El cielito
Sinopsis de la película
Félix, un joven vagabundo de 20 años, llega a un pueblecito perdido del interior de Argentina. En la estación, se encuentra por casualidad con Roberto, un desocupado devenido en albañil, que le ofrece a Félix un trabajito en la chacra donde vive con su mujer, Mercedes, y su hijo Chango de apenas un año. Es ahí, en ese contexto de soledad, bajo el sol abrasador de La Pampa, donde Félix descubre poco a poco la tensión cotidiana, violenta y muda, en la cual ellos sobreviven. Al mismo tiempo en que la pareja se destruye, una verdadera historia de amor surge entre el pequeño Chango y Félix. Este ser marginal y solitario encuentra finalmente un sentido a su vida: salvar al niño del caos…
Detalles de la película
- Titulo Original: El cielito
- Año: 2003
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
6.8
40 valoraciones en total
1) Una primera parte rural, muy extensa y morosa, con muchos detalles que suman poco, expuestos por María Victoria Menis con escritura elemental, precede a una segunda parte urbana, más breve, dramáticamente cargada, a un ritmo que se acelera de pronto hacia el tajante final.
2) Un adolescente solitario y taciturno llega en tren al perdido pueblo entrerriano de Río Tala. Bueno, llega a pie porque al avistar al revisor ha apagado y guardado el pucho para apurarlo luego, y se ha bajado en marcha. Viene de Paraná, sin un centavo. Encuentra puesto de peón en una chacra modesta, donde es testigo mudo de la vida primaria e infeliz que rige en la casa del patrón. La mujer, callada y deprimida, se ocupa del bebé, de la cocina, de la limpieza, de las tareas agrícolas… El hombre fuma sentado, sigue la TV, bebe, se encoleriza si el niño llora o el perro entra en la vivienda. El pibe taciturno tiene buena mano con el bebé, lo arrulla, juega y ríe con él, y establece una corriente de simpatía con la madre. Ambos son algo indios. Apocados por las circunstancias, cuando hablan entre sí apenas les sale la voz. De noche fuma en el camastro mientras oye las broncas conyugales.
Cuando el patrón se emborracha, lo que ocurre a menudo, golpea brutal a personas, animales o cosas, y vocifera iracundo. El pibe va desarrollando un instinto protector hacia el bebé.
3) Los diálogos, muy esporádicos, no contienen grandes revelaciones, y no siempre se entienden, a causa de una vocalización deficiente. Es muy rica, en cambio, la constante presencia acústica de zureos, trinos, gorjeos, ladridos, martilleos, cacareos, relinchos, rumores de agua o chirridos de cigarras, limpiamente grabados.
Sí llevan música unas secuencias que la directora intercala, tomas de fotografía sobreexpuesta, imágenes distorsionadas de una anciana en una tierra de marisma, representando el mundo de recuerdos infantiles que el pibe evoca durante sus cerrados silencios.
4) También lleva música de fondo el viaje que sirve de transición entre la primera parte y la segunda, una versión ‘new age’ de la Canción del jangadero, de Eduardo Falú, cuya letra alude a la existencia al hablar de cómo bajan por el río los balseros (Padre río, tus escamas de oro vivo/ son el sueño que nos lleva más allá).
5) En Buenos Aires, los sonidos no acompañan al silencio sino que lo destruyen. Motores, bocinas, silbatos, en correlación con el caos superpoblado y frenético. Duro e inhumano de otro modo, ese mundo de vaivenes incluye todo tipo de ocasiones, y algunos laburitos callejeros invaden de lleno lo trágico.
6) Con estrategia muy humilde y honrada, que evita siempre la grandilocuencia de ir más allá de las posibilidades de actores, producción, historia o fotografía, que son limitadas, se va dando un progresivo acercamiento a los personajes, descritos con mesura y humanidad naturalistas, y un ahondamiento de la emoción.
La primera secuencia nos presenta a Félix -un joven huérfano y sin dinero- a bordo de un tren donde no ha pagado el boleto y del que minutos después se arrojará para no ser descubierto. No tiene un derrotero fijo hasta que el azar lo relaciona con Roberto, al que conoce en el bar de un mísero pueblito. Éste le ofrece casa y comida, a cambio de ayudar en las tareas rurales, sin promesa de continuidad, más que para zafar del hambre y la intemperie. El muchacho acepta, incorporándose como ayudante al núcleo familiar que completan Mercedes y Chango:la esposa y el pequeño hijo del matrimonio.
La recolección de frutas con las que preparan salsas y dulces para venderlos al costado de
la ruta, es la actividad que les permite sobrevivir en una modesta vivienda alejada de los centros urbanos. Felix siente que ha llegado al paraíso hasta que empieza a comprobar que el alcoholismo de Roberto lo lleva a maltratar a su mujer,la que además tiene la carga de llevar adelante sola las tareas de la granja. Progresivamente Félix se acerca a la madre y al niño, compartiendo tareas y estableciendo una relación de entrañable afecto hacia la criatura, a la que tratará de preservar de las crecientes agresiones. Cuando la situación se espesa y pone en peligro al mismo niño, el joven decide adueñarse del bebé y partir hacia lo que imagina un lugar con otras posibilidades. Desde este momento de quiebre, se pasa de los espacios abiertos y luminosos a la dureza de la gran ciudad, una geografía de calles oscuras y peligrosas donde igualmente Félix buscará un refugio, un frágil cielito protector.
El mérito de la realizadora, María Victoria Menis reside en la forma de contar una historia simple e inspirada en un caso real, extraído -según contó en un reportaje- de una noticia periodística en la que le llamó la atención el vínculo inusual de una criatura a cargo de un joven sin relación de parentesco.
La narración cinematográfica elude lo obvio y previsible, consciente de que la comunicación esencial no reside en las palabras, sino en las miradas y los silencios significativos, registrados por una cámara que sugiere sin invadir, igual que la banda sonora, donde se priorizan los sonidos justificados por el desarrollo de la historia: la música del río, el traqueteo del tren, el sonido del viento entre los camalotes, la canción de cuna que adormece plácidamente al niño. Así como en la primera parte del film se remarca la diáfana luz de los espacios abiertos y
en la segunda, una atmósfera progresivamente sombría, también se alterna lo dulce y lo
amargo en una lectura social profunda sin manipulaciones ni golpes bajos.
Película muy seria, triste, deprimente, donde todo lo que sucede está bajo la esfera de la realidad frustante de tantísimos millones de argentinos dentro de una patria-sociedad que es capaz de darles equipos de futbol campeones del mundo, pero para nada un Estado campeón en hacer cumplir los derechos humanos en la mayoría de sus ciudadanos, empezando por la comida, la educación, el trabajo, la vivienda, etc.
El cielito , el niñito Chango (Rodrigo Silva) representa la esperanza, la necesidad imperiosa de felicidad, bondad y bien. A parte están los personajes, que independientemente de que sean brutos como Roberto (Darío Levy), sacrificados como Mercedes (Mónica Lairana) o el protagonista y joven Felix (Leonardo Ramírez), son humanos, llevados y traidos por los vaivenes de la vida sin que ellos sean culpables de todo lo que les pasa.
Muy buena película, honesta, fuerte, lástima que sea tan desgarradora, pero hay que vivir en Argentina y ser uno cualquiera de la clase pobre o media empobrecida para saber lo que vale un peine.
Fej Delvahe
Resulta muy difícil encontrar la luz al final del túnel. Descubrir un rayito de sol, el rayo verde tal vez, en medio de toda la miseria económica, moral y emocional que envuelve a los protagonistas de El cielito. Posiblemente esta sea la razón del diminutivo simbólico al que remite el título de la película. Hay pequeños cielitos, breves momentos de felicidad, en los recuerdos dulces de una infancia que se fue, en la sonrisa tranquila de una abuela que recolecta leña y pone un mantel rojo en el campo, en una charla distendida con las amigas mientras se vende la mercancía, en la risa de un niño desvalido que agradece las caricias y las atenciones que recibe, en la ayuda de un amigo que conoces en la calle y que comparte tu misma situación, en la raquítica decoración de un pequeño departamento. La falta de comunicación verbal es la característica más destacable de todos los personajes de la película, lo que acrecienta la sensación de soledad, de desamparo, de impotencia, de asistir como un simple observador, seas público o personaje, al desolado panorama que se ofrece en este trozo de la realidad rural argentina. La situación tampoco mejora mucho en la estancia en la ciudad, aunque este tránsito deja entrever que algunos de los personajes que conocimos han ido encontrando su destino, del que tampoco podían escapar. Ahora queda lo más difícil, procurar a Changuito una vida mejor de la que le esperaba en el campo. ¿Hay otra salida?
Película que en cierto sentido podría considerarse como eso que en algún momento se llamó cine de autor. Pero de ninguna manera se trata de un filme pretencioso, todo lo contrario. Humilde y valiente, cercana y contenida, El cielito nos atrapa con una historia tejida en los límites de la ficción y el documental, con la sinceridad de un niño mirándote a los ojos.