Dheepan
Sinopsis de la película
Un hombre huye de la guerra civil en Sri Lanka y, para conseguir que Francia le conceda el derecho de asilo, hace pasar por su familia a una mujer y a una niña que huyen también del país. Una vez en suelo francés, encuentra trabajo como conserje en un edificio situado en un barrio problemático de las afueras. A pesar de que no hablan francés, se adaptan progresivamente a su nuevo país.
Detalles de la película
- Titulo Original: Dheepan
- Año: 2015
- Duración: 114
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Opinión de la crítica
Película
6.7
83 valoraciones en total
No vamos a negar la actualidad del drama de los refugiados. No vamos a negar su dramatismo. A priori, hacer una película sobre este tema es tarea complicada, pues es muy fácil caer en el melodrama fácil y simple. Dheepan no es una película simple. Durante la mayor parte de su metraje consigue desarrollar una historia de un modo correcto, aunque es en la parte final cuando a Jacques Audiard, su director, se le va el dramatismo de las manos. Esa es la principal razón por la cual su Palma de Oro del pasado festival de Cannes nos parece tan innecesaria, como injusta.
La película narra la historia de Dheepan, un ciudadano de Sri Lanka que tiene que huir a Francia como refugiado por participar en una guerrilla de liberación nacional. En su viaje lo acompañarán una chica de algo más de veinte años y una niña de diez a las que él no conoce de nada, pero que se harán pasar por su mujer y su hija.
Sin duda, uno de los platos fuertes de la cinta, visto el contexto actual que la rodea, es la posibilidad de conocer cómo es la vida de un refugiado en Europa. Las dificultades que tiene para conseguir un hogar, las trabas que le ponen para tener un trabajo, las zonas conflictivas en las que acaban viviendo… Sin embargo, pese a todo esto, Audiard no es capaz de tejer una historia ni, mucho menos, unos personajes que sean capaces de emocionar.
Por ejemplo, en De óxido y hueso, el director contaba con dos protagonistas que llegaban al corazón del espectador, pese a la historia llena de clichés. En Un profeta, el francés contaba con una historia y protagonistas de gran calidad por igual. En Dheepan es diferente: cuenta con una historia, como ya he dicho, correcta en su mayoría del metraje, pero ya vista muchas veces. Eso sí, los últimos veinte minutos son un error en sí mismo, siendo demasiado locos en un principio y demasiado pastelosos al final. Respecto de los personajes, más de lo mismo: son en ocasiones demasiado simples y en otras, demasiado repetitivos. La obligación de aparentar un matrimonio, o la de fingir ser madre-hija, son temas que dan juego en algún momento de la película, pero que no calan en el espectador, lo cual, es un gran fallo.
De Cannes salieron críticas muy negativas, pese a ganar la Palma de Oro, de Valladolid salieron muchas muy positivas, y no ganó nada. Dheepan es una película que entretiene, con la que pasa el rato, pero que no propone nada nuevo, ni nada para la reflexión. El público general disfrutará de ella, sobre todo por su actualidad y sus escenas de acción. Sin embargo un público más especializado o que busque algo más no encontrará en ella nada que merezca la pena.
Audiard se subió a la cima del cine con Un profeta y De óxido y hueso, sin embargo, se ha relegado a sí mismo a ser un cineasta del montón dirigiendo una película que no disgusta, pero no destaca.
Alberto Monje, Esencia Cine
Los inmigrantes, refugiados, apátridas, exiliados….nos cuenta Jacques Audiard, son seres invisibles para la mayoría de nosotros y cuando reparamos en ellos es porque les consideramos una amenaza, un incordio o un problema irresoluble, al que se llega porque alguien firmó en su momento, y de manera irreflexiva al parecer, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Cuando los responsables gubernamentales, a regañadientes, deciden acogerlos, lejos de concederles un hábitat digno y solidario, les endosan el estatus de marginales. Pero los seres humanos desplazados y supervivientes pueden tener detrás una vida tan terrible, tan injusta y tan merecedora de reparación como la de Dheepan.
Dheepan es solo un nombre obligado a resucitar para que un guerrillero perdedor pueda renacer en alguna parte de la considerada zona civilizada, allá donde supuestamente no hay guerras y donde, también supuestamente, las leyes se cumplen y se respetan derechos fundamentales.
El director francés, como ya nos había demostrado en otras ocasiones, ni es complaciente ni pusilánime, y aunque pueda parecer excesivo en algunos momentos, deja patente que la ficción es solo un zarpazo de la realidad dormida, la que acecha tras la turbada mente de un elefante acosado y justiciero.
Ganadora de la Palma de Oro en la pasada edición del Festival de Cannes, esta película dirigida por el aclamado Jacques Audiard nos cuenta de forma veraz y desgarradora el drama de la inmigración y de la posterior adaptación a un mundo completamente extraño.
Dheepan siempre resulta potente, tanto en las partes más puramente íntimas y dramáticas, como en las que se acercan más al thriller. Audiard muestra una vez más su maestría y su capacidad para introducirnos en el tortuoso mundo de sus personajes mediante una dirección sobresaliente. Cada plano está elegido con mimo, cada movimiento de cámara es un acierto. En su tercer acto se vuelve más salvaje, más violenta y crea tensión como solo un gran director podría hacerlo. Además, la gran labor de Audiard se ve realzada por una fotografía lúgubre y realista que va a tono con el resto de la película, y con unos actores que rebosan naturalidad y verdad.
Durante dos horas estamos totalmente inmersos en la historia de esta falsa familia marcada por el horror de la guerra y nunca nos salimos de ella. Lo único que descoloca un poco es el epílogo, que bien podría haberse eliminado y no pasaría nada. Tampoco molesta, pero no va acorde al resto del film.
Es cierto que cuando termina la película no te deja la sensación de haber visto algo grande, pero sí algo muy bueno y que rondará en tu cabeza tiempo después de haberla visto.
Audiard es uno de los mejores cineastas franceses en activo, ya lo demostró con Un profeta y De óxido y hueso, con Dheepan se confirma. No era la mejor opción para ganar el máximo galardón en Cannes, pero sí una buena opción.
http://ferhood.blogspot.com.es/
Es una película difícil de clasificar o criticar. Por un lado, en verdad que es buena: muy bien filmada, una interesante historia, actores perfectos, potente, rotunda, admirable… Por el otro, no tanto o mucho menos. Es bastante tramposa narrativamente. Se manipula el devenir de los personajes de manera forzada y brutal. Se cambia el tono y la intención de forma brusca y estrepitosa. Y no era necesario.
Dicho de otro modo, es una película de alma realista, casi documental, hecha con el típico rigor francés a la hora de iluminar asuntos peliagudos y vidriosos. De afán esclarecedor e informativo. Concreta, dura, fiel a los hechos. Ruda y poética. Pero con un cuerpo hinchado por los esteroides y lleno de maquillaje. Una deriva hacia el cine negro cogida por los pelos, progresiva, pero especialmente chapucera a última hora. Esas dos mitades, la contemplativa y la salvaje, no están bien unidas. Se promete sentido y sensibilidad y se acaba ofreciendo ruido y furia. Pasamos de una mirada ajustada y sobria a un folloneo fallero poco creíble.
Es la historia de un soldado que se convirtió en portero. De cómo se llevó la guerra a cuestas. O, más bien, de cómo, por mucho que quieras huir, el pasado te atrapa. Y, quizás, lo más importante, es el retrato fatalista de una injusticia global, en el primer mundo se aparta y se esconde la violencia en guetos, la guerra de baja intensidad se mete debajo de la alfombra y hacemos como si no existiera, miramos para otro lado, lo mismo que con las abismales diferencias sociales o hacen los poderes públicos con toda la pobre gente de modo más o menos disimulado, hipócrita o descarnado.
Para dejar atrás la guerra no basta con quemar el uniforme, cambiar de pasaporte, abordar a una mujer y hacerla pasar por tu esposa y recoger a una huérfana para simular una familia y así solicitar asilo en Europa, volver a la normalidad aunque sea en un paisaje extraño, en una lengua ignota y en una cultura diferente. Las secuelas de la lucha armada permanecen larvadas y no dan tregua y te atormentan, resurgen aleatorias e imprevisibles, te martirizan y esclavizan, te martillean y acribillan por doquier, horadan tu paz y cavan sigilosas y tenaces tu tumba en vida y corres el riesgo de que ganen batallas tras el fin de la contienda.
Estamos ante una cinta valiente, ambiciosa, intensa y necesaria. Aborda sin complejos y de frente varios asuntos de candente actualidad: la emigración desde países pobres o devastados por las hostilidades hacia la acogedora, plácida y benigna Europa, los horrores correosos que las guerrillas, querellas, combates o refriegas dejan en las personas, la orfandad de haber perdido tanto las raíces como a la familia, las dificultades de la integración por las perturbaciones que se arrastran y por la hostilidad y falta de facilidades que uno encuentra, los no menos terribles choques, pugnas y exterminios que acontecen en algunos países de acogida debido a la droga, las mafias o el crimen, etc.
El catálogo de vesanias, trifulcas, enfrentamientos y brutalidades parece inagotable y se aborda con mayor o menor fortuna durante el devenir de la cinta, que pese al coraje de su planteamiento, adolece de un ritmo algo moroso y aplanado y de una dispersión temática excesiva, no sabiéndose muy bien qué se nos narra, ni qué pretende contar ni qué puerto se quiere alcanzar. El aguerrido paso marcial y jactancioso de su director y coguionista parece prescindir de proporcionar la información necesaria para acompañar con algo más que mera simpatía y buena voluntad el devenir trabajoso y torturado de sus protagonistas. Se produce un desamparo del espectador, como si diera igual su atención, interés o presencia, tan convencidos como están de la importancia de la obra que sus creadores se traen entre manos.
Por ello el balance final es ambiguo. Es admirable la exuberancia temática de la cinta, su audaz acometida narrativa, su bizarría al lanzar sonoras bofetadas de mala conciencia y denuncia al conformista y amodorrado público occidental. Pero peca por exceso, por su irrefrenable afán de erigirse en conciencia universal y oráculo infalible. Un poco de humildad y una mayor contención y control temático habrían redundado en su beneficio.