Casco de acero
Sinopsis de la película
Guerra de Corea (1950-1953). El soldado Zack, que ha recibido un disparo en la cabeza, es el único superviviente de su pelotón. Tras ser hecho prisionero por el enemigo, consigue escapar gracias a la ayuda de un niño coreano huérfano. Ambos se unirán a un nuevo pelotón cuya misión es conquistar una posición enemiga en un templo budista. Sin embargo, cuando llegan, el sitio parece desierto.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Steel Helmet
- Año: 1951
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
Película
6.6
30 valoraciones en total
Reunía Samuel Fuller una serie de virtudes que hicieron que su prolífico acercamiento al cine bélico, ya desde el principio, se convirtiera en un binomio donde director y género quedaron engrandecidos a partes iguales. Virtudes que en una vertiente tuvieron que ver con su experiencia vital y que en otra se reducían, simple y llanamente, al enorme talento que poseía el cineasta americano.
No cabe duda que el haber combatido en la SGM le proporcionó un especial tacto para filmar esas historias que él protagonizó en primera persona. Vivencias en el frente, en primera línea de fuego, pero, como en esta The Steel Helmet, que rehúyen de convencionalismos y estereotipos en los que hasta entonces había caído el género. Las escenas de acción dejan de ser en eje central del film para convertirse en meros interludios de un relato psicológico que tiene al soldado como protagonista. En este film ya se puede atisbar esa línea que culminaría en The Big Red One y en donde el lema sobrevivir es la única gloria daba una patada en el trasero a las heroicidades y las gestas para ofrecernos una visión de la guerra mucho más cercana a la realidad del combate. Y es esta realidad la que hace el cine de Fuller diferente y la que hizo cambiar el sentido de las películas bélicas para ubicarlas, la mayoría de las veces, al lado del más puro y duro drama psicológico.
En The Steel Helmet las primeras secuencias son geniales, con un ritmo y un nervio que enganchan al espectador al estilo Wilder. Sin perder un solo segundo, el Sgt. Zack (George Evans) se arrastra entre un mar de cadáveres en plena Guerra de Corea para dar comienzo a la feroz singladura de una patrulla que vivirá en sus propias carnes la desesperación, el miedo y la incertidumbre de no saber a qué se están enfrentando. El trabajo de Evans es soberbio y deja unas cuantas escenas antológicas. Es en él, precisamente, en quien Fuller refleja esa mezcla de soldado y persona, de máquina y de ser vivo, y que termina siendo traumática para cualquiera, incluso para el más duro de los hombres.
Primera incursión como productor de Fuller que con un presupuesto de serie B, como siempre, lograr una libertad creativa total tan deseada por tantos y tantos directores y que tan pocos han conseguido. Que cuántos: no lo sé. Fuller dio un porcentaje, adivinen en cual está él: El 95% de las películas nacen de la frustración, la desesperación, la ambición de sobrevivir, el dinero, por engordar cuentas bancarias. El 5% restante, o quizá menos, nace de la idea de un hombre, una idea que él quiere expresar
Casco de Acero supuso varias cosas: Por un lado, supuso el debut de la carrera cinematográfica de Samuel Fuller. También fue la primera cinta o al menos, de las primeras en mostrar la fatal guerra de Corea. Y lo que es sin duda lo más importante, era la primera vez que se nos mostraba un film de corte bélico pero donde se enfatizaba mucho más en las relaciones de los soldados dotándoles de una gran humanidad denotando su dejadez y de cómo se van desgastando y marchitando como consecuencia de vivir todas las terribles experiencias que depara cualquier conflicto bélico.
Su bajo y modesto presupuesto no resulta ningún impedimento para mostrarnos una loable cinta donde se nos es difícil no empatizar con ciertos de sus personajes por la descarada humanidad y brutalidad que derrochan, fruto de la guerra. Sin ninguna duda, sus personajes resultan ser muy complejos y están plagados de matices.
La trama trata de cómo un grupo de soldados americanos encabezados por un desarraigado y arcaico sargento interpretado por Gene Evans son escoltados por un niño coreano a un templo budista donde tratarán de defenderse de cualquier ofensa o ataque que puedan llevar a cabo los coreanos. Sus escenas bélicas, aunque sean poco numerosas, destacan por su excelente filmación y ejecución, pues en pocos minutos muestran la brutalidad que supone cualquier conflicto bélico.
Todo ello sin contar con las más que interesantes relaciones que entablan todos los soldados que forman el grupo, de lo más interesante que nos ofrece el film, pues su visión es muy humana y realista, alejada de cualquier sentimiento patriota o propagandístico.
Aunque es una película hecha con muy poco dinero, en ella se demuestra que para hacer buen cine lo importante no es el vil metal, sino las ideas de quien la dirige. La fábula que cuenta, por otra parte, es mucho más interesante que las que narran la mayor parte de las películas bélicas(incluidas las superproducciones), que por lo general no cuentan nada y en las que todo se reduce a fuegos artificiales.
Es muy bonita la historia del niño, y la del inflitrado en la pagoda, y lo que sucede cuando no pueden hablar con el lejano puesto de mando y la forma en que se presenta el casco de acero … Quizá no haya muchos tiros (ni falta que hace), pero retrata la guerra en toda su crudeza, pues la guerra es algo muy serio y muy malo, muy feo, que no es tan fácil reproducir en una pantalla.
Sin ser nada del otro mundo, es una película de la que luego, cuando pasa el tiempo, te acuerdas, y eso no es poco. Yo le he dado un 8.
La propia naturaleza del género exige regularmente presupuestos elevados para las películas bélicas. Samuel Fuller sólo consiguió cien mil dólares para The Steel Helmet. El templo budista parece comprado llave en mano en Chinatown, no son más de 25 extras los que conforman las huestes comunistas y su tanque blindado es de contrachapado. Se nota la miseria presupuestaria pero Fuller sabe hacer corazón de tripas. Como lo supo hacer Edgar Ulmer en la genial Detour y tantos otros maestros de la clase B, pero bajo condiciones agravadas por las exigencias del género. Así la niebla que de paso disimula que se está filmando en un galpón se convierte en una claustrofóbica metáfora de la confusión de los soldados librados a la iniciativa propia y al mero azar. Las comunicaciones y cadenas de mando están cortadas. El último oficial que merecía respeto murió en la guerra pasada. La institución militar no existe, ni existe la ley, ni dios, ni mucho menos el heroismo. Los protagonistas de esta guerra fulleriana – que es una cadena de guerras en contínuo: there is no end to this story – son marginales cuya supervivencia depende de la mera casualidad. Las miserias de la guerra encuentran expresión estéticamente adecuada en el miserable presupuesto.
Toparse con una película como la presente es un acontecimiento especial. Filmes sobre la terrible guerra de Corea hay pocos, sobre todo porque no fue una victoria sin paliativos del ejercito yanki ni un punto de inflexión en la historia americana moderna como nos muestran las realizaciones sobre el Vietnam. Pero por encima de todo ello, es especial por ver a Samuel Fuller hablando de lo que mejor conoce y contando sobre lo que más le dolía ver en su país. En el primero de los casos, de la guerra, ya que se tragó media Segunda Guerra Mundial. En el segundo caso, de los problemas olvidados de América, en especial y por encima de todo, el racismo.
El inicio de la película es espectacular, como bien ha comentado algunos habituales de FA. En pocos minutos conocemos a la perfección el papel interpretado maravillosamente por Gene Evans y simpatizamos encarecidamente con su figura.
Tras el encuentro de nuestro protagonista con los demás personajes, Fuller en apenas unos instantes nos presenta vagamente a sus compañeros. Lo hace con una simpleza que asusta, pero lo hace endiabladamente bien. Luego se dedica a mostrarnos la guerra en todo su esplendor, con las constantes del subgénero iniciado por él. Es decir, en las películas de la guerra de Corea siempre veremos a pocos hombre, normalmente perdidos o tras las líneas enemigas, enfrentados entre si, con un desprecio por los mandos, donde lo importante no es tanto la victoria como sobrevivir.
Luego de todo esto, le da su toque. Y es por ello que en mitad de la jungla se pongan a hablar sobre el racismo imperante hacía la población negra de USA o sobre los campos de concentración para la población japonesa durante la pasada guerra.
Lástima que finalmente este muy desaprovechado la figura del enemigo y el toque patriótico (como no podría ser de otra manera para la época) termine por estropear algo el filme. Aún así, una película más que digna.