El gran desfile
Sinopsis de la película
Jim es un niño rico que nunca ha trabajado. Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, Jim, presionado por su novia, se alista junto a otros dos jóvenes, Bull y Slim. Cuando llegan a Francia se dan cuenta de que la guerra no es lo que esperaban. Película muda cuya estética la convertió enseguida en todo un clásico del séptimo arte.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Big Parade
- Año: 1925
- Duración: 126
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Opinión de la crítica
Película
7.9
89 valoraciones en total
Algo acerca de mí:
Nunca he sido una persona de lágrima fácil, ni en la vida real, ni mucho menos con las películas.
Algo acerca de esta película:
Nunca pensé que una película muda pudiera hacerme llorar… Tampoco exageremos, no me refiero a lágrimas y mocos, pero debo reconocer que en tres escenas de esta película se me han humedecido los ojos.
Un breve resumen:
Jim es un joven americano de buena familia que se alista en el ejército americano y es destinado a Francia durante la Primera Guerra Mundial. Allí conoce una francesa de la que se enamora poco antes de ser enviado al frente.
Entrando en materia:
En esta película de dos horas pueden distinguirse claramente dos partes, una por hora.
En la primera parte (primera hora) estamos ante la típica comedia romántica que no tiene nada de típica cuando te das cuenta de que estás ante un filme de 1925. Es decir, que donde dije típica debería haber dicho pionera .
La segunda parte (segunda hora) incide más en la parte bélica de la historia, sin dejar nunca de lado el conflicto amoroso planteado en la primera parte, pero obviando completamente todos los guiños cómicos de la primera hora.
El final, posiblemente previsible, seguramente lógico, logra emocionar al espectador (al menos al firmante). Y dado que la historia, no nos vamos a engañar, tampoco es nada del otro mundo, me atrevería a decir que el éxito de esta película debería recaer en el buen hacer de su director, King Vidor, y de su todopoderoso productor de la época, Irving Thalberg.
En resumen:
Algo que suelo decir de muchas películas mudas, pero que en este caso se mantiene más que nunca: Si esta película fuera de 2005 sería un pestiño insoportable… Pero tiene 80 años a sus espaldas. La sensación para un espectador contemporáneo al verla es la de dejà-vu, pero de un modo diferente… Sí, conozco la historia… pero ahora también conozco los orígenes de la misma.
Cuando ya había realizado una veintena de películas, King Vidor sintió que ya estaba preparado para hacer películas grandes (como las que hacía David W. Griffith) que tuvieran una larga permanencia entre el público y en la historia cinematográfica. Hecha la propuesta al productor Irving Thalberg, éste aceptó que empezara con una película de guerra y mencionó lo mucho que le había gustado la versión teatral de What price glory, añadiendo que podía contratar al escritor, Laurence Stallings, para que les hiciera una nueva historia.
Con la entusiasta aprobación de Vidor, Stallings -que había perdido una pierna mientras peleaba en Francia durante la Primera Guerra Mundial- fue contratado de inmediato, y basado en su obra autobiográfica Plumes (1924) y en una serie de conversaciones con el director, comenzó a surgir el guión definitivo, siendo esta la génesis de una de las más exitosas y bien realizadas películas bélicas que se hayan hecho en la historia del séptimo arte.
Se escogió como protagonista a la estrella John Gilbert, quien desde aquí entraría a reemplazar a Rodolfo Valentino como el gran ídolo de las damas. Y para el rol de Melisande, Vidor eligió a la francesita Renée Adorée, una morena de azules ojazos que desbordaba alegría… y que mantuvo al director fascinado con ella durante todo el rodaje. A continuación, Vidor la contrataría de nuevo para La Bohème, pero le quedaban pocos años de vida a la linda Renée quien, con apenas 35 años, fallecería de tuberculosis.
A la luz de la ágil edición y de los descrestes técnicos que podemos tener en la actualidad, EL GRAN DESFILE puede resultar ahora un tanto lenta y rezagada, pero quien sepa ubicarse en su momento histórico y sea capaz de captar toda la humanidad que guarda dentro de sus magníficas imágenes, seguro entenderá que estamos ante un clásico del cine absolutamente apreciable. Y hay que ver ¡cuantas películas han bebido de esta fuente desde entonces!
Vidor quería hacer una película honesta acerca de la guerra, y a fe que lo logró, pues recrea su historia desde el punto de vista de soldados rasos, con sus miedos, sus repulsas, su mayor interés en divertirse que en pelear con nadie… y con sus repentinos momentos de valentía cuando sienten que los alemanes (u otros cualquiera) tocan con sus amigos. Sus banderas son la amistad y la unión entre los pueblos.
Hay momentos maravillosos, de gran belleza plástica y pletóricos de poesía, como la partida de Jim para ir al frente, mientras Melisande le busca desesperadamente, o ese otro instante en que Jim tropieza en una trinchera con un soldado alemán que se encuentra moribundo. El drama, la comedia y una magnífica escena de batalla (complementada, a capricho de Thalberg, por el director George Hill) se conjugan para darnos un filme de gran relieve que, hasta la realización de Lo que el viento se llevó (1939), permanecería como el filme más taquillero de la MGM, siendo además el filme mudo que más recaudara en toda la historia: ¡22 millones de dólares, solo durante su estreno mundial!
Valga resaltar la magnífica partitura de Carl Davis -agregada al filme en 1988-, con la cual éste recobra una notable majestuosidad en sus escenas de batalla.
Con EL GRAN DESFILE, ya no quedaba duda: King Vidor era uno de los grandes.
Vidor llevaba ya en su mochila 29 films cuando su amigo y productor de la MGM Irving Thalberg le consiguió algo más de la media del presupuesto general de producción de la Metro para esta cinta y también para The Merry Widow de Stroheim, para compensarle en este caso los tijeretazos que le metió a Esposas frívolas . Ambas cintas curiosamente protagonizadas por John Gilbert.
La unión de Thalberg y Vidor dió como resultado una cinta redonda desde todos los puntos de vista, aunando, calidad, critica social, amor, humor, espectacularidad y sobre todo un rendimiento en taquilla de quince millones de dólares de la época, que apuntalaron a Vidor para seguir con holgura una carrera que le llevó al olimpo de los grandes.
La cinta, quizás pasada un poco de metraje, ya que a mi juicio el director se recrea demasiado en la comedia romántica que ocupa buena parte de la primera hora, por mucho que funcione la química entre Gilbert y la estupenda Renee Adoree, funciona como alegato antibelicista sin perder comercialidad y entretenimiento. La sociedad acomodada que repite una y otra vez a lo largo de la historia su entusiasmo por mandar a sus hombre a las guerras en busca de honor, victorias y aventuras sin escarmentar ante el horror y la muerte que estas le devuelven, la camaradería con los compañeros que no entiende de clases sociales, el descubrimiento del amor pasional en contra del acordado familiarmente, y la cruda realidad del frente con su carnicería indiscriminada y sus actos de odio, heroísmo y compasión. Todo tiene cabida en la cinta de Vidor, sirviendo de modelo a seguir para tantas y tantas cintas que tomarán ejemplo e inspiración en este trabajo.
Un clásico.
Seguramente, es una peli pionera del cine bélico tal y como hoy lo entendemos. El gran desfile es un film que seguramente fue una gran producción en su época, y que a día de hoy aún mantiene intacta la fuerza y el ritmo de una historia bien narrada. Aunque la primera media hora puede resultar hoy un tanto insulsa, con un planteamiento tópico de folletín y un sentido del humor bastante previsible, la tensión va in crescendo hasta el final. Curiosamente, la historia tiene dos partes claramente diferenciadas, pero la transición de una a otra es perfecta y en todo momento el argumento mantiene una continuidad e hilación sorprendentes. La película combina perfectamente la comedia, el drama y la tragedia, no excluye el debate social y transmite un mensaje claramente antibelicista propio de las mejores historias de guerra . Pero, sobre todo, es una película de formas muy cuidadas, con unas cuantas escenas que llegan a lo más hondo del espectador. Lo que destacaría de El gran desfile es la solvencia de King Vidor tanto en las divertidas escenas puramente de comedia (muy buena la escena del barril), como en el retrato psicológico de los personajes, como el encuadre, como en las puramente románticas… El momento de la despedida cuando Jim ha de ir al frente es antológica, con Renée Adorée agarrada al camión y finalmente llorando con el zapato de su amado apretado contra el pecho. Y, sobre todo, me ha sorprendido la modernidad con la que están filmadas las escenas bélicas. Iluminación, efectos especiales, fotografía, interpretaciones medidas… Vaya, que he disfrutado
Tratándose de uno de los títulos clásicos del cine bélico, a muchos espectadores puede sorprenderles que, en la práctica, sólo unos 45 minutos se dediquen a mostrar la guerra en toda su crudeza. En efecto, el resto de la película -toda la primera hora y el final- aborda otros aspectos, centrándose en el protagonista y en su historia de amor, enmarcada en una idílica y frecuentemente cómica retaguardia.
Es inevitable percatarse de la influencia que ha ejercido Vidor en el cine posterior, y algunas secuencias de este filme son buen ejemplo de ello (más allá de las propiamente bélicas, imitadas hasta la saciedad, me hizo gracia una en la que Renée Adoré besa a John Gilbert allí donde este le indica que se ha lastimado, una idea que retomará Spielberg en Raiders of the lost Ark ). Como es habitual en su cine, presta especial atención a las posturas individuales en momentos de crisis o trascendencia, y trata siempre de hallar motivos para la esperanza, incluso en las circunstancias en las que esta parece imposible (véase el soberbio plano secuencia en el que el protagonista queda inmovilizado en un hoyo junto a un enemigo moribundo, la actitud que adopta entonces es hermosísima, un punto y aparte en medio de una guerra que, más allá de ese hoyo, marcha implacable, sin espacio para la compasión o la comprensión del otro ).
Aunque no tan perfecta en su desarrollo argumental como The crowd , la película transcurre con perfecta naturalidad visual, logrando Vidor su habitual penetración de los personajes y las claves en las que se mueven, resulta curioso también que el conflicto es presentado como un medio de igualación social, en el que las distinciones y el clasismo desaparecen, transformando a los indivíduos, como se aprecia en el caso del protagonista (un rico y holgazán heredero) y sus dos amigos (pertenecientes a las clases trabajadoras). Las interpretaciones son fabulosas, otro rasgo habitual de las películas de Vidor, que saca lo mejor de los actores, y en particular de las actrices, como ocurre en este caso con Renée Adorée, fantástica y encantadora, especialmente en el antológico plano secuencia del chicle, en el que comicidad y romanticismo se mezclan a la perfección.
Respecto al fragmento puramente bélico, constatar su brillantez formal, su calculado ritmo (siempre in crescendo en dramatismo) y su atractiva fotografía, constituye un gran acierto situar la acción en medio de la noche, lograndose unos efectos soberbios alternando explosiones y oscuridad, movimiento y espera. Además, y desde un punto de vista puramente práctico, tanto la oscuridad como los destellos sugieren la realidad del bombardeo evitando mostrarlo, decisión que, atendiendo a los recursos de la época, es del todo afortunada.
Nada diré del final salvo que, efectivamente, huele a Thalberg , y que en cualquier caso, más allá de gustos personales, cierra eficazmente esta gran película.