El halcón y la flecha
Sinopsis de la película
El Duque Urbis, alias El Halcón , ha secuestrado a la mujer y al hijo de Dardo (Burt Lancaster). Este noble ejerce, en nombre del emperador, una auténtica tiranía sobre los habitantes de los pueblos de Lombardía. Para vengarse de él, Dardo secuestra a su sobrina.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Flame and the Arrow
- Año: 1950
- Duración: 88
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Opinión de la crítica
Película
7.5
80 valoraciones en total
Film realizado por Jacques Tourneur. El guión, de Waldo Salt, sitúa la acción en un marco de hechos reales. Se rueda en exteriores de Corriganville y Ray Corrigan Ranch (Simi Valley, CA) y en los platós de Warner Studios. Es nominado a 2 Oscar (música y fotografía). Producido por Harold Hecht y Frank Ross, se estrena el 9-VII-1950 (EEUU).
La acción tiene lugar en la Lombardía (Italia), entre 1155 y 1190. El arquero Dardo Bartoli, La flecha (Lancaster), vive ajeno a los movimientos de resistencia contra la ocupación germánica, hasta que el malvado conde Urbis (Allenby) secuestra a su esposa y a su hijo Rudi.
El film es una celebrada obra de aventuras y acción, que incorpora elementos de drama, romance y comedia de humor. El guión parece cortado sobre el patrón de Robín de los bosques (M. Curtiz, 1938). La acción se desarrolla a un ritmo intenso, casi frenético, en torno a un personaje generoso, luchador y carismático, admirado por su habilidad como arquero. Es el ídolo de los niños y el líder del pueblo llano. El relato singulariza a varios personajes característicos: el anciano comprometido (Papa Pietro), el joven trovador (Apollo), el amigo fiel (el sordomudo Piccolo), el lider intelectual (farmacéutico Mazzoni), el ambicioso sin escrúpulos (marqués Alessandro de Granazia), el poderoso cruel (conde Urbis, El halcón ), la madre sacrificada (Nonna Bartoli), el hijo travieso y listo (Rudi), etc.
La historia es sencilla, se explica con trazos rotundos y con admirable concisión. Los diálogos son claros y breves. Los hechos se relatan con elegancia y suavidad, marcas propias del sello de Tourneur. El relato es colorista y alegre, traspira un acertado tono épico y exótico y está salpicado de humor. Reúne las características propias de un cuento: enfrenta el bien y el mal, el protagonista se comporta como un héroe sin dejar de ser humano, su oponente femenina es una mujer joven y guapa que ha de superar dificultades, el mal se manifiesta a través de personajes poderosos y malvados que simbolizan la crueldad y la ambición, el pueblo llano encarna el bien y lucha por ideales colectivos positivos e integradores (libertad, justicia…). Lancaster y su antiguo compañero de números circenses (Nick Cravat) ofrecen varias acrobacias sin dobles, que resultan brillantes y emotivas. Es memorable la escena de la batalla en el castillo. La acción se sitúa en tiempos de Federico I, Barbarroja , rey de Alemania (1152-1190), que en 1155 invadió Italia y en Roma se hizo coronar emperador por el Papa Adriano VI. Sus tropas destruyeron Milán en 1162.
La música, de Max Steiner, consta de 18 cortes, descriptivos y de acompañamiento. Sobresalen Main Tittle , Love Scene y Batle In The Castle . La fotografía, de Ernest Haller ( Rebelde sin causa , N. Ray, 1955), ofrece un diligente trabajo de cámara, más atento a la eficacia narrativa que a la espectacularidad. Incluye algunas escenas vertiginosas. Sombrea las imágenes con rojos y marrones intensos.
Recuerdo que esta película me encantaba cuando era niña, pero al volver a verla después de tanto tiempo me ha decepcionado. Me recuerda enormemente, en ese cócktail de época medieval, humor y aventuras acrobáticas, a Robin de los Bosques (1939) de Errol Flynn, pero opino que ésta última es muy superior a El halcón y la flecha, al igual que El Capitán Blood (1935) es muy superior a El Temible Burlón (1952), también del Burt Lancaster. El halcón y la flecha es, en mi opinión, demasiado infantil e ingenua para el ojo adulto, de ahí que haya perdido para mí parte de su encanto. Además, carece del ritmo trepidante de Robin de los Bosques y adolece de un argumento demasiado endeble. No obstante, merece la pena verla aunque sólo sea para ver las acrobacias de Burt Lancaster, el cual como siempre está estupendo.
El halcón y la flecha es uno de los paradigmas del cine de aventuras y uno de los títulos que encumbró al gran Burt Lancaster, permitiéndole llevar a la gran pantalla sus extraordinarias dotes para el mundo del circo.
Hay películas que adoro que a bastante gente no le gustan, directores que me entusiasman y comprendo que hay a quienes aburren, filmes que me apasionan y que soy consciente de que pueden no llegar a gustar. Pero con esta no: no conozco a nadie (ni creo que exista) a quien no le guste El halcón y la flecha. Más o menos, pero gusta. Y si redujeramos el cine a entretenimiento, a diversión, a quien aburra esta película (y no exagero) que vaya al psicólogo.
Filme de corte clásico y aroma a sábados tarde en la uno (de rtv, por supuesto), está caracterizado por un ritmo frénetico y altas dosis de humor, además de notarse la fiable mano del maestro Tourneur. Cuenta la revuelta contra el invasor protagonizada por Dardo y sus inseparables (especialmente Piccolo) en la Lombardía del siglo XII.
A destacar, evidentemente, la creación que lleva a cabo Lancaster de Dardo, una mezcla de Robin Hood y Guillermo Tell: mujeriego, atlético, algo soberbio, emanando una pulsión sexual que hasta a mí me vuelve loco.
A su lado, su compañero de acrobacias, Nick Cravat y una brutalmente atractiva Virginia Mayo (que al año repetiría género en El hidalgo de los mares, que tampoco puede no gustar. Bueno, la película y la Mayo).
El film será recordado, especialmente, por los números circenses protagonizados (sin dobles) por los dos actores y con los cuáles se habían ganado la vida, y por abrir una nueva vía en la futura carrera de Lancaster. Actor éste al que conviene reivindicar como uno de los más grandes.
Me cuesta darle la razón a la mayoría porque a veces, sólo a veces y aquí se da tristemente el caso, es difícil tomar distancia y pasar por alto todo lo necesario para poder ver bien una película como El halcón y la flecha . De momento soy el único que escribe en esta dirección, la negativa, y mis razones vienen de la mano de una imposibilidad de creerme nada de lo que he visto y pasar a divertirme porque sí con los números de circo de Lancaster y su compañía. Puede que el día de hoy haya sido el peor para ver esta película, puede que más adelante rectifique, pero hoy sencillamente, no me he podido dejar llevar. Los malos no dan miedo porque no parecen malos, cuando mueren o caen al suelo parecen fichas de dominó, uno detrás de otro, tan absolutamente alejado de la realidad que no he podido pasarlo bien, no, así nunca.
¿Ni Lancaster ni las acrobacias del personaje mudo precisaron de dobles? Puede que sea de un mérito personal incuestionable pero al fin y al cabo, ¿qué más da que sean ellos o no? ¿Eso hace mejor la película? No lo creo. El argumento es débil, sobra tanta sonrisa perfecta y los aplausos y las reverencias que merecen podrán venir de nostálgicos o directamente del público infantil. De mí, desde luego, no.
Este tal vez no sea el halcón milenario, pero lleva unos cuantos años acompañando tardes de sábado y cines de sobremesa, tantos que incluso llegamos a darnos cuenta de alguna que otra imperfección de esas que no veíamos cuando chavales. Termómetro de los años sin duda, que nos hacen ser más comedidos y no vitorear a voz en grito la flecha finalmente certera y triunfadora pero que nos ayudan a reconocer el talento y el talante cinematográfico de Jacques Tourneur, director que forma parte del club de mis magníficos, por trabajos en distintos géneros de esto del cine, westerns como Wichita, terrores atávicos como La mujer pantera, bélico como Días de gloria o Aventurero como El halcón y la flecha. Es cierto que también hay algún contra, pero los pros, como la mies, son muchos y aunque me faltan títulos ilustres de su filmografía por revisionar sigo reservándole el sillón T de mi particular Parnaso fílmico.
En harina, les diré que El halcón y la flecha me ha permitido muchas cosas. Por una parte retornar al pasado (asignatura pendiente no de Garci sino mía), por otra entrar casi de rondón en el maravilloso mundo del circo representado por Dardo y Piccolo, y por si fuesen pocas alegrías, disfrutar de una de las bellezas espejito, espejito más bellas del celuloide, Virginia Mayo. También, y por si esto no fuese en si, bastante, me ha permitido reflexionar sobre conceptos tan universales como el tiempo o la familia. Porque, se trataría sin duda de la típica película para ver en familia sino fuese porque los hijos se arriman más al halcón milenario y en lo que a cabriolas se refiere prefieren a Lara Croft antes que a un Burt Lancaster en desplazamientos tipo trapecio. Y es que, reflexiono, los tiempos han cambiado y las golondrinas, por mucho que se empeñe Becquer, no vuelven y si acaso lo hacen, cuelgan sus nidos en el balcón de la competencia.
Como verán los argumentos para ver esta película son suficientes. ¿Que le faltan efectos especiales? Le sobran habilidades naturales. ¿Que no hay carreritas de coches? Sinceramente, no las eché de menos. Los típicos tópicos de siempre. Buenos muy buenos contra malos muy malos. Chico, chica, beso final. Colorín colorado, y toda una caterva de niños chillones en el gallinero como recuerdo…