Deseo bajo los olmos
Sinopsis de la película
El hijo (Anthony Perkins) del granjero Eben sólo espera el día en que pueda heredar las tierras de su padre, un tiránico viudo (Burt Ives). Pero cuando éste vuelve a casarse y anuncia que dejará sus posesiones a su nueva esposa, estallan las pasiones más encontradas a lo largo de una noche llena de furia y deseo entre Eben y su nueva madrastra (Sophia Loren).
Detalles de la película
- Titulo Original: Desire Under the Elms
- Año: 1958
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
6.6
96 valoraciones en total
123/14(31/07/15) Tortuoso y muy valiente drama por el tema tan escabroso que toca, dirigido por Delbert Mann de modo cercano al teatral, adaptando la obra homónima de Eugene ONeill de 1924, con guión de Irving Shaw (The Young Lions o The talk of the town). Es una historia de obsesiones cuasi-enfermizas, patológicas, la del patriarca por vivir eternamente y mandar sobre su granja, la del hijo Ephraim por la tierra de su madre que desea en propiedad única a toda costa, la de Anna por poseer algo en su vida, y al final deriva en la obsesión amorosa que trae nefastas consecuencias. Posee grandes elementos en su desarrollo, un argumento atávico sobre la posesión de la tierra, una evolución de la historia ingeniosa, y unas actuaciones más que notables de Anthony Perkins, Sophia Loren en su primer papel en USA, y un colosal Burl Ives.
Estamos a mediados del SXIX en una granja de Nueva Inglaterra, el dueño es un rudo Ephraim Cabot (Burl Ives), viudo de dos esposas, tiene tres hijos, dos de la primera esposa, Peter y Simeón, y el menor Eben (Anthony Perkins) de la segunda, de la que además era la finca, la madre de este antes de morir pidió a su hijo intentara por todos los medios heredara la granja por derecho propio. Con dinero sustraído a su padre Eben compra los derechos de sus hermanos, y estos se van a California en busca de fortuna. Ephraim tras un viaje vuelve a la granja con una nueva y joven esposa, Anna (Sophia Loren), una lozana italiana, con la que Efrain espera tener descendencia, con lo que los planes de Eben serian trastocados.
Es un melodrama que arranca como si de un cuento se tratara, con una madre enseñando a hurtadillas como esconde su padre dinero en un agujero, este vive con dos hermanastros, cual ceniciento, hay un padre despótico, y avanzado el metraje aparece una madrastra bella y turbadora, pero a medida que avanza se convierte en un drama romántico de reminiscencias de tragedia griega, en un relato que deja poso, ambiguo en su devenir, complejo, con personajes torturados, grises, no hay uno bueno, todos esconden maldad, muy bien descritos, delineados de forma espléndida. Se tocan temas como las relaciones paterno-filiales, las malditas herencias, el egoísmo, los amores de conveniencia, los celos, el adulterio, el odio, las pasiones prohibidas, la lujuria, la codicia, las ambiciones desmedidas, y sobre todo los susodichos de las obsesiones llevadas al extremo. Una historia que a medida que discurre se hace más asfixiante, se tensa más y más el aire hasta hacerse irrespirable, con situaciones de enorme crudeza, hasta desembocar en un final estremecedor de calado emocional.
En el lado de los defectos estaría que quizás pasa todo demasiado deprisa, a trompicones, los personajes no terminan de abrirse, provocando que su comportamiento parezca incoherente, la relación amorosa entre Ephraim y Anna pasa como un flash, no termina de llegarnos esa lujuria que haga creíble ese catarquico desenlace, desenlace que me resulta exagerado, desproporcionado, como si me faltara metraje de por medio que me haga verosímil la eclosión final, orgánicamente resulta desequilibrada, derivando una conclusión algo confusa, esto hace que le reste poder de pinzamiento en el espectador.
Anthony Perkins dota a su personaje de nervio, vigor, pasión, obsesión, de mirada profunda. Sophia Loren derrocha sensualidad, erotismo, belleza, y entre Perkins y ella se establece una singular química perturbadora, la Loren participa por imposición de su marido, el productor del film, el italiano Carlo Ponti. Burl Ives es el mejor, una fuerza desatada de la naturaleza, radiante, carsimático, fulgurante, nacido para bordar el rol de patriarca de rudo carácter, como en La gata sobre el tejado…, Horizontes de grandeza o esta.
La puesta en escena rezuma teatralidad, desarrollándose la acción casi en su totalidad en la granja (estudios), reforzando el sentimiento de claustrofobia anímica, de prisioneros de uno mismo, con una esmerada dirección artística de J. McMillan Johnson (La Rear Window o La historia más grande jamás contada) y Hal Pereira (Vértigo o Breakfast at Tiffany’s), con una notable fotografía de Daniel L. Fapp (Uno, Dos, tres o West side story) en glorioso b/n, con un dramático uso de la iluminación, potenciando los bucólicos parajes en contraste con la desgarradora historia que vemos, siendo nominada al Oscar, y todo adornado por la melódica música de Elmer Bernstein (El Cabo del Miedo o Casino), canalizando emociones de modo sutil con sonidos de órganos.
Hasta que no me encontré el DVD en un mercadillo, no sabía de la existencia de esta película de Delbert Mann, el realizador de la multipremiada Marty. Adaptación de la prestigiosa obra de Eugene ONeill realizada por Irwin Shaw (El baile de los malditos), Deseo bajo los olmos solo merece pasar a la historia por la excelente actuación de Sophia Loren, que hace gala de un excelente inglés, y por los majestuosos bailes de Burl Ives, en plena forma pese a sus kilos de más. El resto es muy teatral, algo falso y no muy divertido pero marcado por una sexualidad insospechada en una pareja tan extraña como la formada por Perkins y Loren.
Un drama tremendo en una familia alrededor de una granja, con un huraño y tirano propietario, incapaz de mostrar ni un ápice de entusiasmo por ninguno de sus hijos, avaro y egoísta, una interpretación realmente buena de Burl Ives, a quien le sigue un joven Perkins, alentado y asesorado por su madre, con la ilusión de heredar, algún día, la granja que el padre no quiere soltar, y en medio del todo una espléndida y bellísima Sofía Loren, en uno de sus papeles más interesantes.
La entrega rebosa crueldad por todos los poros, incluso la intensa relación amorosa está impregnada de desgracias irreparables y nos reserva un final muy difícil de asimilar. La película se deja ver y te mantiene en tensión durante las casi dos horas que dura. Fue nominada por su fotografía y, en honor a la verdad, la misma es fantástica. Una película más que interesante. Por eso le doy un 6,5.
Existe la costumbre -hecha casi norma- de que toda película basada en una buena obra de teatro ha de ser considerada fallida. Si se aparta del texto teatral, porque se aparta, porque no es fiel al autor (al dramaturgo), y si no se aparta, porque no es propiamente cine sino teatro filmado. ¡Porca miseria!
Pues, ojeando las críticas que se hacen a este film de Delbert Mann, veo cumplirse esa costumbre con especial injusticia. Se infravalora una gran película, excelente en todos los aspectos puramente cinematográficos. Un drama formidable como es este de Eugene ONeill, es llevado a la pantalla, no sólo con fidelidad al dramaturgo, sino con enorme belleza visual, con gran fluidez narrativa y con unas interpretaciones sencillamente fabulosas por parte de sus tres principales protagonistas.
(Una confesión personal: nunca había podido ver entera una película con Anthony Perkins de protagonista, porque nunca podía creérmelo en otro papel que no fuera el de Norman Bates -Psicosis-, y al fin he podido romperme esa especie de maleficio. Qué extraordinario actor, Perkins.)
Un notable drama romántico, injustamente olvidado, protagonizado por Sophia Loren y Anthony Perkins, antes de que éste último fuese encasillado para siempre en el papel del siniestro Norman Bates de Psicosis.
Con un guión sencillo pero de estructura detallista y sofisticada, y dirigida de una forma que parece asemejarse por momentos a una obra teatral, esta historia de problemas familiares, herencias, celos, odio y pasiones prohibidas, capta de una forma totalmente extrema y exaagerada, pero no por ello incoherente, las relaciones humanas, el comportamiento del hombre cuando se encuentra en un entorno hostil, salvaje y solitario, en el que tiene que luchar por conservar lo único que tiene. Lo más curioso de este film es sin duda su atípica pareja protagonista, Sophia Loren y Anthony Perkins, ya que cualquiera diría que no pegan ni con cola. Sophia, una mujer de mundo, temperamental y de belleza salvaje, y Anthony un niño mono, dulce y apocado. Sin embargo, y contra todo pronóstico, ¡la cosa funciona! Ambos ofrecen unas interpretaciones naturales, transparentes, llenas de sentimiento y fuerza que hacen que te creas totalmente su historia de amor. El otro puntazo interpretativo corre a cargo de Burt Ives, el odioso y amargado padre de nuestro protagonista, que realmente consigue su función: que se le odie.
Técnicamente el film es notable, con una fotografía brillante que potencia tanto el romanticismo y la naturaleza en escenas campestres y bucólicas, como la tensión y la incertidumbre en escenas dramáticas y de suspense. La banda sonora, corre a cargo de Elmer Bernstein, autor de composiciones maestras como la música de Los diez mandamientos (1956) o Los siete magníficos (1960), e imprime una vez más su inconfundible sello en esta película, con melodías inteligentes y dramáticas.
Recomendada a los fans de Sophia Loren y Anthony Perkins, ambos en su esplendor físico y ofreciendo unas interpretaciones soberbias. También a los amantes de los dramones románticos hollywoodienses.
LO MEJOR
– La historia: un relato sobre las relaciones humanas tratado de una forma cruda y extrema.
– Sus dos protagonistas: Sophia Loren y Anthony Perkins.
– Fotografía en blanco y negro brillante.
LO PEOR
– Algo lenta en ciertas ocasiones.