El otro
Sinopsis de la película
Un hombre de mediana edad, situado entre las coordenadas que trazan su padre y su mujer, se encuentra con que todo lo que parecía garantizar su propia consistencia -vale decir su identidad- presenta síntomas de fragilidad. Frágil el cuerpo, frágiles los afectos, frágil la conciencia. Este hombre tomará distancia respecto de lo que hasta entonces parecía constituir su día a día y así, en ese movimiento de desapego, indagar en la fragilidad. Un viaje de negocios al interior del país se trasformará en otro viaje. Al llegar a destino, Juan Desouza, descubre que el hombre que viajaba a su lado no se despierta. Secretamente, casi como un juego, decide tomar la identidad de este hombre, inventarse una profesión, conseguir un lugar donde dormir… La posibilidad de no regresar, la posibilidad de ser otro, de ser muchos. En sus nuevos días libres el hombre realizará, sin saberlo, una suerte de travesía hacia la naturaleza y al reencuentro de sus gustos, de sus instintos básicos, intentando abrazarse a la idea de que la vida que le tocó y que eligió vivir, no es la única posible.
Detalles de la película
- Titulo Original: El otro
- Año: 2007
- Duración: 83
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Opinión de la crítica
5.4
97 valoraciones en total
La vida rutinaria y sus hábitos y costumbres del día a día, hará que nuestro personaje, intente olvidar, alejarse e intentar cambiar su modelos de vida. Unos modelos que empiezan a deteriorar por dentro y por fuera. Un sentimiento de soledad que empieza a aflorar y una lucha constante por encauzar o dar un vuelco radical a su vida. Una especie de situación transcendental, en la que el personaje se siente defraudado y triste por la vida que está viviendo y decide volver a reencontrarse con esos instintos juveniles, esa osadía premonitoria, esas mentiras piadosas. Un personaje excelente, porque no habla con sus palabras, habla con sus expresiones y sus silencios. Genial actuación de Julio Chávez. Pero se debían haber pulido algunos detalles. Mezcla excesivos temas, para tan poco tiempo. Demasiada aglomeración y saturación, con tiempos pausados y presentaciones un poco frías y distantes.
Tiene lagunas, y también premios, y ambas responden a una realidad que se manifiesta claramente en EL OTRO.
Estoy de acuerdo en la profundidad dramática que imprime Julio Chávez a su papel. El lenguaje no verbal de gestos, miradas y elocuentes silencios, se traduce en una sencilla alhaja cinematográfica. Considero que de haberse montado de forma diferente y gestionando mejor el ritmo, el resultado hubiera sido mucho más brillante.
Intimista, suave, dulce y amarga a la vez: Todo ello da como resultado un trabajo de calidad, pese a sus evidentes carencias.
Notable película de Ariel Rotter.
Notable porque aborda el deseo que nos anida a muchísimos seres humanos en la cabeza después de década de hacer más o menos lo mismo, después de un largo existir con una personalidad definida, de estar profesional, legal e institucionalmente etiquetado. Ante esto quisieramos tener la oportunidad y realizarla, de se otro individuo, de personalizarnos de otra manera, ser un alguien nuevo, vivir otra existencia completamente diferente, con gente, lugares, acciones, trabajo, gustos, cosas distintas.
Esto es lo que plantea esta bella película a ritmo tranquilo y sosegado, por lo cual aquellos que les guste sólo el cine de acción y no el de reflexión, advertidos quedan de que si se atreven a verla entera les parecerá probablemente un tostón .
Voy a ser muy breve, tanto, que me asusta la idea de poner esta frase entre comas. Me apasiona el cine argentino, proceda de quien proceda, tiene un no sé qué agridulce, tragicómico, encantador a ratos, irónico o impasible… silencioso. Pero, ay las adeversativas, si no fuera porque hablar con un lunfardo me resulta fatigoso, me arriesgaría a recordarles que el cine, en sí, el cine como arte, no es literatura. Puede contenerla, y vaya si lo hace en muy gratas e inolvidables ocasiones (no sólo en el cine allende el charco, también aquí mismo, en España), pero no es literatura. El Otro de Ariel Rotter lo es, en demasía, en exceso, como una comilona o una borrachera inútiles, o, sin ir más lejos, como una conversación de sobremesa, a la sazón ingeniosa e intrandescente, que se convierte en ciertas manos (bocas y ojos) en un tedioso sálvese quien pueda . En lugar de una buena película (por lo demás, aburridísima), es, a lo sumo, un intento visual de una literatura desgraciadamente no escrita. A quienes se atrevan a leerla después de leer mi crítica (cruzo los dedos para que así sea), les emplazo a constestarme a la siguiente pregunta: ¿No les hubiera gustado leer la historia de un personaje gris, mediocre y cobarde que por unos días decide vivir la vida de otro, haciendo uso de todas unas habilidades interiores desconocidas, incluso, por él mismo, para volver, en un círculo vicioso, pero coherente, a su vida de siempre, pero cargada de recuerdos indelebles, más hombre, más entero y sereno que antes? Y si a esta pregunta le añado, que ha sido Benedetti su autor, ¿qué me dirían? Hasta entonces, no vean la susodicha. Mejor, lean El hombre sin atributos de Musil. Les llevará una eternidad… la misma que parece definir este film arriesgado por incapaz.
Juan Desouza es un lacònico abogado de 46 años, casado sin hijos y a cargo de un padre mayor y enfermo. Su vida parece repartirse entre su trabajo, el cuidado de su progenitor y una convivencia rutinaria con su pareja. En la secuencia inicial nos enteramos de que su esposa acaba de quedar embarazada.
No se aporta mayor informaciòn sobre el protagonista, no hay flash back ni voz en off para indagar en su pasado ni en sus pensamientos. Pero aparece la posibilidad de un breve viaje por motivos laborales, que lo alejarà desde su residencia en Buenos Aires hacia el interior.
Inesperadamente, al llegar a destino, el protagonista decide tomar otra identidad, inventarse una profesiòn y conseguir un lugar donde dormir, superado por esa posibilidad de ser otro, es decir de de ser muchos, que aparece al alcance de la mano.
En los lugares donde se hospeda, adopta sucesivamente el nombre y la profesiòn de dos muertos, cuyos nombres y algunos datos ha conocido circunstancialmente en su breve estad¡a. Asì serà sucesivamente Emilio, arquitecto y luego Salazar, mèdico.
En su estado de disponibilidad, este hombre nuevo realizarà una travesìa que lo reencuentra con la naturaleza y sus instintos básicos, intentando abrazarse a la idea de que la vida que le tocò no es la ùnica posible.
El Otro es un film alejado del estereotipo, que no elude los riesgos, como en el tono mismo del relato, cuando en medio de un pico de tensiòn dramàtica se apela a una suerte de humor absurdo. Es una película marcada por los silencios y pausas del personaje, donde el juego de expresiones y de miradas se potencia con buenos planos, minuciosos y simbòlicos detalles, sostenidos por excelentes actuaciones, todo con una medida muy justa.
Pero lo curioso de El otro es que su protagonista no busca modificar radicalmente su vida a partir de la nueva identidad. No se parece a un sicòpata sino màs bien a un hombre comùn que busca el refugio de un nuevo nombre y profesiòn para escapar de sì mismo.
La excusa argumental remite a la legendaria pel¡cula de Michelangelo Antonioni, El extranjero (1975), aunque aquì Juan da la sensaciòn de haber salido sólo para encontrar un pequeño oasis que lo proteja de ese ciclo de la vida marcado por la rutina del trabajo, la vejez y el deterioro.
Julio Chàvez, un artista que habla con sus silencios y que actùa con sus miradas, demuestra sobradamente por qué mereciò el galardòn al mejor actor en el último festival de Berlìn, interpretando a este inolvidable Juan Desouza, que sin buscar nada, sueña encontrarse con algo en el camino.