El honor de los Prizzi
Sinopsis de la película
Charley Partanna es un asesino a sueldo al servicio de los Prizzi, una de las familias más poderosas de la mafia. La nieta del Don está enamorada de él, aunque entre ellos va a interponerse una bella y enigmática rubia: Irene Walker.
Detalles de la película
- Titulo Original: Prizzis Honor
- Año: 1985
- Duración: 130
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Opinión de la crítica
Película
7
91 valoraciones en total
En esta película, al margen de su genial creador, destaca sobremanera por encima de todo y de todos la actuación del veterano actor William Hickey como jefe del clan, Don Corrado Prizzi, bajo cuyos auspicios y los de su padre biológico, cría a un futuro sicario sin escrúpulo alguno llamado Partanna, una especie de Tom Hagen pero bastante menos cerebral.
Ni Marlon Brando, ni Al Pacino ni Robert De Niro. William Hickey es definitivamente el prototipo paradigmático del pater familias gangsteriles. Tres hurras por él.
Escuchar al veterano actor Hickey en versión original hace que a uno se le ericen los pelos, y le adhieren a uno definitivamente al colectivo de la esperanza.
Esperanza en que existan intérpretes de talla que glorifican este arte y dignifican el oficio y el cine en general.
Interesante así mismo la breve pero convincente aportación de la hija del cineasta, Angelica Houston, como alma caritativa de un sinverguenza como Partanna.
Interesante también el enigmático duelo psicológico entre los dos protagonistas principales, el mencionado Partanna y la misteriosa Kathleen Turner. Entre ellos se establece un torrente de sentimientos encontrados y contradictorios que hace que uno relativice sobre cuáles son los verdaderos sentimientos que alberga el alma humana.
Cuando de pronto oigo que se ha estrenado en el cine películas como Mr y Miss Smith y que rozan temas similares, me entran ganas de ….
Por eso es importante el visionado de este tipo de películas que mantienen la llama de la esperanza en pleno fulgor.
A veces uno no entiende a la Academia de Hollywood. En 1985 estaban nominados a mejor director John Huston ( El Honor de los Prizzi ) y Akira Kurosawa ( Ran ), no había más, era entre ellos dos. Pero eran los tiempos de Reagan y el peor derechismo norteamericano asi que directores que hoy son íconos de la cinematografía mundial fueron ignorados para darle el Oscar a Sydney Pollack por su correcta Out of Africa , un film romántico sin mayores discursos políticos.
El Honor de los Prizzi es probablemente la mejor película de John Huston, por aquel entonces en los finales de una carrera extraordinaria a la que hay que apuntar otros títulos memorables como El Tesoro de Sierra Madre , La Reina Africana o El Hombre que pudo ser Rey por citar algunos. Fue su penúltimo film antes de fallecer en 1987 pero ¡qué película!. Un director que había convertido a su primera película El Halcón Maltés (1941) en el film noir por excelencia no podía fallar y cuarenta años después cerró su andadura tal como empezó: con otro film noir extraordinario. La novela de Richard Condon es llevada al exquisitismo con una puesta en escena sobria, casi teatral, pero absolutamente cautivante. El romance imposible entre el capo Charley Partana (Jack Nocholson) y la asesina a sueldo Irene Walker (Kathleen Turner) pone en jaque el futuro mismo de la familia mafiosa Prizzi. Una línea argumental simple pero que Huston la transforma en un delicioso cocktail de policial y romance todo sazonado con toneladas de ironía. Un cast estupendo, pero merecen sin duda especial atención William Hickney como el maquiavélico y astuto abuelo mafioso Corrado, jefe de la familia y Anjélica Huston como la nieta malévola, manipuladora y enamorada de Charley. Ah, y todo bajo la música de Puccini. Realmente un film imposible de perderse.
Cierto es que los diálogos, las interpretaciones, la banda sonora de North y -en general- el tonillo empleado por Huston otorgan a El honor de los Prizzi un aspecto incuestionablemente paródico o, incluso, satírico. Pero eso no impide que esta peli constate, una vez más, la tremenda habilidad de John Huston contando historias. Un cineasta que hizo de los buenos guiones su mejor estandarte y que legó al séptimo arte un puñado de películas absolutamente imprescindibles. Y aunque ésta se aleja deliberadamente de los parámetros serios y formales de los padrinos de Ford Coppola o de Erase una vez en América de Leone, puedo prometer y prometo a los que aún no hayáis tenido la oportunidad de ver El honor de los Prizzi que ésta es una de las mejores pelis sobre los entresijos de la mafia jamás filmadas.
A los detractores de Jack Nicholson les diría que dejaran sus prejuicios a un lado y que disfrutaran de la interpretación que el actor hace de Charlie Partanna, un personaje mucho más sobrio y contenido a lo que nos tiene acostumbrado el prota de Chinatown, Alguien voló sobre el nido del cuco o El resplandor. A los admiradores de Kathleen Turner (esta mujer no puede tener detractores) les diría que, en esta ocasión, la verán tan sexy, bella y fatal como en Fuego en el cuerpo. Ni más, ni menos. Ah, y que no pierdan detalle del segundo y medio en el que nos muestra sus turgentes y mórbidos cachetes antes de la secuencia de su último reencuentro con Charlie. Sencillamente, de infarto.
Pero como toda buena peli de mafiosos que se precie, El honor de los Prizzi cuenta con una galería de secundarios excepcional: Anjélica Huston, Robert Loggia, William Hickey… Si algún pero pudiera achacársele a la peli de Huston este sería, probablemente, ese arranque algo irregular. Aún así, si superáis ese pequeño bache inicial, disfrutaréis –sin lugar a dudas- de un peliculón como la copa de un pino.
No es que me caiga mal Francis Ford Coppola, digamos que me cae consí consá, pero a John Huston es que le admiro, me ha hecho disfrutar del cine como muy pocos lo han logrado, y al percatarme que estaba parodiando El Padrino me ha parecido un poco humillante, por mucho Padrino que sea El Padrino.
Pero cumplido medio metraje más o menos, he visto que de entre las cenizas de tantas mentiras arriesgadas y gotas de humor gris marengo, se erguía una película con vida propia, se levantaba orgullosa y se desprendía del que pensé iba a ser único objetivo, parodiar parásitamente, algo que me dolía en el alma, porque hay artistas a los que al final se les coge cariño y a todos nos duelen estas decepciones en mayor o menor grado. Y no miento en absoluto si digo que mantuve en todo momento la esperanza, tal vez débil, de que Huston termianría por demostrar que él filmó La Jungla de Asfalto, y El Tesoro de Sierra Madre, y Fat City, y Moby Dick, y Moulin Rouge… y que no necesita chupar sangre para alzar el vuelo.
Tiene muchas bodrios también, pero una cosa es errar y otra caer bajo.
Si algo me gusta de los directores clásicos es el respeto que guardaban a los personajes secundarios. La asquerosa monopilización de roles en el papel protagonista que ha predominado en el cine de las últimas cuatro décadas, quizás crecida en paralelo a la sociedad de la absorción empresarial, es el virus de este arte en el que la posibilidad de elección es una de las armas que le dan ventaja al igual que ocurre en la lectura de novelas, supongo. Tan susceptible estaba al comienzo que pensé en la posibilidad de que Anjelica Huston realmente no volviera a aparecer, mancillando semejante regla. Incluso busqué excusas amparándome en una de las frases del film acerca de los sicilianos, antes que entregar el dinero, se comen a sus hijos, y mira que esos quieren a sus hijos
Comedia negra que J. Huston presenta como una sátira a la Mafia neoyorquina, cuyos mandamientos inamovibles son la familia y el dinero.
La película es muy divertida en prácticamente todas las escenas (sobre todo la mayoría de las veces que Don Corrado -W. Hickey- aparece en pantalla), pero en otras es justo lo contrario, aunque no llega a presentar la brutalidad y radicalidad de los conocidos procedimientos sanguinarios de la mafia. Es la lógica de la comedia. Muy buenas escenas son por ejemplo la de Don Corrado ofreciéndole de forma sutil una galleta a su nieta Maerose (Anjelica Huston) al mismo tiempo que la ordena callar enérgicamente, o también cuando Irene (K. Turner) le ruega un beso a Charley (cojonudo Nicholson) cuando le pide que se casen, y éste, con gran maestría en sus gestos y palabras, le contesta: ¿aquí, en público…? .
Desde mi punto de vista contiene demasiadas imperfecciones como para contar con nada menos que ocho nominaciones a los Oscar, pero sin duda es una comedia negra bastante lograda con un final chapó que con muy buen acierto no le va como anillo al dedo, ya que debido al género desarrollado presenta pocas posibilidades de ser filmado.