Carandiru
Sinopsis de la película
Relato ambientado en la tristemente famosa cárcel de Carandiru, en Sao Paulo, donde, en 1992, la policía redujo de forma violentísima una revuelta masacrando a más de cien presos que estaban desarmados.
Detalles de la película
- Titulo Original: Carandiru
- Año: 2003
- Duración: 139
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Opinión de la crítica
Película
7.3
72 valoraciones en total
Magnífica película que nos relata un suceso real: la matanza de 111 reclusos, a manos de la polícia y a sangre fría, en el penal de Carandiru en Sao Paulo.
La narración recae en el personaje del médico (maravillosamente interpretado), quien nos irá presentando un nutrido ramillete de personajes, y ellos nos explicarán los motivos por los que acabaron en la inmunda, ruinosa y sobresaturada prisión, con capacidad para 4000 presos y en la que hay 7500.
La ambientación es sobrecogedora, y uno acaba por dudar si es más repugnante la lúgubre cárcel o los barrios marginales en los que habitaban los reclusos que en ella se hacinan.
Los personajes quedan perfectamente dibujados, gracias a algunas interpretaciones asombrosas (Negro -un patriarca a la más antigua usanza-, Majestad -un vivalavirgen bígamo-, LadyDi -un travestí que llega a transmitír ternura-, o Zico -un buen muchacho que comete la estupidez de denunciar a la policía la presunta violación de su hermana- son un buen ejemplo).
La fotografía es excelente, y el sólido guión nos lleva de momentos simpáticos y alegres a instantes de tremenda brutalidad (lo del chico ciego de crak y el agua hirviendo me sentó como una patada en los mismísimos), con toda naturalidad y total fluidez narrativa.
Del todo recomendable, este peliculón carcelario nos muestra, sin concesiones, que si en los llamados paises desarrollados el régimen carcelario es tercermundista, en los paises tercermundistas aún lo es más. Y de que triste manera.
Con esta frase empieza la matanza perpetrada por la policía brasileña en la cárcel de Carandiru el 2 de octubre de 1992. Así nos lo cuenta Héctor Babenco que adapta un libro escrito por el médico de esta cárcel. El director nos presenta una cárcel deprimente, real y devastadora que se rige por sus presos más ilustres. Los personajes que la habitan son los que nos hacen conectar con la película, ya que todos estos rufianes demuestran tener un cáracter único y unas ganas de vivir nunca vistas en otras películas del género carcelario.
Con unas buenas interpretaciones, buena banda sonora y un ritmo narrativo acertado que hace que no te aburras en los 140 minutos que dura la historia, podemos decir que es una película altamente recomendable y que perpetua el recuerdo de una masacre que nunca hubiera tenido que pasar.
Con la demolición de la prisión de Carandiru, los sucesos acaecidos el 2 de octubre de 1992 pasarían tarde o temprano al olvido pero gracias a una de las cosas que hace grande al cine, el olvido nunca llegará.
El cine, debido a su capacidad de dramatización y a la imposibilidad de desaparecer, siempre nos recordará los sucesos que nos han hecho avergonzarnos de ser humanos.Esta matanza y el modo de amontonar a gente en cárceles no será menos.
Gracias a esta película he podido ver como se vive en cárceles del tercer mundo, como los hombres son encerrados sin las mínimas normas de salubridad e higiene donde la ley del más fuerte es la que impera. El sexo y la droga son el pan de cada día, y ni los que violan son tan malos ni los violados tan buenos, todos tienen su momento y de eso nadie se libra.
Carandiru se aleja de todos los estereotipos creados por la industria americana mostrándonos una cárcel más humana e inhumana al mismo tiempo. Una prisión llena de matices grises, en donde hasta el más malo puede ser bueno y viceversa.
No es sólo un filme sobre el levantamiento y su reducción por la fuerza, es mucho más.
La historia nos atrapa pronto ante la crudeza de las palabras de los prisioneros. A través de pequeños flashbacks podrás entender y empatizar más con ellos. Todo hasta el tramo final es correcto, y el realismo es aplastante.
Lo peor del filme ocurre justo cuando la tensión y el suspense eran mayores. El director tenía todo de cara, pero con la intención de alargar y dramatizar unos sucesos que duraron pocos minutos, mete frases de supervivientes contando sus pensamientos mientras veían la matanza. Es un formato de documental que no pinta nada, ni siquiera eran los verdaderos presos sino los actores, o sea que se veía superficial e innecesario. Para mí gusto un error grave, que corta el ritmo pero que tampoco enrarece el resultado final siendo casi igual de efectivo.
Dirigida por Héctor Babenco, uno de los grandes nombres del cine brasileiro, a la vuelta de su periplo desigual por los EEUU, esta peli es la adaptación del libro Estação Carandiru, escrito por el doctor Dráuzio Varella, en el que cuenta sus propias vivencias justo antes de esa fecha maldita que titula mi crítica, un buen hombre que trabajó voluntariamente en la Casa de Detenção de São Paulo (cárcel con una capacidad para 4000 inquilinos pero con una ocupación de casi el doble), en principio para prevenir la extensión imparable del SIDA entre la población reclusa y luego ayudando a los presos en la faceta médica.
Me parece admirable como el director retrata, con una humanidad apabullante, a ese conjunto de personas a las que sus respectivos destinos (malas artes, mala suerte, etc) han llevado a ese lugar semejante a un infierno en vida. En Carandiru lo que eras o lo que hacías ya no importa, es un microuniverso regido por sus propias reglas, en el que una especie de entente cordiale entre los reclusos es el código legal no escrito gracias al cual todo funciona de la manera más adecuada posible en esas condiciones extremas. Indudablemente, hay crueldad, hay enfrentamientos, se respira la violencia, pero en el fondo subyace un respeto entre los reclusos, unidos por la fatalidad que les ha llevado a ese agujero. Lejos de pintar a los guardianes, al alcaide o a los propios reclusos a la manera hollywoodiense, el retrato pintado por Varella demuestra una extraña compasión, una solidaridad hacia todos aquellos que deben pagar con su falta de libertad las deudas han contraido en su vida previa.
Formalmente, la peli tiene dos claras partes: la primera, en la que a través de los ojos del médico vamos descubriendo a los distintos reclusos, que en primera persona y utilizando flashbacks explicativos, nos permiten acceder al porqué de su estancia en la cárcel. Todo ello está regado a menudo con píldoras de humor que creo muy oportunas para que tomemos un poco de distincia del tremendo drama por el que pasa toda esa gente.
La segunda parte es aún más terrible, ese motín inesperado surgido no se sabe muy bien por qué, probablemente por una tontería, como unos calzoncillos tendidos en la cuerda de otro, o un debate futbolístico, produce un cambio: aquí sí que el autor deshumaniza a los personajes, en este caso a los militares, que irrumpen como dioses decidiendo caprichosamente quién debe morir y quién debe vivir, la matanza subsiguiente es tremenda, los presos no tienen escapatoria, se esconden, es una auténtica caza humana en la que la cámara adopta una postura casi documental.
Creo que nos hallamos ante una obra brillante, perlada de numerosas escenas de buen cine, con unos reparto coral espléndido (algún rostro conocido vemos, como Wagner Moura, al que podemos ver protagonizando Tropa de Élite, o al Jerjes de 300, Rodrigo Santoro, aquí haciendo de un travesti simpáticamente llamado Lady Di).
A nadie se le escapa que Carandiru pretende seguir la senda abierta por Ciudad de Dios, pero se queda muy lejos de alcanzar sus méritos, por una razón fundamental: donde Meirelles tejía un variopinto retrato de personajes al límite, lógica y forzosamente relacionados, Babenco opta por la simple acumulación. Te cuenta ocho historias como te podía haber contado ochenta, el caso es dejar morir el metraje entre anécdotas que no cumplen ningún grado de interrelación más allá del contacto entre rejas, un compendio de sketches tragicómicos sucedidos sin una visión de conjunto clara. Si encima le metemos melaza, personajes tópicos, un médico que es un bendito (por favor…), una cierta suspensión de credibilidad de algunos personajes y situaciones, y un tratamiento hollywoodiense de la miseria y la vida en los infiernos (no hablo del estilo, ojo), pues tendremos un desperdiciado film social que, no obstante, cuenta también con algunas virtudes.
A saber, su preciso ritmo narrativo (hay que saber narrar para que casi dos horas y media se pasen sin asomo de aburrimiento), un sentido del humor bastante malvado, una buena mano para pillar desprevenido al espectador con su contundencia y su juego de contrastes y, sobre todo, lo que constituye la función principal de la película: dar a conocer, de una forma no demasiado exhaustiva pero sí con buenas maneras, el trágico suceso acaecido en dicha prisión de Sao Paulo en 1992, cuando más de cien presos fueron asesinados a sangre fría por la policía brasileña durante una disputa que debió haber acabado de una forma mucho más pacífica (como deseaban los presos, de hecho). Los aficionados al cine carcelario disfrutarán de lo lindo con este descomunal recorrido por los sucios pasillos de tan superpoblada y célebre prisión (felizmente derruida en 2002), brutal foco del virus VIH y espejo en el que se refleja la realidad social de un país consumido por la pobreza y la violencia. Pero el que quiera una visión más seria del asunto supongo que tendrá que recurrir al documental O prisioneiro da grade de ferro, dirigido por Paulo Sacramento.
Lo mejor: su pulso dramático.
Lo peor: la extrema benevolencia del médico.