Daisy Diamond
Sinopsis de la película
Una historia de amor sobre Anna, que sueña sólo con una cosa: llegar a ser actriz. Sin decir nada a su acomodada familia, se muda a Copenhague para perseguir su sueño secreto. Pero el destino le tiene reservada otra cosa. Se queda embarazada y tiene una niña…
Detalles de la película
- Titulo Original: Daisy Diamond
- Año: 2007
- Duración: 94
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Opinión de la crítica
Película
6.2
83 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Amelie Thomesen
- Anne-Lise Gabold
- Beate Bille
- Benedikte Hansen
- Bent Mejding
- Charlotte Munck
- Christian Tafdrup
- David Dencik
- Dejan Cukic
- Jens Albinus
- Kirsten Olesen
- Lars Kaalund
- Laura Drasbæk
- Lærke Winther
- Lotte Andersen
- Maria Rossing
- Marie Louise Wille
- Morten Kirkskov
- Morten Suurballe
- Noomi Rapace
- Sofie Gråbøl
- Sofie Pedersen Munkholm
- Stine Stengade
- Thure Lindhardt
- Trine Dyrholm
- Ulla Henningsen
Para mi gusto es una de las mejores películas que he visto el último tiempo. Crudísma, quizás hasta el punto que resulte chocante para algunas sensibilidades. Sin embargo creo que termina resultando conmovedora.
Historia que, según la sinopsis del Festival de San Sebastian, se suponía iba a ser un pastel sensiblero y empalagoso. Nada más lejos de la realidad.
Recomiendo su visionado al indeciso que se guía por sinopsis, pero no le prometo que le vaya a gustar puesto que es una película-puñetazo, es decir, dura como la vida misma (mucha gente salió de la sala durante la proyección).
La actuación de Noomi Rapace es sobresaliente, haciendo que te creas su historia en unos impresionantes monólogos en primerísimo primer plano (con sorpresa).
Personalmente, pienso que la película debería haber acabado antes, porque el final es lo que menos me ha gustado.
Durísimo film tanto en el fondo como en la forma, con una protagonista desgarrada por el dolor, y que trata una y otra vez de bajar más y más a los infiernos como pena a su delito.
Un delito expuesto sin cortapisas, ásperamente narrado y con escenas naturalistas dotadas de fuerza aunque también se les pueda tildar de excéntricas, amén de superficial y tramposamente sensibles.
Así, la protagonista se nos desnuda continuamente, tanto interiormente, exponiendo su sufrimiento sin fín, como en su desnudez carnal.
Una interpretación con fuerza, que denota una gran labor dramática, pero que, desgraciamente, tal es su repetición, que llegado un punto, se tiende a la desconexión, al pasar el umbral de lo permitido. Tanto es el dolor expuesto, que el espectador, en un momento dado, se bloquea y no admite más.
Esto es obra de la desmesura expositiva de Staho, que ya con 35 tacos, debería dejar de lado sus argumentos extemporáneos, llenos de penurias. Un poquito de humor no le vendría nada mal, pero parece que no está llamado por ese camino.
La película, no obstante, en su por así decirlo, segunda mitad, tiene interés, con algunos buenos momentos, estimables diálogos, que hacen se siga con ganas la historia, pero quizás más por ver cómo finalizará todo que por su inherente interés.
No es que no merezca la pena, pero sí que deja insatisfecho y quizás algo anonadado, pero no por sus virtudes cinematográficas, sino por su dureza narrativa, que es del gusto de más bien pocos.
No obstante, seguro que iremos como buitres a ver su siguente película, sea cuando sea, y es que el cine de Staho no deja indiferente a nadie.
Bergmaniano a más no poder. A Simon Staho le resulta imposible ocultar y no revelarnos de dónde le surgió la idea de hacer esta película. Con contínuas referencias a Persona, emula en diversas ocasiones su fotografía, sus guiones, sus dramas, eso sí, elevándolos a un nivel que duele, molesta, angustia. Película lenta pero intensa, calmada y silenciosa, hasta la situación que el que un personaje eleve la voz, o la aparición de las amargas notas de la partitura de Vivaldi escogidas por el director, te supongan un susto o una alerta al cuerpo ante algo fuerte que va a suceder.
La primera media hora es absolutamente maestra, con ese comienzo de juego que nos pilla por sorpresa, y esa primera impresion de Noomi Rapace. Se hace verdaderamente magistral.
Poco a poco, al joven director le cuesta mantener el ritmo, la historia tan intensa que lleva a sus espaldas, y a veces el equilibrio. Aun así, complace bastante encontrarte una película así. Un aplauso merecido y un 8 que te llevas.
En la escena más famosa de Persona de Ingmar Bergman los rostros de Liv Ullman y Bibi Andersson aparecían en un primerísimo plano creando un efecto dramático y terrorífico. En Daisy Diamond la influencia de Persona es evidente y en algunas partes se convierte en homenaje explícito a la obra del maestro sueco. El rostro de Noomi Rapace centra la mayoría de los planos dando una sensación de claustrofobia: la actriz se enfrenta al papel más duro de su carrera, el cineasta Simon Staho la violenta hasta límites insospechados y los espectadores son los espías de una tortura de gran carga emocional.
Daisy Diamond entronca con Bergman, y de hecho comparte con Persona cierta intención por realizar un ejercicio de cine dentro del cine: la historia de una actriz que ha perdido su voz es aquí la ficción que mira en el cine una aspirante a actriz cuya recién estrenada maternidad le impide concentrarse en la preparación de castings y audiciones. Pero las intenciones de Staho van mucho más allá: si Bergman creaba una sensación de acecho sin apenas recursos técnicos, el director de Daisy Diamond se empeña en retratar la parte más ingrata del séptimo arte acompañando a su sufrida protagonista en todo su periplo de entrevistas y ensayos.
Daisy Diamond habla de los límites de la representación: en ningún momento el espectador sabe si la protagonista está hablando en serio o está recitando una línea de guión. También habla de la maternidad en su vertiente más gótica y ambigua. Y sobre todo expone la degradación de una persona que no encuentra su espacio en el mundo. Todo ello con un estilo teatral, con Noomi Rapace mirando a cámara, desnuda en la bañera o haciendo el amor con desconocidos. Con la cámara a escasos centímetros de la acción, aunque realmente Daisy Diamond se construye sobre una sucesión de diálogos extraños, espacios oníricos y un juego de espejos en el que nunca sabemos qué es verdad y qué es mentira. Con un tono feísta, explícito, ingrato, incluso desagradable, a ratos pornográfico. Una apuesta visualmente arriesgada, marca del estilo de Simon Staho que también está emparentado con el teatro experimental, otros autores nórdicos como Lukas Moodysson o directores de sello surrealista como David Lynch.
Daisy Diamond es una película incómoda, cruda, punzante, desquiciante. Una historia que pesa como una losa, que en ocasiones nos obliga a huir la mirada de la pantalla, y que aún así funciona por su atmósfera absorbente, malsana, bien construida. Un cuento no apto para menores ni para cinéfilos de estómagos débiles sobre los límites de la realidad y la ficción, los sinsabores del camino hacia el estrellato o la soledad de quien no cesa en su intención por ser actriz a pesar de los pesares.
Y sobre todo: Noomi Rapace se convierte aquí en una de las actrices europeas más importantes de su generación.
Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities