El dulce porvenir
Sinopsis de la película
Adaptación de El flautista de Hamelin . Un autobús escolar se despeña montaña abajo y se hunde en un lago helado. En el accidente mueren todos los niños del pueblo. El abogado Mitchell Stevens se entrevista con los padres, reabre sus heridas del pasado y les propone llevar el caso a los tribunales.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Sweet Hereafter
- Año: 1997
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
7.3
66 valoraciones en total
En 1990 INGMAR BERGMAN dijo: Tengo la sensación de que en Persona he llegado al límite de mis posibilidades. Que en plena libertad, he rozado esos secretos sin palabras que sólo la cinematografía es capaz de sacar a la luz .
He aqui la pura comprensión artística de la propia cinematografía, y es explotando precisamente este hecho el que hace diferenciarla del resto de las artes, una mezcla de todas, una moderna arma …
Atom Egoyan comprendió esto y hace de sus peliculas ejemplos narrativos de belleza filmica… sosegado… mostrando… provocando… y al fin y al cabo (q es de lo que se trata) despertando sensaciones sensibles, solo para aquellos capaces de asimilarlo.
¡Les prometo… que perseguiré y destaparé a aquel que no cumplió con su obligación, al responsable de esta… tragedia!
EL DULCE PORVENIR
Gran film canadiense este El dulce porvenir de Atom Egoyan. A pesar de tener tintes de extremo dramatismo, la película ni se hace pesada ni deviene en un llanto permanente. Lo más curioso y original de la película es el tipo de edición o montaje que el director ha querido utilizar. El resultado es una historia explicada no lineal mediante la sucesión de seqüencias rodadas con una intención temporal distinta. Así, podremos conocer como si se tratara de una historia contada linealmente y en presente, la vida del abogado que interpreta Ian Holm (sublime en esta película) cuya familia no está atravesando una buena temporada, el suceso del accidente que sacudió el pequeño pueblo (desconocido en el fondo aunque da la impresión de poder llevar mil y un nombres) canadiense, y, finalmente, la visita que le hace el abogado a su hija cuyo viaje en avión ocupa toda esta parte.
Me gustaría destacar, de las 3 partes o divisiones de la película, la que constituye el viaje en avión. Durante el trayecto, el abogado mantiente una interesante y acogedora conversación con una chica. La capacidad para suggerir y evocar de Egoyan durante el recuerdo del abogado es formidable.
Por último, me gustaría resaltar también la interpretación de la joven y también canadiense Sarah Polley (que por entonces contaba con sólo 18 años), actriz que vemos con freqüencia en el cine de la catalana Isabel Coixet. Viendo la película no he podido evitar acordarme de Coixet, tal vez debido a Polley, que no es una actriz muy famosa por aparecer en films comerciales, aunque también debido a la cantidad de dramatismo de la película. Tengo mucho respeto por Coixet y me parece una buena directora de cine pero, como guionista o, simplemente, explicando una historia, me desagrada. Sus dramas me parecen demasiado recargados y poseen una intencionalidad muy clara de hacer llorar, por los medios que sea, al espectador. Ya no es sugestionar, ya no es evocar, Coixet parece que te obligue a pasarlo mal y a tener que derramar lágrimas por obligación. Egoyan, sin embargo, construye una historia con el mismo nivel de dramatismo pero, a diferencia de la catalana, no resulta tan pesado ni pretenciosamente cargante.
En definitiva El dulce porvenir me parece un drama interesante, bien escrito, bien interpretado aunque, sin duda, lo mejor es la manera de plasmarlo en la pantalla.
De nuevo Egoyan recurre a retorcer el tiempo (pasado y presente nos asaltan constantemente, avanzamos, retrocedemos…) para contarnos así una compleja historia sobre complejos sentimientos (ira, venganza, tristeza, desesperanza, superación de la tragedia, recuerdos, arrepentimientos…). Nada del esquematismo con que normalmente el cine trata estas cuestiones. Sin embargo esta vez la estructura de la historia no es confusa.
El montaje y los lentos y lánguidos movimientos de cámara encajan particularmente bien con la fotografía (contraste de colores, el blanco pureza, luz cálida en ocasiones…), el realismo en la representación de los sentimientos, la onírica música, las interpretaciones, la historia que se nos cuenta (que no voy a repetir, ya está en las opiniones anteriores) y con la forma casi hipnótica que tiene este director de construir las emociones. Muy bien estructurado el guión y el montaje (evitando una menos sugerente linealidad en el desarrollo de la historia).
Los personajes están construidos a partir de las contradicciones, apariencias, dobleces… No son meros arquetipos. El gran problema, creo, es que el personaje de Nicole no engancha, sus motivaciones las conocemos, pero no las sentimos como propias. La razón es la complejísima forma de trazar al personaje (mezclándolo con el Flautista…). Al contrario que el abogado, perfilado de una forma más convencional (hija drogadicta, recuerdos de su niñez, la manera que tiene de fomentar el odio en sus posibles clientes etc.).
Sin embargo esto también es una apariencia ya que, aunque en un primer visionado puede pasar desapercibido, el personaje realmente interesante es el de Nicole. El personaje en el que la relación con el Flautista… es más intensa, bella y desgarradora. Sus motivaciones están contadas de forma realista y poética a partes iguales, y esto descoloca bastante.
Una película para analizar en profundidad (abre muchísimos frentes). ¿Problema? Atom Egoyan nos hace reflexionar sobre un tema y corre el riesgo de no emocionar. Sabes de qué habla, hay belleza en ocasiones, los actores fantásticos, del ritmo irradia un lirismo nada despreciable, gran empleo de la imagen para evocar lo que se quiere contar, lo del flautista de Hamelin y su relación con la historia a mí sí me ha gustado (llevándose a los niños a ese Sweet Hereafter)… Pero al final ni nudo en la garganta, ni manos agarrotadas. Ganas de pensar en lo que has visto y poco más. Y reflexionar está bien, pero emocionarse es aún mejor.
…
Esta película puede gustar y despertar rechazo por las mismas razones. Porque su temple lento a lo largo de las imágenes puede emocionar a algunos y crispar hasta el extremo a otros. Su ritmo es comedido y las interpretaciones soberbias.´
Es una película que me transmitió una serie inenarrable de emociones distintas. Me recordó al dolor de cuando me dejó mi novia, la soledad de después y esos vacíos que quedan en el alma cuando se ha perdido al ser querido.
Todo resumido en una metáfora salvaje y cruel. Un autobús lleno de todos los niños de un pueblo hundido bajo el hielo. Esto deja a ese lugar en el limbo, en el vacío más absoluto, sin esperanza ni futuro.
Y si te has sentido así alguna vez y has perdido a alguien querido (no pérdida física, basta con que haya distancia emocional con él) puedes pasarlo mal viendo esta película.
La vida es un caramelo a veces amargo.
No resulta fácil defender un drama como lo hace Egoyan renunciando a casi todos aquellos recursos de manual sobre los que navegaría cualquier director de tres al cuarto para narrar tan espeluznante tragedia. Para que nos entendamos: El dulce porvenir sintonizaría mucho más con Coixet que con Von Trier. Salvando las distancias, claro. El planteamiento de Egoyan es cálido, intimista. Equidistante entre la lagrimita y el aspaviento.
Coincido con otros usuarios en que la peli anda justita de emoción. Sin embargo, precisamente en esa tesitura radica el acierto de la propuesta del canadiense. En la contención, en la entereza, en el aplomo. La procesión va por dentro. Egoyan traza una historia paralela a la de la tragedia escolar mediante contadas pinceladas que nos muestran la deteriorada relación del abogado protagonista con su hija seropositiva y yonkie. El letrado se encargará de meter el dedo en la llaga, de encauzar la ira de unos lugareños acostumbrados ancestralmente a fagocitar su fatalidad de puertas hacia dentro.
A esa historia dual se le agrega como referencia constante el cuento de El flautista de Hamelin. Si a ese proporcionado tríptico le adjuntamos la música y la fotografía idónea, el resultado es, como poco, satisfactorio. Altamente satisfactorio, diría yo, visto ese inesperado final.
Ian Holm, además, se merece las dos orejas y el rabo. Palabra.