Dobles vidas
Sinopsis de la película
A Alain, un exitoso editor parisino, y a Léonard, uno de sus autores de toda la vida, les cuesta aceptar por completo el mundo digital actual… y puede que la crisis de la mediana edad. Cuando se reúnen para debatir sobre el nuevo manuscrito de Léonard, Alain debe encontrar una manera elegante de decirle a Léonard que se está quedando atrás, de exponerle sus dudas, mientras que la esposa de Alain, Selena, cree que por fin Léonard ha conseguido realizar su obra maestra.
Detalles de la película
- Titulo Original: Doubles vies aka
- Año: 2018
- Duración: 107
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Opinión de la crítica
Película
5.9
82 valoraciones en total
Está plagada de brillantes e inacabadas conversaciones sobre todo lo que está cambiando, sobre los libros, el mundo digital, la política, internet etc. A cada afirmación le sucede la contraria. O bien se plantea otra visión que la complementa o que la cuestiona, todo a una velocidad de vértigo, sin dejar casi tiempo al espectador para que procese lo que está escuchando, y menos aún para tomar partido al respecto. Es como si cada persona tuviera una visión distinta de una cambiante realidad, más o menos moderna, pero sin que ninguna parezca mas cierta que otra.
Pero la comedia no acaba de aparecer, no es chispeante, ni graciosa, y menos aún divertida. No hay alegría ni tristeza, sólo una especie de actitud displicente que planea sobre todo, incluso sobre las propias relaciones personales que mantienen sus protagonistas, cargadas de piadosa, incluso cariñosa, hipocresía. Todos engañan a todos y todos lo aceptan de una manera muy civilizada, más digital que analógicamente. Todo está cambiando, también las relaciones, pero las personas siguen prisioneras de sus limitaciones, aunque quizá las sortean algo mejor.
Se deja ver con facilidad, está bien construida y bien interpretada, los personajes están provistos de una amorfa, pero consistente, humanidad, que por ahí se desliza la historia. Pero no aporta ninguna novedad reseñable, ni resulta sólida. Demasiado francesa en el peor sentido (cine francés atraviesa un momento espléndido), demasiado reconocible.
Salí tan indignado de esta peli que ni pensaba escribir nada. Pero por respeto a los posibles lectores que miran las críticas antes de entrar a una película estoy obligado a dar mi punto de vista. Al menos les evitaré que se tengan que salir a media película hartos de aguantar sesiones de sofá y charleta de los personajes. Media sala desfiló a partir de los 20 min. de empezar la peli.
La Binoche arrastra un público en su mayoría de más de 45 años. Si le añadimos la publicidad Una comedia como de Woody Allen pero con más vino allí vamos los devotos de Woody y amantes del cine europeo como resistencia al yanqui. Que pena de guerra (con estas armas europeas el cine USA vence con tirachinas) y ¡que ofensa a Woody! comparar este engendro a la generalmente ingeniosa produccción (en guión, diálogo, realización, ligereza) del referido -como malsano cebo- Woody Allen.
A partir de esa idea de copiar a Allen se coge a dos parejas del mundo editorial, se le añade una informática que hable del futuro digital del libro y con ese tema lleno de lugares comunes y resabidos se monta una reunión intelectualoide que se extiende practicamente desde el inicio de la película hasta su final. Para dar variedad esta reunión se hace itinerante en distitntos lugares pero siempre con los mismos temas y personajes. Algunas otras cosas ocurren que incluyo en el spoiler pero no creo que le rompería la emoción si las manifestase en esta sección.
Animo incluso a los que no hayan visto la peli a entrar en el spoiler porque tampoco voy a romper ni destripar el suspense o la emoción que ésta en absoluto tiene y pueden evitar ver este engendro.
Siguiendo el estilo de Woody Allen, Assayas utiliza el diálogo en abundancia para hacer que sus personajes opinen sobre una gran cantidad de temas. Estamos ante una comedia a varias bandas en la que ellos mismos hacen avanzar la acción a través de sus conversaciones. Si bien es cierto que induce bastante a la reflexión, puede llegar a ser algo tediosa por su falta de acción.
En las escenas grupales, la cámara nos convierte en un protagonista más. Moviéndose al ritmo de las voces, permite seguir lo que sucede y sentirnos parte de la situación. De este modo, entramos tan activamente en las conversaciones que, incluso, entran ganas de participar en ellas. En cambio, en las secuencias entre dos, Oliver Assayas hace que la cámara se retire. Así, les ofrece cierta intimidad y volvemos a ser espectadores pasivos de momentos privados.
Los diálogos son muy directos: se dicen las cosas sin eufemismos ni rodeos. Tanta sinceridad y contundencia al expresarse acaba siendo cómica. Los personajes no parecen sentirse mal porque sus palabras puedan dañar a su interlocutor. Sin embargo, esto contrasta con el hecho de que todos tienen algo que ocultar, mienten y engañan. Quizá es la sinceridad, o quizá es que el director no intenta aplicar un filtro de idealismo a las relaciones, pero esto provoca que muchas escenas sean incómodas. Nos muestra parejas que, pese a llevar años casadas, se presentan como desconocidos.
Parece que Assayas usa esta película para generar debate sobre temas que le preocupan y parece que lo consigue. Propone consideraciones muy interesantes como el conflicto de la gratuidad del arte y la crisis de los formatos físicos. También pone en evidencia un futuro en el que la tecnología hará que nos movamos cada vez menos. Especula sobre la comercialización de la intimidad y, con esto, habla de las vínculos y las infidelidades. Incluso hace que sus protagonistas discutan sobre las nuevas tecnologías, la política y las apariencias.
http://www.contraste.info
He leído un buen puñado de críticas que alaban una película sin alma. Los diálogos continuados, con respuestas inmediatas, no son reales en la vida cotidiana. Cuando alguien nos regala una frase profunda, la hemos de reflexionar. Aquí la respuesta se produce de manera… APRENDIDA ¿Nadie se ha dado cuenta de ello?
Existen muchos géneros en el cine, pero DOBLES VIDAS, pertenece a ese que se cuida, en su forma intelectual, aunque aquí se olvide.
He padecido unos personajes cuyos actos no tienen resultados emocionales, y eso no es posible. Una reiteración en el fondo del cambio cultural, objetivo que parece último si la conclusión no fuese tan simplista, dado el planteamiento inicial.
Lamento haber encontrado tantos fallos en ella, así como una profunda escasez de empatía emocional.
Una hemorragia de palabras. Sin embargo… Los protagonistas se pasan toda la cinta hablando sin parar, entrando o saliendo de la cama (ya sea con sus parejas ‘oficiales’ o sus amantes ‘oficiosos’), sermoneando sobre literatura y sus cambiantes soportes físicos (ya sean éstos en papel, en formato electrónico o los insurgentes audiolibros), asistiendo a tertulias y veladas sobre lo que escriben, sobre lo que publican y, también, sobre lo que leen y ven o sobre lo que dejan de leer y ver. En definitiva, un desolado castillo de apariencias y ardides que amenaza con sepultar sus parlanchinas vidas bajo un barniz de cortés indiferencia o un raído lustre de obsoleta agudeza. Dialogar sobre rancios conceptos intelectuales o vetustas abstracciones eruditas nos puede gustar a unos pocos, pero somos cada vez menos y atesoramos una pira de años que chamusca nuestra vida, aunque ya no tengamos la necesidad de esconderla ni el coraje de falsearla.
Película muy francesa, tanto para lo bueno como lo malo. También recuerda a cierto cine de Woody Allen cuando nos intenta seducir y lisonjear hablando de lo divino y de lo humano, aunque sin su gracejo neoyorquino ni su pertinaz pedantería diletante de alumno aventajado en dobleces sesudas e hipocresías de alcoba (de las que sabe mucho, quién lo duda). Pero más allá de su posible modelo, nos encontramos con una agridulce tragicomedia sobre la supuesta madurez de los adultos cuando aún se sienten jóvenes y garbosos, aunque se acerquen o hayan traspasado la frontera de los cuarenta años o se encuentren ya peinando canas y transitando con resignación el irrefrenable páramo de la cincuentena. Echan la vista atrás y advierten – con innegable desasosiego – que el número de repeticiones sobrepasa en cantidad (y calidad) a los inéditos descubrimientos, no quedándoles más remedio que entretenerse con insignificantes aventurillas transitorias que nada aportan, pero les hacen arrinconar la certeza de que se están (estamos) acercando al inexorable canto del cisne.
Para que funcione un atildado artilugio artificioso como éste sobre el lento declinar de las ilusiones – o sobre el cruel purgatorio de las ensoñaciones marchitas – se requiere de unos actores cómplices y entregados. Por fortuna, el quinteto protagonista supera las expectativas y nos regala unas festivas y jocosas interpretaciones, llenas de paródica dignidad. Descuellan, sobre todo, una incombustible Juliette Binoche, que más que envejecer va mejorando con el paso de los años, así como Guillaume Canet, que, si bien no ha madurado con igual apostura y gallardía, mantiene un encanto zalamero que sabe utilizar en beneficio de su cometido.
Quien requiera de efectos especiales o (super)héroes avasalladores se verá decepcionado. Pero agradará a quien sepa degustar unos personajes bien trazados, elucubrando unos frondosos diálogos repletos de ironía.