El pasado
Sinopsis de la película
Después de cuatro años de separación, Ahmad viaja de Teherán a París a petición de Marie, su esposa francesa, para resolver los trámites de su divorcio. Durante su estancia, descubre la conflictiva relación entre Marie y su hija. Sus esfuerzos para mejorar esa relación sacarán a flote un secreto del pasado.
Detalles de la película
- Titulo Original: Le passé (The Past)
- Año: 2013
- Duración: 130
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Opinión de la crítica
Película
6.9
42 valoraciones en total
Hace mucho que no veía una película tan sincera, sin prejuicios, pre conceptos, ni arquetipos, los personajes se van descubriendo uno a uno de principio a fin, justificando las dos horas diez minutos de duración. Frescura, eso es lo que caracteriza mayormente este nuevo trabajo de Asghar Farhadi, director de la ganadora al Oscar como mejor película de habla no inglesa, ‘La separación’. Puntos de contacto entre ‘El pasado’ y ‘La separación’ varios: el choque cultural, niños envueltos en situaciones de adultos, una mirada reflexiva sobre las relaciones amorosas, temas como el divorcio, el orgullo, la verdad y el perdón. También, la manera de narrar: esa forma de imbricar elementos y momentos de la trama como un tejer de telarañas, la forma narrativa como medio y como fin, donde el final no importa, se deja abierto para que complete el espectador a gusto.
Ahmad (el personaje más entrañable, lejos) llega al aeropuerto y, desde los primeros planos, insonoros por el vidrio que lo separa de Marie (el personaje menos entrañable, lejos, interpretado por la argentina Berenice Bejo, la protagonista de otro film galardonado, ‘The Artist’), se pone en juego uno de los grandes temas de la película: la comunicación (o la dificultad de). Un tema que atraviesa a todos los personajes y a todas las relaciones entre ellos: entre adultos, entre niños y entre adultos y niños/adolescentes. Ahmad es el (ex)marido de Marie y viene a firmar el divorcio, ya que ella va a casarse con otro hombre, Samir. Marie tiene dos niñas, la adolescente Lucie y la pequeña Lea, de distintos padres (ninguno es Ahmad) y Samir sería su tercer matrimonio, quien a su vez tiene un hijo pequeño, Fouad, cuya madre (esposa de Samir) se encuentra en coma por intento de suicidio. Así de complejo, así de disfuncional. En este sentido, el divorcio es lo de menos en términos de ruptura institucional (a diferencia del film ganador del Oscar), aunque al principio Farhadi lo usa como elemento importante, para luego ir develando el fondo del asunto (varios asuntos en realidad).
Por un lado, la tensa relación entre Ahmad y Marie: sentimientos reprimidos al borde del colapso, muchas miradas y pocas palabras producto de un pasado que dejó cosas pendientes, despecho y vacío. El vacío que viene a ocupar Samir, quien a su vez intenta tapar el suyo, el que dejó su esposa en coma. Ni más ni menos que las decisiones equivocadas (o no) de la vida real, de las personas complejas que somos, con carencias, necesidades y miedos, impulsivos, errantes, masoquistas, egoístas y haciendo lo que podemos (y no lo que queremos por lo general) para conseguir el fin último y más importante: la felicidad o, al menos, el alivio.
Por otro lado, los niños en situaciones adultas. Como en ‘La separación’, un tema al que vuelve el director, esta vez, de alguna manera, más al extremo. Fouad es el personaje más sobresaliente en este sentido, de aquí para allá, de casa en casa, escuchando todo, asimilando la mayoría, entendiendo poco (o eso es lo que creen los adultos). Es el abandono de la inocencia, el despertar de la conciencia, la furia contenida, la comunicación imposible (no por nada dicen que la etapa más estresante es la niñez).
Con otra edad tenemos a Lucie, en una etapa de mayor rebeldía, con plena conciencia y en el despertar de la moral adulta (odiosa e inevitable) que juzga, sin entender del todo (dada la inexperiencia): la adolescencia. Es un personajes clave porque es quien guía la telaraña luego de que el tema del divorcio pasa a segundo plano. Primero, pone en escena el tema de decir la verdad, no como elemento aleccionador, sino como elemento liberador. Que cierto (y que acierto, y que bien narrado): es preferible decir la peor verdad antes que vivir atormentado por el secreto. Y qué cierto es que elegimos muchas veces lo segundo. Es también ella quien desata el interrogante que pone en jaque a Marie y a Samir, su relación y su futuro, y quien ingresa el elemento más perturbador del film: la culpa. La culpa que busca culpables (que es la peor), la que desespera a Marie y Samir, la que los impulsa a seguir buscando un motivo que los alivie. La culpa que busca culpables por no afrontar las decisiones tomadas y hacerse responsables. La culpa que carcome, aún cuando no hay nada malo en el amor pero sí en las formas, inculcadas o no, que lastiman a otros.
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Tal vez una buena manera de empezar estas líneas sea recordar que lo que importa no es tanto lo que se cuenta sino cómo se cuenta. En manos de cualquier otro director esta película sería apenas un mediocre melodrama televisivo, pero Ashgar Farhadi hace de ella una obra de arte. A mí al menos me mantuvo atado a la butaca durante las más de dos horas- si no recuerdo mal- que duró la proyección. El truco del embrujo probablemente esté en los detalles- y en esto Farhadi es un maestro- ya que si nos atuviéramos a la trama en sí, lo más probable es que despertáramos de golpe, de puro disparatada. Pero los diálogos son casi perfectos y los personajes parecen salirse de la pantalla, de puro vivos. Los detalles técnicos los dejo para los entendidos…
En resumen: una gozada.
Después de la asombrosa y genial Una separación mis expectativas ante la nueva película de Asghar Farhadi eran muy altas. Sabía que mejor no podía ser puesto que Una separación es una auténtica obra maestra y lo único que pretendía era que por lo menos nos deleitara con unos personajes bien trabajados, con una historia bien construida y bien hilvanada y con alguna que otra sorpresa sobre la marcha.
Y la verdad es que no si uno va a ver esta película con estas expectativas no decepciona para nada. La situación familiar que se nos presenta es terriblemente compleja y cada uno de los personajes trata de sobrellevarla (que no confrontarla) como puede y esto no hace sino empantanar aún más la ya de por sí insostenible realidad. Y en esas llega Ahmad que haciendo las preguntas adecuadas y obligando a que todos miren la realidad tal y como es logra desenredar poco a poco la madeja sólo para ver como se van formando nuevos nudos.
Y es que nos vamos dando cuenta de que cada personaje no hace sino buscar culpables en otros lo que les impide ver su parte de culpa y así poder reaccionar de forma constructiva ante los problemas. Y ahí es donde reside el genio narrativo de Asghar Farhadi que logra pasearnos por este torbellino de sentimientos sin caer en sentimentalismos y sin desvelarnos nunca demasiado de golpe ya que cada escena, cada discusión es importante y contribuye a tejer un nuevo retrato de familia que termina por deshilachar todo lo que dimos por sentado al empezar a ver la película.
Así pues no es una obra tan mágica como Una separación pero reúne todos los elementos para construir una cinta intrigante, sutil, reveladora y tan compleja que no nos permite un segundo de relajación. Y francamente, se agradece.
Salgo algo chasqueado de ver el estreno de la primera película europea del director de Nader y Simin. Las expectativas, lo reconozco, estaban muy altas, y no tanto por la calidad de los dos últimos trabajos de Farhadi. Le passé tiene un arranque francamente prometedor que al final se queda en casi nada. El cineasta repite el esquema de su anterior y oscarizado trabajo llegando a calcar situaciones y personajes. Pero esta vez no consigue calarme y la emoción no me alcanza, los personajes de su nueva historia me resultan tan antipáticos y tan estirados que apenas me preocupa lo que pueda llegar a pasarles.
Al igual que en Nader y Simin, en Le Passé es una ruptura matrimonial la que desencadena todo. En aquella ocasión, el drama evolucionaba de una manera sutil y progresiva hacia el cine de género, un thiller de tintes judiciales y una intriga apasionante. El espectador occidental contaba además con el aliciente de que el film estaba ambientado en el actual Teheran, con lo que se topaba de paso con algunos interesantes datos de la cultura y la sociedad del país del director. Aquí, desde luego la transición se produce de manera más brusca, y Farhadi nos lleva de cabeza al terreno del culebrón más desaforado. Hay cada vez más gritos y menos susurros en un drama que termina descalabrado. Farhadi se encarga de crear una tensión – ¿puede haber algo más incómodo que compartir el mismo techo con tu ex y su futuro cónyuge?- pero finalmente esa tensión no cristaliza. Demasiadas vueltas en redondo en torno a lo mismo para cuadrar un guión que termina siendo pesado y repetitivo (¿cuántas veces los personajes dicen que se van, y se van, y se van, y no se han ido?)
Y es que de lo que se trata es de decir que uno no puede encarar el futuro cuando el pasado te asfixia y te aprisiona la mano. No me convence la alabada interpretación de Berenice Bejó a la que noto demasiado gritona y melodramática (con lo guapa que estaba calladita en The Artist). Tahar Rahim, el famoso profeta de Audiard, no me da ni frío ni calor, y algo más de empatía siento por el personaje que defiende Ali Mustafa (¿un alter ego del director?). Lo que está claro es que a raíz de esto, entre Farhadi y yo ha surgido una pequeña crisis, espero que momentánea. El futuro dirá si finalmente se confirma o no el divorcio.
Excelente cinta que se desgrana como las capas de una cebolla: en apariencia trata sobre el mero legalismo formal de sellar el divorcio de un matrimonio que ya terminó hace algunos años, pero que por el camino ofrece un retrato intenso, rico en matices y texturas, lleno de ambigüedad y nada maniqueas tonalidades sobre lo que nos une y desune en las relaciones de pareja, los conflictos paterno filiales, las divergencias en cómo percibimos e interpretamos nuestra vida, en cómo experimentamos el amor, su consumación, su manifestación, su disolución, sus ecos, sus bifurcaciones, sus contradicciones, su intensidad, su desolación. Y el poso vital que todo ello deja en un mundo complejo lleno de paradojas y desavenencias donde el amor no solo es locura y éxtasis, sino mucho más y mucho más complejo.
La superficie de las cosas y de las relaciones humanas nos ofrece un complejo mosaico de vínculos, querencias y afectos que no caben en una frase ni se pueden resumir con palabras, sólo queda vivirlo como mejor podemos, sabemos y nos esforzamos, quedando siempre cabos sueltos, dudas, sospechas, interpretaciones, venganzas planeadas y no siempre consumadas, desengaños y dolor. Y ganas de vivir y salir adelante y poner algo de nuestra parte para hacer más llevadero este valle de lágrimas y sinsabores que todo lo anega a poco que no seamos ágiles y no prestemos la suficiente atención. Porque sobre todo es una película que mima los detalles, que ofrece una gama de matices y pormenores que por su finura y riqueza nos deja perplejos porque nos vemos descubiertos, reconociendo en cada gesto un pozo de verdad y un caudal de potenciales lecturas.
Hace tiempo que no se veía tanta hondura y tanta verdad resonando y reverberando en las imágenes de una cinta compleja pero diáfana, adulta en el mejor sentido, tersa y dúctil como la vida misma. Quizás no sea para cualquier paladar, quizás el exceso de preguntas sin respuesta y la sobriedad del desenlace despiste a más de uno, pero estamos ante una de las grandes propuestas cinematográficas actuales, llena de talento y capacidad de sugerencia y riqueza temática. Los actores están soberbios y sus personajes rezuman credibilidad a mansalva. Y la dirección es portentosa, con un plano secuencia final antológico que sabe extraer, sin palabras, las dificultades de vivir la vida en toda su anchura y dolorida luminosidad. Un portento que los amantes del cine no debieran de perderse en ningún caso. Prodigiosa.