Delitos y faltas
Sinopsis de la película
Judah y Clifford son dos hombres enfrentados a sendos dilemas morales de diferente gravedad. Cuando Judah, un reputado oftalmólogo, pretende poner fin a su relación extraconyugal, su amante lo amenaza con arruinar su vida contándoselo todo a su esposa, según su hermano Jack la única solución es asesinarla. Por su parte, Clifford es un director de documentales que se ve obligado a rodar una película sobre su cuñado, al que desprecia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Crimes and Misdemeanors
- Año: 1989
- Duración: 104
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Opinión de la crítica
Película
7.9
71 valoraciones en total
Honda reflexión sobre la moralidad en la que Woody Allen da una visión pesimista sobre la naturaleza humana.
En esta película se muestra como nuestros ideales, nuestra moralidad e incluso nuestros valores religiosos se pueden tambalear ante los golpes e injusticias de la vida.
Mediante un simple ejercicio de dicotomía situacional, muestra como el crimen mas abyecto puede resolver los problemas de un hombre sin que castigo alguno se produzca, mientras que a veces, ser escrupuloso con uno mismo, ser fiel a tus propios principios solo puede llevar al fracaso más absoluto.
El mensaje de la película pues, enfrenta al hombre con un abismo nihilista, donde todos los rayos de luz y de esperanza acaban chocando con el pozo más negro de nuestros instintos más bajos y nuestro egoismo.
Sencillamente espectacular, de visión obligatoria.
Lo mejor: Que ofrece una lección filosófica sin aburrir
Lo peor: puede hundirte si la ves en un momento bajo de tu vida
Una de las películas filosóficas de Woody Allen que mejor combinan lo cómico con lo dramático. Estupenda cinta ésta, facturada de manera impecable por la magistral conducción narrativa (habitual) del maestro semita, así también como por sus innnegables méritos artísticos, mezcla de una impecable imagen fotografiada por la cámara de Sven Nykvist (fotógrafo habitual del maestro Bergman), y de una espléndida banda sonora llena de jazz y piezas cásicas de maestros como Schubert y Bach.
Una película existencialista con unos brillantes axiomas que harán que el espectador se coma la cabeza constantemente sobre el sentido de la vida….
Y todo como hace decir Allen al personaje de Ben, …. por una insignificante infidelidad… dirigiéndose a Judah.
Pero es fundamentalmente el personaje de Louis Levy, el científico semita quien aporta toda la enjundia que Allen quería transmitir al espectador.
Que la vida consiste en o sobre las decisiones morales, habitamos un mundo demasiado frío, y sólo los hombres con sus decisiones morales logran dar sentido a la misma. De hecho, se define nuestra vida, como la suma de todas las decisiones morales que acometemos durante nuestra existencia.
Así sobre estas decisiones morales de nuestros dos mayores protagonistas, Clifford Stern y Judah Rosenthal versa esta película.
El escenario de fondo sigue siendo su idolatrada Nueva York y su Upper East Side.
Una cinta en definitiva clave en la filmografía del genio que sin duda hará las delicias no sólo de los buenos aficionados al cine sino también de aquellos que piensen que su vida va más allá de lo simplemente observable.
E S T U P E N D A.
Allen es un genio. Pocas veces me ha defraudado, y cuando fuí al cine a ver esta película salí pleno como pocas veces. Volví a verla hace poco, pensando que tal vez el tiempo transcurrido iba a desmerecerla un poco en mi valoración, pero no, al contrario. Es una obra cumbre en la filmografía del neoyorquino. Haber visto Crímenes y pecados (así se conoció en mi país) hizo que Match Point (2005) me resultara menos genial, aunque me sigue pareciendo una gran película. A diferencia de esta última -mas volcada a la tragedia- la de 1989 es una película que balancea en partes iguales el drama y la comedia, con una ironía y una acidez demoledoras. El escepticismo mas amargo mezclado con el humor mas corrosivo. Diálogos y frases para atesorar. Allen en su momento mas brillante.
Woody domina como nadie el género de la comedia, y en este caso, el de la tragicómedia.
Haciendo un homenaje a Dostoievski y Crimen y Castigo , Woody realiza una de sus películas más honestas. Nos pantea unos personajes, unas acciones (morales o inmorales) desde los dos puntos de vista. Y otorga al espectador la libertad absoluta de juzgar por si mismo. Woody no condena, no castiga. Se limita a construir unos personajes que giran en torno a la DUDA. Dudas éticas, creencias existenciales, el complejo concepto del éxito y el fracaso, y la dificultad de diferenciar entre el bien y el mal.
Todo ello envuelto con unos diálogos brillantes que la balanza de la justicia echa un pulso a la comedia en busca de encontrar la alegría en las cosas simples… con la esperanza de que las generaciones futuras, comprendan mejor.
(15 años después, Woody quizás pensó con Match Point en esas generaciones futuras….)
Según Louis Levy (que a mí me recuerda un huevo a Primo Levi, aunque no sé si Woody Allen lo homenajea adrede o son sólo manías mías): cada persona es la suma de todas las decisiones que toma a lo largo de su vida .
Y si nos fijamos un poco (y dejamos de lado las paridas del relativismo moral) es fácil ver que algunas decisiones son nobles y sinceras (el camino de Clifford Stern) mientras mientras que otras nos llevan al lado oscuro (el camino de Judah Rosenthal).
En las películas comunes, el guionista es dios y se encara de que los Cliffords sean recompensados y los Judahs castigados…
En el mundo real no sabemos si hay algún guionista divino que cuide de nosotros, pero en caso de haberlo salta a la vista que muy muy eficiente no es el cabronazo.
Sólo el rabino ciego es capaz de conservar la calma y la fe en un dios que no hace nada para evitar fenómenos como a) el Holocausto, b) la coprofilia y c) los machos alfa que roban las novias a los empollones.
Así como hay películas en las que no sucede nada ni parecen tener mensaje alguno y sin embargo trasmiten un mal rollo descomunal a base de silencios y ritmos propios de la tectónica de placas, Woody Allen es capaz de situarse en el extremo opuesto y tratar temas chunguísimos de esos que cuestionan la alegría de vivir, y sin embargo hacerlo en plan trepidante y colándonos unas buenas dosis de chistes en los diálogos, así como si nada, sin pausas para las risas.
Y ni siquiera cae la cosa en el maniqueismo: Allen nos lo ponga fácil para entender las motivaciones del farsante Judah… mientras que Clifford, el héroe de sinceridad intachable, nos parece un gilipollas de incomprensible testarudez al que daríamos alguna que otra colleja para que espabilase. Pobrecico, ya lo decía mi abuelita que no se puede ser bueno.
Cuando la película termina quizá somos un poco un poco más cínicos y estamos un poco más desesperanzados y taciturnos que cuando empezó, pero puede que en los labios nos quede una sonrisa de a) ternura por los personajes (y, ya puestos, por las personas) y b) amor por el cine (y, ya puestos, por la vida)…
Pero ahora si me disculpan voy a buscar algún dios que se apiade de nosotros, que esto de responsabilizarse de nuestro propios actos es agotador.
Nota: matrícula de honor.