Comer, beber, amar
Sinopsis de la película
Agridulce comedia sobre la vida de Chu, un viejo chef de Taipei, viudo y con tres hijas (Jen, Chien y Ning) muy distintas pero con algo en común: la rebeldía. Un buen día, sus vidas empiezan a complicarse: una gruñona viuda se muda al apartamento de al lado, alguien se queda embarazada, alguien cae en una profunda depresión, alguien muere y alguien encuentra el amor verdadero. El reputado director Ang Lee volvió a Taiwán para contar otra historia de sentimientos y emociones.
Detalles de la película
- Titulo Original: Yin shi nan nu (Eat Drink Man Woman)
- Año: 1994
- Duración: 123
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Opinión de la crítica
Película
7.3
80 valoraciones en total
Deliciosa película del realizador taiwanes (para mi gusto la mejor, muy por encima de la celebérrima tigre y dragón) que nos narra tres historias con la gastronomía como denominador común, como ya hicieran con éxito otras magnificas películas como Chocolat (Lasse Hallström) o Deliciosa Martha (Sandra Nettelbeck). En este caso, la película se centra en las vidas de Chu, un famoso chef de cocina de Taipei, y sus tres hijas: Jen, Chien y Ning. Desde la muerte de la madre, todos los domingos padre e hijas se reunen entorno a las delicias que con devoción y dedicación prepara Chu. Sin embargo, Chu vive para su trabajo, no acepta las críticas y no entiende el comportamiento de sus hijas, que pronto emigrarán del hogar familiar y se harán independientes. Ning es la hija menor, una estudiante jovial que cada día se encuentra a la salida de sus clases con el novio de su amiga, enfadado porque esta no le hace el menor caso. Jen es la hija mediana. Es una profesora de instituto introvertida que vive encerrada en sí misma, sin expresar sus emociones, y que tras dejarle su único novio no volvió a salir con hombres. Chien es la hija mayor, una economista de éxito en una empresa de aerolíneas, de gran personalidad y madurez. Alrededor de la familia se encuentran sus vecinas Rong, su hija y su madre, así como Wen, un viejo chef amigo de Chu. Los acontecimientos se agolparán alrededor de los protagonistas y sus vidas tomarán un nuevo rumbo. El desarrollo de la historia y la caracterización de los personajes están perfectamente construidos, pese a que los acontecimientos que suceden al final resultan algo atropellados y ligeramente inverosímiles. La dirección construye un relato sólido y creíble de las relaciones humanas que se establecen alrededor de una mesa. En la cultura mediterránea, al igual que en la taiwanesa, la comida es un acto social y en algunos privilegiados entre los que me incluyo además, un placer. A todas las personas que disfruten de la comida, les recomiendo encarecidamente su visionado.
Cuando has crecido en un hogar en el que has pasado la mayor parte del tiempo entre fogones, y en el que has interiorizado la enseñanza de que una gran base de la salud y de la felicidad está en la buena alimentación, te quedará siempre la huella de esos aromas y de esos sabores que te devolverán, una y otra vez, a tu infancia.
El ritual de las comidas diarias no debería consistir sólo en cocinar de cualquier manera y comer a toda prisa, sin pararse a saborear. Debería ser toda una filosofía de vida en la que la paciencia, el esmero, la dedicación y el buen paladar entraran a formar parte de un conjunto armonioso y equilibrado. La cocina debería ser mucho más que el simple proceso de preparación de unos platos. Y eso es lo que transmite el padre de las tres hermanas protagonistas, el cual se ha dedicado siempre al arte culinario y es un experto en la gastronomía tradicional china. Para él, se trata casi de alquimia, de un ritual atávico y arcano, con fórmulas transmitidas a lo largo de muchas generaciones. Probablemente no existe ninguna receta tradicional que él no conozca.
Además, el hecho de sentarse a la mesa para alimentarse es una de las costumbres clave que contribuyen a la unidad y el estrechamiento de lazos entre los miembros de la familia. La mesa, punto de encuentro común, sirve como mediadora. ¿Cuántos asuntos se tratan y se debaten en esos momentos del día en que todos están reunidos?
El señor Chu, que lleva muchos años viudo, cocina todos los días abundantes y deliciosos platos para sus tres hijas, como lo ha venido haciendo desde antes de que ellas tuviesen memoria. Pero ya son mayores, y la historia comienza justo cuando una tras otra se disponen a volar del hogar paterno.
Jia-Jen, la mayor, es profesora y continuamente recibe indirectas porque no tiene pareja, situación que la mortifica. Eso me recuerda a lo que suele pasar cuando ya has cumplido los treinta y no te has casado. A ver si adivináis qué es lo primero que te preguntan las vecinas ancianas o las parientas lejanas, todas un poco cotillas, de ésas que ves de Pascuas a Ramos y que cuando te las encuentras te sacan hasta el color de tu ropa interior si te descuidas. A ver, la pregunta del millón: ¿qué es lo primero que te preguntan?
¡Bingo! Habéis acertado.
-¿Tienes novio? -la consabida preguntita.
A ninguna se le ocurre preguntarte en primer lugar que cómo te van los estudios, o si el cabrón de tu jefe se porta bien, en fin, cosas así. Qué va. Ni por ésas. Lo primero que van sonsacarte es si tienes novio. No falla. Y cuando les dices:
-No, no tengo novio.
Comer, beber, amar…, en definitiva, vivir.
Tan simple y obvio como eso es lo que traspasa, por todos y cada uno de sus poros, la peli de Ang Lee. Como si de una agradable, sosegada y prolongada sobremesa se tratara, el menú de Lee nos hace cómplices de las alegrías y los sinsabores de una familia taiwanesa cuyo patriarca, un reputado chef, transmutará sus fogones domésticos en madriguera y sanctasanctorum del particular ciclo vital de su progenie.
Resulta palmario afirmar que la comida, y la bebida, socializa. Y cuando decimos que socializa nos referimos a que contribuye a estrechar vínculos interpersonales y que, además, constituye un pretexto fenomenal para –al margen de nutrir nuestro organismo- organizar nuestro día a día, descansar, escaquearnos, festejar, negociar, intimar, ligar, reconciliarse, disculparse… o, si uno es afortunado, preparar con picardía y anticipación el calentamiento previo a la práctica de cualquier actividad amatoria. Algo tan positivo y natural es lo que explicita, sin pretensiones ni artificios, este redundante Comer, beber, amar.
Tal vez deberíamos comer menos y cocinar más. Tal vez deberíamos follar menos y hacer más el amor. Qué coño!… tal vez deberíamos hacer cada cosa en su momento. Aquí y en Taipei.
Una vez más me sorprendo con la calidad humana de las películas de Ang Lee, en este caso centrado en un maestro de la gastronomía, viudo y ya mayor, que utiliza en casa un férreo control sobre la cocina como elemento de unión y disciplina hacia sus tres hijas, que están ya en edad de dejar el nido y vivir la vida por su cuenta.
Asistiremos a las peripecias sobre todo sentimentales de éstas, siempre con humor y ternura, mientras él parece ir perdiendo el pulso con los fogones a medida que ellas van encontrando rumbo a sus vidas.
La manera de contarnos la historia es con la agilidad que caracteriza a este gran maestro y con su fino toque, siempre con humanidad y encanto, en una trama que incluso ofreces algún detalle inesperado.
* Dramita de ritmo y desarrollo bastante más ágil que el contemplativo y pausado cine oriental al que me he ido acostumbrando, con los bastantes personajes bien tratados y los suficientes cambios situacionales para darle una amenidad muy de agradecer.
Se la califica de comedia melodramática sentimental (ahí queda eso): sentimentaloide a tope, pero como comedia no tiene mucha gracia, en cuanto a que su vena cómica acaba por tener poco peso, teniendo más bien una afabilidad que no llega a lo humorística que se le supone, y mejor así, porque un exceso de jocosidad dificulta penetrar y leer en los personajes y sus circunstancias, que es la clave de Comer, Beber, Amar.
* Se retrata la desorientación de los protagonistas respecto a si mismos y a los demás, tanto dentro de la familia como respecto a los ajenos a ella. Se muestra como todos tenemos una fachada forjada a golpe de experiencia, que puede parecer más o menos sólida vista desde el exterior, pero de cuya condición somos nosotros perfectamente conscientes, aunque a veces intentemos mantenerla y agarrarnos a ella en aras de una supuesta seguridad ante los demás cuando estos nos desconciertan. Para los demás somos la máscara, pero tras ella están nuestros verdaderos sentimientos, aspiraciones, anhelos,… a veces, como es el caso de los protagonistas de esta película, todo lo que se encuentra tras esa máscara está maltratado, relegado a nuestros sueños íntimos, intentamos defenderlo estableciendo una barrera, pero cuando nuestras estrategias y soluciones improvisadas no son las adecuadas nos volvemos contra nosotros mismos, y de nosotros no nos defiende ya nadie.
* La película podría dentro de tal retrato empeñarse en sermonear sobre la familia como único lugar seguro en medio de un torrente de inseguridades, titubeos y decepciones, pero no contamos con la familia anodina y funcional necesaria para ello, ni este film tiene ánimo de convertirse en peli de sobremesa.
* En resumidas cuentas, Comer, Beber, Amar muestra la pugna dentro de una familia entre caracteres que se creen altamente independientes, pero cuya virtual independencia, a la que se aferran, no les aporta nada. Así acaban acudiendo al calor humano, con sus riesgos, pero de donde obtienen más gratificación. La película acaba siendo un cordial canto a la sencillez de la vida y a la felicidad encerrada en lo aparentemente nimio e intrascendente: las personas.