El mal ajeno
Sinopsis de la película
Diego es un médico acostumbrado a manejar situaciones límite, que se ha inmunizado ante el dolor ajeno. El intento de suicidio de Sara, una de sus pacientes, provocará que el compañero sentimental de ésta señale al médico como responsable directo de lo ocurrido durante un amenazante encuentro. Horas después, Diego sólo recuerda el ruido de un disparo, y la extraña sensación de haber recibido algo más que un encargo durante este incidente…
Detalles de la película
- Titulo Original: El mal ajeno
- Año: 2010
- Duración: 107
Opciones de descarga disponibles
Si deseas puedes obtener una copia la película en formato HD y 4K. Seguidamente te mostramos un listado de opciones de descarga activas:
Opinión de la crítica
Película
5.7
26 valoraciones en total
No entiendo el desprecio crítico que ha vivido esta película. No es que pida su aprecio por ser ópera prima, lo pido porque es de las pocas películas que te ata a la butaca desde su lanzamiento hasta su desenlace.
Te ata a base de golpes. A base de inundarte con su óptica visual, con sus planos arrebatadores, con sus conflictos superpuestos, con su renovado lenguaje matemático. Puede que algunos de sus golpes tengan que ver con el carácter sobrenatural de la trama, admito que esos son golpes más o menos fáciles. Puede que otros sean efectos especiales sin máscaras ni tecnología, puedo admitir también su no extrema dificultad. Pero provengan de unos o de otros, lo importante es que arrebatan, que elevan la trama a miles de puntos en lo que ninguno carece de atractivo.
Como en el buen cine, cada escena tiene entidad en sí misma. Tiene un prólogo, tiene un nudo y tiene un desenlace. A nivel argumental y a nivel metafórico. Como en el buen cine, cada personaje tiene una personalidad, tiene una evolución. A nivel físico y a nivel psicológico. Como en el buen cine, cada personaje tiene un actor, tiene carisma. A nivel presencia y a nivel interacción.
Sumando ese guión y esos actores, aparece una realización que hace que cada escena brille sobre sí misma sin cegar a las demás. Es tan potente el uso de la cámara, es tan sobresaliente la fotografía que logra reinventar lugares tan conocidos como la clínica de La Paz o un parking carne de grisura. Y en la suma de la historia con la dirección y con la interpretación, se llega a una atmósfera, a un clímax donde lo sobrenatural deviene natural, donde lo irreal se cuela en el espacio de lo real hasta llegar a ser indistinguibles.
Donde el mal y el bien se encuentran para hacer una aleación, para llegar a hacer el bien ajeno practicando el mal propio, para realizar el mal encontrando el bien.
Empieza bastante bien, con un cierto ritmo y escenas impactantes. Poco a poco la historia decae a medida que se va complicando y la pretendida emoción o interés que el director intenta transmitir se queda en agua de borrajas y no hay nada más decepcionante para todos, realizadores y público. El mensaje resulta un tanto absurdo, incoherente y sin consistencia. El Noriega pone la cara y una expresividad bastante monótona. La Belén juega un papel también sin consistencia suficiente y el guión va acumulando historias explosivas y de sufrimiento pero que no acaban de llegar al expectador, abuso de primeros planos con idéntica composición y momentos almibarados con una música ad hoc . Todo ello nos recuerda alguna peli americana de la tele, con escenas tan típicas con pacientes al borde de palmar, los esfuerzos típicos por salvarlos, etc. todo como ya muy visto. Los personajes no acaban de interesar pues los diálogos tampoco ayudan. Una película para olvidar, que quizás no se merece ni el 5.
La primera incursión de Óskar Santos en el largometraje no es una película redonda pero interesa, y constituye una meditación más que superficial acerca de la fragilidad humana, conjurando para ello conceptos eternos, tales como el sufrimiento, la desesperación, la resignación, la compasión, la empatía, la curación, la muerte, los seres queridos…
El realismo mágico al que recurre la película no dulcifica el imponente respeto que suele provocarnos el conocimiento por experiencia o referencia de la vida de un hospital, donde se juega un partido permanente entre enfermos y allegados, por un lado, y sanadores y cuidadores, por otro, con la parca de árbitro.
Al final, la vida pende de una borrosa mancha en una radiografía, de una determinada cifra en un análisis de sangre o de una inesperada, confirmada o temida constatación en la mesa de un quirófano que conducen a la salida por la puerta del hospital –que siempre es grande en esas ocasiones– para no volver, al abono a una cama hospitalaria o a la fatídica y monótona línea recta del monitor.
El médico, el hechicero, el chamán tendrán siempre ese plus de trascendencia, ese poder sobre los enfermos que les otorga el ansia de curación, que nace con fuerza cuando uno no tiene más remedio que conceder su verdadero valor a la salud perdida. Por una carencia congénita, el ser humano no suele valorar lo que tiene hasta que lo pierde. Lo que es aplicable a los seres queridos. La película da cuenta con precisión de ese momento en el que se manifiesta la tragedia agazapada, en el que la persona que formaba parte de nuestro paisaje vital se diluye para siempre. Es entonces cuando el médico, el hechicero, el chamán recuperan su naturaleza humana y pasan a ser unos ciudadanos corrientes más.
Eduardo Noriega, muy bien caracterizado para poder ser el padre de una joven que alcanza en la película la mayoría de edad, compone un personaje con muchos matices, desde el apasionamiento a la gelidez en el trato con los demás. Belén Rueda da un recital en un papel inicialmente atractivo, aunque insuficientemente desarrollado en el guión. Clara Lago interpreta, pese a su juventud, en estado de gracia a una adolescente cuya frescura, ingenuidad y espontaneidad son una verdadera delicia y un regalo para el espectador, obligado a sumergirse en la crudeza, dureza y presteza de la medicina hospitalaria.
Buenas interpretaciones y escenas de gran realismo. A la película le falta espíritu, chispa y duende pero le sobra oficio, a pesar de la bisoñez de su director.
Si Vd. prefiere la reflexión y el autoanálisis a la evasión, ésta puede ser su película.
El mal ajeno se inicia con un interesante planteamiento: Diego es un médico que asiste a pacientes en su mayoría terminales en la unidad del dolor de un hospital.
Su actitud ante el este dolor parece ser clara. Frente al joven residente que se sorprende y padece de primera mano los sufrimientos de cada caso, Diego permanece frío, impasible. Desempeña su trabajo con eficacia pero no se deja afectar por los padecimientos de los enfermos.
Esta premisa nos sitúa en un debate ético muy interesante: ¿Hasta dónde debemos alterarnos por el sufrimiento, el mal ajeno? ¿Ese distanciamiento, necesario para desempeñar la profesión de Diego con equilibrio conlleva una deshumanización, automatización de la persona hasta el punto de no verse conmovido ni siquiera por las alegrías de sus pacientes?
Son muchos los caminos por los que podría desarrollarse una historia con tal premisa.
Sin embargo, el espectador, que en principio cree asistir a un drama cargado de problemas sociales y preguntas morales, descubre no muy avanzado el metraje, que El mal ajeno pronto comienza a moverse por derroteros de tintes fantásticos.
Si bien en un principio estos elementos parecen restarle todo el interés a la profundidad de la trama, hacia el final del film los hilos se irán uniendo y la confrontación moral entre el bien personal y el bien común resurgirá con más fuerza.
A pesar de todo, la fusión de géneros le hace un flaco favor al conjunto y el resultado es un largometraje original pero a ratos tramposo donde no se llega a encontrar en ningún momento el punto de realismo de un drama social ni el de verosimilitud de un buen argumento fantástico.
El mayor problema será que la película ni sorprende, ni lo pretende. Y digo que es un problema porque si pretende ir de thriller y ves predecible la trama, le cascas un suspenso y la pones a parir. Pero, ¿qué pasa cuando no quiere esconde sorpresas pero tiene los cimientos del thriller? Pues lo dicho, tenemos un problema. No sé por dónde cogerla. Falta garra en este guión que queda deslavazado a la media hora y los partidos no acaban hasta que pita el arbitro (o se encienden las luces). De todas formas, nunca pierde el interés y por ahí, queda un resquicio a la esperanza.
Es la primera vez que me creo a Noriega (Diego). Y lo hago saber porque hasta yo estaba sorprendido. Será por eso de las canas que le ponen le dan algo de seriedad, digo yo. Personaje frío, con tantos lugares comunes como se pueda imaginar, pero el chico lo coge con soltura y se echa a la espalda casi toda la responsabilidad de la película. Son las actuaciones lo más destacable de una película, que exceptuando al personaje protagonista, deja a los secundarios como meros esbozos de acompañamiento.
La lástima es que no se quisiera indagar en el aspecto psicológico humano que a priori es lo más interesante que había sobre la mesa. En lugar de ello, Oscar Santos expone la debilidad que acompaña a todo don, y la usa para buscar la emoción en el espectador. Queda pues, una película sin sello autoral, que no desentona en su conjunto al no ser que te pongas tiquismiquis y con encomiable sentido del ritmo.