Confesiones íntimas de una mujer
Sinopsis de la película
París, 1832. Dos palabras, romanticismo y revolución están en boca de todo el mundo. El 3 de junio, una sublevación estudiantil provoca una revuelta, y las calles se llenan de sangre. Ese mismo día, la baronesa Dudevant llega de provincias para emprender su carrera literaria bajo el seudónimo de George Sand. A los 23 años, Alfred de Musset, el poeta y escritor de mayor relieve de su generación , es el cabecilla de una pandilla de vividores que malbaratan su juventud en una disipación absurda, sin esperanza ni ideal alguno.
Detalles de la película
- Titulo Original: Les enfants du siècle
- Año: 1998
- Duración: 135
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Opinión de la crítica
5.9
37 valoraciones en total
O más bien enamoramiento-pasión (la palabra amor es mucho más compleja). Actualmente no predomina esta clase de amorío, pero en el siglo XIX y desde el XII era posible en la clase ociosa principalmente.
La película es una lección exacta de lo que se ha etiquetado como AMOR-PASIÓN que es un amor que quiere ser trágico, destructivo, que rompe con la realidad con esos picos de felicidad y placer y creer que es la forma más elevada y bella del amor y luego esos pozos de sufrimiento, desprecios con ese contínuo alterne de ahora te busco y te necesito ahora te abandono.
Quizás actualmente queden ramalazos de amor-pasión en los casos de violencia de género en que él mata y luego se destroza la vida con el suicidio o la cárcel como si no hubiera más mujeres para escoger, o ese buscar placeres extremos de la juventud actual ignorando las consecuencias nefastas para el cuerpo y la mente.
El argumento es simple para explicar esta faceta de la sexualidad y 135 minutos pueden ser excesivos pero para mí la dirección y la ambientación son estupendas y los actores principales y secundarios perfectos.
Ignoro si la película refleja la vida real de George Sand y Alfred de Musset.
La ópera comeinza en un escenario de lujo. Bueno, en realidad se traslada presto al escenario, París. Aparecen los personajes, se dispara la trama, y los vestidos de época se caen al suelo, con la pasión y la fuerza del deseo.
Nos movemos a Venecia, algunos visos de la obra son francamente buenos, pero momentáneos. La locura aparece, de la mano del opio, y trae consigo las mejores escenas, las más divertidas, las más humanas.
Volvemos a París, en el tercer acto, y la envidia, el cotilleo, la vida cortesana aparecen, al tiempo que lo hacen el desengaño, el amor fozado, la pasión buscada, y el regreso de los amantes. Se vuelve tediosa, aburrida, pero conserva la gracia y la perfección decimonónica. Un romanticismo adecuado, representativo, pero falto de verdadero espíritu romántico. No hablo de amor, sino de la corriente literaria. El tercer acto presenta un romanticismo de manual, ajeno al histórico.
Y así termina, con la tragedia, la lágrima, y el recuerdo.
El imaginativo título que han colocado a la película en España nos puede generar expectativas falsas (a mí me recuerda a estos anuncios de señoras con pérdidas de orina, compresas con alas o tampones que no se mueven, no se notan). En realidad, trata sobre los amores entre Alfred de Musset y George Sand y, de haber alguna confesión, sería de él, ya que el guión se basa en su libro La confesión de un hijo del siglo , pero parece que da más morbo que sea Juliette Binoche la que se confiese íntimamente. Bien.
La película va de amores volcánicos, adulterios, sufrimiento, literatura, esplín, etcétera, todo muy romántico y arrebatado, como corresponde. Sin embargo, por un fenómeno misterioso digno de estudiarse, todo el fuego que se muestra en la pantalla se transforma en plomo en el ánimo del espectador. Cuanto más se esfuerzan los personajes en sufrir, enfermarse, amarse, etcétera, más se aburre uno y desea que realmente les liquide una epidemia para que todos dejemos de sufrir. Esto -la transformación de la pasión en plomo- sucede porque la psicología de los personajes es muy poco convincente, su personalidad carece de atractivo y así vemos que se aman porque lo dice el guión, no por otra cosa. Como en muchas películas históricas, esta acaba siendo un baile de disfraces donde lo único interesante es ver qué sombrerito va a sacar la Binoche en la siguiente escena. El retrato que se hace de Musset y de G. Sand es así: él, un niñato malcriado, ella, un ama de casa que le da por escribir como le podría haber dado por el macramé. Ambos sienten una atracción mutua irresistible, Dios sabrá por qué. En el patio de butacas, el mundo de los mortales, no se entiende.
Por lo demás, Benoît Magimel es muy guapo y hace molinetes con el bastón con mucho garbo. Hacia el final se le ve un poco el culo (lo digo por si sirve de aliciente para el espectador desesperado).
Recomiendo encarecidamente esta película a aquéllos que, por curiosidad, por descuido o por torpeza, hayan acabado leyendo esta humilde crítica. Pero con una insalvable condición: que sean espectadores de cine, no de basura.
A mí, que me gusta (me apasiona) el pitorreo, no me queda más remedio ahora que ponerme serio y quitarme el sombrero, y alabar el gusto, el oficio y la sensibilidad con que todo el equipo ha trabajado en esta cinta. A destacar, que no es poco, tres cosas: el acojonante trabajo de los actores (que conlleva, por supuesto, una alabanza implícita a la dirección de actores), la banda sonora de Luis Bacalov (El cartero y Pablo Neruda) y el texto, que es de una belleza y una precisión pasmosas. No hay una escena en que los diálogos te dejen indiferente.
Esto no es una historia de amor, es una historia de desamor, de las que duelen. Si todavía no lo has conocido, si no te han destrozado nunca el corazón, si no has sentido jamás algo parecido al desmayo al pensar en alguien… Entonces no pierdas el tiempo viendo esta película, porque te aburrirá y te sonará a chino.
La peli es de 10. El 9 es por la longitud, quizá se podría haber acortado un pelín.
Lástima. Esa es la idea que se le viene al amante de la literatura cuando ve la película. Más, mucho más se hubiera podido hacer de un film que no acaba sino siendo un pastiche de época.
Recuerdo el argumento: en torno a la década de los 30, la escritora George Sand (Aurore Dupin) y Alfred de Musset se conocen. Esto no les dirá mucho si no les informo de que Musset es una especie de Espronceda (Francia perdóname) a la francesa y Sand una Gertrudis Gómez de Avellaneda con puro y attitude . Es decir, hablamos de figuras literarias poderosas. Ambos se conocen, surge un tormentoso romance y de él nacen algunas de las cartas de amor jamás escritas. Todo esto es después del flirteo de Sand con Merimeé (autor de Carmen ) y antes de la relación de una década con el compositor Frederic Chopin.
Una vez explicada la importancia de carácteres y de su época, cabe decir que la película fracasa en sus puntos fundamentales: fracasa históricamente con un retrato desaliñado, injusto y grotesco de ambas figuras. No sólo Kurys demuestra una falta de respeto hacia los personajes, sino que demuestra un absoluta y errátil concepción del amor. Convierte la relación entre Sand y Musset en un salto de cama, en una obsesión pueril de seres en perpetua adolescencia mental.
En lugar de retratar a dos seres humanos, retrata marionetas. El espectador bascula entre la incomprensión y la extrañeza, al ver los límites de una tormentosa relación a la que no se le ve la credibilidad. Débil, pues, la propuesta de Kurys.
Los actores hacen lo que pueden, pero no se libran del naufragio. Admirador como soy de Binoche, considero que tanto ella como Kurys leen mal a Sand, como una especie de heroína de una época, una víctima del sistema y de sus sentimientos casi maternales de co-dependencia. Si esa es la Sand en la que creen es que no han leído con profundidad ni su obra ni su biografía.
Aún peor, es el retrato insoportable de Musset: egoísta, caprichoso, víctima de celos compulsivos, drogadicto, histérico, mujeriego… Contemplamos todos sus defectos, pero no sus virtudes, su capacidad de ser uno de los mejores poetas románticos del tiempo. Flaco favor a un poeta cuando se le quita el beneficio de su poesía.
Le doy un cuatro porque, bien o mal, al menos, ofrece una visión de dos grandes nombres de la literatura.