Después de la tormenta
Sinopsis de la película
A pesar de haber empezado una prometedora carrera de escritor, Ryota va de desilusión en desilusión. Se ha divorciado de Kyoko y gasta todo el dinero que gana como detective privado apostando en las carreras, por lo que finalmente no puede pagar la pensión alimentaria de su hijo de 11 años, Shingo. Ahora Ryota intenta ganarse nuevamente la confianza de sus seres queridos y formar parte de la vida de su hijo. La situación no parece fácil, pero un día un tifón obliga a toda la familia a pasar una noche juntos…
Detalles de la película
- Titulo Original: Umi yori mo mada fukaku
- Año: 2016
- Duración: 117
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Opinión de la crítica
Película
6.6
45 valoraciones en total
Una vez más, esta película de Hirokazu Kore-eda me recuerda el cine familiar y cotidiano de su compatriota Yasujiro Ozu. Los episodios de la cinta van configurando un tapiz lleno de colorido y tonalidades que nos habla del ser humano y sus circunstancias, de sus flaquezas y tropiezos, de sus ambiciones y desengaños, de sus sueños y errores, de sus vaporosos éxitos y de sus empecinados fracasos. Al final, la suma de todo ello es mucho más que cada una de las secuencias tomadas de forma aislada, ya que ilustran el devenir ordinario, sin necesidad de subrayados ni énfasis pomposos, dejando que los personajes se muestren poco a poco y que el espectador vaya atando cabos y completando la trama con sus suposiciones, dejando volar la imaginación.
La familia y sus vínculos – no siempre limpios o sanos – es el anclaje sobre el que gravita también esta obra. En este caso presta especial atención a la relación entre padres e hijos, tanto el difícil trato que mantenía el protagonista con su padre (figura ya para siempre ausente que ha muerto poco antes de que dé comienzo el metraje), como el deficiente nexo que mantiene con su único hijo, fruto de un matrimonio fallido. Y como argamasa reparadora la figura de la madre anciana, acogedora, resignada, paciente y comprensiva. Además aparecen otros individuos colaterales (una hermana, la exmujer, un prestamista, unos compañeros de trabajo…) que nos van desvelando los meandros de una existencia corriente que se asemeja a la nuestra y. por eso mismo, nos reconocemos en su espejo sin dificultad.
La serenidad contemplativa con que se desenvuelve la mínima acción va creando un entramado sutil repleto de matices y honduras que envuelve y seduce por el poso de verdad que deja a su paso. El drama surge de las contradicciones, carencias y querencias de los personajes, que con sus actos no siempre nobles ni afortunados van tejiendo un destino que se diluye y desvanece como gotas de lluvia sobre el mar. La ludopatía como ventana para la ensoñación, la casa de empeños como única fuente de ingresos cuando se es incapaz de soportar una realidad que nos va despojando, día a día, de certezas y seguridades, una comida familiar como encrucijada donde se dan la mano el hábito y la huida, el calor de lo conocido y el miedo a lo extraño…
Primorosa pieza llena de fineza y poder de observación. Va creciendo conforme avanza y deja todo abierto para que cada cual saque sus propias conclusiones. Ofrece un sedimento rico en sugerencias para quien las quiera descubrir.
Pues debo confesar que esta película es la que, con diferencia, menos me ha gustado del gran Koreeda.
Los críticos en su día comentaron, algunos de ellos, no todos, que se traba de una película sencilla pero enormemente reconfortante.
Y sí, sencilla es, al menos aparentemente, pero lo de reconfortantes es mucho decir.
Sí que es muy digna y respetable, como todo el cine del maestro, pero para mi gusto adolece (y más viéndola por la noche y en versión original) de un ritmo más vivo y situaciones con más garra y chispa.
Sí que comienza francamente bien, con agradecidos y muy conseguidos toque de fino humor, como cuando madre (estupenda Kirin Kiki) e hijo están al unísono picando el hielo del vaso para tomar un (presunto) helado. Y la conversación primera de la propia madre con su hija.
Pero más tarde la cinta creo que se hace algo más larga de lo deseable gracias a ese ritmo antes citado, apagado, tranquilo, demasiado diría yo, que no carece de calidad cinematográfica, pero que al gran público creo que le puede sacar de la película, exigiéndole un gran esfuerzo por mucho finura y sensibilidad que exista, que la hay.
La familia y la interrelación entre sus miembros vuelve a ser la constante de su argumento, con las viejas tradiciones y formas de sentir de los más adultos, junto con los nuevos tiempos, donde los sueños se desvanecen por asuntos como el dinero, y el amor y la responsabilidad pugnan diariamente contra trampas y peligros que acechan por doquier.
En suma, que no digo yo que no sea una buena película, líbreme Dios, pero sí que confieso que me ha dejado bastante frio y no me ha aportado nada nuevo ni especialmente bueno esta vez Mr. Koreeda.
La próxima vez será.
http://filmsencajatonta.blogspot.com.es
Hirokazu Koreeda con tan solo un año de diferencia, y unos pocos meses del estreno en España de su anterior película, Nuestra hermana pequeña, presentó en Cannes Después de la tormenta, injustamente relegada a la sección Una cierta mirada.
En esta ocasión, el japonés vuelve a incidir en la familia como eje principal de la historia, tema que ha abordado durante prácticamente toda su filmografía. Después de la tormenta es a la vez un relato sobre el fracaso y una preciosa y muy profunda reflexión sobre la familia y los vínculos que se crean entre padres e hijos.
Con su estilo habitual, Koreeda inunda cada fotograma de melancolía y belleza, creando una atmósfera absolutamente agradable de contemplar. Además, los toques cómicos de algunos diálogos, funcionan a la perfección y sirven tanto para hacer de la película una experiencia más ligera, como para ahondar más en el conflicto. Según palabras del propio cineasta, él prefiere abordar lo dramático mediante pequeñas dosis de humor. Así lo ha hecho en gran parte de su obra y especialmente aquí, en Después de la tormenta. Por temática quizá la podemos asociar a su excelente Still Walking, y por su reflejo de tres generaciones distintas.
En el reparto nos encontramos con actores habituales en la trayectoria del cineasta. El protagonista, Hiroshi Abe, eleva y dota a su personaje de su natural carisma en una gran interpretación, contenida y brillante. También es frecuente la presencia de Kirin Kiki en su cine, pero es en esta película donde más posibilidades ha tenido de lucirse. Gracias a un personaje escrito con una elegancia e inteligencia a la altura de muy pocos, Kiki ofrece un verdadero recital de emociones cada vez que aparece en pantalla. Y demuestra una faceta cómica poco explotada que alcanza cotas dignas de aplauso.
La película, explora con suprema sutileza y buen gusto la pérdida de un ser querido, ya sea por su fallecimiento o simplemente porque este no quiere seguir formando parte de tu vida. El intento del protagonista por pasar tiempo con su hijo conmueve, y da lugar a uno de los más logrados finales en toda la trayectoria de Koreeda. El tercer acto cierra de manera perfecta lo que anteriormente había sido retratado, y una vez más, el japonés crea poesía a través de lo cotidiano gracias a una sensibilidad única.
Después de la tormenta vuelve a situar a Koreeda entre uno de los directores de cine más interesantes en activo.
http://ferhood.blogspot.com.es/
Qué mal acostumbrado estoy a la dieta única, ese cine que es todo igual, americanoespañol mayormente, y que considera al espectador como a un zombi medio alelado al que hay que mandar descargar eléctricas, terapia de electroshock, para ver si reacciona y a ser posible se emociona, tantos días viendo esas películas llenas de empujones, sustos y descalabros que para una vez que me voy a un japonés, ya casi no entiendo nada, un desconcierto y un desconsuelo constantes, a la espera del golpe bajo melodramático que nunca llegaba, lo que fuera, una enfermedad terminal, un atraco a mano armada, un cambio de sexo repentino, una invasión de ultracuerpos, y nada, aquello discurría con una calma chicha acojonante. Ya llegará, seguro, me decía para darme ánimos, al final caerán ellos también, qué se habrán creído estos puñeteros orientales, que se puede contar una historia sin recurrir a trucos de tahúr ni trapacerías varias, sí, ya, ja, y voy yo y me lo creo. Pues sí, amigos, es una de esas películas que muchos dirán, seguro que con toda la buena intención del mundo, que es lenta y no pasa nada. Y yo les contestaría que todo lo contrario justamente, que pasa todo, la vida entera delante de tus ojos, así, a las bravas. Pasa lo que no se suele contar, los entresijos, los intríngulis, las zonas en sombra, esas conversaciones o tiempos muertos, esas noches sin sueños, en el trabajo, en la cena, oyendo la radio, hablando del tiempo, recordando, penando, paseando, soñando, trampeando, amando y odiando. Y sin alzar la voz ni montar el número, sin echar a correr o salvar el mundo, sin superación ni perdición. Solo pasando.
Y con un héroe que es un antihéroe peo no romántico, vulgar, creíble y gracioso. Es un pobre desgraciado, un golfante, un caradura, un buen hombre y un pequeño miserable. Hijo de un padre parecido. Los hombres de esa familia son débiles, tramposos e irresponsables. Ellas son lo opuesto. Fuertes, sabias y decididas. Ellos viven entre la nostalgia inútil del pasado y la engañosa ilusión del futuro. Ellas en el presente. Ellos sienten la vida como una complicación doliente. Ellas la desentrañan en su compleja sencillez.
Es un cincuentón de buen ver pero de capa caída, derrotado, que quería ser escritor y es un cutre investigador que anda entre sobornos y trapicheos. Su mujer le ha dejado y su madre y su hermana le quieren pero, con cariño, más la madre, le recuerdan en lo que se ha convertido.
Asombra la maestría con la que se desgranan los diálogos y las situaciones, con una gran sutileza e inteligencia. Y es muy hermoso el modo en que se atiende a los pequeños detalles, a esos encuentros, confesiones e intimidades en los que se reconoce lo que la vida hace con las personas, lo triste y bello que es todo según se mire o sienta, depende del grado de dolor o estoicismo.
Se habla del fracaso, de la resistencia, del cariño, de la pérdida, de la madurez como desilusión y la paternidad como gran responsabilidad. Todo ello contado con humor, delicadeza y precisión.
Es una gran película. Un oasis acogedor, caluroso y especial. Un regalo de sencillez y hondura que en sus casi dos horas, no todo es perfecto, también decae en escasas ocasiones y sobra alguna escena de relleno, nos reconcilia con el cine y, un poquito, con el mundo.
Película japonesa dirigida por Hirokazu Koreeda. Nada puede parar al hombre con la actitud mental correcta en conseguir su meta, Puedes tener cualquier cosa que quieras si estás dispuesto a renunciar a la creencia de que no lo puedes tener, Ten el coraje de seguir tu corazón e intuición. De alguna forma ya saben en lo que verdaderamente te quieres convertir. Frases como estas abundan en el lenguaje de una psicología servil al neocapitalismo. Recuerdan a los postulados de Merton que me comentara el psicólogo social David Ortega Ibáñez: Todos deben esforzarse por alcanzar las metas consideradas de éxito social, Las dificultades para lograrlas se deben atribuir al individuo no a las metas, El auténtico fracaso está en renunciar a las metas. Dado que la inmensa mayoría de las personas fracasan en la realización de estas aspiraciones mediadas por el éxito social, le quedan logros subrogados para conformarse: Puedo irme de vacaciones, Tengo buenos amigos, Soy importante para mi familia. Pero ya estos logros vienen descalificados por el peso de la meta inicial. Entonces la persona puede asumir su condición de perdedor y destruir todo lo que le rodea ya que se considera incapaz de dar nada e inmerecedor de consideración. Solamente una tormenta que desencadena la destrucción crítica de las metas devolverá al ser humano a su dignidad.