Doña Clara
Sinopsis de la película
Clara, una ex-crítica musical de Recife de 65 años, vive retirada en un edificio particular, el Aquarius, construido en la década de 1940 sobre la chic Avenida Boa Viagem, que bordea el océano. Un importante promotor ha comprado todos los apartamentos, pero ella se niega a vender el suyo y emprende una guerra fría contra la empresa que la acosa. La estresante situación le perturba y le lleva a pensar en su vida, en su pasado, en sus seres queridos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Aquarius aka
- Año: 2016
- Duración: 140
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Opinión de la crítica
Película
6.8
33 valoraciones en total
Cinta de ritmo pausado, casi documental, acerca de una periodista y crítica de música que en el pasado tuvo que lidiar con un cáncer y luego enviudó, pero que ahora debe enfrentar una lucha contra una empresa que desea demoler su antiguo edificio para construir un mega proyecto junto al mar. Doña Clara es la única propietaria que se niega a vender su departamento. En ese espacio crio a sus hijos y atesora recuerdos de toda una vida. No es la clásica heroína que lucha ante la adversidad, más bien la película nos muestra a una mujer que ha gozado y sufrido como cualquier ser humano, pero que no está dispuesta a que pisoteen sus raíces. Doña Clara es una persona educada, que siente pasión por la música y, sobre todo, no está dispuesta a sacrificar su libertad (esa Libertad con mayúsculas) ante las ambiciones de un arquitecto narcisista que ha hecho un posgrado en una escuela de negocios. Es una lucha de David contra Goliat, del individuo contra el sistema neoliberal que todo lo traduce en dinero. La cinta evidencia la pérdida de calidad de vida que trae el progreso con sus edificios de muchos pisos, pero se focaliza en la falta de escrúpulos que pueden esconder las empresas amparadas en equipos jurídicos que intimidan al ciudadano común y corriente. Hay también una crítica velada a la ética que enseñan en las escuelas de negocio, ésas que son capaces de convencer a sus alumnos que están en una guerra contra los competidores y con cualquiera que haga peligrar su rentabilidad, capaces incluso de sacar de contexto a El Arte de Guerra (Sun Szu) para aplicarlo a estrategias de negocio. Sin embargo, el tema profundo que propone el guion del director es la defensa de la identidad, de aquello que nos hace humanos. «La identidad es una referencia, un nexo, un apego, un diálogo, una tensión en constante actualización que se referencia en lo patrimonial, sea éste material o inmaterial (el viejo departamento y los momentos vividos por doña Clara)» [¿Se puede vivir sin el pasado?, Cristian Cottet, revista Dilemas]. Esa identidad que encuentra en lo patrimonial (departamento donde crio a sus hijos) constituye el sustento que le da coherencia a su pasado y le permite plantarse como ser humano. Quizás Aquarius no sea de esas películas a que nos tiene acostumbrado Hollywood, pero es una historia necesaria, de ésas que nos dejan pensando.
Clara (Sonia Braga) es una retirada crítica musical, vive en un apartamento de un viejo edificio llamado Aquarius, es la única inquilina en este lugar ya que una constructora ha comprado todos los apartamentos para hacer una exuberante y moderna remodelación. Ella se encuentra tan apegada a este edificio que se niega a vender su parte, la obra relata su lucha contra el poderío de esta compañía.
Esa es una sinopsis que se puede determinar fácilmente visualizando esta película, pero Aquarius, borda a lo largo de sus dos horas veinte minutos (que se pasan volando) muchísimo más que solo esto que se menciona. Es un largometraje con una riqueza argumental que cada vez que se conversa sobre ella se pueden observar muchísimas más detalles y cosas, ni que decir pensando con una segunda vista.
Su trama además de tejerse a lo interno del relato, también se puede explorar de acuerdo a las situaciones sociales de este país sudamericano, y por qué no, de todo el mundo. Claramente lo más visible es esta fiera lucha contra un sistema poderoso, un sistema opresor y sin escrúpulos que buscará de cualquier forma salirse con la suya, en este caso la adquisición del inmueble.
Esto con la finalidad de construir un gigantesco complejo como los que se encuentran a lo largo de toda la costa de Recife, donde se desarrolla el film. Lugares exclusivos para las personas de alto rango social, esto también se enmarca muy fuertemente en la película, hay una expresa crítica social entre los que tienen y los que no, los que no pueden ni siquiera clamar justicia por ser pobres, frente a los que se encuentran mejor posicionados y tienen todo a favor.
Incluso, diseccionando esto en doña Clara, una mujer de tez oscura a la que alguien en algún momento le dice que la admira, porque a pesar de su color, tiene una posición buena en esta escala social, echando de inmediato una mirada inquisidora a Ladjane (Zoraide Coleto), la sirviente de la protagonista, de piel blanca, como diciéndole, usted no encaja en lo que debe ser, en nuestra realidad como sociedad.
Lo que traslada Mendonça de su guion a la obra final es simplemente sobresaliente, la narrativa que consigue es impresionante e intensa. Divide la historia en tres capítulos: El cabello de Clara, donde se establece el apego al edificio y un poco de su actualidad, El amor de Clara, donde se ahonda más en su contexto, y donde obviamente se toca el tema del amor, pasado y presente, y finalmente, El cáncer de Clara, fulminante cierre del conflicto.
Su dirección fácilmente encaja como de las mejores del año, muy dinámica, con mucho movimiento, con muchas referencias internas, al lado de esto, está el trabajo de montaje a cargo de Eduardo Serrano, imprescindible, con elipsis temporales y transiciones muy finas. La música, es otro de los puntos altos, con mucho sentido de acuerdo a lo que se visualiza dentro de la propuesta.
Y sin duda, no se puede dejar de mencionar la increíble interpretación de Sonia Braga, un lujo, con un personaje de una fuerza sobresaliente, que va de frente poniendo la cara, continúa con su vida a pesar de las dificultades, y además, con pensamientos e ideas igual que su nombre. Aunque todo el elenco está muy bien, además de ella gusta mucho Humberto Carrão, en el personaje de Diego, uno que de por sí, tiene una construcción bastante efectiva y sin maniqueísmos.
Aquarius, en pocas palabras, de lo mejor del cine.
Clara es una antigua periodista musical, retirada y superviviente de un cáncer de mama que vive en el edificio Aquarius en plena Avenida Boa Viagem en Recife, el bulevar junto a la playa. Pese al idílico ambiente, la tranquilidad de Clara se ve amenazada en el momento en que los promotores inmobiliarios aparecen con el objetivo de derruír el edificio y contruir un bloque residencial. Todos los vecinos ceden a la oferta de la inmobiliaria excepto Clara, que sigue viviendo en el edificio abandonado.
Aquarius consta de dos elementos: una crítica feroz a la corrupción brasileña y un magnífico personaje femenino. Una perita en dulce para la también maravillosa Sonia Braga, considerada la Marilyn Monroe de Sudamérica, inolvidable en el clásico El beso de la mujer araña. El personaje de Clara es una mujer fuerte, moderna, con una personalidad arrolladora y que afronta todos los conflictos con calma y buenas formas sin renunciar a la lucha. Una mujer apegada a lo sentimental, que tan sólo valoriza lo material cuando tiene una historia, como bien comprobamos en una escena con un vinilo de John Lennon. Una filosofia heredada de su tía, la rebelde de la familia, a quien vemos evadirse al principio del relato cuando comienza a recordar su juventud al mirar una cómoda en su salón.
Sin embargo, Clara se ve puesta en entredicho cuando en plena batalla contra el gigante inmobiliario descubrimos que su posición privilegiada también se debe a los trapicheos de su familia y al sacrificio de la baja clase social, los sirvientes que trabajan para la clase media brasileña, también retratados en la película. Un sistema creado de manera que el ascenso a los privilegios se debe al sufrimiento de los demás, por muy honesto que sea cada quién en su día a día.
La película se deja disfrutar, es amena, tierna y contiene escenas magníficas. Como una discusión con los hijos de Clara, que resuelve con éxito el cliché de referenciar Sonata de otoño: el hijo que guarda con rencor el abandono de su madre, más dedicada a la música que a la familia. O el cumpleaños de la sirvienta, besando el retrato de su hijo fallecido. Lo único que le falta es un mayor desarrollo técnico. Mendonça sorprendió con su primer largo por la manera en la que el paisaje urbano se mezclaba con el relato y desgraciadamente en Aquarius, la forma se vuelve más habitual de lo deseado, aunque en ningún caso banal o falta de interés.
Premiada y valorada, pero cuando veo cine, lo que busco es que despierte algún tipo de emoción: Risa, llanto, sorpresa…
DOÑA CLARA es un bodriete sobrevalorado con abundancia de diálogos y alguna elipse, con la se pretende conducir al espectador a otros lugares de los que se están narrando en primer plano, lo que confirma su escasa pericia para seducir.
Es muy larga y el interés despertado, nulo. El personaje de Doña Clara, proyecta a una mujer indomable, que hemos visto otras veces en cine, y en la mayoría mejor plasmado.
Siempre me queda la duda, si quienes valoran tan generosamente, lo creen realmente, o se dejan influir por la otra mayoría, para formar parte del grupo… En estos casos, procuro leer las críticas negativas, y suelen coincidir más con mi pensamiento… pero, por supuesto, esto solo sirve para mí.
Un 4
Clara es madre de tres y abuela de dos. Tiene 65 años y vive en Recife. Su apartamento frente al mar se encuentra en un viejo edificio llamado Aquarius. Por lo menos ha vivido ahí los últimos cuarenta años. Es una reconocida intelectual de la música.
Clara superó un cáncer de mama en la adultez, enviudó diecinueve años atrás y hoy goza de mucha vitalidad y buena economía. Camina por la playa, reflexiona sobre su vida sexual, coquetea, escucha buena música y come delicioso. Su vida anda bien hasta que una constructora compra todos los apartamentos de Aquarius para construir un edificio moderno y la presiona para que ella también venda.
El guión de Kleber Mendonça Filho es más complejo que una exploración por la vida diaria de una mujer sesentera. El logro principal es que Clara no es solo ella por quien es y lo ha hecho de su vida. Clara existe por su relación con el entorno: con su viejo edificio, con su empleada, con su familia, con sus amigas y hasta con el guardacostas.
Es esa persona de clase acomodada que se relaciona con la servidumbre hasta para ir a sus fiestas, es esa que cría a sus hijos diciendo siempre la realidad de las cosas, es esa que disfruta de una noche alocada de sexo solo por tener ganas de satisfacerse, es esa que rechaza al potencial amante así como es rechazada, es aquella que sueña y tiene temores pero los afronta a la cara.
Clara muestra un poco de todos. La identificación con el personaje brota sola y sin esfuerzo.
Pero Clara también es como el edificio, que con los años se vuelve un lugar abandonado por sus ocupantes tanto como ella es descuidada por su familia, que le faltan partes así como ella ha ido sufrido fisuras emocionales y físicas, o algo que será modificado por más moderno como son modificadas sus costumbres (de ejemplo la música que se ha digitalizado y ella aún conserva sus vinilos).
A través de Clara y de su edificio, Mendonça Filho ha retratado por completo los lazos familiares, la corrupción de la sociedad y el paso del tiempo. Recuerda a esa vieja escuela fílmica italiana en donde los elementos sociales fluyen en la narración y ayudan a contar la historia. Además, esta mujer testaruda (se opone a todo su entorno para mantener el apartamento) es la representación del latino, con amplias convicciones pero anclado a sus viejas raíces y tradiciones.
No veo un problema en que el director introduzca muchos conceptos en una sola narración si todos son tratados con sutileza para que el espectador los interprete uno a uno. Es sorprendente que tantas reflexiones fluyan con naturalidad y enseñen. A pesar de su longitud, entretiene con tomas cortas y diálogos inteligentes. Eso sí, carece de la profundización de al menos otro personaje, quizás el antagonista, para favorecer más al conflicto.
Palmas especiales para Sonia Braga, imponente actriz.