Decálogo 1 (TV)
Sinopsis de la película
Amarás a Dios sobre todas las cosas . Después de haberse separado de su mujer, un profesor universitario vive con su hijo Pavel al que procura transmitir su racionalidad y ateísmo. También le ha parecido conveniente enseñarle a usar el ordenador. Primero de los diez mediometrajes realizados por el director Krzysztof Kieslowski y el guionista Krzysztof Piesiewicz. Primera parte del Decálogo , que se inspira en cada uno de los Diez Mandamientos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Dekalog, jeden - Dekalog 1 (TV)
- Año: 1989
- Duración: 53
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Opinión de la crítica
Película
8
49 valoraciones en total
La tía católica que enseña complacida las fotos del papa Wojtyla a su sobrino, el afable padre agnóstico que responde las dudas existenciales del niño desde la lógica, éste, cuya madre está ausente, se abre ante todo, pregunta a unos y otros sobre la vida y la muerte.
Kieslowski hace una austera pero doliente exposición que no dogmatiza ni racionaliza, su punto de vista es, como suele, el más íntimo.
Primero de los diez capítulos de sesenta minutos que Krzystof Kieslowski realizó para la televisión pública polaca entre 1989 y 1990 sobre los diez mandamientos con guión del propio director y del habitual Krzystof Piesiewicz, con el que un año antes de la producción de esta cinta, colaboró para la producción de los filmes No amarás y No matarás, dos películas que servirían de inspiración para el decálogo seis y cinco de esta serie, respectivamente.
Este primer capítulo, que hace referencia al mandamiento de Amarás a Dios sobre todas las cosas, nos pone en la piel del pequeño Pawel (Wojciech Klata), inteligente y aplicado hijo de profesor al que le apasiona resolver los problemas matemáticos que le plantea su padre para resolverlos en el ordenador. Un día, mientras camina sobre el hielo y la nieve que cubre el barrio en el que vive, encuentra a un perro muerto a causa de las bajas temperaturas, en una escena que contrasta con la hoguera prendida por lo que parece un vagabundo, para guarecerse del frío. Este hecho conmoverá al chaval, que buscará respuestas sobre el sentido de la vida y la muerte preguntándole a su padre, Krzystof (Henryk Baranowski), desde un punto de vista creyente en Dios y respondiendo su progenitor desde la palabra de un ateo que encuentra para las preguntas de su hijo una explicación razonable basada en la ciencia. Por otro lado, la tía de Pawel, Irena (Maja Komorowska), sí cree en Dios, algo que hace brillar los ojos al joven, que parece entusiasta por acercarse al cristianismo, ejecutando sus intenciones apuntándose a clases de religión, con el curioso beneplácito de su padre.
Después, la película se sumerge en un mundo fascinante del que ningún creyente o escéptico puede sacar algo completamente en claro, pues Kieslowksi deja toda una serie de puertas abiertas a través de multitud de gestos que transmite desde las imágenes que crea, quedando todo según lo que yo he comprendido, como un mensaje que deja en posición desoladora a la religión y a la ciencia, demostrando que en todo lo citado, puede existir el error. De lo que no cabe duda es del grandísimo dilema moral que plantea la dirección en esta película, dando lugar a una reflexión profunda y sincera sobre la vida, mucho más allá del título al que hace referencia la cinta, sobre el primer mandamiento del decálogo.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
En 1987-88, antes de su final época francesa, Kieslovski rodó para TV diez episodios de una hora sobre aspectos de la vida contemporánea en la Varsovia de los 80, si bien con enérgico tono universal, superador de los parámetros locales.
Se ambientan en unos bloques de pisos, de clásico urbanismo socialista, y sus nevados patios intermedios.
Autónomos, su factor común es una tensión humana que permite conectarlos con más o menos estrechez a la Tabla de los Mandamientos y servirse de este molde para dotar al conjunto (de por sí variado, porque no había sólo un fotógrafo) de una estructura unificadora.
La música para toda la serie es de Preisner, mínima y eficacísima.
Al comienzo de la primera película, correspondiente al mandamiento que ordena amar a Dios, una mujer contempla en un televisor B&N a través de un escaparate callejero la imagen congelada de un niño, y caen lágrimas de sus ojos. A continuación conoceremos la historia de ese niño, que vive en uno de los pisos con su padre, profesor universitario de Lingüística. Cerca de ellos, y próxima afectivamente, vive la mujer de las lágrimas, hermana del padre y católica. El niño es superdotado. Resuelve problemas de matemáticas en su rudimentario ordenador (anterior a Windows), y ayuda a su padre a ganar una simultánea a una maestra de ajedrez.
Un día, tras ver en la nieve el cadáver de un perro, hace preguntas sobre la muerte, la pervivencia, el más allá y el alma a su padre. Éste se muestra descreído, partidario firme de lo racional y científico. Posteriormente, un error suyo en los cálculos y mediciones efectuados en su sofisticado ordenador traerá consecuencias catastróficas, y entonces reaccionará con enorme rabia contra unas fuerzas sobrenaturales en las que decía no creer.
Si bien esta película tiene un guión algo más dialogado que las demás, presenta una de las constantes de la serie: una expresión contenida al máximo, y diáfana. Las líneas de diálogo suelen ser cortas y definirse nítidamente sobre el fondo de un abundante silencio. Todos los datos se presentan con gran claridad y precisión, sin asomo de ambigüedad. Otra cosa es la estrategia que dosifica al extremo esos datos, con enorme parquedad, dejando fuera del foco narrativo lo importante, que resuena enigmáticamente como un eco en las escenas presentadas.
Otra constante es la apertura de la realidad descrita, rebasando lo meramente racional y ampliándose hacia campos más misteriosos. En este episodio, por ejemplo, y con toque estilístico de Ciencia Ficción, los ordenadores manifiestan cierta autonomía y se encienden solos, ofreciendo en pantalla mensajes inquietantes.
Al este del telón. 1989.
Es sin duda un año recordado por todos como el año de la caída del Muro de Berlín, pero la caída de los regímenes satélites del Pacto de Varsovia ya había comenzado un tiempo antes por ahí adelante. Polonia, uno de los primeros si mal no recuerdo, vio como Lech Walesa y el sindicato Solidaridad lideraban sus pasos hacia la rebelión. La fuerte represión contra toda muestra de carácter religioso era común en toda Europa oriental y Polonia nunca fue menos, a pesar de ser un país diferenciado del resto de los antes mencionados por su clara y creciente mayoría católica, Karol Wojtyla se erigía como la figura a la que todo el mundo se agarraba como si fuera la única posible luz entre los grisáceos bloques soviéticos.
1988 fue el año en que Solidaridad, tras ser relegado a la clandestinidad en múltiples ocasiones, se impuso y Walesa, de dudosa integridad política como más tarde se iría comprobando, se hizo con el poder en las elecciones democráticas que se celebraron posteriormente.
Una vez puestos en antecedentes, no parece difícil imaginar a dónde nos quiere llevar Kieslowski, no es difícil imaginar y situarse en la contraposición de la antigua Polonia comunista y la nueva Polonia demócrata. En la antigua Polonia del socialismo científico frente a la nueva Polonia religiosa y abiertamente católica.
El primer capítulo del Decálogo es, en aspectos puramente cinematográficos, intachable. La relación padre-hijo supera lo entrañable para situarse en lo tierno, así como el propio Pawel es un personaje difícilmente olvidable. Con ellos, la historia fluye, los diálogos supuran ingenio, destreza con la pluma. La aparición de la tía no hace más que dar forma a esa dialéctica en la que el niño se ve sumido, ese enfrentamiento entre los caracteres contrarios de los dos hermanos, padre y tía del mencionado Pawel.
El final otorga el mensaje, mensaje claramente influenciado por el contexto histórico y a todas luces dudoso en su validez, pero mensaje bien elaborado y mejor empaquetado. En definitiva, buena película lastrada por su, por otra parte, totalmente razonable militancia.
-Por el descanso de su alma… tú no mencionaste un alma.
-Es una manera de despedirse. El alma no existe.
-Mi tía dice que si hay un alma.
-Algunos encuentran la vida más fácil si creen en eso.
-¿Y tú?
-¿Yo?, francamente no lo sé.
Ríos de tinta en alabanza han corrido sobre los films del desaparecido cineasta polaco Krzysztof Kieslowski, que si bien es en su conjunto una de los obras más congruentes y consistentes de la cinematografía moderna, no deja de ser al mismo tiempo sumamente cuestionable ya que si bien podemos encontrar cintas indispensables para los amantes del cine de autor (La doble vida de Verónica, El Decálogo), sus últimos trabajos (la trilogía Azul, Blanco y Rojo) presentaron signos de agotamiento.
En esta ocasión me voy a referir, por partes, al que considero el más importante de sus trabajos, El Decálogo, ya que esta obra por si misma hubiera garantizado su acceso al olimpo de los cineastas sentado a la derecha de Bergman y a la izquierda de Tarkovsky.
Amarás a Dios por sobre todas las cosas. Es el primer mandamiento que aprendimos (pero no comprendimos) en aquellas lejanas lecciones de catecismo, por lo menos aquellos quienes fuimos obligados a repetir los rituales del catolicismo.
Pero al mismo tiempo es la primer negación de los mandamientos, situación que se repite en cada uno de los ¿capítulos?, ¿episodios?, la imposibilidad de cumplir con una serie de ordenanzas y restricciones que parecen ir en contra de eso que vagamente conocemos como naturaleza humana. Y es que ante la tragedia cotidiana y su dolor insondable resulta muy difícil amar a una entidad que guarda silencio o que simplemente se esconde para no dar respuestas o por lo menos un poco de mísero consuelo.
Un hombre vive en compañía de su hijo en un pequeño departamento en el que, además de convivir, comparten su gusto por los juegos matemáticos, el ajedrez y las charlas que muchos quisiéramos haber tenido con nuestros progenitores. Charlas sobre la muerte, dios, la existencia del alma, y fórmulas matemáticas para calcular factores de congelación.
Cuando la tragedia impacta de manera inevitable este pequeño núcleo, no puede haber consuelo alguno, sólo existe el rechazo ante una fe y las imágenes de estas derivadas, y que a su vez de nada le sirven ya que no puede haber consuelo en algo en lo que nunca se ha creído y que, de acuerdo a la vida misma, sería absurdo creer.
No deja de sorprenderme (y de conmoverme, para que lo niego) el cómo tantos y tantos millones personas puedan amar a alguien a quien no han visto, no los escucha y no los ayuda.
Mención aparte merecen la música de Priesner y la fotografía de Zdort, verdaderos prodigios auditivos y visuales.
La considero como la mejor de todos los decálogos y su tema principal es el de AMARÁS A DIOS POR ENCIMA DE TODO.
Saludos FrankiE LamparD