Desayuno con diamantes
Sinopsis de la película
Holly Golightly es una bella joven neoyorquina que, aparentemente, lleva una vida fácil y alegre. Tiene un comportamiento bastante extravagante, por ejemplo, desayunar contemplando el escaparate de la lujosa joyería Tiffanys. Un día se muda a su mismo edificio Paul Varjak, un escritor que, mientras espera un éxito que nunca llega, vive a costa de una mujer madura.
Detalles de la película
- Titulo Original: Breakfast at Tiffanys
- Año: 1961
- Duración: 115
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Opinión de la crítica
Película
7.7
93 valoraciones en total
Eso es esta película. Una película totalmente insustancial pero todo lo bien llevada que podía haberlo sido, con una Audrey Hepburn que interpreta excelentemente un papel… soberanamente estúpido.
Son infinidad los detalles que me han disgustado de esta película, de la que esperaba muchísimo más (se me hizo eterna pese a no ser demasiado larga). ¿Qué moralejas que merezcan la pena pueden sacarse de esta película? ¿que una enorme joyería sea el lugar más bonito del mundo o donde uno se sienta más seguro ? ¿que para ser divertido es necesario haber robado alguna vez en alguna tienda (aunque no se te ocurra nada más que hacer en todo el día)? ¿Que primero hay que intentar ligarse a alguna de las mayores fortunas del mundo, y si falla, ya habrá que conformarse con el amor verdadero? ¿Que hay que utilizar a la gente o pasarse con ella lo que haga falta para conseguir lo que queremos? (patético el personaje del vecino introvertido, de tan ridículo que quisieron hacerlo) ¿Que el amor consiste en una relación de PERTENENCIA (como explica en plan aleccionador Peppard)? ¡Por favor, que disparate! Tal vez el problema sea el tiempo que tiene la película (ya son 45 años), pero he visto cine mucho más antiguo que sigue siendo tan actual como el primer día.
Esta película acaba resultando todo un compendio de materialismo a ultranza, de falta de escrúpulos, de machismo… eso sí, en un envoltorio estupendamente preparado. La canción de Moon River, cada una de las 3 o 4 veces que sale, salva los muebles en buena medida (aunque es un recurso excesivamente manoseado y que demuestra también una excesiva falta de ideas).
Por último, lo que sí que se nota y que hace flotar esta película es (aparte del dinero que se nota que hay detrás) un excelente trabajo tras la cámara, con una gran dirección de actores y una muy buena fotografía (me encanta el plano en el que él abre la puerta la casa y solo se ve su sombra sobre el piso de ella, o el de ella sobre la cama con todo su cuarto revuelto).
En definitiva… todo un mito del cine que no debería serlo (eso debería reservarse solo para el tema principal de su banda sonora).
pdta: ¿Alguien quiere romanticismo del bueno? Que recuerde Casablanca , 20 años anterior a esta película, pero 20 veces superior en todo.
A mí me parece que Desayuno con diamantes es más mito que película, la verdad. O por lo menos no me dio la impresón que estuviese a la altura de la fama que le precede. La vi con ciertas expectativas (de ver algo sofisticado e inteilgente) y quedé bastante defraudado con lo visto. Es sofisticada pero no inteligente. A apesar de que Aundrey Hepburn sale muy monina y la banda sonora de Henry Mancini aún tiene más encanto que la propia Hepburn, lo que es la historia y la película me parecieron muy frívolas, con un desarrollo que queda bastante cojo (los personajes no evolucionan durante la película a pesar del giro final), la dirección de Blake Edwards me parece bastante superada con lo que podemos ver a día de hoy y se ha quedado desfasada en algún que otro aspecto importante.
El que una mujer salga de fiesta nocturna a día de hoy no resulta tan chocante como lo pudo ser en los 60, así que parte de la transgresión del personaje de Holly ha quedado diluido. En esta película sus dos protagonistas son personas superficiales que la única manera que encuentran para resolver sus problemas es la más frívola que se les pasa por la cabeza: con un braguetazo. Toma ya. Luego tenemos al personaje de Paul Varjak (cuantas veces llega a deletrear su apellido?), que debe ser el gigoló más soso de la historia del cine, un tío tan sumamente aburridísimo que no cuela que pueda seducir a nada. Y tiene parte que de sensibleras me sobraron
[spoiler]lo del hermano que nunca aparece, el marido con el que Holly se casó cuando tenía 15 años y aparece para recordarle que una vez fue una humilde chica y sobretodo la despedida del autobus[/spoiler]
Lo que es la historia de amor de por sí ya tiene un inicio poco creíble. Me pareció absurda. Vamos a ver, como nos podemos creer que en Nueva York una joven deja pasar a un desconocido cuando ella está en camisón de dormir y le deja hacer a su antojo por ahí? Hasta ahí pues no me acabó de cuadrar, podría cogerse con pinzas si se tiene en cuenta ese excéntrico cáracter de Holly, pero luego tanto el desarrollo de la escena y el diálogo carecen de pulso, sin feeling y me resultaron absolutamente artificiales.
Lo que son los aspectos románticos no me los acabé de creer, los cómicos no me hicieron gracia alguna (tronchante lo del vecino oriental o las anécdotas de la fiesta, uy sí) y la película me acabó resultando algo tontaca. No estoy diciendo que sea una película cutre pero si que no está a la altura de lo que a mí me parece ha de ser una película mítica.
Que quede claro desde el principio: Desayuno con diamantes es una película hecha para soñar. Para soñar en rosa, a lo grande, con lo imposible. Como un paréntesis en el que todo parece detenerse durante un instante de eternidad: es más lo que transmite, que lo que es.
Paréntesis efímero, lujoso, burbujeante y decadente: fuera del cual la putilla anoréxica Lulamae flirtea con Mickey Rooney y José Luis de Villalonga. Fuera del cual, el escritor encarnado por George Peppard (ñam, ñam), se vende a ricas y maduras patrocinadoras de su arte . Pero al abrirse el paréntesis, ella y él se ven absorbidos dentro de esa clase de vórtice conocido como un día inolvidable . Dentro del mundo díainolvidablesco, Lulamae y el escritor son los felices habitantes de un mundo llamado Tiffanys, un mundo en el que las chicas de cascos ligeros encuentran a alguien que las quiera lo suficiente para darles un nombre y los escritores fracasados encuentra a un editor que les dice por fin que sus textos son dignos de ser publicados. En el mundo Tiffanys el tiempo presente ha desterrado al pasado y al futuro: todo se detiene, menos él y ella contemplando escaparates en Nueva York. Es tan ridículo, tan tópico y tan falsamente romántico, que resulta magistral.
La parte cómica es horrible y la parte amorosa no se salva demasiado pero finalmente te ríes, finalmente te emocionas porque es una película cuyo trasfondo te invita a jugar a un juego de imágenes en el callejón del Gato, en que no somos nosotros quienes reímos y nos emocionamos, sino nuestro reflejo deforme ante la vista de otro reflejo deforme: Desayuno con diamantes . Una jugarreta genial.
Creo que todos eran conscientes de estar rodando una gran y multitudinaria farsa: el tiempo se encargaría de demostrarles que el cine siempre es una farsa, pero que existen pocas películas, como éstas que demuestren de forma tan contundente que nosotros también somos igual de farsantes.
No es Desayuno con diamantes una obra maestra, ni tan siquiera un clásico de los grandes por más que algunos lo vean así. Y con todo, hay que reconocer en ella momentos de obra maestra y de clásico, pero una película debe ser juzgada por el conjunto, y ésta exhibe algunos defectos de base que sus aciertos parciales no logran disimular.
En su novela Desayuno en Tiffany´s Truman Capote pretendió esbozar un retrato de la parte más frívola e insustancial de la sociedad neoyorquina, pasto habitual de la prensa de cotilleos. Sin embargo, el relato de Capote carece de acidez y distanciamiento y acaba por resultar tan encantador como falto de profundidad precisamente porque se ve parcialmente contagiado por los vicios de la fauna que describe. A ello hay que sumar una cierta incapacidad del autor norteamericano para retratar el universo femenino: en la obra de Capote que conozco mujer e inteligencia parecen incompatibles. Y cuando es una mujer la que lleva el peso de la trama, como en este caso, el panorama resulta problemático.
Con semejante base no debería sorprender que el principal escollo a superar por Edwards a la hora de realizar la adaptación a la pantalla fuera una trama algo insulsa y a la que los guionistas hicieron poco por mejorar: convertir al protagonista en un mantenido e incluir un final totalmente hoollywodiense podían dar más carga dramática a la cinta, pero no se saca el debido provecho de los cambios. Tampoco resultan convincentes algunos personajes, con un histriónico Mickey Rooney en un papel de vecino cascarrabias totalmente exagerado, la vena cómica funciona sólo a ráfagas y en otras cae en el puro vodevil, y los diálogos son irregulares, apuntan buenos momentos, sobre todo en las discusiones de la pareja protagonista, pero se quedan a medias, sin rematar lo que bosquejan.
Naturalmente que esta película tiene sus aciertos, como ya se decía: Edwards sabe rodar, hallar el encuadre exacto y dar a cada plano la duración justa, y la mejor muestra la tenemos en el excelente plano de arranque o en la escena del guateque, narrada con un ritmo endiablado y la precisión de un mecanismo de relojería. La hermosa Audrey Hepburn se convirtió aquí en todo un icono (una de las pocas veces que se puede llevar con clase la tan temida anorexia) y sabe construir un personaje alocado a la vez que frágil e inseguro, capaz de pasar del registro más elegante al abiertamente cómico con total naturalidad.
Capítulo aparte merece la banda sonora. Hoy muchas de sus páginas pueden resultar desfasadas al pertenecer a la moda de los 60, pero resulta más que merecido que pasara a la historia gracias al bellísimo tema de Moon River, al que Mancini supo sacar todo el partido que pudo consciente de que, ahí sí, tenía delante una verdadera joya.
La otra, Hepburn.
Entre las dos lograron dejar para la posteridad una obra que de otra manera no hubiera pasado de ser una aceptable historia de amor narrada con oficio.
Basada en la novela Breakfrast At Tiffanys (1958), de Truman Capote, fue dirigida por Blake Edwards. Se rodó en NY, con un presupuesto de unos 2 M de dólares. Ganó 2 Oscar (música y canción), 1 Grammy (banda sonora), 1 Golden Laurel (sonido) y 1 WGA (guión). Obtuvo 3 nominaciones sin premio a los Oscar (actriz, decoración y guión adaptado) y otras. Se estrenó el 5-X-1961.
La acción tiene lugar en NY en 1960. Narra la historia de Holly Golightly (Hepburn), de 19 años, que dejó su casa a los 14 y se trasladó a NY en busca de la felicidad. Siente pasión por las joyas y sobrevive aprovehando sus encantos para obtener pequeñas cantiades de dinero de sus amigos nocturnos ocasionales. Un joven escritor de escaso éxito, Paul Varjak (George Peppard), que vive gracias al patrocinio no desinterresado de la Sra. Failansen (Patricia Neal), ocupa el apartamento superior al de Holly. Entre ambos surge pronto una gran amistad.
Protagonizan la película dos desarraigados, que sobreviven en un mundo de lujo, ocultando intimidades de marginación y prostitución. Están profundamente insatisfechos, atrapados en un mundo falso, venenoso y sin futuro. La pasión por las joyas y la obsesión por encontrar un marido rico, mantienen a Holly en un estado de aturdimiento que le permite seguir huyendo de si misma. Paul, más reflexivo, cae en la cuenta de su error. Se inicia a partir de entonces la lucha de Paul contra la inconciencia y los falsos sueños de Holly, que se resiste tenazmente ante la inminencia de su traslado a Brasil en compañía de un rico hacendado. Los intentos de Paul cerca de Holly dan lugar a unos diálogos llenos de matices y complejidades, de gran interés. La obra está punteada de un humor jovial e irónico (incendio del sombrero, reloj en el tobillo, hurto en unos almacenes ante la mirada del vigilante, etc.). Son escenas emblemáticas la visita de Holly al escaparate de Tiffanys mientras desayuna a las 6 de la mañana antes de acostarse, la canción de Hepburn en la ventana y otras.
La música, de Mancini, se apoya en una partitura que enriquece la jovialidad del humor, la desesperación de los personajes y el ambiente festivo de los partys. Incluye la canción Moon River , cantada por coros, Hepburn y silbada por Peppard. La fotografía es de Franz Palmer, en su última intervención en cine. La cámara se mueve en descripciones generales, fijación de detalles y primeros planos de Hepburn. Predominan los fondos de colores suaves, sobre los que resaltan masas oscuras, cálidas o frías intensas. El vestuario de Hepburn (Givenchy) y de Neal (Pauline Trigere), supervisado por la mítica Edith Head, es magnífico. El guión de G. Axelrod, es rico en sutilezas, lances cómicos e invitaciones a la reflexión. La interpretación de Hepburn es magistral en el papel más complejo de su carrera. La dirección se crece con el apoyo de Hepburn.
Película deliciosa, rica en amigüedades, sutilezas y buen humor. Imprescindible.