El prisionero de Zenda
Sinopsis de la película
En un imaginario país, la víspera de su coronación, el rey es secuestrado por su ambicioso hermano, que desea arrebatarle el trono. Los hombres de confianza del monarca intentan ganar tiempo y convencen a un turista para que suplante temporalmente al rey. El parecido entre ambos es tan extraordinario que nadie nota la diferencia. A continuación, se prepara una expedición para rescatar al verdadero rey, que ha sido encerrado en el Castillo de Zenda. El turista, que participa heroicamente en la lucha, conseguirá el amor de una dama de la que se había enamorado.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Prisoner of Zenda
- Año: 1952
- Duración: 101
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Opinión de la crítica
7.1
63 valoraciones en total
Película de aventuras, incluye acción, intriga, romance, humor y diálogos brillantes. El director pone en escena una historia de amor en el marco de un imaginario país centroeuropeo. Los actores pertenecen a esa generación de los años cincuenta, que lo mismo interpretaban a un rey que a un pirata. Tal es el caso de Stewart Granger, el protagonista, que enamora a una encantadora reina, encarnada por Deborah Kerr. El triángulo lo cierra James Mason, asumiendo el papel de Rupert de Hentzau, uno de los villanos más encantadores de toda la historia del cine.
Film de aventuras realizado por Richard Thorpe (Ivanhoe, 1952). El guión, de John L. Balderstone y Noel Langley, cuenta con la colaboración de Donald Orden Stewart (diálogos adicionales), Edward E. Ros (dramatización) y Wells Root, que adapta la novela The Prisoner of Zenda (1984), de Anthony Hope. Se rueda en MGM Studios con algunas tomas exteriores. Producido por Pandro S. Berman (Ivanhoe) para la MGM, se estrena el 4-XI-1952 (NYC).
La acción dramática tiene lugar en un país centroeuropeo imaginario, Ruritania, a lo largo de unos pocos días de un año situado en 1890-93. Rudolf Rassendyll (Granger), turista británico aficionado a la pesca fluvial furtiva, llega al país en el Orient Express. Tiene un gran parecido con el rey Rudolf V (Granger), que se explica por antepasados comunes. El secuestro de éste la noche anterior a su coronación hace que Rudolf Rassendyll se vea empujado por el coronel Zapt (Calhern) a suplantar al rey en la ceremonia de la coronación. El rey es aficionado a la bebida, indolente y caprichoso. Rassendyll es comprensivo, ayuda a quienes lo necesitan y es generoso. Según la princesa Flavia (Kerr), novia del rey, es igual que el rey, pero sin ninguno de sus defectos.
El film suma aventuras, acción y romance. Es el remake de la cinta del mismo título realizada por John Cronwell en 1937, tras varias versiones en cine mudo. Sigue sus planos uno a uno, sin conseguir ni la vibración ni el encanto del original, considerado un hito en la historia del cine de aventuras. Se sirve de la misma partitura de Alfred Newman para la confección de la banda sonora. Añade el atractivo del technicolor de los 50, que sobresale por su intensidad y esplendor. La pareja protagonista, que repite colaboración tras el rodaje de Las minas del rey Salomón (Marton y Bennett, 1950), no consigue trasmitir a los personajes la fuerza propia de su calidad interpretativa por diversas causas, entre las que posiblemente descuellan el esquematismo de los caracteres y una desangelada dirección de actores. El director Richard Thorpe es un artesano convencional y rutinario, poco creativo. Abundan los diálogos, se hacen elipsis en aras de ahorros presupuestarios y se abusa un tanto de la comicidad asociada a la suplantación de personalidad. La dirección artística, a cargo de Cedric Gibbons y Hans Peters, resulta adecuada y satisfactoria. Es destacable la escena del enfrentamiento a espadada entre el malvado Rupert de Hentzau (esbirro del pérfido hermanastro del rey) (Mason) y Rudolf Rassendyll, que genera momentos de suspense y de deleite visual.
El film hace la apología de valores como el sentido del deber, el sacrificio del amor verdadero por conveniencias de Estado, la defensa del honor y la exaltación del coraje y el dominio de la fuerza. Añade el elogio de la generosidad, al altruismo y la colaboración desinteresada en la solución de problemas de interés general.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)
Sabiendo que es un remake de una película anterior de los años 30 y que en muchas partes es idéntica, creo que me ahorraré ver la que queda detrás y me planto con esta de Richard Thorpe. Entra dentro del género cine familiar sin grandes pretensiones , o lo que es lo mismo, a tomar distancia y a dejarse llevar, porque en los años 50 la mitad (es una manera de hablar) de las películas que se presentaban eran de capa y espada, con carruajes, technicolor agresivo y esos castillos y trajes impolutos que a mí, como es el caso del reino de Zenda, me ganan por sus buenas intenciones. Cine de entretenimiento ante todo, con unos personajes arquetípicos, los malos (espectacular Mason) y los buenos separados por una clara línea.
Hay que pasar por alto todo, absolutamente todo, y tomar la adecuada distancia si se quiere alcanzar el sano objetivo de disfrutar. Porque un turista que llega a Zenda para pescar trucha acaba solucionando los problemas del reino, resulta que maneja mejor la espada que cualquier militar y no le importa jugarse la vida por su primo lejano. Por no hablar del idioma, todos hablaban inglés… En fin, he dicho que he conseguido pasar por alto todas estas cosas, lo he conseguido y animo a hacerlo a todo cinéfilo (o no), la hora y media que dura esta historia en Zenda bien merece la pena. Yo me he partido viendo al borracho del rey legítimo la víspera de su coronación, yo también me hubiera bebido toda la bodega, pero lo que me encanta, porque sencillamente ya no se hacen cosas así, ni se harán, es ver ese desfile de trajes, con esos colores, esos uniformes. La mezcla entre edad moderna y antigua, caballos, tiros, espadas, ferrocarril, me ha producido una nostalgia rara.
Confieso sin embargo que si me ha ganado es básicamente por su simpatía, una película que resulta maravillosa en muchos aspectos. Ya no se hacen cosas así, forma parte de la historia.
El cine de aventuras siempre presumió de un gran efecto vitalista, alegre y osado. Siempre enalteció historias humanas, sencillas y apasionadas. El prisionero de Zenda es una de las cumbres de este tipo de cine, un film compacto, atractivo y bien filmado por el infravalorado cineasta Richard Thorpe, un artesano de Hollywood que nada tiene que envidiar a tanto autor presuntuoso que desprecia el cine popular. No olvidemos que las historias populares contribuyeron a crear películas míticas, precisamente por sus humildes aspiraciones artísticas. Su trama se inscribe plenamente en el género de aventuras novelescas, tan grandiosa como Scaramouche o El capitán Blood.
La grandeza de la obra reside en un maravilloso y acertado casting, que supera claramente la versión anterior, ya que hablamos de un remake absolutamente superior, en mi opinión. Todos los personajes están perfectos en su cometido dentro de esta estupenda adaptación de la novela de Anthony Hope. Su reconocible argumento goza de una sugestiva e ingeniosa mezcolanza de cine romántico, construcción novelesca y un ligero tratamiento de comedia, dentro de un cierto contexto histórico cercano al Imperio Austro-Húngaro. La imaginativa y excelente puesta en escena, cargada de situaciones atrevidas y miradas cómplices que transmiten lo contrario de lo que aparentan, la ironía, la perfidia y la elegante y refinada maldad, otorgan a la trama una endiablada atracción que te mantiene enganchado a la historia todo el tiempo. Asistimos a la impostura, la traición y el interés por lo mundano contra la lealtad, la ética y el irreprochable valor para defender la causa justa.
Pero su atrevimiento va más allá, es cierto que está copiada de la anterior en muchos planos, porque el cineasta como profesional del medio, entendió que no era posible mejorarlo, por lo tanto, si no puedes mejorarlo, no lo estropees y déjalo así. Por otro lado el uso del color, favorece y enriquece su aspecto estético en una historia romántica de altruismo, de peligrosas conjuras con sus pomposas fiestas y sus ceremonias reales, de coreografías en duelo a sables, ambición, celos y odio, es destacable la tenacidad y arrebato de ese duelo antológico de los dos protagonistas que representan conceptos morales antagónicos, que exponen las miserias y virtudes del ser humano. Cuanto mejor son definidos los personajes, más redonda y atractiva es la película. Continúa en spoiler…
Un clásico del cine de aventuras y una de las películas del género más conocidas de todas las que la cinematografía norteamericana realizó en los años cincuenta. Basada en la conocida novela de Anthony Hope, esta película fué la quinta adaptación de dicha obra literaria, ya que, en la época del cine mudo se realizaron tres versiones: la primera en 1912, la segunda en 1915 y la tercera en 1922, siendo dirigida esta última por Rex Ingram y protagonizada por Lewis Stone. En 1937 se realizó la cuarta versión, dirigida por John Cronwell, de la que el presente largometraje es un claro. El realizador Richard Thorpe (seudónimo de Rollo Smolt Thorpe) dirigió para la Metro varios filmes de aventuras de gran éxito comercial entre las que se encuentran Ivanhoe , Los caballeros del Rey Arturo y el presente título.