El pagador de promesas
Sinopsis de la película
Zé es un pobre hombre que vive en una región rural de Brasil y que únicamente tiene a su burro. Cuando éste enferma, Zé reza por su recuperación y promete a Dios que irá a la capital del estado si se recupera.
Detalles de la película
- Titulo Original: O Pagador de Promessas
- Año: 1962
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
7.4
88 valoraciones en total
Esta es, hasta ahora, la única película brasileña que ha ganado la Palma de Oro del Festival de Cannes. Y a mi me parece un premio merecido. Está basada en una obra teatral del mismo nombre, escrita por Dias Gomes.
El personaje principal es un hombre humilde del nordeste de Brasil, ingenuo y crédulo, llamado Zé (que vendría a ser como Pepe en castellano). Su mejor amigo enferma, y Zé hace la promesa a una santa de llevar una gran cruz de madera desde su aldea hasta la ciudad de Salvador de Bahía, y ofrecérsela en el altar de la iglesia dedicada a esa santa, si ella salva a su amigo y, además, de dividir su pequeña granja con otros campesinos más pobres que él, que no tenían tierras propias. Su amigo se recupera y entonces, Zé tiene que pagar la promesa y andar 7 leguas cargando una cruz igual a la que se usó para crucificar a Jesús Y llegar a la iglesia de Santa Bárbara, que es la santa a la que hace la promesa.
Lo que parece algo que la Iglesia debería admirar, no lo es por una pequeña, pero importante cuestión. En la aldea de Zé no había ninguna iglesia dedicada a Santa Bárbara y la única imagem de esa santa por los alrededores (el culto a las imágenes y a los santos: algo que nunca entenderé de la religión católica…) estaba en el terreiro de Candomblé del pueblo. Así que Zé se dirige a una imagen de Iansã, la divinidad del Candomblé equivalente a la Santa Bárbara católica. Y eso, la Iglesia considera como una herejía y no dejarán que Zé entre en el templo católico para saldar una deuda contraída con una deidad pagana.
A partir de ese inconveniente surgen otros derivados de las comparaciones que hace el pueblo de un hombre que carga con una cruz como la de Jesucristo, otorgándole la cualidad de héroe místico. También aparecen en las mentes del gentío la idea de que Zé luchaba por una causa política, otorgándole la mitad de sus tierras a personas menos favorecidas que él, la causa de los sin tierra . Otro aspecto que provoca la división de las masas es el de la discriminación que hace la Iglesia, y por ende, la sociedad políticamente correcta, de los negros brasileños que seguían el Candomblé. Y a causa de su ingenuidad, Zé no puede defenderse de la situación tensa creada por los títulos de héroe y revolucionario que le otorga cierto sector del pueblo. Él sólo quería pagar su promesa.
Muchas cosas son las que me han hecho recordar a Buñuel en esta inmensa película. En principio me resistía a creer lo que estaba viendo, pero pasada media hora y habiendo entrado en ese círculo vicioso del que sólo es posible escapar de forma trágica, me he rendido ante la evidencia: El pagador de promesas es una película inmensa. Inmejorable también, tocando el cielo, ese del que tanto se habla durante sus poco más de noventa minutos, con una crítica directa a la Santa Iglesia. Cualquier anticlerical, sea cual sea su grado, se pondrá las botas viéndola. Y no es sólo por eso por lo que Buñuel me ha venido a la memoria constantemente, el surrealismo loco del que se tiñe la trama es para no parpadear. Locos estamos, locos hemos estado siempre, locos, locos…
En principio podría bastar con escribir sobre la historia del pobre Zé, su mujer, el burro Nicolás y ese proxeneta apodado Bonito. La buena cantidad de personajes que aparecen aportan cada uno su granito de arena. Puede que tanta crítica directa sea un exceso, porque nadie sale bien parado, la religión y la Iglesia Católica lo primero, la policía, la prensa, todos con sus intereses… Y el pobre Zé con la carne abierta de su hombro tras arrastrar esa cruz gigante no entiende nada. Esa soledad, rodeado de gente ya en la parte final de la película, hay que verla para entender que la película es un diez.
¿Y lacámara?, ¿está bien puesta?, no lo sé, pero que alguien intente rodar más de la mitad de cualquier película escaleras arriba, escaleras abajo. Un portento, eso es lo que es.
Así que un diez como una casa, un diez por la tristeza y el drama de una incomprensión absolutamente surrealista: ¡¡¡nadie me entiende a mí!!!, llega a gritar nuestro protagonista, tras el intento número mil de explicar su promesa a Santa Bárbara. Un diez porque ya no se hace cine así, por las historias bien explicadas y la chispa de crítica tan inusual en el tiempo que vivimos. No sé si Buñuel conoció esta película, pero es como si él hubiera estado detrás de esa puerta de la iglesia, agazapado ahí sin aparecer y riéndose de la farándula que tiene lugar entre un devoto a una Santa en concreto, los curas y la masa alrededor.
Dicen que la fe es aquello que nos permite creer en cosas que sabemos que no son ciertas. La forma en que se retrata la historia de este hombre endeudado con la religión resulta atractiva, un personaje de principios arraigados y de carácter irrevocable siendo orillado a luchar en contra de la representación del bien . La eterna lucha maniquea del bien y el mal, el pagano (acusado de hereje por el poder que confieren las sagradas instituciones) versus el cristiano poseedor de la verdad absoluta. Lo extraordinario de todo esto que pareciera tan común, es el contexto. Un país, una sociedad y un gobierno tan creyente y fanático de su religión siendo criticado de manera tajante con escenas muy puntuales. La aparente tolerancia e inclusión de la Iglesia hacia sus feligreses es cuestionada de manera irónica con discursos inteligentes, ayudándose con imágenes poderosas. El pagador de promesas, situándonos en la época y el contexto de su realización, viene a ser una de esas películas valientes, transgresoras y arriesgadas que deja en evidencia la exclusión de ciertos sectores de la sociedad y la discriminación de otros tantos, así como el contubernio del clero con las autoridades para fines autoritarios. Haber dado una bofetada con guante blanco antes que poner la otra mejilla es para aplaudirse.
Con un guión canalla y rodado de una forma impecable, El pagador de promesas es una curiosa película brasileña, la única que, hasta la fecha, se ha hecho con la palma de oro en Cannes. El argumento tiene apuntes de delirio desde el principio, mezcla tramas aparentemente alejadas de los temas principales, fabrica personajes dicharacheros y extremos y pese a la disparidad de factores que se manejan el resultado final resulta ser un curioso equilibrio imposible. En este filme, Duarte consigue rodar una crítica anticlerical (también a la religión pagana) bajo el prisma de un cristiano un tanto confundido, pero en la historia también se inmiscuyen, una prostituta, su chulo, una infidelidad, un periodista (otro sector criticado por la obra) y toda una pléyade de personajes que convierten esta película en un anecdotario de movimientos en torno a una cruz de madera, todos ellos son chirriantes pero consiguen sorprender sin degradar el sentido de la historia que se nos narra. En cuanto al cuadro técnico, la habilidad del director para colocar la cámara resulta a veces impresionante, especialmente en las escenas finales y siempre persigue un fin narrativo al hacerlo ya que de fondo, en sus planos, siempre aparece algún símbolo que sirva para recrear lo que está sucediendo en la historia. Utiliza planos generales para destacar tanto la soledad como el bullicio, detalles para remarcar el tintineo de la música mientras los percusionistas golpean los instrumentos, picados y contrapicados que ensalzan la historia y una más que digna composición de planos afinados por un montaje que acierta, especialmente en los compases musicales (algo que se ve desde los créditos). Tiene eso sí, ciertas dosis maniqueas (lógicas en personajes extremos) incluso estereotipadas, y demasiada crueldad en su tratamiento crítico, pero al fin y al cabo es lo que le da esa ‘alegría’ a la cinta. También tiene la cinta algunos tintes políticos más sucintos (la crítica religiosa es evidente) e incluso de carácter comunista de hecho algunos de los símbolos que propugna a lo largo de la película, no son más que los del poder del pueblo. Fascinante a ratos, repetitiva en ocasiones, es desde luego una película impagable, una herejía digna de cometer.
http://palomitasconchoco.wordpress.com
Zé (Leonardo Villar) un hombre de una zona rural de Brasil, decide ir caminando a la ciudad en un largo viaje cargando una pesada cruz, su objetivo, ingresar a la iglesia de la localidad y dejar la cruz ahí, esto para pagar una promesa por un favor cumplido. Lo acompaña su esposa Rosa (Glória Menezes), una mujer abnegada a él pero algo obstinada por la situación en la que vive con su esposo.
Sin embargo, las cosas se complican en el momento de hablar con el padre de la iglesia, puesto que un mal entendido hace que el religioso impida el ingreso de Zé al templo, el cual evidentemente, con el afán de cumplir con su promesa, se quedará en la entrada de la iglesia hasta que le sea permitida la entrada.
La noticia de este personaje, se dispersa rápidamente por la población local, por lo que alrededor de él se congrega una enorme cantidad de personas que buscan conocerlo y alimentar el morbo de toda la situación, desde periodistas, trabajadores, hasta personas con creencias provenientes de los antiguos esclavos africanos.
Incluso se da la llegada de autoridades más altas de la iglesia que buscan darle solución al problema, aunque Zé embargado por su gran fe, está seguro de que no se va a ir hasta que logre culminar su sagrada promesa, con todo y que eso lo lleve hasta las consecuencias más extremas.
El film se desarrolla de muy buena forma, el guión a cargo del mismo director cuenta con varios diálogos bastante entrañables, así mismo, la película cuenta con actuaciones bastante precisas y muy naturales, lo que hace que el film funcione bastante bien y nos creamos lo que se nos cuenta, además cuenta con un final insuperable.