Desierto de fuego
Sinopsis de la película
Mientras investiga un terrible desastre ecológico en Sudamérica, una científica es secuestrada por el antiguo líder de la corporación responsable de la catástrofe. Al mismo tiempo, bajo sus pies, un gigantesco volcán está a punto de entrar en erupción…
Detalles de la película
- Titulo Original: Salt and Fire
- Año: 2016
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
Película
4.1
91 valoraciones en total
Laura Sommerfeld (Veronica Ferres) es una científica que se dirige a Bolivia en una expedición junto a otros dos colegas para investigar el desastre ecológico de Diablo Blanco, que tiene que ver con la salinización de una enorme extensión de terreno y malformaciones congénitas en los locales por la utilización de un químico por parte de una transnacional.
Al llegar a Sudamérica la protagonista es secuestrada por un extraño grupo paramilitar, que poco a poco irán exponiendo el interés en esta mujer y en todo el contexto en el que se desenvuelve la trama. A mi parecer estos momentos de intriga corporativa son los mejores del filme, pero esto se pierde por la mirada que el director-guionista realiza del filme, donde ya mete de lleno los ideales del mencionado desastre ecológico.
Se le ha achacado mucho a Herzog que el nivel de sus obras de ficción de años recientes está muy lejos de la excelencia alcanzada por sus documentales, en mayor o menor medida se puede estar de acuerdo con dicha afirmación, pero lo que es seguro es que ciertamente Salt and Fire es una obra en términos generales fallida, con buenas intenciones alrededor del desastre causado por la humanidad en el medio ambiente, pero flojamente presentada.
De los puntos altos del largometraje es la dirección del realizador alemán, la cual es bastante llamativa, con una cámara muy incisiva con tomas largas que siguen a los personajes por el espacio, una buena simbiosis con su acostumbrado director de fotografía Peter Zeitlinger. Muy bien Michael Shannon como siempre, aunque con un personaje que no es muy aprovechado, ni que decir los personajes de Gael García Bernal y Volker Michalowski que simple y llanamente no aportan nada al relato.
Entonces Salt and Fire se queda en nada, se siente una historia realmente desaprovechada, pareciera realizada a la carrera y sin mayor introspección respecto a lo que podía dar.
Si le quitamos las magníficas imágenes aéreas de esta zona desértica entre Bolivia y Chile, la peli se queda en nada. Modestamente, pienso que ser un director reputado no da derecho a plantear una peli con argumento pobre, diálogos que rayan lo absurdo o contenido de relleno.
Pretendiendo mantener el misterio de lo que está ocurriendo, la peli se hace lenta de bostezo. Pretendiendo reflexionar sobre la pequeñez de lo humano, es pesada y previsible y aporta muy poco en el plano medioambiental donde podría profundizar algo más.
Hay una frase bastante interesante en esta película que, de alguna manera, valida toda su historia.
La dice Matt Riley, antiguo CEO de una organización responsable de un desastre ecológico, cuando exclama: por una vez, quisiera que esto no fueran estadísticas, números o informes .
Y no se me ocurre otra razón por la cual Werner Herzog ha dejado de lado su analítica cámara documental, y ha abrazado una historia de manera convencional: porque, a lo mejor, servida con buenos actores y cuidadas imágenes, esto cala mucho más que un documental corriente.
Salt and Fire no es que llegue especialmente lejos en sus planteamientos, y su supuesta ferocidad de denuncia se diluye entre supuesta poesía y cierta simpleza de ideas.
Pero a veces lo simple recorre un gran camino: el secuestro en Bolivia de la científica Laura Sommerfeld, con otros dos compañeros, no habría funcionado si estuviera en forma de panfletillo rancio sobre lo mal que está el medio ambiente y lo peor que lo tratamos.
Es un punto de vista que parece compartir Matt Riley, y por eso su secuestro pronto se parece más bien a un tranquilo retiro en medio de la nada, en el que poder hablar, pero hablar de verdad, no para los medios o las organizaciones que necesitan un reporte para el jueves.
Pronto Laura empieza a tejer una sólida red de confianza con Matt, que no parece el fanático de capucha y arma que en un principio se le habría presentado, y sí una persona desesperada, superada por unas circunstancias que nadie quiere cambiar.
Porque la justicia no tiene ningún sentido en ese lugar alejado de todo, donde dormita un volcán entre las marismas de sal que podría acabar con todo el mundo si se diera el caso. Hay razones que superan toda ley humana, y hablan directamente al ser racional que tenemos dentro, de la manera más elemental posible, para que prestemos atención a los problemas verdaderamente importantes.
Tengo la impresión de que Laura solo viajaba a Bolivia por hacer su trabajo, quizás cubierto con alguna pátina de profesionalidad en forma de preocupación, pero no tenía una verdadera intención de instigar ningún cambio.
Matt de alguna manera sabe eso, y por eso lo siguiente que hace es abandonarla en un islote perdido en medio de las marismas, en compañía de dos niños ciegos a su cuidado.
Lo que parecía simple trámite pasa a ser un compromiso real, solitario, esforzado, todo para preservar la vida de esos niños en medio de la bella desolación salada que la rodea. El Diablo Blanco, el volcán, la vigila desde el horizonte, recordándole su mansa tarea, en ese planeta extraterrestre compuesto de blancura infinita.
Así, el drama de supervivencia en esa región se torna real, creíble, mucho más que si solo hubiéramos visto el desierto y apenas lo hubiéramos sufrido con Laura.
Tras su odisea, no solo comprendemos su belleza, sino también el peligro que entraña, la cruel poesía que ruge en sus entrañas, un silencio que podría haberse perdido, reduciéndolo a una observación trivial.
Cuando la verdad es que vale más ese cavernoso silencio, que todo el ruido medioambiental con el que solemos taparlo.
Increíble pifia del director Werner Herzog, realizador de la mítica obra de arte: Aguirre, la colera de Dios.
La película, seleccionada en Cannes 2016, tiene un cartel a priori interesante con Gael García Bernal, acompañado de Michael Shannon y Veronica Ferres.
La película es una de las peores películas de la década y gana el premio a la peor película del año 2016: guion pretencioso, actuación más allá de los desastroso de Verónica Ferres, ganaría el oscar a la sobre-interpretación.
Unos científicos son raptados en Bolivia, lo mejor de la película son las imágenes sobre uno de los salares.
Está claro que el hecho de hacer una co-producción entre 5 países (Estados Unidos, Alemania, México, Bolivia y Francia) obliga a que metas a la actriz alemana que te digan, que el país sea el que te digan, que metas a un estadounidense medio sin sentido en un reparto donde no cuadra, para hacer un guion sin dinamismo y sin base lógica. Se agradece que la única aportación francesa sea que piden champagne en el avión y Gael agradece a la azafata diciendo Merci. Un papel de un actor francés hubiera quedado aun más rocambolesco en una dirección que no sabe unir en esta película los diferentes orígenes.
Recomendable ir a ver la película si uno está cerca del cine y en la calle hace menos 30 grados.
Extraño film realizado y con guión de Werner Herzog, que tiene en su preciosa fotografía lo mejor de todo. ¡Ah, y buenas intenciones, sobre todo eso!
La idea está bien, una crítica a los diversos estamentos, políticos, gobiernos y grandes corporaciones que, en ansias de dinero y poder, no dudan en promover desastres ecológicos de grandes proporciones, quizás irreversibles.
El comienzo de la película está bien, y mientras sale Gael García Bernal (no por él en sí) tiene humor, intriga y tensión argumental con el ataque y secuestro posterior.
Sin embargo, una vez la protagonista cae en manos del grupo armado, poco a poco se cae el interés, pasando a ser otra cosa, mitad filosófica, mitad humanista, mitad socio-económico-cultural-criminal, sin convencer en ninguna de sus propuestas.
Se habla demasiado y no siempre claramente.
Lo mejor, como ya he leído por aquí, el desierto de sal, impresionante por su belleza y dureza al mismo tiempo. El resto no es que no se pueda ver, pero al final te quedas bastante frío y no le sacas el jugo al claro mensaje que tiene. ¿O no tan claro? Este es el problema, que después de su visión quedan bastantes dudas sobre lo que Herzog, verdaderamente, ha querido contarnos.