El hombre y el monstruo
Sinopsis de la película
Ante un auditorio científico el doctor Henry Jekyll expone su teoría de que el ser humano está dividido en dos personalidades, una positiva y otra negativa, y que ambas se pueden separar, pero no logra convencer a sus oyentes. Después de visitar a su prometida Muriel, y paseando con su amigo el doctor Lanyonal que intenta convencer de que su idea es viable, conoce a una joven artista de music-hall, Champagne Ivy. En su laboratorio Jekyll experimenta con una droga y se transforma en el señor Hyde y, bajo esta personalidad y por medio de amenazas, se convierte en amante de Ivy…
Detalles de la película
- Titulo Original: Dr. Jekyll and Mr. Hyde
- Año: 1931
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
7.5
63 valoraciones en total
Primera adaptación cinematográfica sonora de la novela de Robert Louis Stevenson. Este film fue la primera película proyectada en el Festival de Cine de Venecia en 1932.
El aire de silent movie de sus antecesoras, planea sobre esta cinta, especialmente en algunos primeros planos, y en algunas situaciones dramáticas muy exacerbadas (como la escena entre Jekyll y su prometida Muriel Carew hacia el final).
Película notable dónde la cámara se mueve con virtuosismo y en la que hallamos el uso de la cámara subjetiva (magistralmente usada al inicio), como un recurso narrativo muy acertado para contar la historia. Parece como si esa cámara subjetiva quisiera trasladarnos al interior del pensamiento del Dr. Jekyll y poner un foco de luz sobre las ideas que sobre la dualidad del ser humano bullen dentro de él y que va a proclamar con gran entusiasmo acto seguido en su conferencia ante un expectante auditorio.
Frederic March consiguió por este papel protagnosita el Óscar, dando vida al científico curioso, hombre caritativo y alma torturada, todo en uno. Espléndida, a mi entender, Miriam Hopkins, cuya mirada cautiva a la cámara en todos sus registros: es capaz de convertirse en la encarnación de la lujuria (con una alta carga erótica para la época en manos del director, Rouben Mamoulian) o en la desesperación y entrega más absoluta buscando la compasión del Dr. Jekyll para huir del malvado E. Hyde. (Transformación la de esta actriz, por cierto, que no requiere de ninguna pócima).
Un film que mantiene bien el pulso narrativo y nos hace permanecer expectantes hasta el final para ver a que callejón sin salida conducen los experimentos del vehemente Dr. Jekyll, su lucha maniquea planteada entre el bien y el mal de la condición humana y el choque frontal con los valores férreos de la sociedad victoriana de la época.
La década de los años treinta del pasado siglo fue tan fructífera para el cine fantástico que nadie dudó en calificar como: La edad de oro del género. La Universal estaba en pleno apogeo de obras maestras como: Drácula, Frankenstein o La momia, es por lo que la Paramount pasó al contraataque con esta excelente película del injustamente valorado Rouben Mamoulian, un director creativo que no se conformó con ser un asalariado al servicio del Estudio. En medio de la recesión económica, la gente acudía al cine para evadirse de la triste realidad, ya fuera viendo comedias locas o films fantásticos o de terror. Eran tiempos de experimentación con los nuevos medios técnicos del sonoro, y el panorama se presentaba muy fértil y creativo.
Esta es en mi opinión, la mejor versión sobre el libro de Stevenson, una adaptación impecable, turbadora y audaz para la época, muy superior a las versiones de Victor Fleming, Terence Fisher y Jerry Lewis. Comenzando con plano subjetivo de larga duración que el cineasta nos muestra como punto de vista de Jekyll. El film está repleto de hallazgos visuales y narrativos, su contundencia dramática es expresada en el decorado y el vestuario, ambientada con una fotografía de clara influencia expresionista. El cineasta no intenta juzgar la conducta humana, sino que pretende investigar desde el respeto (separar en el alma, lo bueno de lo malo), con lucidez y pasión. Todo lo contrario que la versión de Fleming que era moralista y romántica en exceso con el claro look de MGM, glamurosa con sus estrellas (Tracy, Bergman y Turner). Aunque Frederic March y Miriam Hopkins están esplendidos en esta versión.
Jekyll es un personaje reprimido cuya obsesión por el sexo llega a tal extremo que necesita adelantar la fecha de su boda con Muriel (una discreta Rose Hobart), es a través de su otro yo (Hyde), el que le sirve para liberar sus bajos instintos con la prostituta Ivy (Hopkins), e intenta liberarse de una sociedad burguesa, conservadora en plena era victoriana en un Londres de nieblas, luz de gas, carruajes lujosos, capas y sombreros de copa. Mamoulian plasma esa dualidad de ambos personajes, la mutación física mediante trucos ópticos y el montaje, con poderosos elementos expresivos como son los espejos, la utilización de la pantalla dividida contraponiendo a Muriel e Ivy, dos mujeres que muestran las dos clases sociales con respecto a las identidades de Jekyll y Hyde. Una extraordinaria reflexión sobre la condición humana.
El ser humano no puede, en ningún sentido, simplificarse a los conceptos de bueno y malo, por el clarísimo hecho de que todo hombre o mujer lleva dentro de sí cualidades, potenciales, defectos y restricciones, que afloran de tanto en tanto según sean las circunstancias en que se encuentre inmerso(a). Pueden, en cada persona, prevalecer unas u otras inclinaciones, pero en determinadas eventualidades, el hombre considerado bueno podría actuar como un déspota o un malvado, y el hombre supuestamente malo podría dar prueba de una bondad y una dignidad insospechadas.
Con rigor, no puede hablarse de que haya dos entidades opuestas que nos habitan y menos que éstas puedan separarse para que cada una viva independientemente con todos sus extremos. Pero si puede el hombre ser ángel de día y demonio de noche, cuando su polo oscuro posee tanta intensidad como su polo de luz. Objetivamente, el ser humano es una entidad tripartita: Espíritu, mente y cuerpo, con potenciales que, en primer término, permiten catalogarlo como un heredero forzoso. Hereda cualidades y talentos, debilidades y falencias que cultivó en vidas pasadas y al tiempo carga con rasgos de carácter que heredó genéticamente de sus padres y de los cuales le es muy difícil sustraerse. En este sentido, es que me atrevo a afirmar que todo hombre es, a su manera, un poseso.
El mal –como ya lo demostrara brillantemente Albert Einstein- no existe. Así como la oscuridad es solo ausencia de luz, el mal es carencia de entendimiento y alejamiento de la Unicidad. Pero nada de lo que el hombre pueda hacer, puede llevarlo a que pierda, definitivamente y para siempre, su legítima grandeza y su hálito de divinidad.
EL HOMBRE Y EL MONSTRUO es una novela relevante y una magnífica película, en el sentido de que nos induce a reflexionar sobre esos dos lobos (bueno y malo) que todos sentimos dentro y que, como dicen los hindúes, el que dominará en mi será aquel al que yo alimente .
Muy sabiamente, y distanciándose un tanto de los conceptos del siglo XIX de que se sirve el autor de la novela Robert Louis Stevenson, el director Rouben Mamoulian, nos recrea a Jekyll como el civilizado profesional (médico) de corazón grande, que decide jugar a alimentar sus instintos primarios y secretos, y así nace Hyde (asociable al inglés hide=oculto), el hombre primitivo (la caracterización física nos remite enseguida al hombre de Neardenthal) que, ajeno a la conciencia y al autocontrol, da rinda suelta a un afán posesivo, egoísta y malvado, que fácilmente se extralimita. ¿La pócima? Podría ser cualquier sustancia psicoactiva que produzca desinhibición y embotamiento de la capacidad de raciocinio.
El filme da cuenta, una vez más, de un director innovador y hábilmente recursivo (magnífica ambientación, efectos de maquillaje, composición de imágenes…) y es indudable que nos pone a pensar, muy en serio, sobre los misterios de la esencia humana.
En contra de los productores, que querían a Irving Pichel como protagonista, Mamoulian consiguió imponer a Fredric March (a quien ellos consideraban un comediante) y el resultado fue una magistral interpretación dual que terminaría galardonada con el premio Oscar. Y merecido reconocimiento a Miriam Hopkins –quien prefería en principio el rol de Muriel Carew, la prometida de Jekyll-, quien termina encantándonos y sorprendiéndonos como la coqueta víctima de los desmanes de Mr. Hyde.
Con todo, queda reconocer que, Rouben Mamoulian, ha logrado aquí una verdadera joya cinematográfica.
La vi por primera vez el 9 de julio de 2011. Y le di un 8, y no se lo merece, así que le subo 1 punto más porque me parece una de las mejores películas que he visto hasta la fecha (desde los inicios del cine).
Para empezar, es realmente la primera película de terror, la escena donde ataca a Ivy es terrorífica (si lo vemos con los ojos de 2018 no, claro está, hay que verla con los ojos o con haberse visto mucho cine desde los inicios hasta 1931 porque así se entienden muchas cosas).
Los efectos especiales sublimes, el efecto del espejo, aunque ya se haya utilizado anteriormente, está muy bien conseguido, el efecto de la cámara ser los ojos del protagonista está muy bien, aunque no le encuentro sentido, pero está muy bien. Y para acabar de los efectos, el que más me ha dejado impresionado, es el cambio del rostro del protagonista, que varias décadas después por fin reveló como lo hizo, y fue con maquillaje de diferentes colores y aplicando luces de esos colores hacía que se viera o no. Este efecto, en apareciencia sencillo, me ha facisnado.
También elogiar la cámara, con muy buenos planos, pequeños travellings pero hacían su efecto. Por primera vez se oye música o un efecto de sonido en el momento del primer cambio del Dr. Jekyll al Mr. Hyde. Y eso también me ha gustado porque en aquella época no se utilizaba efectos de sonido para remarcar una escena.
No hay ningún minuto de aburrimiento, en serio, es una película para tener en cuenta!!
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Como digo en el título, esta película es la mejor adaptación de la obra de Robert Louis Stevenson. Os recomiendo que primero os leáis el libro y luego veáis la película. La historia es buena, la dirección de Rouben Mamoulian es buena, y la interpretación de Fredric March es excelente. La película no podría exponer mejor la separación del bien y del mal en el ser humano, en este caso, del doctor Jekyll (la parte buena) y de mister Hyde (la parte mala). Ojala se hiciesen más películas como esta.