El cuarto hombre
Sinopsis de la película
Timothy Foster tiene un plan meticuloso para atracar un banco de Kansas, pero para llevarlo a cabo necesita tres cómplices. Consigue ponerse en contacto con tres delincuentes perseguidos por la policía, pero, durante el encuentro, todos llevan careta, de manera que no puedan reconocerse entre sí. El atraco resulta un éxito, y Foster entrega a cada uno de sus cómplices pasajes para lugares desconocidos y medio naipe como único medio de identificación.
Detalles de la película
- Titulo Original: Kansas City Confidential aka
- Año: 1952
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
Película
6.8
92 valoraciones en total
Cuatro individuos roban un banco en Kansas. Mientras huyen, y a la espera de repartirse el botín en México, la policía detiene a un repartidor de flores como principal sospechoso. Cuando éste quede en libertad buscará a los responsables de su detención para ajustar cuentas.
Phil Karlson es, sin duda, uno de los grandes del cine negro. Es uno de los grandes y, lamentablemente, otro de los tantos olvidados. El cuarto hombre es una soberbia película, dura, violenta, excelentemente filmada. Karlson no desaprovecha el magnífico guión y lo enaltece gracias a un ritmo narrativo impecable, una notable puesta en escena y un acertadísimo y admirable uso de los primeros planos. Y, esos primeros planos perderían toda su fuerza si los actores no dieran la talla. Pero no es el caso. Si Lee Van Cleef y Neville Brand no sólo meten miedo sino que dan una credibilidad absoluta, la palma se la lleva un injustamente olvidado John Payne que realiza una interpretación excelente en un papel muy difícil (es un doble papel) y que cada vez que enfrenta a la cámara debe ser cómplice con el espectador de esa doble personalidad que sólo él y nosotros conocemos.
En definitiva, una gozada de película.
Gratísima sopresa.
Phil Karlson, un director de serie B injustamente olvidado, rodó un buen puñado de noirs en la época dorada de Hollywood, con una ausencia casi total de estrellas de relumbrón en sus repartos y con la originalidad, dentro de los límites del género, como bandera. Calle River 99, Trágica Información, Tight Spot, Cuando El Hampa Dicta Su Ley, El Imperio Del Terror, todas pequeñas joyas del cine negro de serie B. Pues bien, ésta es sin duda y de largo, la mejor de todas elllas. Una absoluta gozada para cualquier amante del estilo, dura, intensa y apestando a cine negro por los cuatro costados en todos sus detalles. Confieso que mantuve una erección durante todo el metraje. Los personajes, las atmósferas, la dirección, el guión, todo me maravilló. Quizás hinque ligeramente la rodilla en su final, pero no se lo tuve en cuenta. Incluso le estoy cogiendo cariño a John Payne, también protagonista de la entrañable Calle River 99, un actor limitado pero tremendamente esforzado.
Muy recomendable.
Pobre John Payne. Una simple y miserable letra, esa insidiosa P mayúscula que coronaba su apellido, le condenó a ser tenido, durante toda la vida, por un insignificante y parasitario farandulero crecido a la sombra de La Mayor Leyenda Del Cine Americano. De nada podía servirle esgrimir su intachable trayectoria como cantante en musicales, actor de reparto en alguna que otra superproducción y, sobre todo, como protagonista de múltiples productos de serie B, cuya modestia corría con frecuencia paralela a su calidad como entretenimiento y que ponían de manifiesto que, con todas sus limitaciones y a pesar de su aparente frialdad, Payne era un actor más que correcto, un curioso cruce entre Ray Milland y Dana Andrews, capaz de dotar a los personajes que encarnaba de un interesante plus de fragilidad y desamparo. En fin, para qué decir nada cuando esa maldita P mayúscula le mandó para siempre a la Segunda División de Hollywood Boulevard (donde, a pesar de todo, no una sino dos estrellas lucen discretamente su nombre).
Para colmo de males, en El cuarto hombre, al bueno de John, metido en la piel del repartidor de flores Joe Rolfe, le acusan de un robo que no ha cometido. Ya se sabe cómo son los maderos yankis: ven a un exconvicto conduciendo una furgona de reparto y se dicen ¡Eureka!. Ni hábeas corpus, ni abogado de oficio, ni hostias. Bueno, en honor a la verdad, hostias sí que hay. Y de la gordas. Porque los polis, no contentos con meterlo en la trena, tratan de hacer que Joe confiese. Y lo hacen por las bravas, claro. Pensad que estamos en Kansas City, amigos, mariconadas las justas. ¿Y qué es lo que hace un hombre con la cara hecha cisco y en el paro cuando logra salir del trullo? ¿Contar su historia a la prensa?¿Demandar a los maderos?¿Pedir daños y perjuicios? No, no y no: marcharse a Tijuana con dinero prestado por un camarero tullido e ir de timba en timba de dados a la espera de dar con los auténticos culpables del robo. Ahí, con dos gardenias.
Que el guión de El cuarto hombre sea un auténtico desbarajuste, con sus jueguecitos con máscaras de goma, sus citas rocambolescas al sur de Río Grande y sus inexplicables derivas, no significa, ni mucho menos, que sea una mala película, es más: durante muchos minutos, es un modélico ejemplo de economía narrativa, de dominio del ritmo, de escamoteo interesado de detalles en pro de la intriga. La cosa promete de veras. Todo se tuerce, sin embargo, cuando la acción deja de tener por protagonistas a tíos feos, malcarados y sudorosos como Lee Van Cleef o el entrañable Jack Elam y el amor, en forma de adorable hija de expolicía aspirante a abogada redentora, salta grácilmente de un coche, se apodera de una tumbona junto a la piscina y convierte lo que iba camino de ser un buen vaso de recio whisky de centeno en un inofensivo daikiri con sombrillita de papel. Una auténtica pena, con P de Payne, que no llega sin embargo a amargar la función ni a dejarle a uno sin ganas de más.
En el mundo de los argumentos cinematográficos es frecuente encontrar situaciones que, de darse en la vida real, se resolverían con toda seguridad de forma muy distinta. A menudo los espectadores sonreímos ante planteamientos que no se atienen a la lógica, cartesiana o no y que incluso atentan contra la razón pura. ¿Cómo podemos aceptar que tres delincuentes experimentados se sometan a un jueguecito de esperas, caretas, viajes, naipes rotos y otras zarandajas y no se disputen desde el primer momento un botín recién salido del horno bancario tras un golpe cuasi perfecto.
La vida te da sorpresas, y el cine más… La pregunta es: ¿Este desajuste respecto de una realidad a la que estamos acostumbrados, basta para descalificar una película? Mi parecer es que, siempre que el desajuste no roce lo risible (excepto si estamos en una película de Mel Brooks o de los Monty Python) y el film resulte interesante o al menos entretenido, los comportamientos ligeramente surrealistas o poco comunes pueden aceptarse. A fin de cuentas, cine es cine, y por otra parte es frecuente encontrar surrealismos hasta en las realidades más puras y duras.
Toda esta disertación filosófica ¿A raíz de qué? Pues, a raíz de El cuarto hombre, película de Phil Karlson, especialista en serie B, que narra las peripecias de un ex convicto repartidor de flores al que, circunstancias del destino, se le compromete en una especie de atraco perfecto y que, primera plana de todos los periódicos, culpabilizado por los medios informativos y evidentemente en paro por su mala condición, no le queda más remedio que ocupar lo único que le sobra, el tiempo, en seguir la pista de los atracadores. Pista que, en las películas, al contrario de en la vida cotidiana, se encuentran rápido (circunstancia que se justifica tratándose de un ex convicto cuyas amistades están al loro de cualquier cosa que suceda en el mundo del hampa).
Como repartidor, John Payne, actor al que conocía de sus trabajos con Allan Dwan, pero que nunca había conseguido calar mis gustos cinematográficos. Su frialdad, rayana al pasotismo, no solo no me atraía sino que me producía un efecto repelente. En el cuarto hombre encuentro al actor que presuponía y algo de cera que veré si sigue ardiendo en otros trabajos o si no hay más. Junto a Payne, dos de los malos míticos del cine, Lee Van Cleef y Jack Elam (si, el de los ojos saltones). Ambos correctos no más. Buscar comparaciones con los films de Leone es perder el tiempo. Aquí estamos ante cine negro, bueno para los que nos gusta el género, en blanco y negro porque las luces y las sombras le vienen muy bien a este tipo de cine.
Una historia de amor, metida con calzador, y un ex policía que, caña de pescar en mano, tiene tiempo y veteranía suficiente para encontrar fórmulas de rentabilidad a su retiro, forman parte también del zoo humano de una interesante película donde el perfil de los delincuentes no parece ser el habitual, pero ¿Hay un perfil habitual?
El cuarto hombre es una más de las innumerables películas que comienzan de manera interesante y absorbente pero que, a medida que la trama avanza, el interés y la verosimilitud también lo hacen, pero de manera inversamente proporcional, hasta dejarnos una extraña sensación de vacío en el cuerpo. La típica impresión de podía haber sido bastante mejor , si hubieran seguido por ese camino en lugar de intentar esto otro , etc. Pensamientos vacíos y vacuos que no impiden lo inevitable: el filme se ha terminado, y con él todas las esperanzas que habíamos depositado tras el prometedor inicio.
Pese a todo, El cuarto hombre (gran traducción del título original…) es un filme noir bastante interesante que, pese a sus más que evidentes carencias presupuestarias, logra apañárselas lo suficientemente bien como para mantener la atención del espectador a lo largo de todo el metraje, si bien es cierto que a partir de un determinado punto (que comentaré en la zona de spoilers), todo el edificio empieza a desmoronarse lenta preo progresivamente hasta un final tan convencional y conservador como insatisfactorio.
La historia narra la venganza de un pobre hombre que es acusado injustamente de haber cometido un crimen simplemente por encontrarse en el lugar y momentos equivocados. Tras ser sometido a un duro tira y afloja con las autoridades policiales, el hombre es finalmente puesto en libertad, sin embargo su implicación en el caso ha minado su credibilidad y ha terminado costándole el empleo. Viendo la ineficacia de la policía, decide encargarse él mismo de limpiar su nombre y de paso desenmascarar a los criminales que se la jugaron…