El grito
Sinopsis de la película
Después de ser abandonado por Irma (Alida Valli), Aldo (Steve Cochran) deja el trabajo y emprende un largo viaje por el norte de Italia. En su peregrinación conoce mujeres que comparten con él una sensación de inquietud y marginación: Elvia, una amiga resurgida del pasado, y la joven Virginia, que atiende una gasolinera y vive con su anciano padre en una oprimente soledad, Andreína, una prostituta que alberga, ingenuamente, la esperanza de encontrar un lugar en el mundo donde empezar una nueva vida. Con cada una de ellas, Aldo intenta establecer una relación.
Detalles de la película
- Titulo Original: Il grido
- Año: 1957
- Duración: 116
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Opinión de la crítica
7.4
43 valoraciones en total
Si en alguna ocasión alguien se planteara una serie de películas que expresaran con la mayor fidelidad posible lo que el existencialismo aportó al séptimo arte, estoy convencido que pocos ejemplos resultarían tan pertinentes como IL GRIDO (El grito, 1957), partiendo de un guión del propio realizador, en unión a Elio Bartolini y Ennio De Concini.
IL GRIDO es una obra llena de tristeza, pero al mismo dominada por una extraña serenidad. Desde los primeros minutos sabemos como culminará la misma, pero al mismo tiempo no dejamos de conmovernos en esa mirada que el protagonista girará hacia ese pueblo ordenado y tranquilo que ha decidido abandonar profundamente desengañado.
La singularidad de esta admirable película de Antonioni estriba en la capacidad de ser sensible y desesperanzado al mismo tiempo, de buscar el calor de la comunicación humana y asumir que no hay posibilidad de lograrla, de manifestar un contexto físico y natural casi fantasmal y en el mismo fotograma acercarse de una manera casi palpable a la sensualidad que esta manifiesta –a través de sus eternamente húmedos parajes-. El logro de articular con tanta sinceridad, hondura, sencillez y complejidad un estado de ánimo personal que culminará con un final tan trágico como buscado desde el primer momento, es sin duda la prueba más palpable de que el cineasta se encontraba preparado para depurar su visión del hecho cinematográfico hasta extremos más austeros y complejos.
Quinto largometraje de Michelangelo Antonioni (1912-2007) (La aventura, 1960), según guión escrito por el propio Antonioni, Elio Bartolino y Ennio de Concini, que se inspira parcialmente en el film Ossessione (1942), de Luchino Visconti. Se rueda en localizaciones del Valle del Po (Veneto y Emilia Romagna). Es premiado con el Nastro d’Argento (Silver Ribbon) a la fotografía y con el Golden Leopart del Festival de Locarno (Suiza). Producido por Franco Cancellieri para SpA Cinematografica y Robert Alexander Productions, se estrena el 11-III-1957 (Italia).
La acción dramática tiene lugar en el pueblo de Goriano y otras ubicaciones próximas del Valle del Po, entre el invierno de 1956 y el de 1957. Aldo (Cochran), obrero manual especializado en mecánica (mantenimiento y reparación de motores), trabaja en la planta de refinado de azúcar instalada en las proximidades de Goriano, donde convive con Irma desde hace unos 8 años, con la que ha tenido una hija, Rosina (Girardi), que cuenta 7 años. Llevan una vida modesta y con ciertas privaciones porque el salario de Aldo es muy justo y no disponen de otros ingresos. Aldo, de unos 35 años, es soltero, cuenta solo con el fruto de su trabajo para sacar adelante a la compañera y a la hija de ambos. Encarna la figura del proletario industrial sin relieve y sin pretensiones, explotado y mal pagado. Irma (Valli) hace los trabajos de la casa. Su marido se marchó a Australia en los primeros años de la posguerra. La tranquilidad y la placidez de sus vidas se ve alterada cuando Irma recibe la noticia del fallecimiento del marido. Alvia (Blair) es una antigua novia de Aldo. Edera (Payota) es la hermana de Alvia. Virginia (Grey) es viuda y propietaria de una gasolinera. Andreína (Shaw) es una prostituta ingenua y soñadora.
Con una admirable sobriedad y una espléndida economía de medios, Antonioni desgrana una intensa y emocionante historia de desarraigo, soledad y desamparo. Desde una perspectiva que observa la realidad sin prejuicios, sin sentimentalismos y desde la distancia, construye un relato que muestra con fuerza y vigor la desolación que se apodera del espíritu de un ser humano abandonado, privado de afectos y atormentado por la soledad y antiguas frustraciones. Construye en torno al personaje una atmósfera densa y penetrante de tristeza, melancolía y desolación. La narración se apoya en el uso de varios recursos adicionales al discurso principal, como luces dispersas, paisajes dominados por la niebla, escenas lluviosas y perspectivas amplias, profundas y desoladas. Añade trazos que ponen de manifiesto la tensión que se da entre progreso y bienestar, desarrollo tecnológico y arraigo humano en la sociedad, el trabajo y el medio natural.
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Intro.
Película embrionaria, transición hacia un cine tránsfuga de emociones explícitas, recurriendo ya –aunque sea boceto- a la ataraxia y la composición simétrica de una imagen de problemática interior, anímica, pese a la obviedad melodramática que aún se aprecia en Il grido.
Evolución.
Pese a una estética reconocible de su primera etapa, se insinúa un incipiente silencio de paisaje ultramundano, el vacío de profundidad de campo (el campo roturado, el travelling de zanja, la toma distanciada), se reincide (lo ensaya en Las amigas o La señora sin camelias) en la soledad y decepción romántica (la propia inconcreción de los sentimientos aún sin depurar), la maquinaria industrial desenmascarando la claustrofobia vital, la partitura extradiegética ajena al contenido emotivo de la narración y, sobre todo, la estructura narrativa errabunda y determinista, de esquematismo aparente, alimentada mediante reiteraciones que habrán de eclosionar en La aventura como auténtico leitmotiv.
Título.
El título del film, Il grido, alude al contraste entre la acción y el laconismo, la catarsis explícita que promete el título en contraposición a una película que muestra cansancio y la rendición material de los objetos y los rostros. Un título que remarca un contraste tan abrupto como el de La aventura.
Neorrealismo.
Ajena al mecanismo neorrealista pese al mundo obrero y rural de posguerra en que se ubica –el personaje principal no es un burgués pero en cierta forma sí lo es el film, típica acusación a Antonioni, ya que su universo obliga a un individualismo donde las reivindicaciones y expropiaciones son mero contexto- la película ha de entenderse como proceso evolutivo tendente a la abstracción del autor nacido en Ferrara y, no hace tanto, muerto en Roma.
Masculin, féminin.
Es curioso el protagonismo de un personaje masculino. Lo podemos comparar con la mayor lucidez de la psique femenina si contrastamos a este Aldo de El grito con posteriores protagonistas de Antonioni (M. Vitti, fundamentalmente) que pese a deambular también por la incomprensión de los sentimientos parecen capaces de algo de penetración en lo que les rodea, ya que no merodean apáticamente en su propia indolencia sino que agarran, luchan desde su condición de entrega romántica y fracasan, o bien se mantienen quietas, asumiendo un desengaño que desborda el entendimiento.
Uno ve y disfruta películas de la postguerra italiana. El limpiabotas , Ladrón de bicicletas … le dejan a uno clavado en la butaca. Emoción, pasión algunas veces, sangre del sur que brota y anima historias muy tristes pero a la vez cargadas de humanidad. Caras tristes, curtidas, anónimas.
Después uno se pasea por la nouvelle vague, con películas a bote pronto correosas, que da algo de pereza verlas pero que a la que uno se zambulle en ellas acaban siendo una delicia en forma de conversaciones, pensamientos, imágenes. Mi noche con Maud , por ejemplo. O los rostros de Anna Karina y Jean Seberg.
Y en esto que uno se encuentra con El grito y descubre una obra de arte en la que se combinan elementos de las dos escuelas: el humanismo, los desastres de la guerra vistos a la italiana, junto con la introspección, la soledad existencial francesa.
Un hombre prácticamente echado de casa que huye, huye adelante en busca de un algo que realmente está dejando atrás. Corre, viaja, escapa, intenta amar, pero infructuosamente: su corazón, su vida, su todo, solo puede verlo por el retrovisor.
Desconozco si hay películas de trazo similar. Leo que la escuela de Antonioni no tuvo demasiados discípulos. Sea como fuere, a mí me pareció un descubrimiento delicioso en que se hermanan las dos esperanzas blancas del cine europeo de los cincuenta: el neorrealismo italiano y la nouvelle vague francesa.
Te la recomiendo.
La neblinosa e industrial comarca del Po, en el norte de Italia. Al verse abandonado por su pareja, un trabajador de una fábrica emprende, junto a su hija, un vagabundeo que le llevará a reencontrarse con una antigua novia y a tener relaciones fugaces con otras mujeres, ninguna de las cuales logrará llenar su vacío y su soledad. El desengaño amoroso y la huida como modo de dar sentido a una existencia que se ha vuelto intolerable e injusta es, pues, el tema central de esta película, aunque Antonioni lo aborda con sutileza y evitando caer en el sentimentalismo.
Los nebulosos paisajes invernales parecen reflejar la oculta desolación del errabundo protagonista, un Steve Cochran rescatado por Antonioni de sus papeles secundarios de vaquero o de gangster en el cine de Hollywood y que resulta bastante creíble en su papel de desengañado obrero italiano. Pero el destino de su personaje sería superado por la realidad algunos años después de la participación de Cochran en El grito , cuando falleció mientras navegaba en un yate por la costa de Guatemala y sus acompañantes femeninas quedaron a la deriva durante días hasta que fueron rescatadas.
La sugestiva banda sonora con resonancias de Satie o de Chopin -más presente aquí que en otras películas de Antonioni- así como la magnífica fotografía del gran operador Gianni de Venanzo -autor de la fotografía en otras películas de Antonioni y de 8 1/2 de Fellini- ayudan en la creación de la atmósfera melancólica de una película que, sin alcanzar las cotas magistrales y la sofisticación narrativa y técnica de la La Aventura y las que siguieron, está llena de matices en la descripción de los diversos personajes y en las relaciones entre ellos.
Uno de los elementos estilísticos que se repite es el juego visual entre el interior de las casas y el paisaje, tal vez una metáfora de la dicotomía entre el mundo anímico de los personajes y el mundo que les rodea. Y así, aparecen a menudo puertas abiertas y ventanas a través de las cuales se vislumbra el nebuloso exterior y viceversa (característica que adquirirá en La aventura rasgos aun más acentuados). Los ecos del neorrealismo también planean sobre la película, tanto la descripción de la vida de la gente humilde, como la pareja formada por el protagonista y su hija, recuerdan a la inolvidable obra maestra de De Sica Ladrón de bicicletas .
En mi opinión es una película conmovedora y profunda que vale la pena ver, y que gustará no solo a los seguidores de Antonioni (que debemos ser más bien pocos), sino a los amantes del buen cine en general.