El mayordomo
Sinopsis de la película
Cecil Gaines (Forest Whitaker) fue mayordomo jefe de la Casa Blanca durante el mandato de ocho presidentes (1952-1986), lo que le permitió ser testigo directo de la historia política y racial de los Estados Unidos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Lee Daniels The Butler
- Año: 2013
- Duración: 132
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Opinión de la crítica
Película
6.6
62 valoraciones en total
Sin duda alguna ésta El Mayordomo va a ser candidata desde ya a todos los galardones posibles cuando llegue la temporada de premios.
Rodada de forma muy íntima y sin grandes alardes, supone la mirada personal de un hombre que a priori podría pasar desapercibido, pero que sin embargo fue testigo de como a su alrededor se iba gestando una época de cambios drásticos en lo referente a los derechos de la comunidad afroamericana. Un hombre, un mayordomo, que fue casi la mano derecha de los numerosos presidentes a los que sirvió durante años.
Forest Whitaker interpreta a ese mayordomo, Cecil, y realiza una intensa interpretación que, sin embargo, ofrece un personaje ante todo, discreto, pues su participación en lo referente a temas presidenciales se basaba en ser el hombre de confianza más cercano al líder. El que oía y veía todo pero sabía que ganaba más si se mantenía al margen y callado. Obviamente y dado el avance de las circunstancias llegará un momento en el que no podrá seguir ajeno a lo que ocurre a su alrededor.
La cinta va alternando entre épocas según los mandatos presidenciales (Eisenhower, Reagan, Johnson, Nixon, Kennedy…) y la situación en cada uno de ellos de la comunidad afroamericana en lucha por sus derechos civiles. Aparecen por lo tanto los movimientos de Martin Luther King, el nacimiento de los Panteras Negras, la difícil situación del apartheid sudafricano, la Guerra de Vietnam… todo ello tratado con veracidad, con muchísimas imágenes de archivo, pero al mismo tiempo con el suficiente tacto como para dotar a la película de un sentido de la humanidad bastante notable.
Es también veraz en el sentido de las discrepancias subyacentes dentro de la propia comunidad afroamericana acerca de la posición ante los diferentes gobiernos o su papel dentro de una sociedad dominada por una mayoría blanca (véase por ejemplo la conversación en la cena familiar a propósito de Sidney Poitier), al mismo tiempo que ofrece reflexiones acerca del papel de personas, en principio subyugadas, pero que resultan ser los principales baluartes de la lucha por el reconocimiento de los derechos civiles (por ejemplo la magnífica reflexión de M.L. King, acerca de como los mayordomos negros simbolizaban los primeros elementos insurgentes al dar ejemplo de trabajo duro realizado con dignidad, fidelidad, respeto y confianza).
Pero la película no trata solo de elementos políticos y lucha social, sino que al mismo tiempo se realiza un pequeño retrato de la difícil situación familiar que atravesaba Cecil, pues su hijo era un activista político bastante comprometido con la lucha del pueblo afroamericano, y el propio Cecil tenía que mantenerse fiel a un presidente de otra raza, con lo cuál la situación no era precisamente sencilla, más cuando él mismo se siente en muchos momentos como si no supiera dónde está realmente o qué hacer.
A destacar el papel de Oprah Winfrey como Gloria, la esposa de Cecil. Es innegable la buena química que existe entre ella y Whitaker mostrándonos un matrimonio creíble y cercano (atención a la escena cerca del final que aclaro en el spoiler) que dota de aún más sentimiento a la propuesta.
Obviamente esto tiene una doble lectura según el rasero con que se mida, pues puede resultar muy maniqueo y artificial para dirigir y controlar los sentimientos del espectador, tal y como hizo Lee Daniels con su obra precedente Precious . Pero esos momentos funcionan (aclaro en el spoiler) porque ocurren alrededor y en la vida de un hombre sencillo. Un hombre que no aspiraba nada más que a hacer bien su trabajo y poder sacar adelante a su familia. Un hombre que estuvo al lado de los hombres más poderosos del planeta y supo mantenerse en su papel en todo momento, callándose incluso cuando por dentro estaba deseando alzar la voz (la decisión de Nixon sobre los Panteras Negras, por ejemplo).
La puesta en escena es sobria y elegante, la fotografía en tonos muy apagados dota de una atmósfera clásica a la cinta y la banda sonora es minimalista y agradable. Es decir, todos los ingredientes que suelen tener este tipo de películas para conseguir premios.
Atención también a la labor de maquillaje para representar a los diferentes presidentes, interpretados entre otros por Alan Rickman, James Marsden, Robin Williams o Liev Schreiber, aunque John Cusack no me parece que pegue mucho como Nixon.
Un 7 en definitiva. Obras como esta son necesarias para que no se olvide el trabajo y el esfuerzo que supuso y supone, la lucha por los derechos civiles de todos los ciudadanos (ya no solo afroamericanos) del mundo, sean de la raza, etnia o religión que sean. En la línea de la reciente 42 , pero con un toque menos épico y deportivo, Lee Daniels construye un drama salpicado de pequeños momentos cómicos (la cinta tiene muy pequeños detalles de humor bastante funcional), muy bien interpretado y con un guión que resulta veraz, acertado y respetuoso.
El mayordomo es un drama apático, parco e inacabado, que se inspira en la historia real de un mayordomo afroamericano de la Casa Blanca que vio desfilar a numerosos presidentes estadounidenses, desde Eisenhower hasta Reagan pasando por Kennedy o Nixon entre otros.
Sin embargo la cinta tan solo toma una vaga inspiración de la vida real de este hombre, pues el verdadero empleado en el que se basa el film (entre otras licencias ) ni tuvo un pasado tan trágico por culpa de la tiranía racial, ni tuvo un hijo activista por los derechos civiles de la comunidad afroamericana.
Pero dejando a un lado la fidedignidad o no que tome el film respecto a la verdadera historia, lo cierto es que a El mayordomo le faltan muchas cosas para ser un conjunto memorable o tan siquiera llevadero (ya que tan solo lo consigue en pocos momentos). Lejos de centrarse en las extraordinarias intrigas y culpables chismorreos presidenciales, la cinta decide darlo todo en cuanto a la vida de este hombre sencillo y gris se refiere (dedicándose principalmente a la relación con su mujer y sus hijos).
La parte buena de la película es que Forest Whitaker saca oro de un imperturbable personaje, y de nuevo ofrece una interpretación de Oscar esta vez llena de sutileza y humanidad. Durante algunos segundos su modesta pero versada mirada (aunque en la trama no se trabaje demasiado) se llena de complicidad y comprensión con el espectador. La parte mala es que estamos ante un personaje grisáceo y monótono al que, por mucho que Whitaker encarne como mejor sabe, no se le consigue ver el interés ante tanta impavidez como demuestra tanto en su vida personal como profesional.
Y es que a El mayordomo le cuesta en su guión adentrarse en las profundidades de sus personajes que no se trabajan demasiado en el libreto y que se quedan o bien en la anécdota (caso de los presidentes) o bien en lo asequiblemente representativo (caso de la familia y amigos del protagonista o el mismo protagonista) sin dar un paso más adelante y arriesgarse mucho más en sus diálogos, reflexiones y momentos.
Porque estamos ante un drama de ocasión , donde sus diálogos son simples y sus momentos bastante tópicos. Así El mayordomo no consigue tener momentos para el recuerdo o situaciones que empujen la inquietud del espectador con pena o alegría de manera realmente impetuosa y con calado. Para colmo la trama apenas existe, y más bien parece una excusa para ofrecer una serie de imágenes de archivo de los movimientos por lo derechos civilesen el siglo XX. Durante esos movimientos a Cecil y a su familia les suceden una serie de acontecimientos tan redundantes y diluídos que apenas consiguen atrapar al espectador. El compás que aporta Daniels al conjunto es excesivamente paulatino llegando a lo flemático con silencios vacuos entre sus momentos.
Todo esto es una lástima, pues todos los actores cumplen sus papeles con perfecto esplendor. Lo poco que nos aporta la cinta del personaje de Gloria Gaynes, Oprah Winfrey lo exprime con carisma y vitalidad, Oyelowo aporta la finura que demanda su incompleto personaje, Gooding Jr, Howard, Kravitz… todos están muy naturales y las caras conocidas (Robin Williams, James Marsden, John Cusack, Alan Rickman) que interpretan a los presidentes (como meros cameos, eso sí) consiguen que nos olvidemos que se trata de superestrellas del celuloide.
Pero no solo las interpretaciones son sobresalientes, la puesta en escena también es loable con unos decorados refinados y una fotografía distinguida.
En definitiva El mayordomo me ha parecido una película que a nivel global es prescindible por su simpleza y desidia, sin embargo en ella puede apreciarse el cuidado de su cinematografía y el genio de Whitaker. No parece que vaya a haber muchas dudas de que será nominada a varios premios de la Academia Americana (es el tipo de historia que conquista estos galardones), y que sin duda muchas de sus nominaciones serán en el terreno interpretativo y serán merecidas (casos de Whitaker y Winfrey), pero ni siquiera por observar estas interpretaciones El mayordomo va a conseguir encantar demasiado al espectador.
Lo peor: Su falta de riesgo e intelecto en el guión. Su topiquez y simplicidad. Su ritmo.
Lo mejor: Forest Whitaker y Oprah Winfrey.
The butler se presenta como la crónica sentimental de un trozo de la reciente historia de los Estados Unidos visto a través de los ojos de su protagonista, un hombre humilde que, sin embargo asiste en primera fila al devenir de acontecimientos históricos que cambian la fisonomía de su país. Algo así como un Forrest Gump negro, vaya, aunque en esta ocasión no se trata de un personaje de ficción sino real. Cecil Gaines entró a formar parte del servicio doméstico de la Casa Blanca en 1952, y permaneció allí hasta 1986 viendo desfilar por el despacho oval a siete presidentes. Esta es su vida, o al menos pretende serlo.
Pronto descubrimos que a Lee Daniels le viene grande contarnos esta historia. Bajo el auspicio y protección, eso sí, de los todopoderosos hermanos Weinstein, el director no acierta en ningún momento con el tono que debe dar a su película. El nuevo Spike Lee centra su mirada en la lucha por los derechos civiles de los negros y dedica su obra a quienes pelearon por conquistarlos. Esta subjetividad y este sesgo no hacen sino restarle credibilidad al relato. La cinta pasa de puntillas por episodios cruciales del siglo XX norteamericano como el Watergate o Vietnam (a pesar de que afecta de modo directo a la intrahistoria de la familia protagonista). No es cuestión de que no se puedan condensar tres décadas de historia en dos horas y media de metraje, el propio Zemeckis abarcaba un período mayor en su oscarizada película y con mejores resultados además. Aquí las elipsis no funcionan, están mal construidas, es flagrante el episodio de la Administración Carter que se despacha con un montaje de imágenes de archivo, y ni siquiera aparece un actor interpretando al personaje (¿acaso no encontraron un doble como en el resto de los casos?). Tampoco aparece citado el reverendo Jesse Jackson, una figura clave en la lucha por los derechos civiles de la gente de color en los primeros ochenta.
De acuerdo, es una crónica sentimental, lo que importa es la historia de nuestro mayordomo. Daniels decide sacrificar el rigor por la emotividad, que en su caso se torna casi siempre en sensiblería. Hay escenas rodadas con cierto nervio – el ataque al Autobús de la Libertad, la cena con el hijo universitario y su novia- pero no es lo habitual. A destacar la meritoria interpretación de Forrest Whitaker al lado de una a veces sobreactuada Oprah Winfrey. Ambos rodeados por un plantel de estrellas que en algunos casos solo pasan por ahí y escasamente nos dan tiempo a que los reconozcamos. El juego del who is who es divertido, aunque en ocasiones puede resultar hasta incluso un poco ridículo.
Esta cinta deja bastante insatisfecho, sabe a poco, está hecha con políticamente correctas intenciones, presenta una dolorosa situación de abusos raciales pero todo suena a tópico, a regurgitación trillada, demasiado construida y falta de vigor. Lo que vemos nos impacta (la violencia racial es siempre dolorosa y atroz) y hasta nos conmueve, pero lo que habría sido una película arriesgada o novedosa hace cincuenta años, se queda en un catálogo de buenas intenciones, malas prácticas, mojigatería social y afán de superación donde falta genuino desgarro y verdadero espíritu transgresor. Todo se queda a un nivel superficial, masivo e industrial, pero como confirmando lo que ya sabemos (los negros pasaron las de Caín en el país de las oportunidades) y sin revelar o desvelar nada que nos sorprenda u ofusque con su tono o intensidad.
Y es una pena, porque semejante reparto (por lo general, desaprovechado) daría juego para mucho más, pero se queda en bastante menos, en fuego fatuo de artificio, en salva brillante de tributo institucional… mucho ruido para tan pocas nueces. Como casi todas las películas que recorren ochenta años en la vida de una persona (aquí vamos de 1926 hasta 2008) la narración peca de anecdótica y fragmentaria, sin llegar a atrapar en ningún momento, todo lo que vemos está ‘bien’, pero podríamos haber visto algo diferente y también habría estado ‘bien’, es decir, que es una mera acumulación de episodios que nada aportan a la idea central que se repite machaconamente (¡pero cuanto han sufrido los afligidos negros!), sin importar mucho ni desbaratar nada.
Casi lo más entretenido es ver desfilar al impresionante reparto en cometidos exiguos y decorativos (sobresalen, aunque aportando poca sustancia, John Cusack, Jane Fonda, James Marsden, Vanessa Redgrave, Alan Rickman o Alex Pettyfer) y si bien el protagonismo absoluto recae en un inexpresivo Forest Whitaker, las buenas críticas se las ha llevado, unánimemente, Oprah Winfrey, a mi entender de forma arbitraria y desmedida. Su composición es correcta pero tan superficial y vulgar que apenas remonta el vuelo y tanto elogio parece más circunstancial (por ser vos quien sois) que sincero.
Lo dicho, se deja ver, no es ofensiva ni produce rechazo pero se queda corta y no aporta nada interesante. Es un merengue a punto de ser indigesto, con un exceso de azúcar (mirando de reojo a la taquilla) y un déficit total de profundidad o intensidad. Bastante superflua y adocenada. Prescindible.
¿Se acuerdan de Forrest Gump? Pues este mayordomo no le llega a la suela de los zapatos.
J. Edgar Hoover sí que conoció los entresijos de muchos presidentes: sobrevivió a la gestión de ocho presidentes de EEUU. Mientras que Cecil Gaines, el mayordomo en cuestión, nunca fue, como se ha dicho, la mano derecha de ningún presidente. Los breves diálogos con Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon o Reagan -la parte de Ford y Carter no interesa- no aportan nada más que insustancia. Paralelamente se narran hechos históricos recientes de EEUU, a través de los hijos de Gaines, cuya base es la evolución de los afroamericanos desde la esclavitud hasta la llegada al poder de Barack Obama.
Eso sí, los actores están correctamente interpretados y hay tantos cameos de famosos como en las películas de Torrente.