Cosmopolis
Sinopsis de la película
Adaptación de una novela de Don DeLillo. Con el capitalismo a punto de extinguirse, los disturbios se extienden por Nueva York. El joven multimillonario Eric Packer se dirige en su limusina a cortarse el pelo en su peluquería favorita. Eric descubre que alguien quiere asesinarle a la vez que el caos se apodera de su imperio.
Detalles de la película
- Titulo Original: Cosmopolis
- Año: 2012
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
Película
4.7
32 valoraciones en total
Que una rata se convierta en moneda del curso legal, citando un poema de Zbigniew Herbert, y que David Cronenberg decida comenzar la adaptación de la novela homónima de Don DeLillo con semejante cita no es producto del azar. Nada en la vida del protagonista de Cosmopolis estaba medido por la casualidad o la asimetría hasta que su vida se convierte en una carretera de un único carril. Vivimos en un mundo que no llama a las cosas por lo que realmente son. Ni a los banqueros ni a los especuladores financieros les llamamos ratas, pese a comportarse como tales…
Cosmopolis nos decubre que la filosofía de nuestro tiempo es el dinero y el camino hacia la auto-destrucción. Juega al desconcierto entre un discurso irritante y una estética que divaga entre el hipnotismo, lo soporífero y lineal. El sexo es divisado como elemento de éxtasis, el dolor y el placer unidos como motores del movimiento. El discurso de la nueva-carne de Cronenberg parece distante: los referentes pasados no son palpables, designio tal vez de ser la primera película que rueda en digital. Entre la fábula sobre el Apocalipsis, el caos y el capitalismo, se erige un cuento errante en la realidad sobre la vigencia de la obra de DeLillo, tangente a un sistema financiero que ha comenzado a mutar. El odio hacía las ratas financieras y la nueva peste de nuestra civilización también.
Cada vez entiendo menos al público. ¿Qué esperaban de Cosmopolis? ¿Sabían que la novela de Don DeLillo era ‘así’? Supongo que el odio de los espectadores a esta película se debe a que pensaban que iba a ver un crossover de Crepúsculo y Wall Street. El libro fue criticado en su momento y dividió a propios y extraños en 2003. Casi una década después sigue permaneciendo vigente en los hechos que relata: con ‘American Psycho’ de Brett Easton Ellis, publicada en 1991, enlazaríamos correctamente con las cardinales del capitalismo reflejados en personajes fríos que podrían ser androides despojados de cualquier carnalidad pese a oler a puro sexo, dinero y poder. Una historia de violencia y Promesas del Este fueron un díptico vinculante sobre la violencia… y ahora establece junto a Un método peligroso uno nuevo sobre la evolución de la filosofía a través de los Siglos XX y XXI.
Cosmopolis está configurada por la asimetría: en el peinado, en la próstata, en la propia cinta y narración, en los títulos de crédito… De Pollock a Rothko, de la abstracción y el caos al misticismo y experiencia religiosa. La oscuridad de un mundo prisionero, de una cinta asimétrica y desigual, condenada irremisiblemente al más absoluto culto. Comspolis es una obra posmoderna, brutalmente terminal y engendrada desde la vida y la muerte del capitalismo… Tal vez también del cine como lo conocemos y reneguemos comprender.
Cosmópolis es la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Don DeLillo (la cual ya me resulto difícil de soportar), que David Cronenberg ha realizado e intentado llevar a su terreno sin conseguirlo (según mi opinión).
Esta película fría y aséptica que pretende ser una ínfula apocalíptica del capitalismo, que encajaría a la perfección en estos tiempos de crisis globalizada y admitiría múltiples lecturas (intenciones más que probables de su creador), sólo es una hueca, pretenciosa y tediosa historia indigna del gran cineasta canadiense.
La premisa de la que se parte, cruzar Manhattan en limusina para realizar un corte de pelo a un caprichoso yuppie, es el germen para que aparezcan en pantalla una serie de personajes extraños y pintorescos conversando sobre lo divino y lo humano con el océano de la economía de fondo, más allá de lo comprensible y donde nuestro protagonista atrapado en un vacío tecnológico-analítico existencial busca la clave para entender lo que sucede a su alrededor (sin percatarse que en lo anormal radica la belleza).
La factura técnica es impecable, Cronenberg depura al máximo su estilo y con un corte minimalista, apoyado por un gran trabajo de fotografía (lo más destacado de la cinta), montaje y sonido, nos sumerge en un Nueva York actual, y a la par futuro y apocalíptico, distante y ambiguo, metáfora del mundo capitalista paranoico en el que vivimos y que se desmorona. Los actores en su mayoría desaprovechados (Juliette Binoche, Samantha Morton, Mathieu Amalric y Paul Giamatti, entre otros) se limitan a recitar unos diálogos que transitan entre lo absurdo y lo esperpéntico y engullen a un voluntarioso Robert Pattinson que no sabe dónde está.
Una lástima que esta incursión en el frío mundo del capitalismo amoral, despiadado y vanidoso no se haya saldado con una cinta donde la nueva carne brotara de nuevo entre los laberintos de los gélidos datos financieros. En otra ocasión será.
El film es una especie de parábola sobre la economía, crítica al capitalismo representado por Pattinson, por lo que el tema es muy actual. En lugar de encontrarnos frente a personajes nos encontramos frente a representaciones y el espectador puede jugar a ver lo que representa cada personaje.
Desde ese punto de vista más de uno la encontrará interesante por la cantidad de lecturas sobre la sociedad actual que ofrece.
Pero la película resulta una absoluta decepción, pese a que la estupenda fotografía y la puesta en escena puedan recordar al Cronenberg de los 80, el film se encuentra muy lejos de aquella época y más cercano a su anterior película, y al igual que aquella, esta se basa en diálogos, perdón, en monólogos, pues eso es lo que prácticamente se ve durante toda la cinta.
La estructura de la película es la siguiente: Pattinson se encuentra con alguien, cada uno suelta un monólogo este personaje se va, aparece otro, hacen lo mismo y así hasta prácticamente la veintena de personajes, apenas pasa nada más, el único que hace acciones es el protagonista, pero estas no tienen ningún sentido, no puedes comprender ni el motivo de sus actos ni lo que causan estos, es como una película de sketches, en las que después de cada sketch volviera al principio, sin que estos sirvan para, apenas, avanzar la, inexistente, trama.
Pese a poseer algún momento, algún diálogo y la valentía de ser diferente, resulta aburrida y es la típica película que en el cine crea un constante goteo (ya desde su principio) de gente que se levanta y se va. Pese a ello no niego que habrá a quién le encante, algunos comentarios están llenos de inteligencia, pero es tan espesa y redundante que uno acaba cansando de tanto monólogo y a la mayoría del público aburrirá.
Pattinson como actor no transmite absolutamente nada, eso sí, puede que sea el personaje el que requiera esto y no culpa del actor, aunque al lado de Paul Giamatti desaparece completamente.
Una pena, lo que parecía el retorno de Cronenberg con una película difícil y llena de simbolismo a su antiguo cine resulta una película fría, desapasionada y aburrida, pese a poseer cuestiones interesantes.
David Cronenberg es uno de esos directores que jamás te deja indiferente con cualquier trabajo que realice, de ahí que admiradores y detractores se suelan situar en ambos extremos de la escala a la hora de valorar sus obras.
Siempre con un estilo muy personal y unos guiones e historias más que particulares y atrevidas en donde los límites psicológicos y físicos de los personajes se ponen a prueba constantemente, Cronenberg nos presenta en esta ocasión Cosmópolis, una película compleja y profunda a la par que actual del mundo en que vivimos en donde el valor del dinero (o rata) y la ética que gira a su alrededor queda en entredicho. Además, temas tan habituales en su filmografía como la violencia, el sexo o la muerte siguen presentes en esta obra cuya trama se desarrolla casi en su totalidad en el interior de una limusina.
El director de La mosca nos presenta desde su exclusiva mirada su visión de la sociedad inmersa en el mundo del capital. Lujos para unos y sogas al cuello para otros. Reflexiones críticas y metafóricas quedan servidas. Nunca un corte de pelo había sido tan profundo y reflexivo.
EL TARTAZO COSMOPOLITA DE DAVID CRONENBERG:
Cronenberg nos propone un viaje sobre ruedas. Una (casi) road movie enmascarada. Un drama (casi) coral. Y teje, una biblia particular en la que vemos el apocalípsis o la caída de un villano salvador a través de diversos pasajes, en forma de encuentros fugazes con varios personajes, que se entrelazan y entremezclan en un pastiche de filosofía cínica e inteligencia densa y potente que puede resultar virtuoso o asquerosamente aburrido y pedante. Y es que pedante, es. E irritante. Y denso. E incluso cínico. Lo es. Lo sabe Cronenberg, y lo sabemos todos.
Porque podría dividir ésta crítica en muchas partes. Una por cada encuentro o pasaje. Algunos son endiabladamente geniales y otros no lo son tantos. Por una parte nos encontramos con una escena final sublime en la que gozamos de un Paul Giammatti soberbio, con una charla entre Samantha Morton y Pattinson llena de jerga financiera en la que resulta imposible entrar pero entre la que encontramos un fin mucho más simple y accesible, y no por eso menos genial y veraz, y por otro lado descubrimos varios pasajes llenos de potencia erótica (el encuentro con Juliette Binoche, el affaire entre Pattinson y Patricia McKenzie, o los inútiles intentos de intentar hacer el amor por primera vez con su nueva mujer, interpretada por Sarah Gadon). A pesar de que el tráiler nos hacía creer todo lo contrario, lo único que no se hace presente en Cosmópolis es una acción frenética. El film es pausado, denso, avanza tranquilamente pero sin dar ningún respiro.
Humor negro. Acidez…, ¿o aridez?. No estamos ante una película fallida. Me niego. Una película fallida debe tropezar en su intento de conseguir lo que se propone, Cronenberg no lo hace. Camina cual funambulista por un delgado cable y muchas veces se balancea peligrosamente, pero no llega a precipitarse al vacío. Cronenberg sabe lo que hace. Sabe por dónde camina. Sabe qué tiene que hacer para mantener el equilibrio. Quizás Cronenberg se hubiese dado en los morros de no haber tenido apoyos. Y sus apoyos son sus actores, liderados por el ídolo de multitud de jóvenes, Robert Pattinson.
Probablemente estáis entre las personas reacias a ver el film por la presencia de éste joven. Pues si su interpretación en Bel Ami era un golpe en la mesa por parte del actor, Cosmópolis supone una declaración de intenciones, una confirmación, un grito al cielo. Porque en Cosmópolis nos encontramos con un Pattinson que interpreta y construye de manera semi-perfecta su personaje y nos regala a un sucio seductor, a un brillante y joven economista con aires de filósofo, que llega a dar asco. Dentera. Por el que llegamos a sentir pena, en otros momentos.
En definitiva, Cronenberg construye un cuento sobre caídas, sobre descensos al infierno. Retrata las visiones que tuvo Don Delillo ,allá por 2003 (cuando escribió la tormenta en la que se basa el film) sobre la tormenta que se nos avecinaba, de manera asfixiante y sin concederse ningún tipo de licencia, de manera literal, apasionadamente. La apuesta visual que nos propone ésta cinta es impactante, gracias a una fotografía brutal y a una partitura. Colabora a que el resultado final te atrape y te ahogue hasta el final. Colabora a que ésta sea una película tan obtusa, tan enrevesadamente simple. Y es que tras esa mata de lenguaje intelectual, tras esa barrera aparentemente inaccesible, el alma de Cosmópolis es mucho más simple. Más cercana. Más sentida. Menos fría.
Cosmópolis es una película extremadamente irritante. Pero… ¿acaso la crisis de valores que estamos atravesando no resulta, también, irritante?. Cronenberg narra un naufragio, un naufragio por ambición… ¿o no?. Estamos ante una obra maestra imperfecta, un clásico que sienta mal, como un tartazo en la cara. Y todo… por un corte de pelo.