El honor perdido de Katharina Blum
Sinopsis de la película
Después de pasar la noche con un presunto terrorista, la tranquila y ordenada vida de Katharina Blum queda completamente destruida. Como sospechosa, se convierte en víctima de una cruel campaña difamatoria de la policía y de un despiadado periodista sensacionalista, situación que pone a prueba los límites de su dignidad y de su cordura.
Detalles de la película
- Titulo Original: Die Verlorene Ehre der Katharina Blum oder: Wie Gewalt entstehen und wohin sie führen kann
- Año: 1975
- Duración: 101
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Opinión de la crítica
Película
6.7
96 valoraciones en total
Rodada en un momento de especial efervescencia creativa en su país (el llamado nuevo cine alemán , con Schlöndorff, Fassbinder, Herzog, Kluge, Wenders…), esta película adapta —a mi modo de ver, de una manera ejemplar— la novela homónima del premio Nobel Heinrich Böll, contundente alegato contra la prensa sensacionalista.
Katharina es una joven que se acuesta con hombre, sin saber que es un fugitivo de la justicia, y por ello es acusada por la policía de complicidad. Un periodista encuentra en este caso la oportunidad de su vida, no para esclarecer la verdad, sino para conseguir un gran éxito editorial a base de mancillar el nombre de la chica, hurgando ferozmente en su pasado y tergiversando los hechos y las declaraciones de ella y de sus allegados. El diario para el que trabaja es citado, tanto en la novela como en la película, como el Periódico, aunque en ambos casos un rótulo informa al lector/espectador: Si ciertos procedimientos periodísticos recuerdan los del Bild-Zeitung, el paralelismo no es intencionado ni casual, sino inevitable .
Böll escribe la novela con un estilo conciso, en capítulos cortos, casi a modo de informe. De manera análoga, Schlöndorff y su mujer, von Trotta, plantean una puesta en escena seca, distanciada y austera. Considero muy acertada esta frialdad expositiva, ya que, al no forzar los sentimientos y convertirnos en mudos, incómodos e impotentes testigos de un implacable proceso de usurpación del honor que avanza como un mecanismo de relojería, finalmente se remueven nuestras entrañas de un modo mucho más poderoso. En este mismo sentido, la actriz Angela Winkler tampoco busca una fácil identificación del espectador para con su calvario, sino que se decanta por una introspectiva interpretación de rictus difícil que revela muy bien ese sentimiento de que la procesión va por dentro .
Así pues, pienso que estamos ante una ración de muy buen cine, y además un cine de la denuncia siempre necesaria. Naturalmente, no se trata de caer en juicios reduccionistas en contra de la prensa (una película coetánea y basada en hechos reales como Todos los hombres del presidente nos habla también de sus posibilidades en un sentido positivo). Pero resulta verdaderamente triste constatar como una ficción urdida por un escritor (por tanto, donde siempre cabe la nota exagerada) resulta un juego de niños si se compara con las prácticas que en este país, en la hora en que escribo estas líneas, realizan algunas cadenas de televisión.
Está claro que siendo el Cine el arte de la mirada hay tantas películas como miradas de espectadores. La crítica de Quim Casals me parece excelente, y a la vez no puedo estar más en desacuerdo. Mea culpa: mi opinión está muy viciada por la lectura previa de la novela que adapta aquí Schlondorff, que es uno de mis libros favoritos.
Estoy conforme en que Schlondorff hace exactamente la película que quiere hacer, y además esforzándose en que la adaptación sea lo más fiel posible, casi literal. ¿Por qué entonces me parecen dos obras tan distintas? Y aunque así sea, dado que la diversidad de puntos de vista enriquece, ¿por qué no me gusta?
Hay un factor clave que está en la novela y que no aparece por ningún lado en la película: el humor. La novela de Heinrich Böll, y esto puede parecer extraño, es uno de los relatos más divertidos que he leído nunca. Obviamente su finalidad principal no es suscitar la risa, sino utilizar el humor como herramienta, como arma blanca para destripar tumores malignos. El humor puede ser negro, negrísimo y seguir siendo humor. Pienso en Frenesí, una película de horror puro, y también de humor.
O Schlondorff no ha captado este elemento al leer la novela, o si lo ha hecho ha decidido eliminarlo, o yo me imagino cosas que no existen, que también puede ser. Me gustaría más opiniones sobre este tema, yo creo que Heinrich Böll recurre a la caricatura humorística para retratar los personajes negativos y lo hace maravillosamente bien. Schlondorff los describe como simples bastardos fascistas, no hay diferencia con otros sujetos del cine político de la época. Esa diferencia es la que hay entre la crítica y el panfleto. Una escena es absolutamente significativa, la explicaré en el spoiler.
El epílogo final de la película de Volker Schlöndorff y Margarite Von Trotta, Die Verlorene Ehre der Katharina Blum oder: Wie Gewalt entstehen und wohin sie führen kann[1] (El honor perdido de Katharina Blum, 1975) es una clara demostración de la ironía con la que los directores finalizan la película. Nuestra protagonista, Katharina Blum, interpretada por una magnífica Angela Winkler, después de haber sido acosada por una campaña mediática por parte del sensacionalismo periodístico más deleznable es increpada de manera indirecta en el funeral de un periodista. El discurso que cierra la película, pone a la palestra, la hipocresía de supuesto periodismo libre, que no es más que el aliado fundamental del sistema para poder seguir manteniéndose en el poder. Hemos de recordar que además la película tiene un contexto histórico muy determinado, pues en el 1975, Alemania seguía siendo un país divido en dos, y donde la sombra del terrorismo (con la R.A.F a la cabeza) estaba más presente que nunca (de hecho, la protagonista es acusada de tener contactos con terroristas).
La película está basada en la novela de Heinrich Böll, publicada sólo un año antes de la adaptación cinematográfica. La película se abre con una secuencia donde vemos una fiesta de carnaval, y como finalmente la cámara capta a unos personajes que finalmente acabarán por llegar a la casa de Katharina Blum. Es ahí donde empieza realmente la película, cuando después de una brillante secuencia que rueda el director, mostrando a los grupos de policía (en un número excesivo, teniendo en cuenta que sólo habían de capturar a un fugitivo) entrar violentamente en la casa, secuestran legalmente al personaje de Blum. En estos primeros momentos además podemos comprobar cómo la película, a diferencia de la novela de Böll, opta por un tono muy similar al thriller, que trata de despertar la curiosidad al espectador, y así seguirá la película, que incluye escenas más propias del suspense habitual, como una en la que el personaje de Katharine Blum recibe una llamada anónima, increpándola e insultándola, pero incluso con alguna dosis de surrealismo, que nos puede llegar a recordar al Hitchock vertiginiano, con la célebre secuencia que tiene lugar en la comisaría de policía, cuando el personaje de Katharine abre una puerta de la comisaría y el espectador comprueba atónito como se nos muestra una gran galería de personajes disfrazados de árabes, en clara referencia al personaje inicial que tiene lugar en el día del carnaval, cuando tiene lugar el fatal día en que Katharine planta la semilla de su detención.
En esta misma década de los setenta, el thriller político había empezado a iniciar su andadura con fuerza dentro de los géneros y subgéneros cinematográficos. En Estados Unidos, los casos más célebres los podríamos citar con películas como All The President’s men (Todos los hombres del presidente, 1976) o del propio director, Alan Pakula, The Parallax view (el último testigo, 1974) o en Europa las películas del italiano Francesco Rosi.
La película muestra como un gobierno, teóricamente democrático, encierra a una de sus ciudadanas sin que haya ningún tipo de prueba que pueda culpar a Katharina Blum. Es entendible el golpe al sistema que supuso la película de Schlöndorff, porque trataba de destruir ciertos mitos, entre ellos, el de un régimen que apoyado por la prensa fiel, se mantiene de manera autoritaria vigilando a sus propios ciudadanos.
Schlondörff realiza una profundización psicológica de primera nivel. Pocas veces en una película se produce una identificación tan importante como la que sucede entre espectador y protagonista. El director trata al público de la misma manera angustiosa con la que trata a su protagonista. Una y otra vez nos identificamos con Katharine, que es continuamente atacada por la prensa, que vierte continuas mentiras sobre ella (nosotros somos los únicos que sabemos la verdad, porque tenemos la visión de Katharina Blum) y sin duda dos son secuencias clímax en el desmoronamiento de la personalidad: Una de ellas se produce cuando la protagonista, harta de los titulares de la prensa llora desconsoladamente (inteligentemente Sclöndorff no muestra su rostro) y el final, en el que vemos de manera desesperada, como Katharina acaba armándose para matar a uno de los periodistas).
El Honor perdido de Katharine Blum es en definitiva un film que sabe dar en la llaga. Sin embargo, Los directores del film nunca sacrifican un interés artístico. De igual manera sucede en otras películas de Schlöndorff, como en Der Junge Törless (El joven Torless, 1965) un análisis del nazismo mediante unos jóvenes protagonistas o la ganadora de la palma de Cannes Die Blechtrommel (El tambor de Hojalata, 1979). El cine de Schlöndorff es un cine que constantemente trata temáticas tabús dentro de la sociedad alemana de posguerra.
[1] Esta clase de títulos alargados y que intentaban ofrecer desde el principio un contenido poético fueron habituales en el nuevo cine alemán.
http://neokunst.wordpress.com/2014/06/02/el-honor-perdido-de-katharina-blum-1975/
Debo advertir en primer lugar que no he tenido la oportunidad de leer la novela original que adapta esta película, por lo que no puedo juzgar si en ese aspecto (el de la adaptación), el filme responde fielmente al argumento o al espíritu que animaban a aquélla.
No obstante, considero que la terrible experiencia sufrida por la protagonista posee el mismo aire angustioso e implacable que caracteriza a lo vivido por los personajes kafkianos, muy singularmente el Josef K. de El proceso . En efecto, mientras asistimos a la detención de Katharina, podríamos muy bien parafrasear el genial comienzo de la citada obra: Alguien debió de haber calumniado a Katharina B., puesto que, sin haber hecho nada malo, fueron a arrestarla una mañana . Y desde ese momento, una joven inocente, que no ha hecho más que trabar una relación íntima con alguien que le era desconocido, es sometida a un proceso público de destrucción personal. Encontramos de nuevo aquí la figura del individuo enfrentado a una lógica que le supera, pues ni la comprende ni puede detenerla, y que de hecho acaba por asumir su condición dentro de esa misma lógica, inexplicable e inexorable a partes iguales.
En mi opìnión, la crítica que deposita Schlöndorff en el filme es devastadora, esa lógica destructora que mencionaba es encarnada por las fuerzas del orden (la policía, los fiscales) y por la prensa, que actúan en perfecta connivencia, si bien persiguiendo cada cual sus particulares intereses (identificar y detener a los enemigos del estado, o vender un producto sensacional a la opinión pública). Su acción conjunta, volcada sobre un individuo, en este caso Katharina, conforma una verdad pública, un relato que el resto de la sociedad va a asumir y a consumir con perfecta naturalidad, y es en ese punto, en el que ese relato se impone, cuando se alcanzan extremos antidemocráticos, y se avanza hacia la tiranía.
Por lo demás, el filme cuenta con un buen guión, correctas interpretaciones, y una más que notable eficacia narrativa, caracterizada por una sobriedad en absoluto carente de angustia. Además tiene algunas secuencias muy bien concebidas visualmente, como la inicial, en la que rápidamente, y sin necesidad de explicaciones, entendemos que algo anormal está pasando.
Continúa en spoiler.
De sobra es conocido cómo actúa la prensa rastrera amparándose en la libertad de expresión. Lo nefasto es cuando se traspasan los límites de esa libertad para invadir y atropellar la dignidad y privacidad individual. De la verdad a la mentira hay un paso muy tenue. Basta con que en la televisión y en los periódicos se inventen impunemente lo que les da la gana para arruinar reputaciones y vidas. Da lo mismo que se los denuncie por difamación, el daño ya está hecho. El impacto que los mass media tienen en la sociedad es fulminante. Y el morbo es lo que más vende. Por lo que a cualquier periódico o medio de comunicación deshonesto le importa un pepino tener que pagar una indemización que es una bagatela comparada con lo mucho que ganan explotando el cotilleo. El castigo que les cae no les supone gran cosa, porque como este sistema no protege a los ciudadanos de a pie y en cambio favorece a los poderosos, lo más que ocurre, con suerte, es una hipócrita palmada al difamador como la que se le da a un niño travieso de cara a la galería, para que todos veamos lo bien que funciona el sistema de bienestar, y aquí no ha pasado nada.
Y no es la prensa sensacionalista (o cualquier formato que nos cuele bulos) lo único que es duramente atacado en esta mordiente película. También la policía y la justicia salen muy, muy mal paradas.
En esta sociedad borreguil lo exclusivamente cierto es lo que pregona la televisión (sobre todo), la radio, la prensa, todo ello multiplicado ahora por infinito con Internet y los móviles, y cuanto más tremendista es lo que se publica más caso se le hace. Da escalofríos.
Todos los mentirosos y abusones que se denominan a sí mismos profesionales tienen carta blanca. Nadie les tose, ni siquiera los que nos tienen que defender a nosotros, los millones de pringaos a los que nos tienen agarrados por los huevos porque no tenemos dinero ni poder. Además, están todos compinchados, gobierno, autoridades y medios. ¿Libertad de prensa? Ja, ja, ja.
Katharina Blum soy yo, es mi vecino de al lado, es cualquier persona honrada a quien un día cogen como chivo expiatorio (el público cotilla se aburre si no tiene a quién insultar). Es horrible lo extremadamente vulnerable que es la vida privada. Tontos ingenuos que somos, ellos saben mucho más sobre nosotros que nosotros mismos. Y lo que no les interesa, lo cambian como quieren.
El honor perdido de Katharina Blum es de rabiosa actualidad aunque fuese rodada hace cerca de cuarenta años.
Ella obligada a vestirse en el baño con la puerta abierta, desnuda delante de ese circo de tres pistas mediático.
¿Quién no tendría fuertes tentaciones de agarrar una pistola y darles un verdadero motivo para rajar del prójimo?