David y Betsabé
Sinopsis de la película
Después de matar al gigante Goliath y salir victorioso de innumerales batallas, David (Gregory Peck) es proclamado rey de Israel. Subyugado por la hermosa Betsabé (Susan Hayward), decide enviar a su marido Uriah (Kieron Moore) a participar en una difícil batalla en la que probablemente perecerá.
Detalles de la película
- Titulo Original: David and Bathsheba
- Año: 1951
- Duración: 111
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Opinión de la crítica
Película
5.9
35 valoraciones en total
No sé si esta historia se asemeja a la realidad, a lo que dice la Biblia, porque no la he leído, y no creo que lo haga ya, y la verdad, tampoco me importa, aunque creo que sí.
Sí que me importa lo que hay detrás de toda esa legión de seguidores del llamado Dios, y los mensajes que dicen que manda, un Dios que ofrece más castigo que bondad, un Dios, que acepta que un pequeño David derrote a un gigante como Goliath y que permite que el pueblo de Israel pueda unirse, un Dios, que también consiente que un fiel servidor vaya a impedir la caída de un arca mágica y muera en el acto al tocarla, a pesar de su buena voluntad, un Dios que consiente que el deseo por una mujer, la lujuria, y la ambición por poseerla permita un asesinato a uno de sus servidores más fieles, Un Dios que consiente que el niño, fruto de ese amor prohibido, muera como castigo.
Un Dios en definitiva, que no es ni Dios, ni nada, que todo es como en la vida actual. El adulterio se debe de castigar pero no con la lapidación y la muerte, no con una ley, que todavía existe en muchos países, donde se defenestra a la mujer de una forma cruel y despiadada.
De eso, y de todo lo anterior no es culpable Dios, es el hombre que cree en todo eso y lo defiende y lo lleva a la máxima expresión.
La historia es entretenida, sin más, Gregory Peck está bastante decente en su interpretación, Susan Hayward no nos muestra mucho más allá que su belleza, y los demás son meros comparsas. Como mensaje me quedo con el título, el asunto de la jodienda… todo lo enmierda. Un 6.
Historia solemne, intensa y de profundo calado humano que sirve a H. King para poner de manifiesto su habilidad para combinar el intimismo y los grandes asuntos públicos en el contexto del conocido argumento bíblico que da título al film.
Lo divino y lo terrenal, el lirismo y la crueldad, el ámbito de lo personal y un espacio lleno de extras y figurantes componen con armonía un relato psicológico magistralmente dirigido e interpretado por un irresistible y magnético G. Peck que encuentra réplica adecuada en la seductora S. Hayward.
Largometraje vital, manejado con voluntad de solidez y complacencia en los altos vuelos pero, al mismo tiempo, ceñido al canon de lo circunspecto y mesurado.
Melodrama basado en el rey David y su esposa favorita, Betsabé. Cuenta la historia desde su origen pasando por todos los episodios conocidos en la Biblia. Gregory Peck hace un retrato de David atractivo y seguro de sí mismo que convence, y Hayward hace un personaje, Betsabé para nada fácil de interpretar y envidiada por las demás mujeres que rodean a David, y madre de Salomón. Henry King hace uso de su habitual estilo grandilocuente con narraciones solemnes de avatares guerreros y de grandes gestas, junto con la muestra de un amor ardiente y apasionado que Peck y Hayward transmiten. Los interiores están muy bien filmados y también los exteriores, que calan como el trasfondo de una historia interesante de ver y de recordar.Saludos.
Film realizado por Henry King. El guión, de Philip Dunne ( El fantasme y la señora Muir , Mankiewicz, 1947), se inspira en un relato del segundo libro de Samuel, del Antiguo Testamento. Se rueda en exteriores de Nogales (Arizona) y en los platós de Fox Studios. Es nominado a 5 Oscar (guión, fotografía, música, decoración y vestuario). Producido por Darryl F. Zanuck, se estrena el 10-VIII-1951 (EEUU).
La acción tiene lugar en Jerusalén y otros lugares de Tierra Santa en el s. X adC. El rey de los judíos, David (Gregory Peck), lo tiene todo (hijos, amigos leales, riqueza, poder y prestigio), pero le falta el amor de una mujer. Las relaciones con su primera esposa Michal (Jayne Meadows), hija de Saúl, son tormentosas. Un día ve por la ventana de palacio a una muchacha encantadora, Betsabé (Susan Hayward). La manda llamar y, cautivado por ella, inician una apasionada relación.
El film es un drama romántico de la época clásica del cine, que explica una historia tomada del Antiguo Testamento. La cinta no desarrolla sólo un relato convencional de reyes, príncipes, héroes e intrigas palaciegas. Todo parece indicar que el realizador desea, sobre todo, construir el análisis psicológico de un personaje humano. David es un hombre respetado por la Corte y el pueblo, de pasado heroico y muy activo y de ascenso rápido desde pastor a general del ejército y de ahí a rey. Se encuentra en la cumbre de la vida. El trabajo rutinario de su cargo, el desamor de sus esposas y concubinas y la fatiga que le produce sentirse encerrado en palacio, hacen mella en su ánimo, que reacciona generando sentimientos de insatisfacicón y desmoralización. Los indicios que el realizador y el guionista dejan en el relato parecen apuntar que la situación psicológicamente incómoda del protagonista se agrava tras el primer intento de resolverla (relación y boda con Betsabé). A partir de entonces aparecen sentimientos de culpa y agudos remordimientos religiosos, que posiblemente reflejan un estado interno de depresión. Ante el mismo puede reaccionar de diversas maneras. El film propone la que probablemente es la mejor las posibles. Por lo demás, el film parece cuestionar la imagen del Antiguo Testamento de un Dios irascible y vengativo, enfrentado al concepto de divinidad del Nuevo Testamento. También subraya en tono aparentemente crítico el hecho de que algunos crean que los pecados del marido los ha de expiar la mujer. Son escenas memorables la danza exótica, el maltrato que recibe Michal (lanzada en plancha sobre un sofá) y la lapidación de una adúltera (vestida de rojo).
La música, de Alfred Newman, es vibrante, solemne y épica. Incorpora melodías descriptivas de caracter lírico y melancólico. La fotografía, de Leon Shamroy ( Cleopatra , Mankiewicz, 1963), ofrece un espléndido technicolor, movimientos de cámara pausados y precisos y una grata profundidad de campo. Se beneficia de un vestuario espléndido, unos decorados imaginativos y unos escenarios amplios y cómodos.