El infierno
Sinopsis de la película
Nelly y Paul son una pareja feliz. Mientras él dirige el bonito hotel que acaba de comprar en el campo, a orillas de un lago, ella cuida del hijo de ambos. Pero, como Nelly es muy guapa y atrae a todos los clientes del hotel, Paul, dominado por unos celos incontrolados y obsesivos, llega a creer que su mujer se acuesta con todo el mundo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Lenfer
- Año: 1994
- Duración: 101
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Opinión de la crítica
Película
6.9
45 valoraciones en total
Una película es como una pirámide. Al principio, puedes ir despacio pero, a medida que avanza, no es posible mantener el mismo nivel de lentitud. (Lynch on Lynch, de Chris Rodley).
Lo que Lynch viene a decirnos es que la estructura rítmica de una película, ha de ser piramidal. Pausada en su base y más acelerada cuanto más se acerca el fin del recorrido. Este sencillo símil, que evoca el ritmo (tiempo) mediante un edificio (espacio), me ha de servir para expresar cuál considero que es el principal –y casi único– defecto de ‘El infierno’ de Chabrol.
El planteamiento rítmico es, desde el inicio, apresurado. Chabrol despacha el encuentro, la boda y la paternidad de Nelly y Paul Prieur con una serie frenética de breves pinceladas, se muestra ansioso por llegar al quid de la cuestión. Genera una tensión malsana e inquietante. Emmanuelle Béart está maravillosa: carnal, ingenua y explosiva. François Cluzet actúa con solvencia. La historia no da tregua y, sin embargo, la pirámide no acaba de afinarse.
Noto un desfase entre el desarrollo argumental y el ritmo cinematográfico del viaje desquiciado de Prieur. O, por decirlo de otro modo, mientras el personaje se hunde más y más en las arenas movedizas de sus celos, no siento un mismo impacto visual y de montaje, no siento ese crescendo plenamente. El problema de empezar con un prestissimo es que resulta complicado sostener (y percibir) aumentos de velocidad. Por ahí, en su último tercio, la cinta descarrila.
Cluzet acaba menos poseído que sobreactuado. Nos deja de importar el devenir de la pareja. Lo vemos todo con humor (una de las bazas recurrentes de Chabrol es la sonrisa juguetona que advertimos, para bien, en su manera de hacer cine), pero sin pánico.
El espíritu de lo bufo siempre ronda el alma del celoso, aunque a Chabrol, en este caso, le pediría yo una dosis extra de veneno.
Thriller psicológico realizado por Claude Chabrol (1930-2010), según guión que elabora a partir del que escribió (1964) Henri-Georges Clouzot (1964), con diálogos adicionales de José-André Lacourt. Se rueda en las localidades francesas de Revel (Mediodía-Pirineos), Castelnaudary (Languedoc-Rosselló) y Saint Ferréol (Langedoc-Rosselló) y en los platós de los Estudios Billancourt. Producido por Marin Karmitz para MK2 Productions y France 3, se estrena el 16-II-1994. La acción dramática principal tiene lugar en el Hostal del Lago, situado en una zona boscosa próxima a un gran lago artificial (Lac du Saint Ferréol) que se usa para el baño, la navegación a vela y la práctica de deportes acuáticos.
Los protagonistas son Paul Prieur (Cluzet), que ha adquirido recientemente la propiedad del hotel gracias a lo que heredó de su madre, sus ahorros y un préstamo bancario. Lleva trabajando en el establecimiento 15 años, conoce el oficio, el negocio va bien y se casa con la muchacha más guapa de la comarca. Nelly (Béart), de unos 20 años y de espíritu libre, es cariñosa, trabajadora, simpática, lista y atractiva. Está enamorada del marido y cuida bien al hijo, Vincent, de unos 18 meses. El médico del lugar es el doctor Arnoux (Wilms), Martineau (Lavoine) es el hijo del dueño del taller mecánico y Marilyn (Cardone) es la mejor amiga de Nelly.
Chabrol compra (1992) a la viuda de Clouzot el guión que éste había escrito para la película El infierno, que comenzó a rodar en 1964, pero que tuvo que interrumpir a causa de un ataque al corazón. A partir de este escrito, Chabrol elabora un nuevo guión con nuevos diálogos. La película resultante forma parte del conjunto de sus trabajos más apreciados. Describe con precisión las etapas sucesivas que llevan a un joven matrimonio a caer en una situación de tensión y conflicto que convierte la convivencia de la pareja en un infierno. El análisis que establece explica los hechos con coherencia y verosimilitud. La exploración que desarrolla de la mente humana y de las reacciones de los dos miembros de la pareja es brillante y convincente. Disecciona cada uno de los pasos del proceso con fluidez y detalle. Enumera las causas, las estudia y las explica. Habla de dudas, desconfianza, celos, violencia verbal, emocional y física. La obra construye una atmósfera de tensión y angustia, que transporta al espectador a un mundo opresivo y claustrofóbico, de excelente factura y notable belleza.
La fuerza de las situaciones se ve incrementada poderosamente mediante el uso que se hace de la ambigüedad, la elipsis y la indefinición. Aspectos importantes del relato no se explican o se explican de modo insuficiente, de modo que el ánimo del espectador se ve inundado de interrogantes y dudas, que amplían la intriga y ahondan los sentimientos de desorientación, temor y peligro. Las interpretaciones son convincentes, especialmente la de Emmanuelle Béart, que trabaja con naturalidad y luce encanto personal.
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Ante todo hay que destacar a una inconmensurable EMMANUELLE BÉART: ¿cómo lo hace para parecer un ángel y un pendón a la vez?
Por su temática recuerda un poco a Celos, de Vicente Aranda, que por su falta de sutileza se queda en nada al lado de este irresistible suspense cotidiano desplegado por Chabrol con mano maestra: increíble su capacidad para que no pase nada y a la vez pase todo.
La música, la interpretación, lo que se ve, lo que no se ve, lo que se imagina… absolutamente todo ayuda a componer un ambiente enfermizo y turbio que lleva al protagonista primero a la inquietud, luego a la desesperación, y finalmente a la locura.
Que alguien sea tan posesivo que vea en cualquier escena intrascendente una razón para despertar los celos, es a la vez angustioso y halagador.
Un hombre que ama de verdad, desea poseer hasta el último aliento, y eso no es fácil de conseguir, y se paga un precio.
Existe una segunda parte en todo ello: En las experiencias de mi entorno, me he dado cuenta que los hombres extremadamente celosos son a la vez, muchos de ellos infieles… pudiera pensarse que es una paradoja. Su comportamiento los arrastra hacia el mismo lugar del que proceden y ven algo que ellos mismos sienten. Lógicamente no es científico, como he dicho, se basa en lo que he ido observando a lo largo de los años.
La película de Claude Chabrol resulta un poco polarizada, con escenas quizá diseñadas para buscar justificaciones que después se desmontan, con resultados tal vez en algunas de sus secuencias, extremos.
Son las tres preguntas que delatan a un enfermo de celos patológicos. Cuando la pareja regresa a casa y es sometida a un interrogatorio desconfiado, significa que se ha instalado el mal corrosivo de la psicosis que distorsiona el sentido de la realidad de quien padece el tormento.
La paranoia se va construyendo por su cuenta en la mente del afectado. La tortura da su pistoletazo de salida con un flash que en un milisegundo resquebraja el orden cotidiano. Antes del fogonazo, Paul era un marido feliz y un eficiente director de su hotel. Pero un día la sospecha, la duda, se le planta dentro. Está casado con Nelly, una mujer tan guapa que corta el aliento, que detiene el tráfico, que roba las miradas de todo el que la ve. Es coqueta, activa, alegre, entra y sale despreocupadamente, cuida del hijo y realiza sus tareas en el hotel con un buen humor y simpatía que cautivan a los clientes. Y donde antes Paul estaba tranquilo, atareado y con los engranajes bien engrasados, ahora sufre un atasco, una avería. Las imágenes le dan vueltas en la cabeza, cada vez más atrevidas. Nelly reuniéndose por ahí con un amante. Paul tiene que averiguarlo. Los gestos, el seductor contoneo de sus caderas al andar, su gloriosa cabellera centelleando al sol, los carnosos labios pintados de rojo furioso. Todo la delata. Eso piensa Paul. Todo lo que ella hace subraya los indicios de su doble vida, signos de la infidelidad. La morbosa obsesión avanza metros y metros en el delirio del marido. La furia, el despecho rebosan en sus entrañas y finalmente brotan, culpables y vacilantes, delante de Nelly. Ella se lo toma como un halago a su vanidad. ¡Él está celoso! A ella le divierte. Él se autocastiga, riñéndose por ser tan mezquino, por haber pensado mal de ella, y sonríe y bromea para disipar la nube. Pero la nube no se disipa.
Cuando él insiste poco después, sometiéndola al mismo interrogatorio, pero más concienzudamente, con menos titubeo que la primera vez, ella se asusta, le dice lo que ya es inútil decirle porque él no la creerá, por más que quiera creerla, por más que se lo repita a sí mismo hasta la náusea. Ya algo se ha roto, la confianza. Nelly ya puede decirle la verdad mil veces, de mil maneras, que de nada servirá.
El problema se agrava. Se va perdiendo el control del asunto. Irá afectando al matrimonio con un puño de acero cada vez más apretado, la locura se va adueñando de Paul hasta que ya sólo esté metido en su agonía, en su distorsionada percepción del mundo, en la que arrastrará a su desgraciada esposa y que trascenderá al personal y a la clientela del hotel, quienes serán testigos del alcoholismo y de los actos incontrolados del que antes era un hombre afable y eficiente.