El discurso del Rey
Sinopsis de la película
El duque de York se convirtió en rey de Inglaterra con el nombre de Jorge VI (1936-1952), tras la abdicación de su hermano mayor, Eduardo VIII. Su tartamudez, que constituía un gran inconveniente para el ejercicio de sus funciones, lo llevó a buscar la ayuda de Lionel Logue, un experto logopeda que intentó, empleando una serie de técnicas poco ortodoxas, eliminar este defecto en el habla del monarca.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Kings Speech
- Año: 2010
- Duración: 118
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Opinión de la crítica
Película
7.4
88 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Adrian Scarborough
- Andrew Havill
- Anthony Andrews
- Calum Gittins
- Charles Armstrong
- Claire Bloom
- Colin Firth
- David Bamber
- Derek Jacobi
- Dominic Applewhite
- Eve Best
- Geoffrey Rush
- Guy Pearce
- Helena Bonham Carter
- Jennifer Ehle
- John Albasiny
- John Warnaby
- Michael Gambon
- Orlando Wells
- Patrick Ryecart
- Paul Trussell
- Ramona Marquez
- Richard Dixon
- Robert Portal
- Roger Hammond
- Simon Chandler
- Tim Downie
- Timothy Spall
Fíjese en esos planos de un micrófono en el arranque de El discurso del rey. En el aire que otorga Tom Hooper arriba, a la izquierda y derecha, como coordenadas de aquello que vamos a ver. Esos planos se repetirán sobre Lionel Logue, un socarrón e insolente terapeuta de trastornos del habla, interpretado por un genial Geoffrey Rush y, sobre todo y en concreto, en todo lo relativo al personaje principal: Alberto Federico Arturo Jorge de Windsor, más conocido como Jorge VI o Bertie para los amigos.
Fíjese en el papel que adorna y completa el fondo y paredes de los planos anteriores. La evolución del mismo, su tonalidad cada vez más clara desde esa destartalada, quebrada y rota pared en el despacho de trabajo Lionel hasta el del hogar y un último recubrimiento protector sobre el lugar donde se va a realizar el discurso. Esa minuciosidad en la puesta en escena, como esa absorbente niebla que dispersa la unión y amistad como funcional anticlímax, es una de las claves para comprender el progreso de un paciente que se transforma en amigo y que, finalmente, se convierte y hace Majestad.
Más allá de una sport movie o show movie de preparación mediante ejercicios cómicos, singulares y chocantes, por razón del ritual ‘Pigmaliónico’ y la regresión psicológica-freudiana, El discurso del rey supone una antítesis en la consecución de objetivos de su protagonista. Por un lado, tiene que intentar dar un discurso sin tartamudear que le convierta en un líder en tiempos adversos. Eso supondría un triunfo personal, aplausos y la edulcorada fraternización habitual del género. Pero por otro lado, llega el drama: el discurso trata sobre la entrada de Inglaterra en un conflicto bélico de dimensiones mundiales. Esa interesante dicotomía sobre un héroe que no quiere ni pretende serlo supone un alejamiento sobre ciertos estándares trillados y un acercamiento a la humanización monárquica vista en exitosas cintas como The Queen (con Oscar para su actriz principal y reclamo a la corona para papá en la ficción).
El contrapunto a lo dramático lo ejerce la comedia voluntariosa por ver a un Rey espetando tacos, cantando y haciendo ejercicios dignos de la mejor funambulesca. No se engañen porque su éxito en Toronto y en las decenas de premios que va a recoger se debe a factores clave que van desde su humildad en el presupuesto (quince millones de dólares), la punzante melosidad de los diálogos en un libreto notable, la expresiva propaganda revolucionara que comenzaría con la radio y el cine hasta un sutil y atenazado contexto histórico con un Eduardo VIII con tendencia por el exceso, las mujeres doblemente divorciadas y suaves, sedosos y sinuosos claveles nazis de florero.
Colin Firth y Geoffrey Rush están tan soberbios que la abdicación como rendición por parte de sus competidores está perdonada con la amnistía. Lo hacen tan bien que hasta John Lydon de los Sex Pistols, después de ver la película, hubiera tartamudeado al cantar ‘God Save the Queen’.
Es una película que se debería ver en versión original ya que el tema principal es la tartamudez del protagonista, Bertie, de modo que con el doblaje se perderán muchos juegos de palabras que realiza junto con otros ejercicios para superar su defecto. En ese sentido me ha recordado ligeramente a My Fair Lady. Pero no sólo de tartamudez trata la película, este problema sirve como excusa para indagar en cosas más interesantes como el cómo nos afecta lo que espera de nosotros la sociedad, los traumas de nuestra infancia, o la enorme responsabilidad y carga que es ser rey sin querer serlo.
La escena inicial es imponente y llena de fuerza. Un micrófono en primer plano, el cortante silencio en las gradas de un gran estadio, y los ecos de todos los pequeños sonidos que articula, voluntaria o involuntariamente. Un duque, hijo del rey y hermano de su sucesor, va desnudándose conforme avanza la película, permitiendo al espectador conocer las razones de su inseguridad y ahondando en su problema y lo que este supone. El espectador siente la angustia del tartamudo, que tiene que vivir con su defecto desde que se levanta hasta que se acuesta y que ha condicionado su vida desde su infancia.
La interpretación de Colin Firth es sublime. Como hace de tartamudo, se nota que ha tenido que trabajar muchísimo para que su papel sea creíble (y realmente lo es). Seguramente le darán el oscar, ya estuvo a punto de conseguirlo el año pasado y con esta peli estoy convencida de que se lo llevará a casa. Obtuvo siete nominaciones a los Globos de Oro, más que La red social y Origen, de modo que os la recomiendo.
Hay que verla también por apreciar el British accent, porque Colin Firth lo borda y hace un papelón, y por conocer además un poco la historia inglesa del siglo XX de los años 20 y 30.
Si esta película hubiese sido ejecutada por cualquier otra nacionalidad, podría acusársele de pretenciosa y de buscapremios, pero como es inglesa y se da el caso que estas películas los ingleses las hacen como el que se pone una camisa Harvie & Hudson hecha a medida en la mejor tienda de Oxford Street, nos hallamos ante un claro ejemplo de drama de época británico serie media.
Por supuesto los dramas británicos de época ya cuentan con seis estrellas de base en la puntuación, porque siempre reúnen tres requisitos indispensables para una buena película: actorazos de caerse de espaldas, ambientación de caerse de espaldas y una historia que en manos americanas hubiera provocado una debacle del kleenex en todas las multisalas, pero que siendo inglesa, invita más bien a enjugarse discretamente una furtiva lágrima con un pañuelo de encaje.
El discurso del rey , tan afín a la apreciable La locura del rey Jorge narra los acontecimientos que provoca la abdicación de Eduardo VIII en favor de su tartamudo hermano Jorge VI. En realidad lo narrado no va más allá de una anécdota histórica: el rey tartamudo contrata a un especialista del habla con cuya ayuda consigue salir más o menos del paso el día de su coronación y gracias al cual consigue ejecutar uno de los mayores retos de su vida: dar un discurso completo el día que Inglaterra le declara la guerra a Alemania. Una se pregunta si teniendo el rey este problema y no existiendo televisión por aquellos momentos, no hubiese sido más sencillo que un negro de voz le hiciese el papel a través de la radio, pero según la película, Jorge VI fue un tío legal y se las vio y se las deseó para poder dar él mismo sus propios discursos.
Resulta admirable que en una película cuyo tema central es el habla, se preste tanta atención al lenguaje visual como al lenguaje oral, evitando la tentación de lo teatral, tan cara a la cinematografía inglesa. Además los rostros de Colin Firth (qué mirada más angustiada y angustiosa) y de Geoffrey Rush convierten en innecesarias las explicaciones. Dos grandes actores que se bastan por sí solos para dar vida a la función y bien arropados por un excelente reparto en el que destaca una enamorable Helena Bonham Carter y el majestuoso Michael Gambon como el padre del rey fallido y del rey tartaja.
Mucha calidad y poca sorpresa para un discurso del rey que veremos si en los próximos meses se transmuta en un discurso de Oscar.
Una de mis tradiciones en nochebuena y navidad es aprovechar la ocasión para coger un resfriado. Ese resfriado oportuno me exonera de la responsabilidad de aguantar la alegría de la nochebuena y el cansancio de la navidad, pudiéndome ir a la cama cuando quiero para curar el catarro. Una vez pasada la festividad de la gula, procuro aprovechar la tarde para ir al cine. Este año le ha tocado al discurso del rey.
Tienen los discursos unas connotaciones curiosas en las personas, pues nos sentimos atraídos por la necesidad de saber cómo piensan nuestros líderes sobre los temas que nos preocupan, y no solo es importante lo que dicen sino como lo dicen, aunque en la actualidad hay auténticos expertos en escribir lo que queremos oír y una casta política que hace exactamente lo contrario a lo que predica. Al final, como todo en la vida, nos quedamos con un detalle, una cita, una frase, que es la importante y estamos a llegando a un punto que hasta para decir las mayores majaderías se adopta un tono solemne y artificialmente afectado.
El discurso del rey no deja de ser una película previsible, en la cual se intenta lavar la imagen de la maltrecha monarquía inglesa, salvando a Jorge VI (padre de la actual Isabel II) de la quema por conspirar contra su hermano y birlarle la corona, contando su historia de superación personal con respecto a la tartamudez y haciéndolo participe del éxito de la segunda guerra mundial, cuando hasta ahora el que se llevaba los honores era Winston Churchill, con su famosa sangre, sudor y lagrimas aunque a mí personalmente me gusta esta otra atribuida a el político inglés: quien me critica por la espalda, lo único que ve es mi culo
La película distorsiona la realidad puesto que la disfemia desaparece al leer en voz alta ya que los sentimientos y las imágenes mentales no aparecen con la lectura. Si a eso le añadimos una música trascendente, un buen rollito alteza real-logopeda/psicólogo/amigo, un cuidado elenco de actores flemáticos y el apócrifo basado en hechos reales, ya tenemos el paquete completo para mandar a los oscar y ganar una o varias estatuillas. Lo que no es desdeñable es la ambientación y decorados muy conseguidos, volver a ver al imprescindible Derek Jacobi y el bosquejo de la figura del díscolo Eduardo VIII, al que se le debe una película tan buena o mejor que este discurso manipulado del rey.
Ciertamente, puestos a escoger discursos famosos en la historia del cine prefiero el de Patton titulado un montón de estiércol.
En un año en que la pelea por el premio más codiciado del mundo del cine parece estar más reñida que nunca, El discurso del rey aparece como una de las grandes favoritas.
La cinta de Hooper posee grandes cualidades desde el punto de vista técnico, me refiero a una elegante fotografía y puesta en escena, movimientos de cámaras sutiles que aportan un sello distintivo absolutamente inglés. Los preciosos acordes clásicos de su banda sonora junto a una preciosa fotografía y grandes actuaciones, en especial la de Firth, hacen de esta película una muy buena producción.
¿En que falla entonces? (según yo). Creo que la previsibilidad de la historia es un elemento que quita irremediablemente puntos. Al menos para mi saber lo que pasará en cada próxima escena, independiente si es basado en un hecho real, coarta mucho la evaluación que haré de dicha obra. El discurso del rey abusa de lo evidente y en ningún momento nos otorga un giro narrativo, ni siquiera un momento de sorpresa, todo en ella es políticamente correcto, y eso amigos míos, a mi modo de ver, es una carencia.
En todo caso es la típica película (junto con La red social) que le gusta mucho a los críticos de la academia. Cumple con los cánones de calidad y obviamente es seria candidata. Yo por mi parte me quedo con otras cintas que al menos por un minuto me hicieron pensar y creer que el cine aún puede sorprenderme, y mucho.
PD: Sugiero a los usuarios de Filmaffinity que por favor no lean las demás criticas antes de ver una película o construir su crítica propia, creo que eso mejoraría la variedad de opiniones y visiones respecto a una cinta y además sería más entretenido y ameno leerlas…yo al menos lo hago siempre, no leo nada (salvo la reseña, a veces), luego la veo y después crítico. Mi humilde opinión es que se aprende más y se aporta mucho a la página.
Digo yo…