Dante no es únicamente severo
Sinopsis de la película
Película que se convirtió en obra-manifiesto de la Escuela de Barcelona, y que tiene como finalidad sentar las bases de una determinada estética pop a la española, en las que las imágenes no pueden remitir al mundo sino a la publicidad que nos vende el mundo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Dante no es únicamente severo
- Año: 1967
- Duración: 78
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Opinión de la crítica
Película
5.5
71 valoraciones en total
Por desgracia esta película que es una de las más sugestivas de la Escuela de Barcelona ni en el momento de su estreno ni ahora ni nunca ha tenido un punto de conexión con lo que se llama el gran público que en líneas generales no ha querido pensar un poquito para descifrar sus claves. La búsqueda de nuevas formas narrativas para atraer al espectador da como resultado una obra minoritaria que tiene las virtudes y también los defectos del mentado movimiento fílmico pero estos últimos son compensados por un sentido estético de la imagen que arrastra casi al espectador que se sorprende a cada momento con el nivel de creatividad que revelaron los autores. Uno de los mejores momentos es cuando vemos a un Seat 600 haciendo maniobras para circular y otro momento destacable es cuando la actriz protagonista cruza la calle y lentamente vemos como se mueven a cada lado los automóviles de bonito diseño de la época. El puzzle no termina de formarse pero a cambio de carecer de argumento la obra ofrece otros alicientes que compensan esa carencia. La filmografía española de la italiana Serena Vergano resulta atractiva pues combinó el cine experimental con el cine popular de ahí que interviniera en algún que otro film con Raphael y en una comedia de Armiñán aparte de protagonizar films minoritarios y renovadores como este Dante no es únicamente severo donde se ofrece toda una gama de ideas nuevas y sugerentes.
Eran jóvenes y bellos, tenían pasta, tenían musas, hasta tres (Serena Vergano, Romy, Teresa Gimpera), tenían un cuartel general donde ingerían exóticas sustancias (Boccaccio), tenían un sobrenombre (la gauche divine, en acertadas palabras de Joan de Sagarra), que aludía a su vago izquierdismo diletante, se atiborraban de cine, lo cual solía producir feroces indigestiones, y trataron de ser en Catalunya (el cine mesetario se les antojaba casposo y anodino) lo que era la Nouvelle Vage en Francia o el free cinema en el Reino Unido. Nacieron con los años 60 y con ellos murieron. Se bautizaron como la Escuela de Barcelona, y Dante no es únicamente severo es su manifiesto. Lo que en aquella época acogíamos boquiabiertos, sin entender nada de nada, más o menos como ahora, a las alturas de 2018 se nos antoja pueril, ridículo, trasnochado, nos transmite una sensación general de impotencia y, en el fondo, mucha ternurita. Fue un intento intelectual de romper con el cine mayoritario de su tiempo, una fracasada algarada callejera que veíamos cuatro papanatas. Dirigen al alimón dos pesos pesados del movimiento, Jacinto Esteva, fallecido prematuramente, y Joaquim Jordà, cuyo izquierdismo militante le valió el exilio y toda clase de oficios relacionados con el cine y la literatura. La sombra de Godard es alargada, pero poco más: el empacho de Nouvelle Vague produce mutaciones erróneas.
Para amantes de mitos, señalar la aparición de Susan Holmsquist, el famoso conillet de vellut de Joan Manuel Serrat. Deambula por la pantalla con su belleza nórdica y lejana. Mal gusto no tenía el noi.
La imposibilidad de una narración. Esa es la esencia de esta película según Jordá, donde el montador Juanito Oliver (muerto durante el montaje del film) fue una figura clave a la hora de elaborar un nexo de unión entre todos los azarosos sketches que componen la película. El azar, la estética, el ansia de modernidad, y la intelectualidad como un acto de rebeldía son los aspectos a resaltar y a subrayar en esta emblemática (y gafapasta) obra que disgustará a todo aquel que no sea carne de filmoteca e incluso, a todo aquel que lo sea. Asimismo, sería injusto no reconocer que Dante no es únicamente severo (hasta cuyo título proviene del puro azar) es una demostración de que, en España, en 1967 se podía hacer un tipo de cine que, visualmente y psicológicamente parece provenir de otra zona geográfica europea.
Por su carácter proteiforme, y al igual que la novela, la ficción cinematográfica se resiste a cualquir intento de encasillamiento definitorio. Entre La Diana de Montemayor y Úlises de Joyce media tamaña distancia que entre Lo que el viento se llevó y Week end de Godard… y se podrían aducir ejemplos aún más llamativos.
Si hubiere de situar nuestra peli en el ancho espectro que proponen las fábulas fílmicas, quizás se la debiera asentar junto a Un chien andalou de Buñuel, obra a la que por cierto hace explicitamente referencia en las escalofriantes escenas de operación de ojo.
Como en su hipotético modelo, dos autores entrelazan sus ocurrencias en una yuxtaposición de viñetas narrativas anejas a la escritura automática, conformando una tela compuesta de retazos que mantienen leves conexiones entre ellos.
Por su aspecto onírico, querer analizar el contenido de la cinta se me antoja tarea reservada a psicoanalistas. El espectador común sólo puede o debe entregarse sin prejuicios al fluir de las inasibles sensaciones que provoca, al sugerente estímulo generado por una sucesión de secuencias que me han mantenido entre hipotizado y alerta de principio a fin.
Dos aspectos me exigen comentario aparte.
En primer lugar la sorprendente y asaz burlona adaptación de Axolotl, el cuento de Cortázar. Un retintín de suave pitorreo creo discernir en la transposición del relato, como si los autores pretendieran mofarse de Cortázar al modo que éste, con feroz saña, ridiculizó al pérez Galdós de Lo prohibido en el famoso capítulo 34 de Rayuela.
En segundo término la impactante presencia en el elenco, merced a su inolvidable rostro, de un Enrique Irazoqui que se diría transplantado de su papel en El evangelio según San Mateo, pues mantiene en todas sus escenas una brusquedad tajante de Jesús repartidor de ostias, y no precisamente benditas, ostias verbales y sopapos de veras destinados a su oíslo.