Colette
Sinopsis de la película
Cuenta la historia de Sidonie-Gabrielle Colette (Keira Knightley), autora de las polémicas novelas que causaron gran revuelo en el París de los años 20 Claudine y Gigi , desde su infancia en el campo hasta su consagración en la sociedad parisina junto a su marido, el también autor Henry Gautheir-Villas Willy (Dominic West), que en un principio actúa como mentor de Colette.
Detalles de la película
- Titulo Original: Colette
- Año: 2018
- Duración: 112
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Opinión de la crítica
Película
6.2
98 valoraciones en total
La orgullosa precursora del #Me too
La figura de Colette ha sido desde siempre un parteaguas dentro del mundo de la literatura y el arte: avanzada, revolucionaria, libertaria (y libertina) extremista… Una personalidad que rompió moldes toda su vida y que fluyó con la corriente de la modernidad rampante del comienzo del siglo y más allá.
Poseedora de una personalidad arrasante e ingenio creativo, supo colocar su prototipo de mujer y discurso literario en la mente de todos. Rebelde y demasiado autoconsciente de su mente y su cuerpo, creo todo un estilo y supo afrontar las consecuencias de su manera de percibir su espacio y su tiempo. El amor, el sexo y las manifestaciones del arte.
Claro que, como en toda biografía, la película no puede narrar a detalle todos los millones de acontecimientos en la vida de esta mujer y opta por conducirnos por un camino de pinceladas que la definen. Fijando su atención en las partes mucho más glamorosas que en las áreas oscuras. Lo que nos deja claro es que Colette pasaba por completo de las reglas y le importaba muy poco el qué dirán.
El director inglés, Wash Westmoreland, quien coescribe el guión con Richard Glatzer y Rebecca Lenkiewicz, se encarga de conducirnos por un comienzo que pintaría como la clásica película de sombrillita a la que nos tiene acostumbrados Knightley, cuya romántica presencia pinta en los primeros minutos a una aparentemente tímida y normal muchachita campirana, pero pronto iremos descubriendo que es solamente una estratagema para ver el crecimiento de Sidonie que es el deseo del director y sus escritores.
El fruto de la vida Parisina
Si consideramos el ambiente en el que se ve imbuida, en ese París bullicioso donde aparecían importantes movimientos de arte y literatura, con grandes personalidades conviviendo al rededor, podemos tener el retrato perfecto de lo que la joven debió sentir, ese es el motor de la película, mostrarnos la transformación de una joven en mujer, de una chica de campo a una mujer dueña de sí misma que no dudó en pronunciarse por temas tan avanzados como la identidad de género, amando lo mismo a hombres que a mujeres, con o sin, el consentimiento de su marido con quién vemos que tenía una relación muy moderna.
Y colateralmente haciéndonos entrar en la tortuosa relación de explotación creativa entre Willy y Colette y en su ulterior independencia al relacionarse sentimentalmente con la controversial Missy, Mathilde de Morny (Denise Gough), una noble librepensadora (y declaradamente gay) con quién Colette conoció un mundo nuevo, el Vaudeville, el teatro… y otros placeres y áreas de la vida…
Protagonistas apasionados y apasionantes
Keira Knightley se entrega al mundo de Colette con devoción, con la misma pasión con la que encarnó a sus personajes clásicos: Cecilia en Expiación, más allá de la pasión o Elizabeth en Orgullo y Prejuicio.
Dominic West encarna a un Willy sofisticado, dueño de la situación, de finas maneras y porte aristocrático, hedonista, empapado de la modernidad en sus formas más avanzadas, pero al mismo tiempo explotador, mentiroso, cruel y dependiente.
Que en su voracidad de fama y fortuna no dudaba en no simplemente usar a Colette para escribir en su nombre, sino a otros. Todos caían en sus redes de seducción dejándose chupar la sangre por este vampiro creativo. Y esa seducción alcanza en más de una manera a Colette, no obstante lo rebelde y desinhibida que fuera, la fuerza de la atracción de Willy sobre ella se plantea como una poción enervante que la intoxica y atrapa provocando irónicamente su liberación final.
La conjunción de West y Knightley en pantalla inunda de seducción y perversidad esta relación a todas luces suigeneris y en la que el tema del escritor fantasma vuelve a ser tratado por segunda vez en este año junto con La Buena Esposa una relación tan enervante de amor/odio, sujeción/dominación y dependencia que no puede sino provocar interés morboso e intriga a partes iguales.
Cómo no caer ante la seducción?
La fotografía y el vestuario son exquisitos y deambulan en los escenarios más parisinos posibles en un aire de nostalgia y liberalidad que se cuela por todas partes reforzando el contexto en el que se generó la vida de esta mujer y dando a Knightley todas las oportunidades de brillas con soberbia sofisticación y sensual perversidad.
Sin embargo…
Un aspecto que puede ser un poco chocante es la tropicalización del lenguaje de la película pues los parlamentos están en inglés no obstante que el personaje de Colette escribe en francés. Con la clara idea de hacer que la comercialización de la película sea más internacional.
Punto final
Al final Colette es un breve relato de homenaje a una personalidad demasiado avanzada y controvertida para su época, que solamente es un fragmento, (no carente de brillo y glamour), pero finalmente es una visión seleccionada por los escritores, no obstante el tenaz trabajo de West y Knightley tomar a un personaje tan controvertido y a la vez tan olvidado en la actualidad, que estuvo demasiado fuera de las normas como para poderse enmarcar en cánones, no simplemente narrativos dentro de un film, sino para comprenderlos con la correcta dimensionalidad en su propio espacio/tiempo o trasladándolos a nuestros días, donde el empoderamiento femenino y la identidad de género siguen luchando con vehemencia.
Para mostrarnos como la vida, obra y devaneos de una mujer icónica que supo transformarse a sí misma e influir en su entorno siguen siendo tan apasionantes y fogosos como entonces.
Escrito por Fabián Quezada León
https://cinemagavia.es/pelicula-colette-critica/
Recuerdo haber leído Claudine en la Escuela cuando era un adolescente, y lo que más me impresionó, fue su salvaje esencia de libertad, carente de prejuicios.
Colette, la película, consigue tan solo arañar la vida de la escritora, mostrando una pequeña parte de su desinhibida personalidad.
Sidonie-Gabrielle Colette, mayoritariamente recordada por sus obras literarias, pasó una parte de su vida, sobre los escenarios como artista de cabaret y revista. Lo cual viene a demostrar su capacidad para asumir más de un roll, rompiendo moldes de la encorsetada y opresiva sociedad francesa de finales del XIX, y principios del XX.
Todos esos acontecimientos, son trasladados sin mucho énfasis ni pasión por su director Wash Westmoreland, el cual desarrolla una historia más académica que artística.
Keira Knightley construye su personaje desde un cierto distanciamiento, quizá alejado del propio carácter de Colette, dotándolo, eso sí, de una clase y elegancia de la cual, la autora, tal vez careciese.
La frase que da título a mi crítica, supuéstamente pronunciado por Colette, la he rescatado de la propia película
No cabe la menor duda de que la vida de Gabrielle Colette fue fascinante. Autora fantasma de su marido Henry Gauthier-Villars Willy durante años, mente pensante tras las exitosísimas novelas de Claudine, actriz, vedette, mimo y periodista, fue sin duda una adelantada a su tiempo, una mujer valiente y libre, que tenía relaciones con mujeres, que vestía a veces ropa masculina que vivía según le parecía y que se rebeló contra las convenciones de la época. En una palabra, como decimos, fascinante. Sin embargo, Colette, la película, no termina de resultar fascinante como lo merece la vida real de su heroína.
Wash Westmoreland, en su primera película en solitario tras el triste fallecimiento de Richard Glatzer (que a pesar de todo es co-guionista aquí y a quien se dedica el filme), ha filmado un elegante biopic,una película sin duda agradable y con suficientes elementos interesantes para recomendar su visionado, pero no es memorable, no es una obra maestra, y ni siquiera logra ser una cinta que deje con ganas de más de un visionado. Es excesivamente larga, aunque no llega a las dos horas, y hay escenas y momentos que podrían no haber estado y ralentizan innecesariamente el ritmo. Los personajes secundarios, como el de Fiona Shaw, no terminan de funcionar porque apenas tienen tiempo en pantalla, y ni siquiera a Missy, que sí goza de gran importancia en la trama por su relación con Colette, se le presta la suficiente atención. Es por ello que la relación entre ambas mujeres no termina de cuajar emocionalmente en el espectador, ya que apenas se nos ofrecen datos sobre su cortejo o los sentimientos que las llevan a iniciar una vida juntas (gran trabajo de Denise Gough como Missy, por cierto).
Aun así, Colette es una buena película, de eso no hay duda, con una dirección artística y fotografía maravillosas que nos hablan de los personajes a veces incluso más que el propio guión (atención a los desordenados papeles en la habitación mientras Willy lee por primera vez Claudine en el colegio ). Se ve muy bien, entretiene y tiene escenas poderosas que sí se quedan en la memoria del público (la amarga despedida entre Willy y Colette). Y sobre todo, se beneficia de la presencia mastodóntica de su pareja protagonista.
Parece mentira que Dominic West se haya convertido en el actorazo que es hoy, teniendo en día que pasó bastantes años siendo uno de los actores más irritantes que se podían ver en una pantalla (300, La sonrisa de Mona Lisa, Chicago). The Wire y The Affair han hecho maravillas en la carrera del británico, cuya presencia aquí es magnética. Está carismático, encantador cuando toca, encantador de serpientes al máximo y por supuesto también irritante y manipulador a más no poder, hasta el punto de que cuesta entender cómo Colette no se cansa y le deja a los 5 minutos de película. Keira Knightley, por su parte, tuvo unos años más dubitativos entre 2008 y 2012, pero su vuelta a lo grande con Begin again demostró que lo que habíamos visto en películas como Expiación, Orgullo y prejuicio, la primera Piratas del Caribe, El rey Arturo o, después, Laggies o The imitation game no era flor de un día. Sin duda este va a ser un personaje por el que Knightley va a ser recordada. Escenas como aquella en la que finalmente se enfrenta a Willy, o su primer encuentro con Georgie, o su mirada y su gesto con Missy en el tren mientras viajan con toda su troupe ya bastarían para colarla en las quinielas de todos los premios importantes de la temporada (está duro este año, no obstante…).
En definitiva, una cinta correcta e interesante sobre una mujer fascinante, con dos actorazos como la copa de un pino dando muestras de su arte. Bravo.
Lo mejor: Knightley y West, enormes.
Lo peor: Daba para más.
La sabia censura española ha calificado esta película como NO RECOMENDADA PARA MENORES DE DOCE AÑOS y distintivo ESPECIALMENTE RECOMENDADA PARA EL FOMENTO DE LA IGUALDAD DE GÉNERO . Así que, jóvenes y jóvenas, id a verla y tomad ejemplo.
De Colette se recuerda su personaje más que sus libros, y precisamente es el personaje el que en esta película sirve de percha para que la bella y hierática Ms Knightley exhiba unos cuantos modelitos muy coquetos y ponga unas cuantas caritas de intensa concentración.
Por lo demás, un guion disperso y carente de tensión, y unas pocas escenas lésbicas que tampoco llegan muy allá.
Especie de biopic sobre la escritora y artista francesa Colette (Keira Knightley), pero centrada entre los años 1892 y 1906, nada de años veinte, la sinopsis está mal y hay gente que ha visto la película y ni siquiera se ha dado cuenta. Vaya por delante que no conozco demasiado al personaje pero por lo que sé, la suya no fue una existencia muy interesante, como muchos se empecinan en describir, y más aún en esta película en la que la vemos desarrollar una vida absolutamente aburrida, muy cómoda y burguesa, ajena a cualquier pasión exterior o interior, idea o preocupación, pero eso sí, agitada sexualmente hablando. Eso es lo que la masa progre desea ahora, tener pasta, hacer lo que a uno le da la gana y no encontrarte nunca con ningún problema. Y por eso les gusta esta Colette . Eso sí, a cambio de renunciar a cualquier clase de emoción, amor, sentimiento o tensión. Un asco.
La obra cuenta con buenas interpretaciones, una ambientación pasable y una puesta en escena correcta, en un género histórico en el que los británicos se mueven como pez en el agua, pero por desgracia está vacía. Aquí la clave de Colette reside en qué me quiere contar su director y al final resulta que lo que pretende simplemente es servirnos el clásico combinando moderno de feminismo y homosexualidad, muy acorde con la condición de Wash Westmoreland, abiertamente gay. Es decir, reivindicar, normalizar, empoderar. Entonces, como la ideología es lo que importa, la vida de Colette es un mero pretexto para lavar nuestras mentes y por eso no sólo al acabar nos resulta absolutamente desconocida su biografía, por ejemplo, su abierto antifeminismo o su colaboracionismo con los nazis, sino que han suprimido pasajes para que el feminismo lésbico se imponga (SPOILER).