fácil de la obra de Shakespeare, sobre todo vista desde una época en la que se espera un ritmo más ágil y a veces frenético. El ritmo es lentísimo, denso, apropiado para saborear y pensar las palabras más que para seguir una historia, lo cual borra o replantea las fronteras entre lo teatral y lo cinematográfico, acertada o desacertadamente según gustos. Habrá quien la encuentre casi sobrenatural y habrá quien bostece al cuarto de hora. Evidentemente, los versos de Shakespeare resuenan, golpean, atruenan en cada escena de esta obra maestra sobre los engaños de los sentimientos, la fatal energía de crueldad y estupidez del ser humano y la locura y la muerte como la catarsis liberadora de todo el laberinto de intrigas, traiciones y sufrimientos inspirados en la figura del legendario rey británico Lear.
El trabajo de Brook con los actores es tan sobresaliente como peculiar, comenzando con un Lear perfecto en perfil y carácter como Paul Scofield, pero sin olvidar a Irene Worth como la cruel Goneril, Susan Engel como la gélida y mortal Regan, Cyril Cusack y Patrick Magee como sus despiadados y a la vez sumisos maridos Albany y Cornwall y Alan Webb como un Gloucester lleno de patetismo. Destacan también Jack McGowran como el Bufón, Robert Langdon-Lloyd como Edgar, el hijo fiel, o Ian Hogg como el bastardo Edmund. Los actores recitan largos parlamentos e incisivos diálogos buscando la veracidad interior pero a costa de un excesivo artificio, típico de algunas interpretaciones del Método teatral que a algunos espectadores fascina mientras exaspera a otros.
La película tiene grandes aciertos como las localizaciones en páramos, playas y vacíos atemporales y simbólicos. El poder escenográfico de Brook es patente en cada escena, como en el barrido por rostros mudos en los créditos sólo roto por el sonido de una puerta que se cierra, el trono preeminente y a la vez aislado de Lear, la naturaleza agresiva y desolada, o el cielo blanco final de la muerte de Lear. Magnífica la escena del ciego Gloucester en la playa creyendo estar en el acantilado que le cuentan las palabras de su hijo Edgar, a su vez disfrazado de Tom. Gran vestuario y maquillaje, subrayando siempre el desasosiego, el dolor y la miseria. La cámara busca, lógicamente, el primer plano del actor, aunque también compone cuadros deslumbrantes en planos más abiertos y se comporte a veces de manera desconcertante, sacando a los personajes de cuadro o moviéndose caprichosamente.
Lo negativo de la película, aparte de la excesiva lentitud, es la falta de unidad. Cada escena por separado es brillante, pero no hay una ligazón clara de espacios y tiempos, con lo cual el espectador poco conocedor de la obra de Shakespeare puede llegar a perderse.
Una película para incondicionales de Shakespeare, de Brook y de la interpretación teatral. Tiene muchas más virtudes que defectos, aunque estos hay que tomárselos con paciencia y ganas de pensar.
Esta versión me recuerda mucho al Macbeth de Orson Welles, está rodada en blanco y negro, con muchos primeros planos y cierta estética de terror. El protagonista es un hombre duro, con lo cual la supuesta locura de Lear se atenúa, es más un hombre centrado en sí mismo, que parece mandar incluso cuando es un mendigo, pero carente de fragilidad, lo mismo le ocurre al Rey Lear que interpreta Anthony Hopkins, pero en este caso es más acusado, el rey parece un león incluso en su peor momento.
A la estética en general dura, se une la ambientación: un paisaje árido, animales muertos tras la tormenta, y en general pobreza. Incluso las camas de los nobles son montones de paja. En este sentido es una película más realista que otras, porque uno se puede imaginar que el ambiente de Inglaterra del siglo VIII antes de Cristo podría ser así: cuero y piel por todas partes, castillos que son caserones de madera y adobe, y carruajes que son enormes cajas de madera, con ruedas sólidas, sin radios. Todos estos factores y la oscuridad omnipresente crean un ambiente opresivo muy adecuado para la obra, y que, de alguna manera, ofrecen el contrapunto a la fuerza del protagonista: Lear no se hunde, pero el mundo sí.
Adaptación al cine de una de las tragedias más aclamadas de William Shakespeare. Desde los primeros compases de la película, reina un silencio sobrecogedor que poco a poco absorbe por completo al espectador. Los soliloquios, por tanto, cobran en fuerza e intensidad, aunque en un par de escenas se vean perjudicados por unos extrañísimos movimientos de cámara.
El ritmo de la película es lento, fiel a la obra, aunque la parte final transcurra presta, a diferencia del desarrollo anterior. Eso sí, la sensación de ambición y miseria imperante en la atmósfera es característica capital en la representación, lo que hace de King Lear una notable adaptación.