Diana
Sinopsis de la película
Biopic que narra los dos últimos años de Lady Di (Naomi Watts), princesa de Gales. Siendo una mujer ya separada de su marido, el Príncipe de Gales, Diana conoce en 1995 a un cirujano británico-paquistaní, el Dr. Hasnat Khan (Naveen Andrews), con el que inicia una secreta relación amorosa. Su noviazgo duraría 18 meses, y terminó pocas semanas antes de la trágica muerte de Lady Di junto a su nuevo compañero sentimental, el millonario egipcio Dodi Al-Fayed, en un accidente de coche en París en 1997 cuando ambos eran perseguidos por los paparazzi.
Detalles de la película
- Titulo Original: Diana (Caught in Flight)
- Año: 2013
- Duración: 113
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Opinión de la crítica
4.2
35 valoraciones en total
He tenido la inmensa suerte de acudir hoy al preestreno de esta peli porque me han tocado en un sorteo las entradas. Si por el contrario hubiese pagado 10 euros probablemente ahora no estaría escribiendo esto pues el llanto no me lo permitiria.
Que cosa más mala, qué aburrimiento, qué rollazo. Naomi ¿por qué no te has negado a este disparate? Esto no hay quien se lo trague, ni siendo fan de Diana ni mucho menos en el caso contrario. Diálogos tópicos, absurdos, escenas tediosas por repetitivas. Falta absoluta de ingenio en el guión.
La caracterizacion discutible, Diana era más corpulenta y mucho más atractiva, pero eso lo hubiera disculpado si la historia me hubiese interesado.
Los actores pasan sin pena ni gloria, embarcados en una nave que va a la deriva desde el minuto 1.
Pobre Diana, esto es como mearse en su tumba, lo unico que se salva es la Dirección Artística que la encuentro aceptable.
Sin duda alguna podemos definir a Oliver Hirschbiegel como un director valiente y atrevido, puesto que aunque el proyecto de esta película empezó a gestarse poco después de la muerte de Lady Diana de Gales, han tenido que pasar 15 años para que su vida fuese llevada a la gran pantalla. ¿Las razones? Por todos es conocido que Diana fue una personalidad a la que siempre le acompañó la controversia y la polémica, tanto es así que aún a día de hoy siguen surgiendo nuevas teorías de la conspiración a cerca de la muerte de Lady Diana.
Hirschbiegel sin embargo ya demostró en El hundimiento que no le supone ningún problema abordar la vida de un personaje polémico como fue Adolf Hitler. No obstante, si bien El Hundimiento supuso una película sustanciosa y revolucionaria, Diana no trasciende mas allá de ser un descafeinado homenaje a Diana de Gales.
Entiendo que es una película basada en hechos reales y que la trama no puede discurrir demasiado pero es que termina siendo soporífera, es de agradecer sin embargo que el Dr. Hasnat Kahn fuese un amante del jazz y con ello podamos disfrutar de una excelente banda sonora que hace un poco mas llevable los 113 minutos de sopor.
Si algo positivo destacaría de Diana es la belleza de la fotografía, la película nos traslada con muy buen gusto a distintos lugares del mundo como son Londrés, Angola, Pakistán, Italia …
Destacaría también a Naveen Andrews puesto que la única referencia suya que tenía era de verlo encarnar en Lost a Sayid Jarrah y lo cierto es que me ha sorprendido gratamente.
No dudo que Diana vaya a ser una de las películas mas taquilleras del año, pero si de algo estoy seguro es que aquel que tenga grandes espectativas antes de ver la película, terminará decepcionado.
Antes de de que aquel Mercedes S-280 se estampara, la noche del 31 de agosto de 1997, en el túnel del Alma, y mucho antes de que cierta entidad bancaria empezara a cagarse en aquel casi-intraducible concepto catalán llamado seny, Quim Monzó se vio obligado a defender, en un programa de televisión, a la injustamente masacrada monarquía. Afirmaba el escritor que, contrariamente a lo que pensaban los detractores, los miembros de las casas Reales esparcidas por todo el planeta compartían la abrumadora carga de un trabajo que no se acaba nunca. Hípica, esquí, obras de beneficencia, inauguraciones… y por si todo esto no fuera suficiente, ¡también tenían que hacer discursos en navidad! Una vez la audiencia hubo tomado conciencia del infierno que sufrían, día sí día también, los de sangre azul, pasó a definir lo que realmente implicaba ser rey, reina, príncipe, princesa o infanta en aquellos tiempos tan poco agradecidos.
Para ello tomó el caso más o menos real de la inauguración de un hospital cardiológico en Ottawa, presidida ni más ni menos que por Lady Di. Preocupados por la escasez de enfermos y por el ridículo que podría hacer la aristócrata al entrar en una clínica prácticamente vacía, los promotores del evento, que también debían demostrar lo necesario que era el centro en cuestión, decidieron, para la ocasión, contratar a figurantes, vestirlos con pijamas y pedirles que pusieran cara de haber sufrido un infarto. Cuando llegó el momento de la verdad, la princesa de Gales pasó cama por cama y saludó a cada uno de los actores. Ella, por supuesto, era consciente del engaño, sabía que aquella gente fingía una enfermedad por la cual ella fingía interés. El esperpento nos dejó, pues, con dos personas interpretando un papel. Uno haciendo el de enfermo ante una princesa protocolariamente interesada por su salud, la otra jugando el rol de princesa interesada por la salud de un falso enfermo. En opinión de Monzó, esto, exactamente esto y nada más, era la realeza.
Suponiendo (y así es) que nada haya cambiado en este aspecto y que por lo tanto sigue produciéndose el mismo baile de máscaras, éste sería un momento tan bueno como cualquier otro para preguntarnos por qué coño seguimos mostrando tanto interés por una institución tan obsoleta como la Corona… y para descubrir que la respuesta es tan obvia como todoterreno. Porque nos gusta (nos encanta) dejarnos deslumbrar por la fama. Adoramos sentirnos partícipes de los mundos que están fuera de nuestro alcance. Del mismo modo, los que están arriba se divierten haciendo ver que, en el fondo, ansían ser como los de abajo. Y así va perpetuándose el juego, hasta el infinito y más allá. La industria del cine se rige prácticamente por el mismo quid pro quo, y todo lo que concierne a los biopics, también…
Sólo que Diana no es un biopic, sino más bien un culebrón o, si se prefiere, un mal artículo de la prensa rosa. No por su decisión de centrarse, casi exclusivamente, en una de las más misteriosas y controvertidas relaciones amorosas de Lady Di, sino por la falta de dignidad (e inteligencia) a la hora de ponerse manos a la obra. Es, al fin y al cabo, la peor cara de las motivaciones (tanto por parte de los creadores como de los receptores) que envuelven cada película con tintes biográficos. El morbo, que siempre vende, como único incentivo para hacer e ir a ver un filme demasiado alejado de cualquier valor, ya sea éste moral o cinematográfico. Oliver Hirschbiegel sigue empeñado en deslucir sus logros del pasado, y en casi dos horas de metraje, no consigue hacer honor a su profesión más que en un par de planos mal contados. El pobre balance artístico que, por suerte, ligeramente maquillado gracias al buen trabajo interpretativo de Naomi Watts (quien al mismo tiempo se apoya en un trabajo técnico de caracterización más que correcto) y de un rollizo Naveen Andrews con excesiva predilección por la comida rápida.
Y ya. Naomi y Naveen, Naveen y Naomi. O mejor dicho, Diana y Hasnat, Hasnat y Diana. Dos fuera de serie. Y ya que estamos, Diana, y Hasnat, son ahora los enamorados, Hasnat, y Diana, que se hablan con el corazón… Pónganle la música de aquella híper-empalagosa canción del anime y se harán una ligera idea de por dónde van los tiros. Cualquier indicio que insinúe lo contrario es una mera distracción, quién sabe si un accidente. Y dicho sea de paso, quién sabe si los geniales apuntes cómicos de la cinta son también son fruto de la socarrona autoconciencia o del más estúpido de los tropiezos. Las pruebas apuntan a lo segundo, más aún cuando, por ejemplo, el clímax dramático nos presenta a la mártir de la función llorando y corriendo agarrada a un sinfín de bolsas de Prada y Chanel. No es que la falta de empatía no llegue por la naturaleza del personaje (esto lo desmintió recientemente Woody Allen en la genial Blue Jasmine), no lo hace por los muros -artificiales- construidos alrededor suyo. El acercamiento a la gran damnificada se lleva a cabo con tanta cursilería, obviedad y castidad, que la defensa casi se convierte en acusación. No por la mala baba de, pongamos, Quim Monzó, sino por la -crispante- idiotez de, pongamos también, Valeria Bruni Tedeschi. Todo está exagerado y subrayado, caricaturizado. Todo está exagerado y subrayado, caricaturizado. Todo se hace marciano y, por supuesto, huele al fingimiento y a la falsedad tanto del enfermo de Canadá como de la Princesa de Gales.
Había escuchado tantas malas criticas sobre este biopic de la difunta princesa de Gales que mis expectativas a la hora de verla eran realmente bajas, tal vez por eso haya sido capaz de contentarme y entretenerme en casi todo momento con este largo.
Y es que sí, lo admito, Diana me ha entretenido y sugestionado a pesar de ser consciente de que es un film cargado de carencias y que no es ninguna obra maestra precisamente.
Muchos han sido los telefilms que han descrito parte de la vida de la princesa Diana de Gales, todos ellos bastante telenoveleros (recuerdo uno sobre toda la vida de casada con Carlos de Inglaterra y aquello no podía ser más culebronesco y petulante), y Diana no ha acabado siendo la excepción que muchos esperaban (no estamos ante un drama que profundiza en las aristas y matices de una mujer que se rodea de lujos y materialismo, pero que sufre indolencias de los que ama y por consiguiente su insatisfacción roza lo enfermizo), Diana sigue siendo un culebrón… pero eso sí, esta vez mucho más lustroso que lo usual.
La cinta se basa en la historia de amor que la Ex de Carlos de Inglaterra tuvo con el cirujano pakistaní Hasnat Khan. A partir de esa base, el film se inventa una historia de amor llena de un romance blando y sentimental, con alegrías y penas, y que debe superar mil y una trabas. Los conflictos internos de la figura de Diana tan solo se acarician levemente, pero esos pequeños momentos al final resultan de agradecer.
Así que estamos ante un film romántico con sus virtudes y defectos. Que nadie espere nada más y no saldrá decepcionado si opta por visionar esta cinta. Porque dentro del género romántico lo cierto es que la película no se cae por el abismo. El director de El hundimiento y Cinco minutos de gloria maneja la cámara con corrección acertando en sus planos, la puesta en escena es de lo más generosa y disfrutable (desde los viajes a África y a Oriente de Diana hasta sus paseos palaciegos, pasando por sus veraneos de crucero o sus visitas furtivas al hospital donde trabaja su pareja), el vestuario es cuidado, la fotografía es refulgente, la cadencia del metraje es precisa sin aburrir en ningún momento y, lo más importante, los dos protagonistas de este romance no están descolocados. Watts demuestra que sabe desenvolverse con cualquier personaje con carisma y singularidad (aunque es cierto que ha tenido interpretaciones mejores como en Mulholland Drive o Lo imposible ) y Naveen Andrews (más conocido por sus papeles televisivos, entre los que destaca su rol en Perdidos ) resulta natural y arrobador. Además la pareja actoral comparte cierta química y eso siempre es lo más importante en este tipo de film.
En definitiva nos encontramos con una cinta romántica (que incluso invita a la lágrima fácil en algún momento)… quizás un tanto superficial y suavizada, pero llevada a la escena con elegancia y disfrute. Ni más ni menos. Los fans de este tipo de cine se deleitarán con esto… el resto podemos pasar un rato entretenido.
Lo mejor: Watts y Andrews.
Lo peor: Algún que otro detalle tópico.
Bueno, ya. No hay caso. A la Watts no le van a dar el Oscar jamás. Será como la grandiosa Elleanor Parker, que tuvo un par de robos calamitosos cuando fue nominada y luego, películas de baja categoría que sólo tuvieron atractivo por contar con su enorme talento en frasco pequeñito. Si, es la maldición de David Lynch. Y los Oscar tampoco son importantes, pero hay que dar el toque de gracia a las cosas y fingir que lo son, de lo contrario, ¿a que va la vida entre tanta cosa dura y realidad inescapable?
Luego, ¿yo debo impresionarme porque una rubia está a punto de convertirse al Islam? Digo, como que le agregaron tanto énfasis al asunto que uno piensa muchacho, que si quería convertirse en judía azhkenazi no lo iba a conseguir jamás, porque es una cuestión biológica y tu eres falangista de las JONS si hablas del asunto judío más o menos por allí. O sea, buscando el aplauso fácil y rápido de Hollywood con efectismos baratos y sin peso específico alguno. ¿A quien quieren engañar? La advenediza Diana Spencer era, sin tener la sangre sagrada, perdón, la sangre real que los de la sangre sagrada son otros, tan aristócrata, ligera de cascos y amante de los marrones como la Madre Teresa fue… La Madre Teresa, dejemos las habladurías de lado, por favor.
Aparte de todo ésto, señores, el casting. ¿O ustedes piensan que Messi sería tan bueno sin Xavi e Iniesta? Tiene talento, es un genio, claro. Pero también hay otros maestros detrás de él. Aquí a la Watts se la hizo jugar en el Deportivo Los Buracos y se le pidió que hiciera dos goles, cuatro asistencias y una salvada sobre la línea con el portero ya superado. Es demasié. El alemán ese no tiene compasión alguna. Ni con intentar hacer una historia creíble y sólida, ni con la pobre británico-australiana que sabe cual es su legado en la industria cinematográfica si no consigue algo más palatable a los gustos de Beverly Hills. Si lo cazó a Schrieber para obtener un visto bueno al unirse al club Talmud , los falangistas no me entienden, los neo-marxistas menos.
Y si, uno debe escribir cosas picantes y que intentan ser mordaces para neutralizar el efecto de 120 minutos soporíferos y espeluznantes de falso cine. La cosa no puede estar peor después de todo ésto pero recuerdo algunas escenas de amor forzadas hasta más no poder, no por las actuaciones, que intentaron cruzar la línea, sino por el director. Tienen un no-se-que y le añaden, sin intentarlo, cualquiera de los siguientes adjetivos: frialdad, cursilería, petulancia, pasión, ardor, indiferencia… O sea, puede ser cualquier cosa, sólo Oliver Hischlblblakgbaksj lo sabe. Pero definitivamente, sentirnos tocados o identificados o atrapados, nada de nada. Uno dice oh, Diana y los antiguos esclavos del Imperio Británico, hurra a la lucha proletaria, la subyugada princesa a través del poder del sexo y nos contradecimos millones de veces, porque somos las contradicciones en persona, somos humanos. Pero Diana no. Y el maltrato a mi Naomi es un crimen contra la humanidad.
Tuve que ponerme a escuchar la canción que lleva como letra, en el estribillo, el título de ésta crítica y empezar a golpear a abuelitos en los geriátricos. Éstas películas son malas para el consciente colectivo, se incrustan en nosotros como un quiste malévolo dentro de nuestros corazones y nos carcomen de adentro para afuera. Y me importa muy poco la vida de la realeza, dejadme decirles.
A quien adivina cual es la canción del título, un premio…