Carlos
Sinopsis de la película
Ilich Ramírez Sánchez, alias Carlos, es un personaje clave en la historia del terrorismo internacional de los años 70 y 80. Considerado por algunos una figura de la extrema izquierda romántica, de hecho era un mercenario oportunista que trabajaba para los servicios secretos de cualquier potencia de Oriente Medio. Además, llegó a formar, al otro lado del Telón de Acero, una organización que estuvo activa durante los últimos años de la Guerra Fría.
Detalles de la película
- Titulo Original: Carlos, le film
- Año: 2010
- Duración: 165
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Opinión de la crítica
Película
6.6
35 valoraciones en total
Viene siendo una práctica habitual para el cine francés actual, la reivindicación de un tipo de cine cercano al gran público pero a la vez capaz de ofrecer una calidad estilística y narrativa considerable. La forma de conseguirlo ha sido a través del biopic de acción, que ya tuvo un buen comienzo con las dos partes de Mesrine de Jean-François Richet, y ahora lo hace con más fuerza y talento si cabe de la mano de Olivier Assayas.
Sostenida por una importante inversión y rodada en 35mm, la presentación de Carlos en Cannes en su formato original de mini serie de 333 minutos, le ha otorgado además cierta notoriedad a la hora de exhibirse, gracias a que parte ya avalada por una buena acogida de la crítica. ¿Para eso están los festivales de cine no?
Todo ello le ha permitido reconstituir una versión para los cines de casi tres horas, que se encarga de contar lo mismo pero más rápido. Y lo que podría ser una ventaja (por simple cuestión de practicidad), se despedaza en el sentido de que si el original de cinco horas y media gozaba de plenitud, ¿no corres el riesgo de cargarte la cinta? ¿Acaso al resto de productores de cualquier mini serie o tipo de producción con una duración fuera de lo normal se les ocurre hacer versiones de tres horas (lo que es casi un límite para una proyección en cine)?.
Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que la idea no tenga sentido y que sea hasta buena y razonable, sino que es una auténtica lástima que se pierda el ritmo y el equilibrio que ha de tener la versión extensa y original. En Carlos, le film, hay una primera parte trepidante, a través de la cual se nos relatan los sucesos que condujeron a Ilich Ramírez, alias Carlos, un venezolano políglota, idealista y guerrillero (actualmente en una prisión de París), a proseguir con su lucha por la revolución contra el imperialismo a través de la acción violenta, dígase, el terrorismo.
Poco tiempo da para conocer profundamente los motivos que condujeron a este tipo a cometer tales actos y llegar a ser perseguido por las autoridades. Al menos en esta versión más bien se limitan a trazar fugazmente cómo se desarrollaron los hechos más crueles y relevantes que conciernen a este personaje, que sin llegar a jugar un papel de héroe, sí hay en todo momento una búsqueda de sintonía y apego con el espectador.
Tras unos tiroteos al más puro estilo gánster, y de un asalto bien trenzado con rehenes incluidos, se da paso a una serie de saltos en el tiempo, de una década a la otra como si del día a la noche se tratara. Quedándose uno un tanto perdido, con la sensación de que, aun manteniéndose la esencia de lo que quiere contarse, la tijera le pasa factura.
Primero de todo, destacar que se nota, y mucho, que ‘Carlos’, en su génesis, no tenía por objeto tener una duración que no llegará a las tres horas y se estrenara comercialmente como una peli más. Aquí, en esta cinta, únicamente reside la esencia del original, difuminándose incluso ésta entre los tajos y saltos del metraje a los que se ve abocado el espectador.
Con todo, ‘Carlos’ nos habla de la figura de Ilich Ramírez Sánchez, un sanguinario terrorista, antiimperialista de origen, mercenario reconvertido. Se relata con brío y ferviente acción los inicios del personaje, sus primeros golpes, su férrea moral internacionalista y su desparpajo para la oratoria. Son artes que domina, se mueve bien entre discursos, fuego cruzado y mujeres. Incluso tiene ese don de rockstar, admirado por la fotogenia. Pronto, entre asesinatos a sangre fría y secuestros en la OPEP, presenciaremos la subida al estrellato de ese izquierdista belicoso aspirante a Che Guevara.
Luego llega la desorientación en el camino, difuminándose todo entre dólares ensangrentados, politiqueo de segunda, luchas intestinas y buena vida. El guerrillero pasa a ser mercenario, luchando por causas que ya ni siquiera le son cercanas. Todo se desvirtúa en la vida de Carlos, atenazado por la soledad del asesino, aislado por un nuevo orden mundial que ya no le necesita, temeroso de los lobos agazapados que aguardan para el ataque.
En fin, Olivier Assayas ha estado ambicioso, aunque habrá que esperar a presenciar el macroproyecto original para ajusticiarlo como es debido. Su punto fuerte, sin duda alguna, es el increíble relato histórico que nos ha narrado aquí, un documento de gran calado acerca de una época, que va no sólo de la pujanza de la extrema izquierda en Europa, sino también de la causa palestina o las intestinas lógicas que mueven a los movimientos islamistas. También se describen las interacciones entre terroristas y la clase política del momento (de distintas partes del Globo) dentro del contexto internacional, y en fin, también la del mercenario de a pie, el señor de la guerra sin escrúpulos. Resumiendo, una joya histórica que, no obstante, habrá que enjuiciar a partir de su original. Aquí se nos deja una buena pincelada de este histórico personaje, de esta época histórica.
98/41(27/03/11) Buena cinta centrada en los años de terror de Ilich Ramírez Sánchez, es una versión para el cine de una miniserie para TV, esta duraba 333 minutos y en cine se ha quedado en 165, la mitad del metraje lo cual ha ido en su detrimento pues hay elipsis temporales que crean lagunas que en el desarrollo del protagonista lo lastran. Ilich Ramírez Sánchez conocido mundialmente como Carlos, probablemente el más famoso terrorista de la segunda mitad del Siglo XX , un revolucionario de izquierdas venezolano, que se alió con varias organizaciones anticapitalistas o como ellos se definían antiimperialistas y antisionistas. La historia comienza con el asesinato en una explosión de su coche de un dirigente palestino en París al parecer obra del Mosad. Entonces aparece en acción Carlos (Magnífico Édgar Ramírez) que se adhiere a una estructura antisionista propalestina y comienzan sus acciones criminales en Londres con el asesinato frustrado en 1973 de Joseph Edward Sieff, dueño de la cadena de tiendas Mark & Spencer, continua en París en 1974, en un piso es interrogado y puesto en careo con un libanés que le ha delatado, Carlos mata dos policías y al delator. A continuación saltamos a la que ha sido su acción estrella y que consume gran parte del metraje, el 21 de Diciembre de 1975 en Viena, mientras estaban reunidos los representantes de los países de la OPEP, tomaron la sede él y se su grupo, mataron a tres personas y tomaron 42 rehenes. Tiene un ritmo narrativo muy ágil que hace nos enganche desde el comienzo, siempre están pasando cosas, no hay estancamientos.
Continua en spoiler sin spoilers.
Merece la pena dedicar casi tres horas para ver esta película, es más, merecerá la pena destinar más de cinco a ver la versión completa, que esperemos aparezca editada pronto en DVD, para constatar que la nota que hoy se le adjudica se queda corta.
El filme resulta siempre interesante independientemente de si se analiza partiendo del personaje principal o del contexto en el que actúa. En el primer supuesto, y de acuerdo con la impresión del realizador, hay que convenir que Ilich ( Carlos ) es un mito, ello es así porque, tal como nos es mostrado en la película, su personalidad y sus acciones le asemejan a modelos clásicos de probada efectividad, como son Macbeth y Fausto. Estos personajes están obsesionados con el poder, al igual que le ocurre a Carlos, que pese a rodearse y justificarse con una retórica revolucionaria, ansía por encima de todo satisfacer su propia vanidad y afán de poder. Como Macbeth, encuentra que el único camino que existe para ello es ejercer el terror, pero no se percata de que es el propio terror el que acabará poseyéndole a él. Cuando Carlos prueba el poder extraordinario que le proporciona ser un terrorista célebre ya no puede parar, y como Fausto, venderá su alma con tal de conservarlo. Así, la historia de Carlos es una metáfora acerca de la corrupción del idealismo, y consecuentemente, de la corrupción del indivíduo obsesionado con el poder.
Si abordamos el filme desde el contexto histórico, que podemos situar entre las convulsiones del 68 y la caída del bloque soviético, los resultados son igualmente notables, pues realiza un verdadero esfuerzo por mostrar los puntos de contacto entre los grupos violentos de extrema izquierda occidentales, los gobiernos europeos, el conflicto palestino-israelí y la geopolítica del petróleo. Lógicamente, la mirada sobre esta compleja realidad es la de las bandas terroristas revolucionarias (aunque el realizador trata siempre de ampliar el foco, lo que es de agradecer), cuyo periplo histórico puede resumirse en el título de este comentario, en efecto, y como muestra acertadamente el filme, el viaje que emprendieron estas personas desembocó, bien en la frustración, bien en la corrupción. Fue esa frustración o desengaño la que llevaría a algunos de ellos a abandonar la lucha armada ( Angie ), a otros a constatar su derrota intelectual y militar (Weinrich), y a unos terceros a adoptar una desesperada huída hacia delante, bien por pura locura terrorista ( Nada ), bien por interés ( Carlos ).
Continúa en spoiler, sin revelar detalles.
Hay que entender Carlos, le film, por accesibilidad de metraje, como entrada interesante a un contenido y personaje que se ha tratado por otros derroteros anteriormente. La generación que se replantea su historia y pasado sigue las señales que les han llevado hasta el presente. Y es precisamente ese presente el contexto sobre el que parece escribirse toda la historia. Oliver Assayas desea transcribir e investigar, inquietarse e inquietarnos con sus descubrimientos. La historia fue escrita por otros que no eran sus protagonistas y cobra ahora un nuevo sentido y significado en un presente actual plagado de histrionismo económico-religioso y con un terrorista que rechazó rotundamente su recreación para la ficción. ¿Qué es lo que hay ahí, entonces? Olivier Assayas cuenta la historia del idealismo perdido, de la revolución castrada y condenada al terrorismo, de la delgada e invisible línea que separa el ideal del dinero, de acabar siendo un mercenario, una puta de Estados y movimientos armados bajo el trazado de varias décadas que conectan con el inicio de la nuestra.
Hay elementos contraproducentes que no pueden ser expuestos por falta de material real donde rellenar huecos: ¿Fue Carlos inicialmente un agente de la KGB? ¿Fue una víctima de las conspiraciones entre hilos que esclavizaron la lucha armada? ¿Nos encontramos ante una película que podemos enlazar desde la globalización actual por su empleo de multitud de lenguas y localizaciones? ¿Se consigue hacer una película de la retórica política a través de las enaguas del terrorismo pragmático? Sí existe esa predisposición a abordar el pasado como prisma y referente futuro (véase Steven Spielberg en Munich). También en retratar el idealismo que vivimos en la figura de un antihéroe para estallar en nuestra cara: su guerra se gana en una revolución como resistencia al capitalismo, aunque su romanticismo de la guerrilla globalizada se esfume como una burguesía disfrazada de retórica insurrecta. Las balas no llevan ideas cuando realmente las fabrica el mismo sistema y todo acaba siendo negocio. Carlos, le film precisamente interesa por la concepción del mito como mero objeto intrascendente y siempre manipulado por terceros.
Existe una descripción del personaje en su propia virilidad y cuerpo. Se mira desnudo delante de un espejo después de cometer un crimen y él mismo se excita cual Narcismo. Su dejadez, al mismo tiempo que es relegado a la ‘nevera’ de la organización, le hace agrandar barriga y perder ego. Sus problemas testiculares… su poderío como amante ambivalente con su poder de icono. Michael Mann dibujaba en Enemigos públicos la leyenda de John Dillinger como una estrella de rock. Assayas parece igualar méritos con delitos y crímenes. Así son las estrellas o llámenles iconos o mitos. El tiempo pone a cada ‘estrella’ en su sitio o le ‘regala’ una miniserie de la que se extrae una gran película.