Cerdos y acorazados
Sinopsis de la película
Kinta, un matón adolescente, está entusiasmado porque ha conseguido trabajo como supervisor de la piara de una base americana local, con el cual podrá desviar comida al mercado negro y conseguir unos buenos ingresos para su banda yakuza. Su novia Hiroku espera que deje la yakuza y consiga un trabajo honesto, aunque ella no sea un ejemplo de virtud, trabajando como prostituta. La trama sigue esta relación complicada, con el trasfondo de la corrupción, con el resultado del choque de las fuerzas de ocupación contra la pobreza y las aspiraciones del país nipón tras la guerra.
Detalles de la película
- Titulo Original: Buta to gunkan (Hogs and Warships)
- Año: 1961
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
6.6
75 valoraciones en total
Cayeron las bombas. El 14 de Agosto de 1.945 se logra por fin la derrota de Japón y sus habitantes pueden escuchar por primera vez en la radio a Hirohito Michinomiya, anunciando la rendición incondicional.
El país se convierte entonces, pese a toda la remodelación política, los acuerdos exteriores y las reformas, en la isla de recreo de los invasores americanos…
Este sentimiento, impregnado en el alma de millones de japoneses como una espina clavada, empezó a aflorar en el panorama cinematográfico a modo de denuncia, primero disfrazándose de dramas intimistas y poco a poco tornándose en feroces críticas sociales, uno de esos títulos llegó ya iniciada la década de los 60 de la mano de un cinesta que se convertiría en uno de los mayores rebeldes de la industria: Shohei Imamura. Tres años llevaba ya en Nikkatsu haciendo películas con las cuales no quedó satisfecho, ni siquiera con Mi Segundo Hermano a pesar de ser un éxito de crítica a nivel nacional e internacional.
Todo cambiaría cuando tuvo la oportunidad de adaptar una novela de(l también productor) Kazu Otsuka, que sitúa los hechos en la ciudad costera de Yokosuka, inmediatamente después de la tan nefasta ocupación. El guión del afiliado a Shochiku Hisashi Yamanouchi y la visión del director reflejan de maravilla la situación del pueblo japonés durante esta etapa tan desafortunada (sobre todo el pueblo del más bajo estrato social, el que siempre ocupó las obras de Imamura), y lo muestra desde un punto de vista corrosivo, condenando sin límites de ninguna clase la presencia americana en una sociedad quebrada y precipitada a la ruina total.
Ahí nos lleva, a la zona más agitada de la ciudad, cerca de la base militar allá establecida, y además lo hace con el himno estadounidense y la bandera roja, blanca y azul alzándose sobre el lugar como símbolo absoluto de la victoria. ¿Pero dónde dirige su mirada tras esta introducción desde el aire? Conociéndole, a donde nosotros ya sabemos: a través de los suburbios, inundados de cegadores carteles de neón en inglés, a los bares atestados de yanquis y a los prostíbulos, donde una reyerta con las chicas comienza su furioso discurso, que cruza de principio a fin la obra como un vertido de ácido.
En este clima de injusticia sangrante donde los agentes de la ley se tornan contra sus compatriotas, los invasores se pasean triunfantes y con el derecho a crear el caos y los grupos criminales toman el control del lugar desde sus entrañas, se nos narra la historia de Kinta, uno de tantos chicos que, decidido a convertirse en alguien importante en esa sociedad sin ley ni orden, se involucra con un clan yakuza dedicado a la extorsión, el chantaje, en definitiva a extender la violencia. Detestable, chillón, descerebrado y rematadamente inocente, Kinta es la imagen de Imamura en su juventud, cuando para sobrellevar la pobreza familiar tras la guerra, se vio forzado a trabajar como traficante en el mercado negro.
De su lado iremos conociendo el putrefacto microcosmos en el que quiere aparentar ser todo un hombre cuando en realidad no lo es, sin embargo un acto de rebeldía contra su anciano padre, quien sobrevive a base de vender astillas de madera y bebe para sofocar las penas de tener una familia muerta en la guerra. Más que la historia de un chico lo que vemos es la historia de un mundo en descomposición. Aquí los cerdos son el único negocio lucrativo que encuentra el pequeño grupo de Kinta, cuyo kyodai es Tetsuji, figura que sirve al cineasta para desmitificar al yakuza clásico al transformarlo en un débil sin autoridad y con graves problemas de salud.
Esta ausencia de aire, de futuro, viene reforzada con el blanco y negro viscoso, indigesto y grasiento de la fotografía de Shinsaku Himeda. Los gángsters, como de costumbre, pegan, amenazan, doblegan a su parecer (especialmente desagradable es la secuencia del maltrato al dueño del taller mecánico), pero éstos no son los únicos. En realidad parece que todo el mundo colabora para arrastrar un poco más la sociedad al más negro de los abismos: la dueña del lupanar roba a sus chicas, los miembros de los clanes yakuza se mienten y traicionan entre sí, la policía ni tan siquiera aparece a controlar la situación, las madres obligan a sus hijas a prostituirse para los invasores por el bien del núcleo familiar…
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Mientras, en sus garras, Imamura saca de los actores las más enfervorecidas y viscerales emociones, en especial de ese gran Tetsuro Tanba, Hiroyuki Nagato (que se esfuerza sobremanera para resultar repulsivo de principio a fin) y una Jitsuko Yoshimura que debutaba con 18 años y se llevó algunos de los mejores momentos (ese final impagable o el que precede a la violación, vertiginosa escena en plano cenital que atrapa y sofoca por su ruptura estética, su agrio simbolismo y su dinamismo ejecutado por el cineasta).
Cerdos y Acorazados es el verdadero primer paso del nipón como artista libre, no obstante su obra se estrenó en un momento delicado debido a las tensiones entre EE.UU. y Japón (en esas fechas se producían las protestas masivas contra los tratados de seguridad y alianza frente al edificio de la Dieta Nacional). Nikkatsu, por lo tanto, vio la película como un peligro y una gran provocación, ganándose a pulso el director su fama de insurrecto y siendo forzado a no rodar nada durante un tiempo, lo que aprovechó para dedicarse a escribir guiones, dos años después llegaría el éxito de La Mujer Insecto .
Como dato anecdótico fue uno de los films que más impactaron a Martin Scorsese en su época de estudiante, y bien apreciable ha sido su influencia en sus trabajos ( Taxi Driver sin ir más lejos).
Para otros futuros cineastas (japoneses y no japoneses) esta obra también sería todo un referente obligatorio.